5
Cuando quieras escapar, puede que
Ya sea tarde...
Camila observó detenidamente a Adrien, quién tenía la mirada fija en el bullicio de gente de abajo, preguntándose en qué pensará. Sintiendo un extraño cosquilleo en el estómago, algo inusual y nuevo. Chris observó la mirada de Camila, así que sonrió de lado. Carmen observaba los alrededores con una sonrisa en su cara. Habían mesas al rededor suyo, luces de todos los colores y la música resonando a mil.
—¡Estamos en la zona VIP! —exclamó Carmen. Chris ocultó una sonrisa.
—¿Quieren algo de tomar? —les preguntó a las chicas— Si quieren pueden sentarse en una mesa y yo voy por los tragos.
Camila quito la mirada de Adrien y lo miró, no le hacía gracia estar entre personas adineradas, mirándolas raro. Ellas pertenecían allí abajo.
En ese momento, la mirada de Adrien cayó en ella y frunció el ceño al verla ahí.
—Oye, no es necesario pero tenemos que estar allá abajo —le hizo saber. Carmen la miró sin entender.
—Pero... —empezó diciendo la chica.
—Nos vemos, y gracias —le dedicó una sonrisa a Chris, tomó de la mano a Carmen y bajaron las escaleras en dirección en donde estaban todas las demás personas.
—¿Porqué no quisiste quedarte arriba? —le inquirió Carmen. Al estar abajo, las personas las empezaban a empujar a la hora de bailar. Estaba demasiado lleno.
—No formamos parte de eso, Carmen —respondió.
Carmen resopló.
—Bien, creo que tienes razón —admitió la chica— Y perdón, es que nunca había estado allí, siempre que venía miraba a esos chicos estar sentados en ese lugar, sintiéndose dueños del mundo y... ¡me emocioné! Lo confieso.
Camila medio sonrió.
—Ven, busquemos algo de tomar —le dijo, caminando hacia la barra.
Chris se acercó a su amigo, observando que no le quitaba la mirada a Camila.
—¿Te diviertes? —le preguntó.
Adrien parpadeó.
—¿Qué hace ella aquí? —cuestionó Adrien. No le gustaba que estuviera involucrada con esos borrachos que se pueden sobrepasar con ella.
—Tranquilo, Adrien, vino con Carmen. Es obvio que ella la trajo. —respondió Chris— No sabía que te importaba tanto. Apenas hoy la conociste.
Adrien pensó en que tenía razón, apenas y hoy la había conocido, pero esa chica tenía algo que hacía no poder quitársela de la cabeza. Cuando cerraba los ojos estaba ella, y no tenía ni puta idea de porqué.
—No estoy interesado en ella. —respondió, dando una calada a su cigarro.
—¿En serio? Entonces no tendrás problema en que Héctor ligue con ella, ¿no, Adrien?
Al escuchar esas palabras salir de su boca, Adrien buscó a Camila con la mirada, encontrándola en la barra, Héctor estaba hablándole. Apretó los puños, empezando a enojarse, pero no tenía porqué. Chris lo observaba atento, conocía demasiado bien a su mejor amigo, sabía que esa chica le interesaba, pero solo quería probarlo.
Camila le sonrió a Héctor para no ser descortés. Estaban sentadas en la barra del bar. Carmen platicaba animadamente con el mesero, mientras que ese chico se había acercado. No estaba nada mal, pensó Camila, pero sinceramente no le gustaba. No le llamaba la atención. Y a leguas se miraba que ese chico estaba coqueteando con ella.
—Así que, eres de Nueva York, ¿no? —comentó Héctor.
Camila asintió, dando un trago a su bebida. No era nada de licor, sino que había pedido un jugo de naranja nada más.
—Es una ciudad hermosa —volvió a hablar.
Adrien siguió tomando su licor en la parte de arriba sin quitarle la mirada a Camila y a Héctor, aún con sus puños apretados. No le gustaba en nada que Héctor le estuviera hablando.
—Lo es —respondió Camila para no ser descortés.
—Así que vives en la casa del bosque —murmuró.
Camila lo miró con el ceño fruncido ¿como es que se daban cuenta tan rápido de donde vivía? Éste pueblo sí que era pequeño. Muy pequeño.
—Así es —lo miró— ¿Quien te dijo? —quiso saber.
—Todos en la escuela lo saben.
Camila lo dudó ¿cual era el problema que viviera allí? No los entendía.
Adrien dio su último trago al vaso y se apresuró a bajar las escaleras, cosa que nunca hacía. Chris se encontraba sentado en una mesa de la par con su novia Verónica, al ver que su amigo bajaba, él se separó de ella y lo siguió. Adrien no pensaba involucrarse en la conversación, solo estaría cerca por cualquier cosa. Se sentó en el otro extremo de la barra, pidiendo un trago. Chris se apresuró a sentarse a la par de él.
—Hola, Adrien, hasta que por fin bajas —una chica rubia, demasiado descubierta, se acercó a él coquetamente—. No sabes cuanto te esperé.
Adrien ni la miró.
Camila se estaba empezando a poner incómoda, no quería seguir platicando con Héctor pero no sabía cómo decirle. Cuando se enojaba no media las palabras y simplemente salían, y no quería caer mal en el primer día de socializar. Pero sin embargo le importaba poco la socialización. Solo quería estar sola.
—Entonces, ¿qué edad tienes, preciosa? —le preguntó el chico.
Camila rodó los ojos sin que lo mirara, levantó la mano para llamar al otro mesero. El chico la miró y se acercó a ella.
—¿Me traes una cerveza? —pidió.
El chico asintió, girándose hacia un refrigerador.
—¿Entonces, linda? —volvió a insistir.
Está bien, Camila se estaba empezando a enojar. Solo quería que se fuera porque en cualquier momento explotaría.
—¿Porqué quieres saber mi edad? —le inquirió, en ese momento el mesero ponía la verb e débete a ella.
Le dio un largo trago de inmediato.
—Curiosidad, además quiero seguir platicando contigo —respondió el chico—. Porque veo que tú eres de pocas palabras.
—¿No te has puesto a pensar que no te respondo porque simplemente no quiero platicar contigo? —espetó. Si, al fin lo había dicho. Dio otro largo trago a su cerveza. Héctor elevó las manos en forma de paz.
—Está bien, como tú digas —dijo, alejándose de ella. Caminó hacia donde se encontraba Adrien y Chris.
—¡Pero si es el mismísimo Adrien! —exclamó Héctor dándole una palmada en el hombro. Adrien se tensó.
—Qué hay, Héctor —respondió Chris por su amigo—. ¿Tan rápido te aburriste de la chica?
Héctor río.
—Si, esa chica es rara, no es sociable. Me aburrí de sacar conversación —respondió—. Lastima, quería llevármela a la cama esta noche.
Adrien apretó las manos.
—Dudo mucho que hubiera hecho caso —bromeó Chris.
—No creas, hermano, se hacen las difíciles, pero tarde o temprano estará en mi cama.
Adrien estaba más enojado de lo que debería, pero no podía hacer tal escándalo porque apenas y la conocía ¿qué pensarían de él? Sin embargo se dijo así mismo que si Héctor seguía diciendo estúpideces no lo soportaría más.
Camila estaba terminado su bebida, Carmen seguía platicando con el mesero ese, dejándola sola. Se planteó volver a casa, quizás buscaría un taxi o algo, pero aún no se decidía, si Carmen seguía sin hacerle caso dentro de unos minutos se iría sin decirle. Subió la vista en dirección en donde se suponía que estaba Adrien, pero ya no estaba. Solo estaban los demás chicos ahí ¿donde habrá ido?, se había preguntado. Buscó con la mirada ese rostro misterioso y serio, pero su mirada se detuvo en una esquina, oscura, en donde la iluminación era poca.
No se miraba bien, pero había alguien de pie allí. Achicó la mirada para poder distinguirlo bien. Su corazón se iba acelerando con forme las luces iluminaban su figura. Era poco, pero se notaba. Un hombre alto y delgado estaba allí, usaba traje y no alcanzaba ver sus manos, las tenía en su espalda, tampoco alcanzaba ver la cara porque estaba demasiado oscuro en ese lugar. Sin embargo Camila de inmediato le pasó por la mente la leyenda que Carmen le había dicho. Empezó a sentir un miedo repentino, la respiración se le agitó, sentía su mirada en ella. Y no quería seguir sintiendo eso.
Se apeó del taburete en el que estaba sentada, sin quitarle la vista a es hombre. Solo quería salir de allí. Y, de pronto, al pasar un grupo de jóvenes, no volvió a verlo más. Ya no estaba. La esquina estaba vacía. Camila frunció el ceño al ya no verlo. No sabía si sentirse aliviada o alarmada. Estaba segura de haberlo visto, o quizás era producto de los tragos que ya llevaba.
Atravesó a las personas en busca de algún baño, caminó en dirección a un pasillo, encontrando una puerta en la que decía baño de damas. Agradeció que no hubieran chicas haciendo fila, supuso que era demasiado temprano aún.
Abrió la puerta, introduciéndose en él. Se miró al espejo por un momento, estaba agitada, cansada. Abrió el grifo, se inclinó, empezando a echarse agua en la cara. Era solo producto de su imaginación, no existía tal cosa, se quería convencer.
Cerró el grifo, se secó la cara con una toalla para después respirar profundo. Estaba decidido, se iría. Antes de girarse para salir del baño, se sobresaltó al escuchar un ruido proveniente de uno de los baños. El miedo volvió a ella.
—¿Hola? —la voz le había salido temblorosa.
La luz del baño empezó a parpadear, amenizando con apagarse, eso le dio un aspecto más aterrador. Se volvió a sobresaltar al volver a escuchar el ruido.
—¿Hay alguien ahí? —volvió a decir. No obtuvo respuesta.
Dio pasos lentos en busca del baño en el que provenía el ruido, al parecer era el ultimo. Quizás había alguien allí, se quiso convencer, solo era alguien. Al estar frente al baño, levantó la mano para abrir la puerta, la mano le temblaba, la luz parpadeaba y su corazón latía más a prisa. Tomó el maniguete de la puerta y, respirando profundo y armándose de un valor que no sabía qué tenía, la abrió.
Pudo respirar tranquila al notar que no era nada más que una chica sentada en el piso, con la cabeza casi metida en el retrete. Dios, sí que la había asustado. La chica vestía un vestido negro holgado, y unos botines de cuero en color negro. Su cabello rojizo estaba suelto. La chica estaba medio consciente.
—¿Estas bien? —le preguntó Camila acercándose un poco a ella.
Pero la chica no respondió.
Camila se mordió su labio inferior, no sabía si irse o ayudarle.
—Oye, ¿te encuentras bien? —le volvió a preguntar.
La chica se removió, girando su cabeza hacia ella, los ojos los tenía rojos, sus pupilas dilatadas, la nariz roja y un atisbo de saliba salía de su boca. Estaba vomitando.
—Solo vete —había dicho en un susurro, para después volver a su posición de antes.
—¿Segura? —insistió Camila—. Si quieres te puedo ayudar.
—Solo vete —repitió.
Camila no quería dejarla allí, pero la chica no quería ser ayudada.
—Está bien —asintió, empezando a caminar hacia la salida.
Adrien seguía tomando, Chris a su lado le hacía compañía. Héctor se había ido hace un rato para otra mesa.
—Ahora solo veo a la amiga, no hay rastros de Camila —le dijo Chris. —Creo que ya se fue.
Adrien elevó la vista, su mirada cayó en la entrada de los baños, de ahí venía saliendo Camila. Notó algo extraño en ella, estaba muy atenta a los alrededores, se miraba algo asustada.
—Ahí está —le dijo a su amigo.
Chris siguió la mirada, mirando así a la chica.
—Parece que se va —murmuró Chris, mirando cómo Camila se dirigía a la salida, apartando a la gente de su camino. —Si quieres la puedo ir a dejar, su amigo no tiene intenciones de irse.
Adrien lo meditó, de alguna forma no quería que Camila se fuera sola, pero tampoco quería ser un acosador. La observó, al estar cerca de la puerta se quedó de pie, negó con la cabeza y se volvió. Al parecer buscaría a su amiga.
—Cuídala, ¿quieres? —miró a Chris,— Me voy.
No tenía nada más que hacer allí, no tenía ánimos de estar escuchando música. Subió las escaleras, sacó las llaves del auto de su bolsillo y atravesó la puerta roja que daba al hotel. En los pasillos no había nadie, la música no se escuchaba. Caminó hacia las puertas principales.
Al estar afuera, sintió una ventisca fría. Apretó un botón de sus llaves, haciendo sonar su coche negro más adelante. Se montó en él, quedándose unos segundos allí. Mirando el bosque. Lo odiaba. Porque sabía que se había llevado a su hermano, y eso seguía sin perdonárselo.
Iba a salir del estacionamiento e irse a su apartamento, pero antes observó cómo Camila salió de las puertas del hotel, iba corriendo, parecía asustada, miraba para todos lados. ¿Qué le habrá pasado para que se haya puesto así? No lo pensó dos veces, bajó del auto y se dirigió donde ella.
—¿Estas bien? —le preguntó.
Camila se giró a él, exaltada, llevándose una mano al pecho.
—Me asustase —le reprochó—. Y sí estoy bien.
Todavía no superaba haber visto esa figura alta. Solo quería llegar a casa.
—Pareces alterada —le comentó Adrien.
Camila pensó en que era bueno leyendo las expresiones, sin embargo no le contaría nada.
—Es solo que... Quiero llegar a casa ya. —dijo—. No me siento segura aquí.
Y no sabía porqué había dicho eso último.
—Si quieres puedo llevarte —se ofreció él— A estas horas no hay taxis. A menos que te quieras ir a pie.
Ella lo medito. No le apetecía irse sola en la oscuridad, por el bosque. Un escalofrío recorrió su cuerpo, Adrien lo notó.
—Yo... —empezó diciendo, pero no sabía qué responder—. No quiero molestar.
Adrien ocultó una sonrisa.
—Es enserio, puedo llevarte —insistió.
Camila respiró profundo, no tenía más opción que aceptar.
—Esta bien. Solo por esta vez.
Adrien sonrió. Empezaron a caminar al auto, él se montó al asiento principal mientras que Camila se montaba al copiloto. Ya eran dos veces que se iba con él en el mismo día. Arrancó, emprendieron caminó hacia esa casa que tantos recuerdos le traía.
Y ahí, en lo más oscuro del busque, una figura alta y delgada, los observaba.