Capítulo 4: Tranquila
-Señor Senda, la dama futura parecía estar un poco rara.- Hedi los miró a hurtadillas por el retrovisor conduciendo.
Senda echó un vistazo a Mauren, pero la chica se sentó sobre él repentinamente cuando no la prestó atención.
Hedi se asombró y pisó el freno. El coche aproximadamente chocó contra la pared.
¡Qué desenfrenada era ella! Nunca hubo aparecido una mujer que se atreviera a tartar a Senda con actitud tan insolente.
¿No la lanzaría Senda afuera del coche directamente?
Mauren entrecerró los ojos, luego fijó la vista en la cara hermosa del hombre con una respiración difícil y rápida.
Pero Senda todavía se quedaba tranquilo con la expresión glacial, le levantó la cara con los dedos delgados y preguntó- ¿Quién te ha tendido la trampa?
Era el día de comprometerse, si bien no estaba enamorándose de esa prometida, pero humillar a su mujer era igual que desafiar a su majestad.
Él cerró a medias los ojos de los que envieron una señal peligrosa, -¿Acaso son aquellos dos hombres?-
Mauren no tenía ganas de contestarle, se le soltó de las manos y le besó profundamente.
A Hedi le sacudío tanto que casi no podía manejar el volante.
-Mauren López, ¿Sabes qué estás haciendo?- Senda la repelió otra vez, y en su expresión inmutable surgió un cambio que no se percibía fácilmente.
¡Qué valiente era esta mujer! Ella tenía el valor de besarle, -¿Qué haces?- preguntó Senda.
Pero lo que él quería decir desapareció en el beso.
Senda la cogió del hombro para rechazarla, pero, ¡qué increíble era el beso de la chica!
No tardó mucho en descubrir que la chica que se encontraba en los brazos era radicialmente una bomba de tiempo.
Senda la atrapó las manos de nuevo, pero esta vez, le dijo con voz ronca, -¡no te muevas!-
La chica no le obedeció.
El hombre dio un suspiro, el cual siempre mantenía imperturbable ante cualquier situación. Comienzó a impacientarse, le dijo a Hedi que buscara un lugar para detener el coche.
Aún no tenía tiempo para encontrar un buen sitio, Hedi vio del retrovisor por casualidad que Senda se quedaba enojándose. Por este motivo, él sudaba por la inquietad y no sabía qué debía hacer.
El comportamiento de Mauren no tenía nada relación con la razón y se ponía roja como un tomate, como si estuviera a punto de sangrar. Pero esta escena le llamó la piedad de Senda.
Él la agarró las manitas y le dijo, -¡Tranquila, no te muevas!-
En cambio, echó una vistazo frío a Hedi, -¿Acaso ya no querías los ojos? ¡no veas!
Ya que Senda le dijo con un tono sereno, Hedi estaba tan nervioso que el sudor le empapó la camisa y le contestó, -No...-
La dama futura todavía se abrazaba a Senda, lo más inesperado era que él no la rechazó, porque siempre él se llevaba mal con todas las mujeres.
Hedi creó que era necesario que saliera del coche cuanto antes, si no, acabaría mal.