Capítulo 2
Matthew ya lleva como quince minutos cambiándose dentro del armario y no me deja pasar. ¿Por qué? Quién sabe. Pienso que tal vez quiera vestirse de manera bastante informal, adiós a los trajes caros y corbatas, esta es la noche de un concierto de rock.
Pego mi oído a la puerta tratando de escuchar lo que hace adentro. Los cajones se cierran y se abren constantemente. ¿Estará buscando alguna prenda de suma importancia, y resulta que esa prenda ya la tiré yo porque ya estaba muy vieja? ¡Ja! No he tirado nada aún.
—Oye, con unos jeans y una camisa estarás perfecto—giro el picaporte. Está cerrado con el seguro.
—Ya casi, nena.
Lorraine me llamo hace unos momentos avisándome que ya venían en camino. Yo no duré más de veinte minutos escogiendo ropa, yo llevo algo normal, casual cómodo: mis jeans entubados, converse negros y una blusa de tirantes con una chaqueta azul, pelo suelto y un poco de sombras oscuras en los ojos. Matthew me mantuvo atrapada en la cama durante más de veinte minutos, pero logre escabullirme cuando estaba distraído. Aun recordando, ya tuve una falla central con mi perversión y la de mi esposo.
—Señor Evans—llama a la puerta Claire.
—Pasa.
Lleva consigo el canasto de la ropa sucia me sonríe y sin decir nada más, empieza a recoger la ropa tirada en nuestro dormitorio. Mi cara sube más allá de una temperatura normal de ebullición. Roja como un tomate.
—Elizabeth, al terminar las tareas—alza el canasto—, ¿puedo salir a cenar?
—Por supuesto que sí, Claire. No es necesario que pidas permiso, y si quieres, puedes dejar esa tarea para mañana.
Me sonríe radiante. Vuelvo a tratar de abrir la puerta.
—Matthew, estás peor que una mujer arreglándose para una cita. ¿Podría tan siquiera entrar? —mascullo.
El seguro del picaporte hace "clic" y al fin sale mi tan tardado y arreglado marido. Me quedo sin habla al verlo tan... sexy. Sí, más de lo que está. Lleva unos jeans poco gastados y en la parte de la rodilla izquierda esta descubierta, simulando que está roto; una camisa de lino un poco descolorida y una enorme, pero también atractiva, chaqueta de piel negra. El pelo alborotado y esa sonrisa pícara que puede describir a Matthew como a un chico malo... y muy, muy sexy.
Se me cae la baba.
— ¿Qué le hiciste a Matthew? —digo bromeando.
—Simplemente soy el Matthew al que le gusta el rock.
Alzo las cejas.
—Creí que tú eras más de la orquesta filarmónica de Nueva York...
Me calla con un beso.
—Aún falta poco para que conozcas el lado de mis diferentes gustos—besa mi frente.
Está relajado y la verdad, sí parece un chico malo y una estrella de rock. Quisiera tomarle una foto. Retrocede unos pasos y del interior de su chaqueta de piel, saca una caja pequeña... bueno, no tan pequeña.
—Dijiste que no sabías que teléfono querías, así que te compre uno como el mío.
—Matthew, te dije que podía sobrevivir con el Nokia—balbuceo, distraída por la caja del teléfono.
Sus ojos son azules, tienen un color abrasador, muy sensual y especialmente me miran a mí.
—Sólo acéptalo, lo escogí morado para ti.
—Oh, gracias—lo abrazo.
Sigue tensándose un poco cuando hago eso.
Dejo el nuevo móvil de la familia en el tocador y cada quién toma su pequeño ladrillo. Cuando bajamos al vestíbulo, ahí ya se encuentran Lorraine y Steve, con sus estilos de adolescentes que aman el Rock. Lorraine va un poco más atrevida de lo normal.
—Hola, chicos. ¿Están listos? —Pregunta Steve—. Nos iremos en mi auto, si no les importa.
—Me parece bien—responde el chico malo.
Discretamente pasa su mano por mi cintura y con la otra toma mi mano mi mano fuertemente. Ya afuera, nos encontramos con el auto de Steve, un Jeep Patriot, dos años atrasada para ser del año. Ellos suben adelante y nosotros hasta la última fila de asientos.
—Me gusta la ropa que llevas—susurra.
Mi cara se calienta, sobresaliéndose de mis mejillas. Espero que Lorraine no pueda escuchar. Su mano comienza a subir por mi muslo, ya cerca de mi entrepierna. Aprieto los labios.
—Cof, cof, cof—le quito la mano de donde estaba explorando indebidamente. Este hombre no tiene límites.
Me acomodo más de mi lado izquierdo, alejándome de sus manos curiosas para poder mirar por la ventanilla. Oigo la risita que suelta, toma de mi mano y la entrelaza con la suya. Ya está quieto y puedo pensar con tranquilidad. Ya hace tiempo que no asistía a un concierto con amigos, se podría decir que ya hace más de un año.
— ¿Estas bien? Estas distraída y un poco callada—me habla suavemente.
Cuando volteo a mirarlo, noto que Lorraine nos observa con atención.
—Estaba pensando—vuelvo a hacer conexión de miradas con Lorraine—, hace tiempo que Black Moon no se dejaba ver.
—Es porque estaban de gira, querían volver a su ciudad natal y aquí están, complaciendo a sus fans—chilla emocionada.
—Tranquila, o si no te desmayaras cuando los veas.
—Ja ja ja, bueno, así puedo llamar su atención.
Vamos llegando al enorme lugar ubicado por la séptima avenida y llamado Tonic Bar. Ha sido popular desde que, en la compra de los boletos para un evento, la cerveza es gratis, toda la que quieras. La entrada está repleta de jóvenes vestidos de negro con blanco (característico de la popular banda) y algunos llevan globos metálicos con obscenidades escritas. Bajamos del auto y Matthew ni un segundo se aparta de mí. Me lleva detrás de él como si quisiera protegerme o esconderme de algo. Sospecho que posiblemente Patrick ande por aquí, disfrazado solo para cuidarnos a distancia. Esposo posesivo, me chasquea la lengua mi subconsciente. No le hallo nada de malo. Nos formamos en la fila, unos tipos y chicas se quedan mirando a Matthew, con expresiones sorprendidas. Los muchachos que pasan a nuestros lados me miran ahora a mí, de forma extraña, sobre todo, a la señorita Carter. La fila avanza para que entremos, pero antes, un enorme guardia de seguridad recibe nuestros boletos y se pone a inspeccionar a los chicos. Matthew se niega a tal acción.
—No llevo nada, no es necesario—trata de entrar.
—Señor, si no lo revisamos no podrá entrar.
¡Ay, no!
—Escucha, soy el señor Matthew Evans y puedo hacer que tu jefe, Frank Ellen, te despida, no creo que un empresario como yo quiera asesinar a alguien en el bar y con mi esposa en compañía—me pone a su lado. El gran guardia queda despistado y nos deja pasar, pidiendo una ligerísima disculpa por habernos, "haberlo", fastidiado. El temor de que lo toquen sigue con él, y por poco nos ocasionaba un problema.
—Vamos a esa mesa—nos guía Lorraine.
Las luces de xenón me aturden y marean, no tengo una visión claro de donde estoy caminando y por poco me siento encima de Matthew, por no ver en donde está mi silla.
— ¿Te sientes bien? —me aparta unos cabellos de la cara.
Asiento varias veces.
—Las luces son irritantes.
El bar se llena por completo y enfrente del escenario ya se ven algunos de los integrantes de la banda de rock.
— ¡Te amo, Reynolds! —Lorraine le grita a uno de ellos.
Al instante, un pelirrojo en el escenario voltea y le manda un beso a la alocada Carter. Steve se queda serio y se cruza de brazos.
—Creí que yo era tu único amor—dice en tono triste.
—Claro que sí, pero tú no eres un rockero sexy con el pelo rojo.
Matthew y yo nos reímos bajito.
— ¿A ti te gusta alguno de los que están en el escenario? —me pregunta y apunta con su barbilla.
Niego con la cabeza.
—Son feos, Lorraine tiene gustos extraños—saco la lengua asqueada.
Las luces se apagan totalmente, dejándonos en la oscuridad y solo escuchándose el susurro de las personas. Esto me recuerda a mi despedida de soltera... Puedo ver a Matthew acercándose y pasando su mano por toda mi espalda hasta llegar a mí... ¡Trasero!
—Matthew, no—lo regaño.
El estruendo de una guitarra comienza, aturdiéndome los oídos y casi ponerme a gritar de lo irritable en el sonido.
— ¡Alguien quiere Sex and Rock! —grita el vocalista de Black Moon.
¿Qué tipo de exclamación es esa? Es como si insinuara que tuviéramos sexo mientras escuchamos a todo volumen su música realmente alocada. Las luces vuelven a la normalidad y todos los presentes se ponen de pie para ir a correr al frente y cantar. Lorraine se sube en la mesa para después dar un salto e ir a correr también a la pista.
— ¿Viste el cambio técnico de los Yankees?—le pregunta Steve a Matthew.
Llega de nuevo Lorraine y me jala por el brazo para que la acompañe. Me obliga a bailar con ella.
—Canta, tú si te sabes esta canción.
Tiene razón, se llama "Beautiful bitch" y es la única que me he aprendido. Me pongo a espaldas contra la mesa de donde están los chicos, para evitar encontrarme con la mirada de Matthew.
—Como extrañaba hacer esto—mueve sus caderas al compás de la música.
Todo pasa tan rápido, que de pronto siento una ligera jaqueca... seguidamente de nauseas. Me tapo la boca de inmediato y salgo de ahí en busca del baño. Cuando llego ya se me ha pasado.
—Elizabeth—Matthew entra.
Un momento, ¡es el maldito baño de mujeres!
—No puedes estar aquí—me recargo en sus hombros para empujarlo levemente y tratar de sacarlo.
Salimos y repentinamente me toma por las caderas para aprisionarme contra la pared.
— ¿Estas bien? —roza mi cuello con su nariz.
—Sí, solo sentí nauseas—suspiro—, estamos en un bar y tu entraste al baño de mujeres como si nada. Agradece que no hubiera nadie más allí dentro.
— ¿Quieres jugar? —siento su sonrisa en mi piel.
—Quiero irme a sentar, ya veo que Rock despierta tu morbo.
Sonríe maliciosamente.
—Bien, vamos a sentarnos.
Mientras regresamos, en mi vientre vuelvo a tener un retorcijón, posiblemente de hambre o de igual forma de las náuseas. La música ya cambio y todo estamos reunidos en nuestra mesa.
—Iré por unas cervezas—decido ir.
Pero la fuerte mano de Matthew me detiene.
—Yo iré, tú te sientes mal.
Se aleja a grandes zancadas hacia la estación de bebidas. Sí, tal vez no esté en mi mejor momento, pero al menos puedo caminar. Ahora, ya me siento incomoda aquí, estoy de sobra ya que Steve y Lorraine han decidido besarse. Bajo la mirada a mis nudillos, disimulando que nos los observo. Una rápida observación hacia la estación de bebidas, pero no veo a Matthew, pero sí a un gran grupo de chicas reunidas cercas de ese lugar.
—Ahora vengo—les digo.
Las personas que siguen bailando, me empujan y choco con ellas, casi que, en una de esas, me tiran por poco al suelo. No me importa empujar a las chicas amontonadas, puede que Matthew este ahí. Y efectivamente, está atrapado.
— ¿Cómo habías dicho que te llamabas? —le pregunta una rubia.
No me dejan pasar... malditas... zorras.
—Matthew, pero ahora si me permite...
No quiere caminar porque sabe muy bien que lo quieren tocar. Malditas sean, es solo un hombre.
— ¿Quieres bailar? —le pregunta la misma rubia.
Basta, sí es necesario tendré que golpear a las chicas que no dejan en paz a mi esposo. Inspiro profundamente y camino a grandes zancadas atravesando el mar de moscas.
— ¡Qué te pasa, perra! —me grita alguien.
Matthew tiene las cuatro cervezas contra su pecho, tratando de mantenerse distante de todas las chicas. Paso bruscamente al lado de la rubia, empujándola con fuerza. Me mira boquiabierta.
—Cielo, Lorraine está esperando su cerveza—le doy un beso en la mejilla.
Le ayudo con dos latas.
—Chicas, necesitamos pasar, por favor—lo tomo por la mano, sin soltarlo.
— ¿Y tú eres...? —se cruza de brazos la rubia oxigenada.
—Su esposa, si no les importa, tenemos que regresar a nuestra mesa—sonrío sarcásticamente.
Algunas exclaman impresionadas, nos dan el paso libre y continuamos evitando cualquier estúpido. La música sigue constante, tanto, que ya tengo un zumbido en mi oreja izquierda.
—Aquí tienen—les entrego las cervezas a Lorraine y a Steve.
Uf, aún se están besando. Los dos se apartan y velozmente abren las bebidas. Tenían mucha sed, eh.
—Gracias por salvarme—me susurra Matthew.
—Pudiste haber escapado tu solo—espeto.
Me mira incrédulo.
— ¿Piensas que en realidad me quede ahí para coquetear?
Tantas preguntas en tan pocas horas...
—No, pero... Si me sentía celosa. Tu esposo atrapado entre un montón de mujeres, zorras... No es lindo de admirar.
Se ríe cerca de mi oído.
—Nunca debes estar celosa, ya te lo dije—me da un beso regordete en la mejilla—. Tú eres y siempre serás la que robe mi atención.
—Lo mismo digo—tomo su rostro entre mis manos y atraigo su boca a la mía. Por primera vez y para novedad de los dos, me atrevo a morderle el labio inferior. Nuestras respiraciones se combinan, gimo, él aprovecha para que nuestras lenguas se unan. Otro estruendo de guitarra hace que me sobresalte y me separe de nuestro beso, riendo nerviosa. Tomo mi cerveza y la abro para beber un poco.
—Dime que no te emborracharas—frunce el ceño.
Lo miro a través de mis pestañas.
—Sí mal no me equivoco, usted hace unas semanas se emborracho, señor Evans.
Al mismo tiempo damos un trago a la cerveza.
—Vamos a bailar.
Me obliga a seguirlo hasta la pequeña zona libre de personas con el libertinaje hasta por los poros. Camina detrás de mí pegando sus caderas a las mías.
—Creí también que tú eras más de bailar Requiem.
—Tengo gustos fascinantes y variados.
Su mano se introduce atrás de mi espalda, por debajo de la chaqueta y la blusa. Nunca lo había visto bailar así, al ritmo del rock, música verdaderamente pesada. Canta a mi oído; umm, se sabe esta canción.
—Sería buena idea utilizar esta música...
Cierro los ojos. Las ideas que tiene este hombre son más creativas, aun me sigue sorprendiendo como si apenas lo conociera. Continuamos moviéndonos hasta el punto de que de pronto siento algo muy frio en mi blusa. Vuelvo a abrir los ojos y veo que un tipo me ha tirado una cerveza encima.
—Perdón, nenita—sonríe pícaramente.
Matthew se interpone.
—Al parecer estás ciego—gruñe.
Lo tomo por el brazo y lo alejo de ahí, hacia nuestra mesa. No quiero que haya problemas.
—Elizabeth.
—No, no, no, sólo es cerveza. No querrás problemas.
Tomo una servilleta y me quitos los restos de la pegajosa bebida. Estaba bastante frío. Observo como se está comportando mi esposo; se sienta de mala gana, mirando al sujeto que aún sigue burlándose.
—Tu blusa está muy húmeda—frunce los labios—, llamaré a Patrick para que venga con un poco de ropa limpia para ti.
Un mal presentimiento me está llegando... Todo pasa como sí fuera cámara lenta: Lorraine y Steve bailando alocadamente, Matthew sacando su pequeño ladrillo, el sujeto viniendo hacia acá.
—Patrick, necesito un poco de ropa limpia para Elizabeth.
Y el burlesco tipo al fin llega.
—Mira Cheet, tiene un teléfono más viejo que mi propia abuela—ríe a carcajadas.
Cruzo los dedos, deseando y suplicando el que Matthew no haya escuchado a ese imbécil, pero como sí a propósito lo hubieran hecho, Black Moon acaba de terminar una de sus canciones.
—Qué baboso, esa cosa solo tiene la aplicación de la linterna—continua.
Casi para lanzarle una botella para que se calle, pero eso me levaría a serios problemas: uno podría ser que no tuviera buena puntería y se lo lanzará a otra persona o número dos, la botella le cayera a Matthew. Él me da una larga mirada y de inmediato cuelga la llamada con Patrick. Atrás, los descerebrados continúan riéndose y bebiendo al mismo tiempo. Matthew guarda el pequeño ladrillo y aprieta la mandíbula al tiempo que se pone de pie y se gira para mirar a los chicos. El amigo del que inicio todo esto, se aleja unos cuantos pasos de él; la seriedad también llega a ese tipo de pelo largo con un piercing en la oreja y con una mirada astuta. Ve a mi esposo hecho toda una furia.
— ¿Qué dijiste, idiota? —la espalda se le tensa haciendo lucir a Matthew más ancho... Y peligroso.
—Tu móvil, creo que es una suerte que aun funcione esa porquería.
Lorraine y Steve se han acercado también, impresionados por tal escena que estamos presenciando.
—Por cierto, niño bonito, a tu novia le queda muy bien esa blusa húmeda—se relame los labios.
Me cruzo de brazos, sonrojada por lo que ha dicho. Mi chaqueta ayuda, pero esto es más que ofensivo. En un abrir y cerrar de ojos, Matthew se abalanza sobre él para darle un fuerte puñetazo en la cara. ¡No!
— ¡Matthew! —trato de ir, pero Steve me detiene por la cintura. Lorraine castaña los dientes, asustada.
—Muy fuerte, eh—le regresa el golpe.
No puedo seguir viendo esto. Matthew comienza a sangrar por la boca, pero sonriente, lleva su puño directo hasta el estómago del guasón... ahora lo llamaré así porque hasta en malos momentos, sigue sonriendo.
—Vamos, continua.
La música que hay es de un potente bajo, el rock consumiéndose en una sola canción. Ya varias personas se han reunido, pero otras estas muy ocupadas llenando sus oídos de metal pesado y que no saben lo que ocurre a sus espaldas.
Matthew vuelve a atacar, el guasón se agacha y se pone detrás de él para llamarlo por el hombro y darle un fuerte golpe en el rostro. Ahora está sangrando de la ceja...
— ¡Eso es todo lo que tienes! —masculla el guasón.
—No me conoces bien.
Corre contra él y le da una patada casi a la altura del rostro, ocasionando que caiga hacia atrás en una mesa. Matthew lo levanta y le da un rodillazo contra el abdomen, sofocándolo. La música ha dejado de escucharse y pareciera que yo he quedado en un trance.
—Hijo de perra—le dice a Matthew y le da otro puñetazo en la cara.
— ¡Basta por favor! —doy un grito ahogado.
Necesito que alguien los detenga, PERO NADIE LO HACE.
—Steve, por favor ayúdalo, haz que se detengan—le suplico casi llorando.
Me suelta y directo va hacia allá para interponerse. Los dos se ven exhaustos, los dos sangran... Oh, sangre, creo que me voy a desmayar.
—Detente, Matt—le aconseja.
El amigo del guasón lo detiene entre sus brazos, pero trata de escaparse, queriendo seguir luchando.
— ¡Gallina! —le grita a mi esposo.
También Matthew trata de zafarse de los brazos de Steve, pero antes de que pueda hacerlo, tres enormes gorilas de seguridad llegan para ayudar.
— ¿Qué pasa aquí? —pregunta uno de ellos con enorme tatuaje en el brazo del Yin-Yang.
—Ese imbécil comenzó todo.
—Él le tiro una cerveza encima a mi esposa y después nos faltó al respeto.
Matthew hace una mueca de dolor en la cara; su labio sigue sangrando mientras se hincha y crece más.
—Basta, tendrán que retirarse—dice otro gorila con corte de cabello tipo militar.
Miro de reojo a Lorraine que parece disgustada pero tranquila, alza una ceja y después suspira como diciendo: "Bueno, vámonos".
—Elizabeth y yo nos retiraremos, Steve—le dice un poco apenado—; perdón por el desastre. Esto se salió de control.
Lorraine me abraza por sorpresa.
—Tranquila, Eli, yo comprendo—me susurra.
—Te prometo...—tomo una gran bocanada de aire—, acompañarte a un concierto conmemorativo de los Rolling Stones.
Me mira con los ojos abiertos de par en par. Vuelve a abrazarme, lastimándome la espalda y los brazos.
Nos despedimos de ellos y somos los primeros en salir del bar, para no provocar otra discusión con los idiotas. Parece que el gato se comió mi lengua, no me atrevo a dirigirle la palabra a Matt... Tal vez porque sigo en shock o porque me da miedo ver como esta de golpeado Oh, genial, un tic ha llegado a mi ojo izquierdo. Un auto se aparca a un lado de la acera y rápido sale Patrick con una bolsa en mano.
—Señor Evans, ¿se encuentra bien?
A grandes zancadas llega al frente de nosotros, con expresión incrédula.
—Una pequeña pelea—se gira a verme—. Sube al auto, Elizabeth.
Mi blusa sigue húmeda, urgentemente necesito cambiarme. Entro en la parte trasera al igual que Matthew. Patrick me entrega la bolsa con ropa limpia y seca, para esperar afuera mientras me cambio. Matthew se quita su chamarra para cubrirme con ella.
— ¿Estás asustada, cierto? —murmura.
Me quito la blusa y rápido me pongo la otra.
—No es común ver a mi esposo pelear hasta... con un ojo morado.
Al menos no lo tiene. Mi subconsciente se ríe frustradamente al recordar "pequeña pelea".
—Agradece que no te dejo un ojo morado—tomo una gran bocanada de aire. Siento que el aire que ocupo se está acabando muy rápido.
Su labio está palpitando y aún tiene sangre ahí en la ceja. Me duele mucho verlo así y todo, posiblemente por mi culpa.