5.- La astucia vence a la fuerza
» Kenay, desmontó y se acercó al cuerpo del que parecía el gran jefe de aquel pequeño grupo, el cual seguramente iba en busca de su tribu para integrarse a ellos y se habían quedado rezagados, el jefe tenía tres flechas clavadas en la espalda, lo habían matado a traición, sin darle tiempo a defenderse.
» Sin perder un segundo, con habilidad y rapidez, examinó uno por uno los cuerpos de los Teton, así como a las flechas y lanzas con las que los habían ejecutado, y que aún conservaban en sus cuerpos, como prueba clara de aquella matanza.
» Las señales eran evidentes, no les habían dado tiempo de nada, el sorpresivo ataque los tomó por sorpresa y cuando quisieron reaccionar ya no pudieron, a la mayoría los habían ejecutado por la espalda, de manera artera, vil y cobarde.
» De pronto, sus ojos encontraron tres rastros claros de sangre que se alejaban del campamento, y sin pensarlo, comenzó a seguir el rastro y fue avanzando hasta llegar a unos arbustos, al lado del campamento, seguramente donde ataban los caballos del grupo de guerreros.
» Tres cuerpos más aparecieron frente a sus ojos, no eran Sioux, sus ropas y sus tocados eran diferentes, a un lado de ellos se podían ver las huellas de varios caballos, las examinó con atención y…
» —Son Cheyenes «pequeños cri», sus ropas y sus tocados los identifican con toda claridad… —dijo Sahale, a un lado de él ya que los tres lo habían seguido.
» —Sí, ya lo sabía, desde que vi sus flechas y sus lanzas, supe que eran Cheyenes y seguramente, renegados, porque atacaron a los Teton en su campamento, fue un ataque por sorpresa ya que no estaban preparados, ni tenían pintura de guerra, los asesinaron por la espalda —dijo Kenay, volteando a ver a sus amigos— a estos tres lograron herirlos y aunque trataron de escapar, murieron antes… lo que me preocupa es que se llevaron a alguien con ellos y ya sabemos lo que les espera a los prisioneros en manos de Cheyenes renegados.
» —¿Por qué lo piensas? —preguntó Cholena
» —Porque hay tres cuerpos y no hay ni un solo un caballo, ¿por qué se llevaron los caballos de sus compañeros…? Porque los necesitaban para transportar a alguien, puedo asegurar que dos los prisioneros.
» —¿Por qué no se los llevaron en los caballos de los Teton? —dijo Sahale
» —Un par de Cheyenes, se los llevaron antes del ataque, por ahí se ven las huellas, indican que van en un solo grupo, por eso tuvieron que usar las monturas de sus compañeros muertos, para llevarse a los prisioneros, solo un caballo no pisa tan fuerte, así que llevan a dos Teton con ellos.
» —¿Y para que quieren prisioneros? Los renegados no capturan, matan —dijo Cholena— andan en constante movimiento y tener prisioneros los limita.
» —Así es… sólo que… o los van a sacrificar para buscar protección de sus dioses, o los necesitan para algo, tal vez para hacer algún trueque.
» —O tal vez ya los mataron —dijo Sahale
» —No… el ataque fue anoche… las cenizas y los demás restos así lo indican… los sorprendieron durmiendo, mataron al vigilante y se llevaron los caballos… cuando se retiraban uno de los Teton dio la voz de alerta y comenzó la masacre, así que todavía deben estar vivos, por lo menos hasta mañana a la puesta del sol.
» —¿Y qué quieres que hagamos? —preguntó Todi
» —Por lo pronto vamos a ayudar a los Teton muertos a que hagan su viaje a encontrarse con Wakantanka, como debe de ser y de acuerdo a la raza y honor que se merecen, y después planearemos lo que vamos a hacer.
» Entre los cuatro colocaron los cuerpos de guerreros, mujeres y niños en lo que quedaba de los tipis y algunas otras pertenencias que encontraron de ellos, arcos, flechas, lanzas, pieles y uno que otro instrumento de madera, y les encendieron fuego, con solemnidad y respeto.
» Mientras veían cómo se iban consumiendo los restos de aquella pequeña tribu, ellos se habían pintado el rostro de color negro, tal y como mandaba la tradición y comenzaron a entonar canticos de duelo y sepelio para acompañar a los muertos en su viaje final.
» Mientras organizaban el funeral, Kenay, había revisado a conciencia y se dio cuenta que los Cheyenes, se habían robado todo lo que tenía algo de valor, aquel había sido un saqueo y una masacre sin sentido.
» Al terminar la ceremonia, se reunieron junto a los caballos.
» —Vamos a seguir sus huellas para saber hacia dónde van y qué es lo que pretenden, seguramente acamparan esta noche en algún lugar y tal vez podamos descubrir ¿Cuántos prisioneros se llevan y por qué? —dijo Kenay.
» —Nuestra misión es buscar a los búfalos… —replicó Cholena
» —Tenemos que localizar a la manada —dijo Tadi
» —“Es casi una regla prepararse para ser voluntario de tus servicios en cualquier momento, en nombre de tus compañeros, a cualquier precio de inconvenientes y de la dificultad real” —repitió Kenay las palabras de su padre, que eran parte de la enseñanza de todo guerrero Santee.
» —Tienes razón… vamos a seguir a esos infelices… —dijo Sahale— no merecen seguir con vida después de lo que hicieron… fue un ataque cobarde y despiadado.
» Los cuatro se pusieron en marcha y durante varias horas cabalgaron en silencio, todos eran expertos rastreadores y podían seguir las huellas con suma facilidad, y sólo se detuvieron para comer, al tiempo que sus monturas descansaban un poco, mientras bebían y tragaban para reponer fuerzas.
» Al anochecer, llegaron hasta unos matorrales y se detuvieron ya que el humo de un campamento los hizo parar, arrastrándose sobre sus pechos avanzaron hasta un lugar desde donde pudieron ver que los Cheyenes se preparaban para cenar.
» Habían montado diez tipis en círculo, al lado derecho se podía apreciar a la caballada sujeta a unas trancas, en el centro se apreciaba una gran fogata y los guerreros que preparaban la cena para todos, Kenay, pudo contar veinticuatro guerreros, todos armados con arcos y cuchillos, la mayoría realizaba alguna tarea asignada y se movían de manera sincronizada.
» Y fue entonces cuando la vio. De un tipi, atadas, con las manos a la espalda, salieron dos hermosas Sioux Teton, sus ropas así lo señalaban, una era apenas mayor que la otra, ambas se veían con cara de sufrimiento, un atlético y muy grande Cheyene, las empujaba para que avanzaran hacia el centro de la fogata.
» La mayor de ellas debía tener unos quince años y pese a su aspecto abatido y demacrado, lucía hermosa, la otra era un año menor y también se veía muy bonita.
» Kenay, a sus diecisiete años, se sintió cautivado por la mayor de ellas, al tiempo que imaginaba todo lo que aquel par de mujeres iba a sufrir en manos de esos salvajes renegados, que no seguían reglas o normas y que eran capaces de las peores atrocidades, no deseaba para ninguna mujer lo que los Cheyenes, les harían.
» Por unos minutos los estuvo contemplando a todos, ubicó bien la distribución del campamento y en su mente se formó un plan, estaba seguro que si se ejecutaba al pie de la letra, todo saldría bien para todos.
» Los cuatro jóvenes guerreros Sisseton, en completo silencio, permanecieron por unos minutos más desde su punto de observación, todos atentos a los movimientos de aquellos Cheyenes que realizaban sus labores con toda seguridad, ajenos a que eran observados con atención.
» Kenay, fue el primero en retirarse, pecho a tierra, tal y como había avanzado, los demás lo siguieron y cuando se sintieron seguros de que nadie podía verlos:
» —Tenemos que rescatar a las dos Teton… —dijo Kenay, con firmeza
» —Son muchos… no podremos vencerlos si nos enfrentamos a ellos —dijo Cholena
» —No tenemos por qué enfrentarnos a ellos… —replicó Kenay, con determinación y un gesto de enfado— somos más inteligentes y vamos a ganarles sin que sepan por dónde les llegó el ataque.
» Trazando algunas líneas en el polvo, utilizando una de sus flechas para ello, les explicó su plan y les dio instrucciones sobre lo que cada uno de ellos debía hacer, de la precisión con la que se movieran, todo saldría como estaba planeado.
» Después de algunas preguntas y otras tantas sugerencias, todos estuvieron de acuerdo en la forma en que intentarían el rescate de aquellas dos hermosas Teton.
» Una vez acordado el plan, todos se movieron en su entorno para cortar unos matorrales, los cuales ataron con firmeza con unas cintas de cuero, después llevaron los atados hacia el lado que se había acordado, donde estaba la caballada.
» Casi tres horas después de haber terminado de preparar el plan, y de pintarse los rostros con sus pinturas de guerra, volvieron a asomarse por la pequeña loma y vieron que habían dejado a dos vigías que velarían por la noche, fue entonces que Kenay, les dio la orden de moverse.
» Mientras Todi y Cholena, acarreaban los matorrales atados hacia donde estaba la caballada, Sahale y Kenay, se movían en busca de los vigías.
» Con movimientos rápidos, precisos y sin hacer ningún ruido, cada uno de ellos se colocó a la espalda de los vigilantes, y como si fueran un solo hombre, atacaron al mismo tiempo, Sahale, cubrió con su mano la boca del Cheyene y sin darle tiempo a nada le clavó el cuchillo en el corazón, lo hizo con tal precisión que el velador no supo en qué momento le llegó la muerte y se desvaneció hasta caer al suelo.
» Kenay, también cubrió con su mano izquierda la boca del Cheyene al que debía liquidar y con el filo de su cuchillo le cortó la garganta de lado a lado, con un tajo preciso y exacto, sintiendo como el cuerpo del velador dejaba de resistirse hasta que se aflojó hasta caer al suelo sin hacer ningún ruido.
» En ese momento Tadi y Cholena, amarraban de la cola de unos caballos las ramas que habían atado y montando sobre dos de los caballos comenzaron a moverse llevando tras de sí al resto de la caballada.
» Sahale, vio que Kenay, se movía por un lado del tipi donde tenían a las prisioneras, con su cuchillo rasgó la piel del mismo y penetró en el sin mayores dificultades.
» Cómo lo suponía, Kenay, vio que las dos muchachas estaban atadas a una estaca, amordazadas y completamente aterrorizadas, mientras que, durmiendo sobre dos camas a poca distancia de ellas, estaban dos de los guerreros, seguramente los que las habían elegido para llevárselas.
» Las mujeres lo vieron, primero con miedo y luego con sorpresa al ver que llevaba los colores Siux, tanto en el rostro como en su tocado del cabello, entonces se relajaron un poco mientras lo veían moverse con rapidez y agilidad, dentro del tipi, preparándose para lo que tenía pensado hacer.
» Sin ningún problema, Kenay, cortó el cuello del guerrero Cheyene, que tenía más cerca, este ni siquiera despertó para darse cuenta que moría, no obstante, cuando se volvió, vio que el otro guerrero se ponía de pie con un Tomahawk en la mano y dispuesto a vender cara su vida.
» Lo vio abrir la boca dispuesto a gritar para dar la señal de alarma y entonces no lo dudó un solo instante, lanzó su cuchillo con fuerza, rapidez y certeza y se lo clavó justo en la boca abierta, haciendo que la punta le saliera por el cuello en la parte trasera, justo en la nuca, el Cheyene, no tuvo tiempo de hacer o decir nada, ni un solo sonido escapó de su garganta, simplemente se desplomó de espaldas sobre la cama donde segundos antes había estado dormido.
» Kenay, se acercó al inerte cuerpo y le extrajo el cuchillo sin ninguna expresión en su rostro, se acercó a las prisioneras y les dijo que no hicieran ruido y lo siguieran, ellas asintieron con la cabeza al ver que él cortaba sus ataduras y les quitaba las mordazas, una vez que estuvieron libres, Kenay, les dijo que avanzaran tras de él.