Capítulo 3
Tragué saliva. Chian es una oferta para convertirse en amante oficial. No se hace a la primera mujer que conoces. Sólo que con más estatus, porque es como una secuaz. Los encantadores no eligen a cualquiera. Shanar mismo es de la familia del Fuego. Oh Dioses... Sólo... ¿Cómo? ¿Por qué? Un poderoso guerrero y hechicero y... ¿yo? No tengo título, ni poderes de hechicero, ni riquezas. ¿Qué es lo que pasa?
Mi confusión se vio interrumpida por un pergamino que volvía a flotar en el aire. Los viejos jeroglíficos se desvanecieron lentamente, pero apareció uno nuevo: "No te preocupes, dulce Niu, ya lo averiguarás".
Suspiré y me pasé las palmas de las manos por la cara. Creo que me había metido en algo. Pero no sabría qué era hasta llegar a la mansión Shan'aar.
Me arreglé una vez fuera de la habitación, me puse una ifa de tela gruesa, me trenzé el pelo y me lo volví a sujetar con horquillas. Luego se puso los zapatos buenos. Si llamaban a Tasa para pedir ayuda, tendría que correr rápidamente. Una curandera no era una niña de un dibujo de un libro infantil imperial. Y hay hierbas para recoger hoy. Tienes que tener mucho cuidado, hay demonios en el bosque. Si realmente son tantos, deberíamos informar a los hechiceros de la ciudad. Aunque Shanar...
Sacudí la cabeza.
El bosque es viejo, malhumorado y está vivo. Podría liarla parda si lo dejamos desatendido y no tendríamos posibilidad de escapar. La mayoría de la gente teme ser guardabosques y establecerse cerca de la Montaña del Dragón de Agua por una razón.
En realidad, la Montaña del Dragón de Agua es sólo un nombre. Es una pequeña colina junto al pantano. Se tarda un día en llegar, y el camino deja mucho que desear. Si no conoces el camino, puedes acabar perdido en las garras de los demonios. Los demonios no tendrán la amabilidad de atraparlo, sacudirlo y arrastrarlo a la espesura. No le dejarán marchar hasta saciarse. O incluso se los comerán.
Se rumorea que sólo Aisha-sama, de la aldea, una pariente lejana conocida de Yanya, ha regresado. Sin embargo, llegó andrajoso, loco y diciendo cosas extrañas. Pocos días después desapareció sin dejar rastro.
La curandera Tasa trataba el bosque con respeto y reverencia. Todas las noches dejaba un pastel de arroz para los espíritus locales, vertía un cazo de tierra con leche o vino de ciruela y lo ponía junto a la puerta. Por eso no miran por nuestras ventanas ni arañan nuestras puertas con sus garras. Sólo de madrugada, en cuanto empieza a caer el rocío, se ven misteriosos rastros en el suelo. Así fue.
Me pasé las manos por la cara y negué con la cabeza. Sí, en realidad no hay nada aterrador en el bosque ni en sus espíritus. Simplemente no actúes como no debes, eso es todo.
- ¡Niu! ¡Niu, mi niña! - gritó Tasa, la curandera, con una voz inesperada.
Corrí hacia ella. Estaba preocupada por nuestra serpiente guardiana Dugon. Estaba tumbada, siseando patéticamente, retorciéndose en el suelo. Tan silenciosa que ni siquiera sabía cómo sonaba.
Yo estaba a su lado. Me quedé helado, incapaz de creer lo que veía. El costado de Dugon estaba desgarrado, la sangre se acumulaba en las escamas verdes. Parte del músculo había sido cortado muy profundamente. Aunque tal vez era sólo una impresión...
- Espíritus, ¿de dónde? - susurré con voz ronca, mirando alrededor de la serpiente y sintiendo que el corazón me dolía de lástima. - ¿Cuándo?
- Cuándo acaba de llegar -preguntó Tasa, con el rostro pálido y el ceño fruncido, los labios apretados en tono severo-. - No sé quién ha podido hacerlo... Quédate con él, Niu, enseguida estoy contigo.
Me agaché, colocando suavemente la mano sobre la cabeza de Dugon. Suspiró lastimeramente, mirando a través de unos enormes ojos amarillos de pupila vertical.
- Calla, bien, calla -susurré-. - Esto va a ser más fácil.
Gracias a los espíritus, la herida no era tan profunda como parecía. Los arañazos eran serios, pero no tan graves como había pensado en un principio. Tras arrastrar a Dugon hasta la casa, limpiamos rápidamente las heridas, les aplicamos un ungüento de hierbas y las vendamos. De algún modo, me acordé de Shanar, a quien ayer tuvieron que curar el brazo.
- Niu", llamó Tasa en voz baja.
- ¿Eh? -dije en tono confuso-.
- ¿Qué demonios tendría que ver con invocar a un Guerrero Señor del Fuego?
La pregunta me confundió. O más bien, me había quedado perplejo desde el momento en que recibí la invitación. Porque era imposible comprender el repentino mensaje del hechicero imperial. Y lo que es más importante...