4.- El camino del guerrero
Recostado en su cama, dentro de su tipi, tal y como se lo había ordenado el jefe brujo después de curar sus heridas, Kenay, trataba de relajarse después de todo lo que le había ocurrido.
Al ver a su rival completamente vencido, supo que era el momento de llevar adelante las enseñanzas del buen guerrero y entendió todas las lecciones que, su padre le inculcara desde su más tierna edad, por eso decidió no matarlo.
Su acción le había ganado un nuevo amigo y eso lo satisfacía, aunque también recordaba ver a Aiyana, esperando por él al salir del tipi del jefe brujo, abrazarlo y ayudarlo a llegar a su tipi en donde lo hizo recostarse y le ofreció algunos alimentos para que recuperara fuerzas después de la pérdida de sangre.
Comieron juntos y comentaron algunos incidentes de los que habían compartido en los últimos años y eso los hizo reírse y ponerse nostálgicos, no obstante, siguieron comentando, hasta que se llegó la hora en que ella tenía que despedirse:
—Me voy… pero vendré por la noche para ver como sigues… —le dijo ella con su tierna voz— hazle caso a Hehaka Sapa, «alce negro», el jefe brujo, acuéstate y descansa para que te repongas pronto, ya quiero ser tu esposa para siempre.
—Yo también lo deseo —respondió él— así que me cuidaré como nunca.
Aiyana, le dio un tierno beso en los labios y él le correspondió enamorado, la vio salir del tipi y no pudo evitar pensar en la forma en que Wakantanka, decidió que sus caminos se cruzaran y el amor llamara a sus corazones.
Recordaba con toda claridad como comenzó todo, aquella mañana:
«—Hoy es un gran día para la tribu Sisseton «aldea del lago» —decía Hehaka Sapa, el médico brujo, como le decían algunos, junto al jefe de la tribu Ohiyesa, quién con los ojos fijos en los jóvenes guerreros, Sioux, que tenía al frente, mantenía su rostro serio, sin ninguna expresión, como esculpido en piedra— todos ustedes deben afrontar la prueba que los hará avanzar en su senda del Lakota Santee.
» —Qué Wakantanka, les muestre con claridad y sabiduría, su destino —mientras hablaba el jefe brujo, los ojos de los guerreros no lo perdían de vista poniendo toda su atención en lo que les decía— los esperaremos con grandes noticias del Tatanka, «búfalo», para que la tribu se alimente durante la caída de la nieve… monten y vayan a buscar lo que necesita la aldea… ¡tóksa!, «buena suerte».
» Los jóvenes Sioux, se irguieron y con su mano derecha extendida al frente, saludaron a su gran jefe y al jefe brujo, luego, cerrando el puño golpearon sobre su pecho lanzando el grito de saludo.
» Como un bien entrenado ejército, dieron media vuelta y se encaminaron resueltos hacia sus potros, la expedición que emprenderían, sería en grupos de cuatro, los cuales se habían ido formando desde la infancia y en la adolescencia se consolidaban.
» Todos aquellos jóvenes guerreros Sioux, vestían de manera similar: pantalón, camisa y mocasines, todos de piel, algunos de búfalo, otros de venado y no faltaban los que llevaban sus ropas de piel de conejo.
» Sus cabellos negros y largos, hasta los hombros y un poco más, en sus cabezas llevaban una cinta como tocado y en ellas algunos adornos y plumas.
» Kenay, era el líder de su grupo, alto, con el cuerpo musculoso y esculpido, rostro de facciones agradables, aunque de gesto duro, ojos grandes y negros, de sonrisa fácil y agradable.
» Lo acompañaban: Sahale, Cholena, y Tadi, los cuatro no sólo se veían muy parecidos, sino que desde niños se habían vuelto inseparables y el cariño que se tenían era a prueba de fuego, se conocían demasiado bien y por lo mismo confiaban plenamente en Kenay, quién les hizo la señal para que montaran en sus corceles y se pusieran en marcha.
» La consigna que llevaban, era la de rastrear las huellas de la manada de búfalos y seguirlas hasta encontrar el lugar donde pastaban, después, regresar e informar al gran jefe, para que los cazadores salieran a conseguir la carne que alimentaría a la tribu por varias semanas, no debían cazar, ni intentar cazar a algún búfalo, aún no era el tiempo de que ellos lo hicieran.
» Kenay, montó su caballo de un ágil brinco y se puso en marcha, sus compañeros lo imitaron y de inmediato cabalgaron por la llanura en la dirección que se les había asignado, los cuatro se veían alegres y dispuestos a cumplir con su cometido, esperando volver pronto a su tribu.
» Durante el resto del día cabalgaron hacia el horizonte, iban al paso del caballo y con la mirada muy atenta en busca de huellas de los búfalos, mientras avanzaban recopilaron frutos, bayas silvestres y algunas hierbas con sus raíces, incluso Sahale, logró cazar un conejo y una serpiente de gran tamaño.
» Al anochecer, los cuatro decidieron descansar, así que se instalaron en un casi desértico paraje, encendieron una pequeña fogata y mientras Cholena, avivaba el fuego, Tadi, se encargaba de recolectar leña seca, al tiempo que Kenay y Sahale, despellejaban a los animales que se habían cazado, también limpiaban y preparaban las bayas y las hierbas que recolectaran, todos sabían preparar alimentos y la cena iba a ser suculenta para los cuatro.
» Mientras cenaban, comentaban animadamente algunas cosas vividas durante su preparación para guerreros y cazadores, historias que habían vivido de manera personal y de lo que observaron con sus demás compañeros.
» Al terminar de cenar, Kenay, dio instrucciones para acomodar los lugares donde dormirían, él montaría la primera guardia, la segunda sería de Sahale, después Cholena y finalmente Tadi, todos estuvieron de acuerdo y de inmediato se prepararon para descansar y con las primeras luces del día continuar con el viaje hacia su destino.
» Y mientras sus compañeros se tendían a un sueño reparador, Kenay, se sentó con las piernas entrelazadas, con un largo cuchillo en su cintura, a su lado estaba un magnífico arco y en su espalda colgaban las plumas dentro del carcaj o aljaba, un cilindro de madera, piel o tela.
» La mirada del joven guerrero permanecía fija en el horizonte, con todos sus sentidos alertas, cualquier ruido en aquel tranquilo silencio lo identificaría sin mayor problemas y lo haría prepararse para enfrentar lo que se le presentara, no era la primera vez que hacía guardia y sabía que la relajación de sus músculos era imprescindible para que sus sentidos pudieran captar todo a su alrededor.
Mientras vigilaba, su mente comenzó a recordar una parte de sus enseñanzas:
«—La virtud resulta esencial para el mantenimiento de la excelencia física, y la fuerza, en el sentido de la resistencia y la vitalidad, subyace en toda la belleza genuina —le había dicho en alguna ocasión su padre».
«Es casi una regla prepararse para ser voluntario de tus servicios en cualquier momento, en nombre de tus compañeros, a cualquier precio de inconvenientes y de la dificultad real, y por lo tanto a crecer en la personalidad y en la cultura del alma».
«Debes ser generoso con el último bocado de comida, sin miedo al hambre, al sufrimiento y menos aún la muerte. No ‘tener’, pero ‘ser’, es el lema nacional».
«El niño Sioux Santee, disfruta de una vida, como casi todos los niños, de todas las tribus, sueñan y anhelan lo que podrían elegir por sí mismos si se les permitiera hacerlo”.
«Para completar el viaje Santee de niño a hombre, los elementos de este recorrido contienen mucha sabiduría para los hombres jóvenes de hoy, y los hombres adultos que desean verse llegar a una edad adulta honorable».
«Desde la infancia debes estar entrenado a consciencia para ser un hombre; que es, después de todo, lo básico; y después entrenarte para ser un guerrero y un cazador, y no preocuparte por dinero o posesiones, sino estar en el más amplio sentido de un servidor público».
«Después de llegar a un sentimiento reverente de la presencia omnipresente del Espíritu y dador de vida y a una profunda conciencia de la hermandad de los hombres, la primera cosa que debes lograr es adaptarte perfectamente a las cosas naturales, en otras palabras, para armonizarte a ti mismo con la naturaleza».
«Con ese fin debes construir un cuerpo tanto simétrico y duradero, una casa para que viva el alma, una casa sólida, que pueda desafiar a los elementos y salir victoriosa. Debes tener fe y paciencia; Debes aprender a controlarte y ser capaz de mantener el silencio. Debes hacer con tan poco todo lo que sea posible y empezar con nada la mayor parte del tiempo, porque un verdadero Santee siempre comparte lo que pueda poseer».
«La educación de un niño Sioux, comienza antes de que él nazca. Mientras crece en el vientre de su madre, se elige un modelo de virilidad de entre los héroes de la tribu de quien esperan que su hijo algún día pueda emular».
«Ella luego pasea por el bosque sola y ensaya los valerosos hechos de este ejemplo para ella y su hijo no nacido. Estas palabras que inspiran, junto con la tranquilidad y el silencio del entorno natural, se cree que son el fortalecimiento para ejercer una influencia sobre el ser del futuro bebé».
«Tú apenas eras un embrión guerrero introduciéndose en el mundo, cuando te encontraste con canciones de cuna que hablan de hazañas maravillosas en la caza y la guerra.
» Esas ideas que ocupaban en forma plena la mente de tu madre antes de tu nacimiento se cifran ahora en palabras por todo sobre su hijo, que es aún bastante insensible a sus apelaciones, a su honor y la ambición.
» Se le llama el futuro defensor de su pueblo, cuya vida puede depender de su valor y destreza, mismas que se deben preparar debidamente en su camino hacia el guerrero».
«Durante los primeros años del niño Sisseton, es criado principalmente por su madre. Como fue tu caso, tu madre, siempre hermosa e inteligente, sabía del Soporte Sagrado, y cumplió con su deber.
» Tan pronto como empezaste a crecer, ella comenzó a señalarte los nombres y características de los diferentes animales y plantas en tu medio ambiente, convirtiéndote en un verdadero “príncipe del desierto” deseando siempre lo mejor para ti».
» Las primeras luces del día comenzaban a alumbrar, cuando Tadi, los despertó y después de comer algo de lo que había quedado la noche anterior, se pusieron en marcha para seguir su camino.
» El sol caía a plomo sobre sus cabezas, no obstante, el intenso calor y lo pesado de la cabalgata, los cuatro seguían avanzando, buscando las huellas de la manada de búfalos, para seguirlos y ubicar el lugar a donde se hubieran quedado a pastar.
» Se mantenían en el camino abiertos en abanico, a unos cincuenta metros el uno del otro, de esa manera abarcaban más terreno y las posibilidades de descubrir algo, aumentaban bastante, todos se mantenían alerta y sus ojos estudiaban cada parte de la que podían abarcar.
» Fue Cholena, avanzando en el lado más opuesto de la derecha, quién de pronto les hizo una señal, usando sus manos juntas pegadas a su boca, emitiendo sonidos como de un búho cantando en la noche, todos voltearon repitieron la señal para que escuchara el más alejado del grupo.
» Pronto se reunieron con él y este les señaló una explanada en donde se veían siete tipis casi destruidos por el fuego, juntos se acercaron y se encontraron con los cuerpos masacrados de siete guerreros Sioux del grupo Teton.
» También descubrieron los cuerpos de siete jóvenes guerreros, de edad similar a la de ellos que, seguramente se estaban preparando, así mismo, entre las ruinas de los tipis se veían los cuerpos de siete mujeres y los cadáveres de varios niños y niñas regados por todo el campamento de manera indiscriminada, como si hubieran intentado huir, los habían masacrado a traición.