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Capítulo 4

Eduardo

No me lo creo, escucho con atención y hasta creo que me quedo boquiabierto, aunque no me dé cuenta y ni siquiera me importe ahora mismo.

— ¿Estás hablando en serio? — Me atrevo a preguntar, olvidando mis modales.

— Nunca bromeo — Contesta, y dado el tiempo que llevo en este sitio, sé que es cierto — ¿Qué me dices, Eduardo? — Se echa hacia adelante y por unos segundos aguanto su mirada — Desde luego aquí estás infravalorado, me gustaría mantenerte en mi hospital sin ninguna duda, pero no puedo negar que eres el mejor preparado para ese puesto.

— No sé qué decir — Y es cierto, no encuentro las palabras porque todo el tema me ha venido por sorpresa — No esperaba esto para nada.

— Creo adivinar que estás dispuesto a aceptar ese puesto de trabajo — Me ayuda al menos a reaccionar, y menos mal.

— Sí, claro que acepto, quiero decir... ¿de qué trata ese trabajo? — Intento contener mi emoción, pero es casi imposible — Si hay algo que deseo desde el día que llegué aquí es llevar casos propios, tener mis pacientes…

— Si, Eduardo, si — Me interrumpe, mueve la cabeza arriba y abajo y creo que hasta sonríe, aunque muy poco — Serás el encargado jefe en la planta de psiquiatría, pero quiero ser sincero contigo desde el principio — Traga saliva y prosigue — No vas a encontrarte un hospital como este, todo digamos que es más… humilde.

Siento un pequeño golpe en el estómago, una decepción.

— ¿A qué te refieres? — Pregunto antes de adelantar cualquier acontecimiento.

— El salario, por ejemplo — Dice — Disminuiría, claro. Es solo una opción que me han puesto sobre la mesa y yo te ofrezco, y si lo rechazas no habría ningún problema, seguirás manteniendo tu puesto de trabajo.

— Me da igual el salario, Miguel — Sonrío abiertamente, ¿ese era el problema? — Y me da igual si tengo que trabajar más horas que ahora, me da igual — Repito, estoy fuera de mí, eufórico y sin pensar en los contras que puede tener esta decisión, pero sin titubear, ahora sí, le miro directamente a los ojos — ¿Cuándo empezaría?

•••

Comienzo a recoger la pequeña mesa de mi despacho, meto los pocos recuerdos que me ha dado tiempo a almacenar en una pequeña caja de cartón; unas pocas fotos de mi familia, otras cuantas del pequeño pueblo donde nací y crecí, y la última… que contemplo unos segundos, en la que salimos Alicia y yo, ¿qué va a pasar con ella? El nuevo trabajo también conlleva que tenga que mudarme, bastante lejos, prácticamente al otro lado del país, ¿se puede mantener una relación a tal distancia? Estaría seguro de ello si lo que tenemos ahora estuviera afianzado, pero lo único que hacemos Alicia y yo últimamente es discutir, por lo que debo pensar bien las cosas hasta que llegue el día, que será dentro de una semana. Tengo que hablar con ella cuanto antes.

— ¿Es cierto lo que dicen? — Su voz, fría y sombría, suena a mi espalda e incluso hace que un escalofrío recorra mi espina dorsal — Dime que no es verdad que has aceptado un nuevo trabajo sin ni siquiera consultármelo.

— Iba a hacerlo ahora mismo, te has adelantado — Me justifico, intentando sonreír y parecer inocente — Tenía que hacerlo, Alicia, tenía que aceptarla... desde que comencé a trabajar no he ejercido como psiquiatra, lo necesito, ¿entiendes? Y si tiene que ser en otro lado lo haré allí.

— Y entonces, ¿qué se supone que he significado yo en tu vida? — En dos pasos ligeros pasos se pone frente a mí, a escasos milímetros. — ¿Tomas las decisiones por ti mismo y ya está?

— Iba a hablar contigo — Intento explicarme — Tú aquí lo tienes todo: trabajo, familia, amigos... — Hago una pausa y agarro sus codos — Yo tengo que luchar por lo que quiero y si de verdad te importo me gustaría que lo entendieras.

— Odio que hagas eso — Susurra, mirando al suelo.

— ¿Qué hago? — Sonrío, poniendo ambos dedos bajo su barbilla para que me mire a los ojos.

— Analizarlo todo y hacer que cambie de opinión — Dice — Pero... si te vas, ¿qué pasará con nosotros? ¿Seguiremos juntos?

Sus ojos, suplicantes, me miran mientras comienzan a brillar, siento que está a punto de llorar y no me gusta verla de esa manera.

— Podemos intentarlo... — Suelto, aunque no lo he meditado. — Quizá... bueno, quizá funcione — Termino, soltando el aire por la nariz.

— ¿Eso crees? — Una sonrisa de auténtico alivio aparece ahora en su rostro.

Asiento, forzando ahora una sonrisa yo.

— Tengo que trabajar, aunque sea mi último día... — Me disculpo, y es cierto, todavía no he empezado y llevo casi una hora aquí.

— Está bien — Se separa lentamente, aunque se gira antes de salir — ¿Sigue en pie la cena de esta noche?

— Claro

Se acerca de nuevo para dejarme un suave beso en los labios y después sale del despacho. Miro mi reloj, es más tarde de lo que pensaba, pero me quedan varias cosas que dejar terminadas, no quiero que la persona que vaya a sustituirme se encuentre con todo sin hacer.

Me pongo a ello enseguida y, como cada día, el tiempo pasa y pasa mientras continúo ahí sentado revisando un historial tras otro, archivando la mayoría y releyendo otros para informarme del tratamiento que han usado y los resultados que ha dado. Soy de esas personas que cree que siempre puede aprenderse algo nuevo.

Cuando termina mi jornada diaria y miro por última vez el que ha sido mi despacho durante los últimos meses, siento una pequeña punzada de tristeza, al fin y al cabo aquí ha empezado todo… aunque dicha tristeza se disipa enseguida, en cuanto pienso en cómo será mi mejorada vida a partir de mañana.

Tal y como hemos quedado, me reúno con Alicia en recepción, es un alivio que se la vea de buen humor. Me gusta esa Ali, la que conocí hace un año y no la que busca el más mínimo detalle para comenzar una discusión.

— ¿Cómo esta mi enfermera favorita? — Le pregunto cuando me acerco a ella, dejándole un beso en la mejilla.

— Sabes que esta noche tenemos que hablar de muchas cosas, ¿verdad? — No responde a mi pregunta, parece que va al grano. No me queda otra que asentir y seguirla hasta mi coche, aparcado fuera.

El camino al restaurante es silencioso y diría que algo tenso, ¿hablar? No sé qué puedo decirle, cuando ni yo mismo tengo claro lo que quiero, ni estoy seguro de seguir con la relación.

Cuando le dejo las llaves al aparcacoches, me aferra de su mano para adentrarnos en el sitio. La he traído al restaurante donde tuvimos nuestra primera cita y me parecía el apropiado para una noche como la de hoy. Elijo también la misma mesa, Alicia me mira a los ojos sin pestañear, está esperando que comience yo, así que lo hago.

— Y dime ¿de qué quieres hablar? — Pregunto justo después de que hayamos pedido el primer plato, poniéndole toda la atención posible.

— Es obvio, ¿no? — Alza ambas cejas — De ti y de mi, de lo que va a pasar con nosotros a partir de ahora.

— Bien, Ali — Asiento, pensando para así decir las palabras correctas — Como te he dicho antes, quizá podamos intentarlo. Va a ser muy complicado, vamos a estar lejos, yo voy a comenzar a trabajar más horas... pero estoy seguro que podremos hablar y vernos, sacaremos algún fin de semana que ambos estemos libres, no sé, creo que tenemos que ir viendo con el tiempo cómo trascurre todo.

— ¿Qué estás diciendo? — Abre mucho los ojos e incluso se le abren las fosas nasales, puedo reconocer que, por mucho que haya medido mis palabras, he vuelto a equivocarme — No, Eduardo, cuando te he dicho de hablar sobre nosotros, he dado por supuesto que seguiríamos juntos — Dice muy seria — Solo quería decirte que quiero ir contigo, que apuesto por esta relación.

— Pero Ali... — Intento sonreír aunque apenas me sale, no estoy entendiendo nada — ¿Venir conmigo? Hablamos ayer sobre lo que tú tienes aquí, en la ciudad.

— No me importa — Sentencia — Podré encontrar un trabajo allí, quizá en el mismo hospital que tú, además, vamos a poder vivir juntos… he estado pensando durante todo el día y sé que va a salir bien, lo tengo todo planeado.

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