Chapter 2 El millonario sexi
Repasa mentalmente si hizo algún pago de más, pero es imposible. No ha usado esa tarjeta y su móvil entra con contraseña. Revisa los detalles de los movimientos bancarios y se da cuenta de que el dinero ha sido transferido a una cuenta de su hermano.
Había sido robada por él. De alguna manera hackeo su teléfono, lo cual no sería muy difícil, ya que es vieja tecnología. Sale del banco maldiciendo a su hermano y luego piensa en una manera de recuperar dinero. La voz de Eleanor resuena en su cabeza, así que le llama.
El día transcurre lentamente, Arya no deja de pensar en eso mientras camina de vuelta a la clínica. ¿Tendría lo que se necesita para ser madre a tan joven edad?
Definitivamente, la necesidad era más grande que sus temores, tendría que afrontarlos si fuera necesario. Cuando llega a la clínica va directamente donde la asistente. Esta le informa que su madre tuvo un ataque al corazón y que esta había sido llevada a terapia intensiva.
—El médico le atenderá una vez que salga de una cirugía y le explicará la condición de su madre —informó solamente la asistente para luego marcharse.
—¿Eleanor? —pregunta cuando descuelgan la llamada
—Sí, ¿quién habla?
—Soy Arya, oye, ¿es seguro el pago? —inquiere con dudas y su amiga sabe a qué se refiere.
—Sí, la compañía que se encarga de eso, se asegura de que los clientes sean confiables. Te asignan incluso hasta un abogado para que cuide de tus intereses —confiesa Eleanor notando que su amiga sigue preocupada—. ¿Estás bien? ¿A pasado algo?
—Mi madre se agravó, por favor, ¿podrías ayudarme? Me urge el dinero.
«Como dije, no tengo opción» piensa una vez más y se sienta en la sala a esperar.
Arya estaba aliviada de que su madre estuviera estable, pero cada detalle sobre los procedimientos resonaban en su cabeza con solo una palabra, dinero.
Todo ese día ella se quedó en el hospital, su madre estaba en la UCI y esperaba tener mejores noticias. No quería que le pasara nada malo, ella había sido su ancla cuando más la necesito. A mediodía, su vecina Lora las visitó y llevó un par de emparedados para Arya, sabía que la chica estaba demasiado delgada y que no era precisamente por mantenerse en forma.
Sabía que tenía un buen cuerpo, pero desnutrida como estaba, las curvas que una vez tuvo, ahora se esconden debajo de sus amplias ropas.
Arya que no había pegado ojo en toda la noche, aceptó la propuesta de su amiga y por teléfono le ayudó a rellenar el formulario de postulación. A la mañana siguiente decidió revisar su cuenta de correo con la esperanza de que le hubieran aumentado el monto de la beca por milagro divino. Nada más iniciar sesión notó que había uno de parte de un tal abogado, Daniel Cheng, invitándola a una entrevista para ocupar el puesto de madre sustituta.
“Puesto de madre sustituta”
Eso la hacía sentir como si fuera solo un trabajo y ya, le quitaba la humanidad a tan bello acto de amor como es el tener un hijo. Pero no podía quejarse, ella decidió que lo haría y de esta manera saldaría la cuenta en el hospital y podría buscar un mejor lugar para su madre y ella, lejos de su hermano y de ese feo barrio.
Sr. Daniel Cheng.
Acepto la entrevista, diga fecha, lugar y hora. ¿Tengo que llevar documentos en específico o eso los lleva mi abogado?
Saludos, Arya Harley.
Envía el correo y espera unos minutos mientras sigue caminando hasta la parada del bus. Una vez que sube y toma un asiento, la notificación de un correo nuevo llega. Está asombrada de que la compañía para la que se postuló le han contestado muy rápido.
Arya Harley,
La cita sería el día de mañana en el restaurante del Hotel Plaza a las diez de la mañana. Solo traiga su cardex de identidad.
Fifth Avenue at Central Park South
New York, NY 10019
Hasta entonces.
Daniel Cheng.
Arya revisa el correo varias veces, eso es en Nueva York y ella está en Boston. Entra en internet y revisa la forma en que puede llegar allá, de camino en autobús serían al menos casi cuatro horas, el boleto le sale de treinta a cuarenta dólares… Tiene el dinero justo para ir y venir. El tren sale aún más caro, así que se decide por el autobús.
De regreso a casa compra una sopa instantánea, se da una ducha a conciencia y duerme un par de horas. Recoge un pequeño bolso más grande con un cambio más de ropa y vuelve al hospital. El día siguiente cae sábado, Eleanor estará libre, así que le pedirá que le ayude a cuidar de su madre para que ella pueda ir a esa entrevista en NY.
Al llegar al hospital se encuentra con que el doctor quiere hablar con ella.
—¿Está bien mi madre? —pregunta inquieta nada más ver al cardiólogo de su progenitora.
—Está estable, pero necesita una reparación de válvula, la que tiene está dañada y necesitamos operarla de nuevo —informa concretamente el médico.
Ella sabe de lo que él habla, es estudiante de medicina. Aun así, el temor no le deja y la angustia de no tener dinero es peor aún.
—¿Es urgente? —pregunta ella sin saber qué hacer.
—No, está estable, pero no puede pasar de mañana —sugiere el cardiólogo—. Es su decisión si quiere operarla aquí o llevarla a otro sitio, solo sepa que en su condición es mejor no trasladarla.
—Está bien, deme tiempo y le daré una respuesta. ¿Ella resistirá?—aclara ella. Sabe que la cirugía se debe hacer sí o sí, pero antes quiere negociar.
—Sí, mientras no se agrave —aclara el doctor.
Ha tomado una decisión y ahora debe hacer que todo marche conforme lo ha planeado.
Eleanor se quedó con su madre y ella toma un ourbus directo a Nueva York. Con una coleta alta, un poco de maquillaje, su mejor pantalón sastre y una blusa con saco a juego lograr verse presentable para una cita de negocios.
Un negocio en dónde su vientre será la materia prima a negociar. Sus tacones bajos resuenan en el piso lustrado del Hotel Plaza. Nunca había visitado Nueva York, pero el lugar la deslumbraba, se sentía minúscula comparado a todo ese esplendor. Al llegar a recepción, preguntó por el restaurante y una joven le indicó a un maletero que le llevara al sitio.
El cielo abovedado de hermoso cristal la maravilló nada más entrar.
—Reservación a nombre de Daniel Cheng —anuncia al hostes. Este la invita a pasar y la guía por entre las mesas y sus comensales.
Los nervios los siente en el estómago, su corazón está acelerado y tiene un poco de temor. Su pequeño bolso con tan solo su cardex, un celular viejo de su vecina que le ha prestado y un gas pimienta por si lo ocupa, es todo lo que la acompaña. El dinero, mejor se lo ha guardado en el busto, total, solo le quedan como cincuenta dólares.
—Pase —informa el chico de pelo engomado abriendo una puerta a un privado.
Ella entra y encuentra a un par de hombres vestidos de traje, uno más apuesto que el otro, uno con cara de amargado y el otro con un rostro apacible.
—¿Arya Harley? —pregunta Daniel poniéndose de pie al verla llegar.
—Sí —ella extiende su mano y lo saluda.
—Daniel Cheng, el abogado que te contactó —advierte—. Él es mi cliente, Ayden Emory.
Arya por inercia se acerca a saludarlo de mano, pero este la mira con desdén e indiferencia.
—Tome asiento, señorita —dice en su lugar, señalando la silla más cercana a Daniel.
La joven se siente conflictuada por su actitud, pero acepta con un poco de bronca, pues si algo no le gusta es recibir órdenes.
—¿Te fue difícil llegar? Sé que vienes desde Boston —advierte Daniel, sirviéndole un poco de vino en una copa.
—No, de la terminal he venido en taxi —asegura ella con nerviosismo.
«O sea que, si saben que vivo allá y, aun así, me hicieron venir hasta NY» piensa mientras le da un trago a la copa para bajar los nervios y armarse de valor.
—¿Tomas muy a menudo? —pregunta Ayden de la nada.
—No suelo beber, estoy en mi último año de la facultad de medicina y debo mantenerme alerta —explica ella, luego señala la copa—. Estoy nerviosa, solo quería tomar valor.
—Vale, hemos querido que vinieras porque queríamos saber qué tan interesada estás en esto y si realmente estás consciente de lo que harás —explica con calma, Daniel—. Nadie que no esté decidido de lo que hará viajaría hasta acá solo para una entrevista. ¿Estás decidida?
Arya toma aire, ¿lo está?
—Sí, estoy decidida, necesito el dinero —dice de sopetón, haciendo que ambos hombres se vean mutuamente, lo que la lleva a ella a tener que explicar—. Tengo… unos asuntos familiares.
Ayden se pregunta qué tipo de problemas puede tener esa joven de cabello marrón y ondulado, ojos avispados color chocolate y mejillas
—No pensé que la compañía fuera a colocarme tan pronto en una entrevista —resuelve con dudas.
—No estamos vinculados a esa empresa, una amiga que trabaja ahí me pasó tu contacto, y señaló que te urgía un pago, tanto como a mi cliente le urge tener un hijo —aclara Daniel, sacando unos documentos y poniéndolos sobre la mesa.
—¿Esto será legal? No quiero terminar sin órganos y votada en una esquina —suelta sin pensarlo ante el temor de que eso pase.
—Te aseguro que no será así, el solicitante, mi empleador aquí presente —señala al hombre de su lado derecho—. Es una figura pública y respetada de la comunidad neoyorquina. Por eso te citamos aquí, para tu seguridad y confianza, pero en próximas ocasiones, nosotros iremos a Boston.
Arya asiente asimilando la información y le pasa la mirada rápidamente al hombre frente a ella, es apuesto.
«¿Por qué querría contratar un vientre? Seguro que cualquier mujer estaría dispuesta a darle un hijo» medita notando los hombros cuadrados y los bíceps que se marcan ahora que tiene los brazos cruzados frente a su pecho.
—Te haré una serie de preguntas, ¿está bien? Sé lo más sincera posible —pide el abogado, que en contraste de su “empleador” es más amable.
Arya toma otro trago de la copa de vino mientras el hombre prepara su lista de preguntas.
—¿Eres virgen? —Arya casi escupe el trago, pero lo sostiene. Ayden se escandaliza y la mira con asco. Daniel por su parte se ríe y le pasa una servilleta—. Lo siento, son cosas que debo preguntar.
—Vale, no hay problema —dice ella recomponiéndose—. No, no lo soy. —Ayden toma de su vaso de agua cuando ella aprovecha para seguir con su respuesta—. Digo, si un vibrador cuenta.
Ella nota como Ayden traga duro y le cuesta pasarse el agua. Daniel vuelve a reírse, pero cuando nota el ceño fruncido de su jefe se aplaca.
—Bueno, esto es incómodo, pero prosigo —dice y toma pluma—. ¿Cantidad de parejas sexuales?
—Pues solo he tenido un par de dildos, resulta que los de látex son muy resistentes —responde sonriendo y Daniel suelta una carcajada.
Ayden se pone de pie molesto y rompe el buen humor de la habitación.
—Esto no es un puto juego, señorita Arya —dice amenazante—. Largo.
—No, espere, yo solo bromeaba —aclara ella con seriedad.
—Dije, que, largo —puntualiza cada palabra y golpea la mesa.
Arya que ve su única oportunidad hecha añicos, se arrepiente de haber bromeado con el abogado tal como lo hizo, nunca pensó que eso tuviera tales consecuencias.
Camina devastada a la salida sin esperar nada, ahora no sabe qué hacer ni a quien acudir. Entra al baño más cercano y se encierra a llorar.
«Perdí una buena oportunidad, estoy acabada» dice para sí mentalmente una y otra vez.
Al cabo de unos minutos se refresca el rostro y se suelta unos mechones de cabello que le ayuden a ocultar lo hinchado de sus ojos. Toma aire y sale de vuelta al restaurante, camina hasta la salida y de ahí a la calle.
Ve que vienen muchos taxis e intenta parar alguno, pero en vez de eso un Aston Martin color oscuro se estaciona frente a ella. Es Ayden Emory.
—Entre —pide, pero esta lo ignora—. ¿Es siempre tan cabeza dura? Entre o no hay trato.
La esperanza de que no todo estaba terminado se apodera de ella y entra al auto del millonario sexi.