Capítulo 4. Clase tensa
Entró a su clase y no se enteró ni de la mitad de lo que decía la profesora y sabía que tenía que estar atenta, ya tenía terminado su proyecto final y le quedaban apenas algunas materias que estaba cursando y se recibía de ingeniera civil.
Hizo la carrera en tiempo record.
Gracias a sus padres que le cubrían un montón de gastos y a su madre que le permitía trabajar con ella en la tienda de ropa de niños, haciendo el horario que podía y eso siempre dependía de sus estudios, el único día que trabajaba completamente si no tenía ningún examen próximo, eran los sábados.
El horario limitado, lo compensaba cubriendo las ventas on line.
Era un porcentaje importante de ventas, últimamente era lo que se usaba y ella era la que manejaba esa línea de trabajo en la tienda, ni siquiera precisaba estar en el negocio, solo pasar los pedidos y no le llevaba demasiado tiempo.
Entendía que a su madre le llevaría 4 veces más de tiempo.
Se retó a sí misma por pensar y pensar en ese beso y no prestar atención.
Terminó la clase, solo le faltaban tres clases más de cada materia y llegaban los exámenes, que si los aprobaba, se recibía.
Luego pensaría en qué empresa presentar su currículum, aunque no tenía nada de experiencia laboral, pero haber estado en el departamento de investigación de la facultad le daba muchos puntos a su favor.
Al salir del estacionamiento con su auto, regalo de sus padres, vió que Mateo se subía al suyo.
Nunca le había prestado atención al auto que manejaba su profesor, era un Audi tt.
Debía trabajar en alguna empresa importante, alguna vez lo había visto manejar una camioneta que tenía un logo...no lo recordaba en ese momento.
¿Quién era realmente ese hombre?
¿De qué trabajaba aparte de la facultad?
Era raro verlo en traje, aunque algunas veces los usaba, pero más bien se vestía con jeans y camisa y con campera de cuero cuando venía en la moto, eso en invierno.
Llegó a su casa y pasó en limpio la clase que grabó, gracias a Dios por tanta tecnología.
Revisó si había pedidos en internet, publicaban en varias páginas.
Pasó los pedidos, cuando abrieran a la mañana, cualquier empleada preparaba los envíos.
Estaba dando vueltas en su cama, desde el beso, estaba intranquila, su corazón latía a mil y cuando cerraba los ojos, volvía a sentir su lengua dentro de su boca, besándola apasionadamente, sus manos deslizándose por su cuerpo.
Había tenido dos novios, con uno salió cerca de dos años y con otro 8 meses, después salió algunas veces con otros hombres, pero jamás con nadie sintió ese fuego devorarle las entrañas, ese querer más y no parar.
Ese hombre era distinto a todos.
Tenía miedo de no gustarle, era bonita pero su cabello color caoba rojizo era algo que la hizo sentir insegura toda la vida, por más que su madre dijera que la distinguía entre todas las demás mujeres.
También sabía que no tenía un busto llamativo, aunque tenía linda cola y lindas piernas y era delgada, tenía, como cualquier mujer, sus inseguridades.
Muchas veces en la clase, sentía la mirada de Mateo sobre ella, sobre su cuerpo...
Por eso se animó y le dijo que le gustaba, luego él le pidió perdón y salió casi huyendo.
La sonrisa de su hermano pareció incomodarlo.
Trató de concentrarse en las tres últimas materias, el cierre de proyecto ya lo tenía aprobado, no oficialmente, eso sería después de aprobar todas las materias.
Entró a la facultad, estaba nerviosa, tenía la clase con Mateo.
Cuando entró al aula, lo hizo siendo unas de las primeras personas y lo encontró discutiendo, bastante mal, con su hermano, aunque trataron de disimular, se notaba que Mateo estaba que volaba de la bronca.
—Es mi reputación la que estás haciendo mierda, sos un pelotudo, la facultad no es para eso.
—Calmate, vos sos un amargado.
—No, acá se viene a estudiar, ya es la cuarta vez, Leandro, la cuarta vez que pasó y quién sabe cuántas más que no te engancharon, si te suspenden, no voy a mover un dedo.
—No es para tanto, vos el otro día…
—Fué la única vez en mi vida…
—Desperdicias las ocaciones, viví la vida.
—No tiene nada que ver con que uses las instalaciones de la facultad para…
Se callaron, ya había demasiados alumnos.
—Te veo en casa.
—Pensaba quedarme en tu departamento.
—No, te veo en casa y seguimos con esta conversación.
Mateo parecía un padre reprendiendo a su hijo y Leandro, aunque buscaba excusas, tampoco le faltó el respeto, más que llamarlo amargado.
Karina se dió cuenta que estaban hablando de cuando los encontró besándose, porque cuando Leandro dijo eso, la miró a ella, que no se perdía detalle de la conversación, aunque trataba de disimularlo mirando el celular que tenía en su mano.
¿Será que lo encontró con alguna chica besándose?
Si fueran solo besos, no se pondría tan loco.
Karina había escuchado que encontraron a Leandro dos veces teniendo sexo, una vez en los baños y otra en el gimnacio de la facultad y que su hermano nunca sacó la cara por él cuando sucedio eso.
Por lo poco que escuchó, debía ser algo de eso.
La clasefuetensa, Mateo seguía de mal humor y sus miradas nunca se cruzaron.
Al terminar la clase, salió antes que la mayoría de sus alumnos, aun
sabiendo que muchos tenían dudas sobre algunos puntos del examen y que era de las últimas materias para la mayoría.
En realidad, aparte del tema de Leandro, que lo habían encontrado teniendo sexo en un aula vacía, salió huyendo para no cruzarce con ella.
Solo quedaban dos clases y él era consciente de ello, pero también era un cobarde y sabía que no se podía permitir sentir nada profundo por nadie y era eso lo que quería evitar.
Cada vez que sus ojos se posaban en Karina, desviaba la mirada y pensaba en sus hijas, era lo único que le daba fuerzas para no perderse mirando a Karina, ni su boca, ni su pecho…
Salió corriendo y cuando llegó a su casa se ocupó de sus niñas tratando de no pensar en ella.
Ya habían cenado, las bañó, les leyó un cuento y las hizo dormir.
Escuchó que llegaba Leandro, su padre estaba viendo un partido de fútbol por tv.
—Jamás en tu vida vuelvas a hacer algo así.
—¿Qué pasó?
Pregunta su padre preocupado.
—Qué el pelotudo piensa que la facultad es una habitación más de su casa.
—¿Qué pasó Leandro?
—Qué lo encontraron cogiendo en un aula vacía y es la cuarta vez que lo enganchan.
Dice Mateo con un tono acusatorio y sumamente serio.
—El otro día vos estabas besando a Karina.
—Fué la única vez en mi vida que besé a alguien dentro de la facultad y no me acosté con ella, fué...solo un beso.
—Pero no tan inocente.
—Eso no te importa y a vos te engancharon 4 veces cogiendo, hoy me llamó el rector, en las próximas elecciones me voy a postular como decano adjunto y vos no me vas a cagar la carrera.
—Yo..no sabía eso, no te embronqués hermanito...no lo hago más y me encantó engancharte perdiendo tu compostura y besando a esa pelirroja, que tiene un culo para darle y darle.
—Basta Leandro, no te refieras así sobre ella.
El padre los observaba discutir y se asombró más que Mateo haya besado a alguién en la facultad y como se puso cuando su hermano habló de la chica.
Sabía que era difícil encontrar a una mujer que se quiera casar con un hombre viudo y con dos criaturas pequeñas, pero Mateo se merecía encontrar a una mujer y él no perdía la esperanza.
Nunca se metió en la vida de sus hijos, sí les habló mucho, los acompañó y trató de estar siempre para ellos y seguía estando.
Más tarde hablaría con Leandro, cuando se calmase un poco la tensión con Mateo.
Siempre supo que Liliana no era la mujer adecuada para Mateo, como decía su esposa, era egoísta y no era compañera, pero siempre trató de poner lo mejor de sí mismo cuando venían a su casa.
Cuando falleció la madre de sus hijos, ella no lo acompañó como debía, es más, sabía perfectamente que ese fin de semana Mateo no estaba al lado de su madre, sabiendo que le quedaba poco tiempo por Liliana.
El padre los escuchó discutir y siempre supo la angustia de su hijo por no estar al lado de su madre, luego cuando Lliana salió con que estaba embarazada, supo de las dudas que tenía Mateo, pero le propuso casamiento y se hizo cargo de la situación.
También supo como su hijo la acompañó cuando falleció el padre de ella y que la trató siempre mucho mejor de lo que se merecía.
Cuando nacieron las pequeñas y falleció Lliliana, Mateo se hizo cargo, como pudo, nuevamente de la situación y a pesar de no amarla, eso era indiscutible, la lloró, como la madre de sus hijas, principalmente.
Es un hombre hecho y derecho, que ama realmente a sus hijas.
Todo esto pensaba su padre quién ahora estaba hasta ilusionado que su hijo mayor, siempre tan correcto y casi frío en muchas situaciones, haya perdido la cabeza como para besar a una chica en la facultad.
Él sabía que los sábados cuando salía terminaba con alguna chica en su cama, pero eso era algo muy distinto.
Casi estaba feliz pensando en que por fin, su hijo, perdió la compostura por besar a una mujer.