Capítulo 1
Roberto
¿Sabes lo que es odiar a alguien cuando hasta su voz te irrita?
Así me siento cuando escucho la voz de mi vecino. Como poca desgracia es una tontería, su madre es muy buena amiga de mi madre. Esto apesta porque no puedo evitarlo.
¿Cena de Acción de Gracias? Él es.
¿Cumpleaños? Él también lo es.
¿Almuerzos los domingos? Él adivina.
Dondequiera que voy, él está, mis amigos son las novias de sus amigos, lo que significa que a las fiestas a las que voy con ellos, él irá con los novios de mis amigos.
Qué mágico.
Para contextualizar nuestro odio mutuo (Dejando claro que él fue quien empezó todo esto). Mi madre y yo nos mudamos a California porque ella consiguió un gran trabajo en la empresa Beauchamp's, este fue un punto de inflexión para nuestra familia.
Mi madre es soltera, nos crió sola, sin comer para que no nos acostáramos con hambre. Antes de que preguntes por mi padre, murió cuando yo tenía años en un accidente automovilístico.
Estoy eternamente agradecida con Beauchamp's, por darle una oportunidad a mi madre en el momento en que más la necesitaba.
Pero eso no significa que tenga que tragarme a su hijo mimado.
— Cualquiera, el almuerzo estará listo, ven antes de que se enfríe – grita mi madre desde el fondo de la casa.
Termino de terminar mi cabello y salgo de la habitación, aplastando mis rizos en el pasillo.
— ¡Apártate que estoy de paso! - Grita mi hermana bajando las escaleras como loca.
— Parece que estabas en cautiverio, niña. ¡Hambriento!
- ¡Cierra el pico! - grita Bela al final de las escaleras.
— Por favor, no peleéis, afuera hace un hermoso día soleado. Sea más amable con sus vecinos. - Dice mi madre mientras pasa frente a las escaleras con una sartén en la mano.
— Soy cortés con quienes lo son conmigo, los Beauchamp por ejemplo, por supuesto, a excepción de su hijo.
— Cualquiera hija mía, sé comprensiva con nuestro prójimo, tú creciste con él.
— Sólo porque crecí con él no significa que tenga que socializar con él.
— Los niños son así, mi amor.
— ¿Por qué hasta ahora sólo he visto esto en un niño? - cuestiono irónicamente cruzándome de brazos.
— Ten cuidado con él, ustedes dos parecen perros y gatos en una pelea sangrienta.
- ¿Tómalo con calma? - Me río al escuchar estas tonterías. — ¡Él no es fácil conmigo! ¿Recuerdas el chicle en tu cabello? Pasaste una semana quitando esa cosa de los cables.
— Conozco a mi hija, pero es una cosa de adolescente, es sólo una fase.
— Que yo quiera enfrentarme a él no es sólo una fase de la adolescencia, mamá.
— Contrólate, ya vienen.
— No prometo nada.
—Roberto...
— Podría caerse accidentalmente a la piscina, no podemos predecirlo todo... - digo irónicamente, con una "dulce" sonrisa en mis labios.
— Por favor, ¿podemos almorzar normal por una vez? - Pregunta al sacar el pollo del horno, colocándolo sobre la encimera.
— Sería un almuerzo normal si él no estuviera en él.
- Cualquier...
- Mami...
— ¿Podrías escuchar a tu madre por una vez en tu vida? - Casi suplica.
— No te lo garantizo. Pero lo intentaré.
- ¡Usted es el mejor! - Dice mi madre depositando un beso en mi frente. — Bueno, Isabela, ¡¿dónde estás?! - Mi madre sale corriendo gritando en busca de mi hermana.
— Debe estar escondida, por vaga que sea, no querrá ayudar a poner la mesa.
— No hables así de tu hermana.
— Ella está así porque no supiste controlarla, como lo hiciste conmigo.
— Ella es sólo una niña Sisley.
— A su edad te ayudaba en todo, hasta lavaba los platos.
— Déjala ser una niña, cuando parpadees verás que creció demasiado rápido.
— ¿Dices eso por mí? - cuestiono con la cabeza gacha, apoyándome en el lavabo.
— Hija, perdiste la mitad de tu infancia porque me ayudaste a cuidar de tu hermana. Te quedaste despierta por la noche cuando ella estaba enferma. Sé lo que sacrificaste para ayudarme, nunca lo olvidaré. - Dice sujetándome la cara con ambas manos.
— No me quejo de eso, ni mucho menos, tú hiciste tanto por nosotros criándonos solo.
— Fuiste la hija que le pedí a Dios.- Dice sosteniendo mi rostro y depositando un beso en mi mejilla.
— ¿Están listas las albóndigas? - pregunta Belinha cuando aparece en la cocina.
—¿Tienes hambre, gusano?
- Callarse la boca. - Dice mi hermana mientras se acerca al plato que está sobre el mostrador.
— No tienes una hija, tienes una picadora de alimentos. - Le digo a mi madre quien me mira seria, pero en el fondo con ganas de reír.
— ¡Ay mamá, mira a Sisley! - Se queja mi hermana, haciéndome reír. — ¡Odio tener una hermana mayor! - Se queja mirando a nuestra madre, como si fuera a devolverme donde lo dejé y pedirme un reembolso.
— Por favor chicas, no peleen.
— Empezó. - Se defiende Bela señalándome.
— Ve a llevar los platos a la mesa y no te quejes.
— Porque no era hija única... - Dice Isabela saliendo por la puerta.
— ¡Yo nací herido primero! - digo el mismo que me replica, imitando mi discurso con tono burlón - ¿Viste eso? - cuestiono señalando la puerta.
— Deja a su hija, tu hermana está creciendo y está descubriendo cosas, con el tiempo te acostumbrarás.
— No creo que alguna vez me acostumbre a que ella me moleste y me irrite cada vez más con cada año de su vida.
— Déjala hablar, ¿vale? Ya vienen los Beauchamp, compórtate y... Inicia una conversación con su hijo, crecisteis juntos, es hora de ser amigos. Sois vecinos. - Pregunta mi madre, sosteniendo el plato y caminando hacia la puerta que da al césped.
No era objeción del condominio hacer amistad con el vecino para poder vivir aquí.
— Estás pidiendo demasiado para que seamos amigos, tienes más confianza en mí que yo, mamá.
- Para que. - Dice mientras abre la puerta y sale al césped. - ¿ Hola, cómo estás? - Cuestiona mi madre a Úrsula, quien responde con una sonrisa.
— Estamos bien, ¿cómo estás? ¿Y las chicas?
Tomo una manzana y me acerco al sofá, tirándome sobre él, tomo el control de la televisión y la enciendo mientras muerdo la fruta. Voy de canal en canal y no encuentro nada bueno que ver.
— No me vas a decir que te vas a sentar a mirar televisión mientras me hacen esclava ahí en el jardín, ¿verdad? - Pregunta mi hermana mientras se detiene frente al televisor.
—Apártate del camino, mocoso.
— No hasta que me ayudes a poner la mesa.
— Hice tus tareas esta semana, ¿te olvidaste? ¿O tengo que decirle a mamá que no hiciste tus tareas?
— A ella ni siquiera le importa si lo hago o no, solo se mete contigo.
— Isabela, déjame en paz.
— ¿Tienes síndrome premenstrual? ¿Estás estresado?
— Te lo juro, si no te apartas de mi camino ahora, prenderé fuego a todos tus carteles delante de ti.
— No harías eso...
— ¿Quieres apostar? - cuestiono con las cejas arqueadas, haciendo un ademán de levantarme.
- ¡Todo está bien! Tú ganas, yo voy a ayudar a mamá.
— Buena chica.
—Tú me pagas. - Dice Isabela mientras arrastra su pulgar por tu cuello.
— Eso es lo que vamos a ver, hermanita.
— Cualquiera, por favor no te recuestes en el sofá, ya llegaron nuestros vecinos.
— Hablas como si no fueran de casa.
— Pórtate bien Cualquiera, por favor.
Mi madre ha estado ocupada con el trabajo últimamente, los gastos escolares de mi hermana han aumentado considerablemente y ella está abrumada por ello.
Estudio mucho para conseguir una beca y una carta de recomendación para una buena universidad, así mi madre no se preocupa por mí.
Es complicado, de hecho siempre lo ha sido.
Conciliar el estudio y la crianza de mi hermana fue difícil, mi madre trabajaba y yo faltaba muchas veces a clases para poder estar con ella.
No tenemos parientes cercanos que nos ayuden, así que mi madre y yo nos encargamos de todo.
Apago la televisión y voy al césped.
— Buenos días, señor y señora Beauchamp. - digo mientras saludo a ambos.
—Querida, no necesitas estas formalidades.- Dice Úrsula acariciando mi rostro.
— Ojalá Josh fuera tan educado, educado y estudioso como lo es Sisley. - Dice Ron apoyando su mano en mi hombro.