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Capítulo 5. Los previos de un nuevo amanecer. Parte 2.

Clara.

Mientras mi hermana le contaba a la novia de mi hermano, quien era la pelirroja incordio, yo sólo miraba alrededor, para hacerme a la idea de lo que me esperaba. La visión de los secadores, y los miles de utensilios que comenzaba a dejar los profesionales sobre diferentes superficies, los grandes percheros que pasaban cargados de ropa, las cajas de zapatos, bolsos, joyas y demás, que se exponían como si fuera una tienda de lujo, sobre dos grandes mesas del salón, sólo me provocaban ganas de salir huyendo de allí.

- “… y mi primo Angus, el hermano de Connelly, pretenden poner a las mujeres de su familia en cúpula de cristal, para que ningún hombre se acerque, por desgracia para ellos, todas nosotras, siempre rompemos el cristal de la cúpula, incluido mi madre y mi tía.”- fue lo último que oí de la explicación que mi hermana le estaba diciendo a Hanna.

Pero el momento de charla duró poco, para mi desgracia, pronto me vi físicamente arrastrada, y bajo la supervisión del personal del psicópata de Gred, desde donde quiera que estuviera, ya que cada cosa que se me hacía era consultado con él, además de una aún más desquiciada Wendy, fui sumergida en esa vorágine torturadora que suponía para mí, desde el maquillaje, los masajes, la depilación, la peluquería, cada tratamiento que me hacían en mi cuerpo, era recibido por mi mente, como si fuera un ensañamiento personal contra mi persona.

Pero el temido cambio llegó, me vi ante un espejo de cuerpo entero vestida con un atuendo que yo nunca habría usado, apenas me recocía, fue como si otra persona hubiera tomado mi cuerpo, para transformarlo. La imagen que me devolvía el espejo era el de una maldita Jessica Rabbit, vestida con un traje seductor con un descarado escote en forma de corazón, un atuendo peligroso, en color azul eléctrico.

Eso fue un gran disgusto para mí, y desde luego me costó asumir a la nueva mujer que veía en el espejo, aunque en ese momento no sabía que no sólo yo quedaría afectado por mi nueva apariencia, alguien más iba quedar en shock esa noche, hasta tal punto, que, por su culpa, se derribarían los últimos muros de defensa al que yo había sometido mi dañada y autocontrolada autoestima, sacando de mi interior a un ser, para el que nadie estaba preparado, ni siquiera yo.

- “¿Sabéis que vamos a tener problemas?.”- dije aun mirándome en espejo mientras trataba de cubrir como podía lo que, a mi parecer, era un más que descarado escote de mi nada decente vestido de fiesta.

Intentaba controlar, con mucha dificultad, los nervios que se me acumulaban en la boca de mi estómago. Pensaba muy seriamente, mientras miraba el reflejo de las cuatro en el espejo, que la guerra con los varones Miller iban a adquirir niveles estratosféricos, la cara de mi padre y mi hermano Roy sería un cuadro, sobre todo cuando el Rey Arturo viera en lo que, la loca de Wendy había convertido a su novia.

Hanna Müller era la viva imagen de la una belleza deseable y tentadora, una de esas féminas responsables de provocar guerras, y en eso seguramente se convertiría el salón de Old House, la mansión de mi hermano Roy, cuando las cuatro entráramos en esa sala, ante cualquier comentario subido de tono por algún estúpido, y nada previsor, invitado que asistirá la fiesta de la víspera de Navidad en la casa de los Miller.

Sólo de pensarlo me incomodada, por decirlo suavemente, esa sensación de desastre, unida a esta pinta que llevábamos, pero, sobre todo, a lo incomodo de estos malditos tacones que me hacían parecer una jirafa, entre bellos emúes, era lo que más nerviosa me ponía.

- “¿No es esa la idea?”- dijo Betty Boo poniendo poses en el espejo demostrando que era una auténtica modelo, con tan corta edad.

Definitivamente esa enana ha nacido con el espíritu coqueto de su madre, ni siquiera escuchaba como Hanna se quejaba, con mucha razón, dicho sea de paso, de cómo mi castigo de hermana mayor la había convertido de una profesional eficiente en un maldito sueño húmedo para cualquier hombre.

- “Como le gusta a esta maldita enfurecer al Rey Arturo…”- pensé con ironía, pero el comentario de Connelly cortó mis pensamientos.

- “Decididamente Hanna, mi primo Roy se va a cortocircuitar hoy, pobre del hombre que te pida bailar con él.”- dijo la enana como si esto fuera una fiesta, cuando yo sabía muy bien que esto se iba a convertir en toda una tragedia shakespeariana, Arturo se iba a convertir en un Otelo moderno, con decapitaciones en directo.

- “Deberíamos irnos ya, aunque llegaremos algo tarde, como dice mi madre, llegaremos en el justo momento, para que arda Troya.”- dijo la maldita y manipuladora Wendy, demostrándome que ella, como yo, sabía muy claramente lo que iba a pasar, y al contrario de lo que yo pensaba, esa niña peligrosa salida del cuento de Peter Pan, lo estaba deseando.

- “¡Que dios nos ayudé!”- dije en un murmullo, mientras la miraba con suspicacia, hastío y resignación,

Finalmente, las seguí al ascensor, que nos llevaría al garaje donde una reluciente limusina blanca, y varios escoltas del grupo Miller, nos esperaba, mientras yo intentaba caminar con un mínimo de dignidad, con esos torturadores tacones de más de diez centímetros.

- “Venga ya Amelia Earhart, que no es tan difícil, se supone que tu lema es “todo lo que un hombre, o mujer puede hacer, yo también lo puedo hacer” ¿no es así?”- me dijo la maldita Connelly mirándome caminar por la sala hacía el ascensor, como si fuera un maldito pato mareado, mientras ella, con unos tacones mucho más alto que los míos, lo hacía como si caminara entre nueves de algodón, era música en movimiento.

- “¡Oh! Mierda, cierra la boca, Betty Boo, tú ya tenías tacones en el vientre de tu madre, estúpida niñata, además, según muchos estudios de fisioterapia, ¿sabéis lo malo que son los tacones de más de cinco centímetros para las caderas, y la estabilidad metabólica de las mujeres? Según estudios científicos…”- comencé a quejarme mientras bajamos en el ascensor cuando, tanto Wendy, como Betty Boo, me interrumpieron.

- “¡Cállate ya, Amelia!”- dijeron la dos a la vez, provocando que Hanna estallara en carcajadas, y yo las mirara con indignación.

- “En vuestra conciencia queda, que como yo me caiga desde aquí arriba, y me mate o me rompa algo, brujas.”- les dijes cruzando los brazos sobre mi pecho, haciendo un mohín de disgusto.

El resto de viaje lo hicimos entre las ocurrencias de la loca de Betty Boo, y la misteriosas y preocupantes palabras de aliento de una Wendy que tenía un plan establecido en su peligrosa mente, unos planes que pronto me harían descubrir a un ser, en mi misma, que yo desconocía, y que sorprendería a más de uno.

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