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El amor de un viudo

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Miri Baustian
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Sinopsis

Un enigmático profesor universitario, titular de una empresa en extensión, piensa que por ser viudo y tener dos pequeñas hijas, no tiene derecho a rehacer su vida, ya que se debe a sus pequeñas, hasta que pierde la cabeza por una bella pelirroja, que a su vez piensa que no tiene derecho a ser feliz junto a él, porque sus complejos nublan su razonamiento, juntos tiene que vencer los fantasmas que los rodean.

MujeriegoRománticoPosesivoAmor-Odio

Capítulo 1. Encuentro en el laboratorio

Mateo estaba en el laboratorio de la facultad donde ejercía como docente.

Tenía las horas de la noche, le gustaba la docencia.

Durante el día se dedicaba a su empresa, habían fundado, hace unos años ya, una empresa, con un compañero de la facultad.

Era ingeniero automotriz, al igual que su compañero y amigo.

Comenzaron con un pequeño taller y al año ya se habían expandido en un 1000%.

Ahora tenían una pyme que crece día a día.

Trabajar en su empresa le permitía ser dueño de sus horarios, era lo que necesitaba.

Tenía muchas responsabilidades y contar con entrar y salir libremente le aseguraba hacerse cargo de dichas responsabilidades.

En realidad no precisaba trabajar como docente, económicamente tenía su futuro resuelto, estaban exportando parte de lo que fabrican a Brasil y a México y cada vez tenían más productos propios.

Compraron el edificio de una fábrica que estuvo cerrada durante años y lograron hacerlo, con su socio, cerrando los números de una forma espectacular.

Era justo lo que necesitaban, teniendo en cuenta que seguían creciendo.

El edificio que compraron era una manzana entera en una zona cercana al lugar donde vivían.

Ese proyecto les nació al poco tiempo de conocerse con el que ahora es su socio, coincidieron varias veces en el colectivo, a la salida de la facultad, luego cursaron una materia en común y se dieron cuenta que vivían a unas 10 cuadras de diferencia.

Así se hicieron amigos, ya en el último año de facultad comenzaron a darle forma a su proyecto y hasta ahora no paraban de crecer.

Los dos apuntaban hacía el mismo lado.

Solo que Mateo tenía unas horas como docente y seguía en el departamento de investigación de la facultad.

Allí estaba en ese momento, cuándo entra Karina, era una chica que estaba a punto de recibirse de ingeniera.

La tenía en una materia como alumna y compartían juntos una investigación, que se llevaba a cabo por alumnos y profesores.

La saludó y trató de ignorarla.

Era preciosa, medía 1,65, pelirroja, casi caoba, unos ojos verdes que lo hacían perderse en ellos cuando la miraba, era delgada, aunque tenía linda cola, según Mateo, la más perfecta que él haya visto, claro que con ropa...pero se la imaginó mil veces sin los jeans que ella usaba siempre…

Lo que lo tenía de verdad obsesionado, era su pecho, no lo podía entender, a él le gustaban las mujeres de delantera llamativa, amplia, generosa y Karina, era por el contrario, de busto tirando a pequeño.

Desde que la vió, le pareció una mujer bonita, el año anterior la había tenido en una materia, y comenzando este año lectivo, cuando todavía hacía calor, se cortó la luz en la facultad, era un día de mucho calor, ella tenía puesto una musculosa, nada del otro mundo, con un escote normal y unas pequeñas gotas de sudor le corría por el valle de su pecho, Mateo, aún después de unos meses, no podía sacarse esa imagen de su mente, no entendía bien qué le sucedía, se imaginaba desnudandola, zambulléndose en ese pecho que normalmente no le hubiera llamado la atención, pero que sin embargo era casi una obsesión para él.

Muchas veces, cuando daba clases, se encontraba con la vista en su pecho o en su boca y tenía que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para apartar la vista y concentrarse en lo que estaba explicando.

—Buenas tardes Mateo.

—Buenas tardes.

Trató de seguir en lo suyo.

Afuera hacía un calor infernal, en el laboratorio, el aire acondicionado estaba demasiado fuerte.

Mateo, una vez más se encontró mirando su delicado pecho, por el frío del lugar y la ropa veraniega, se le notaban los pezones, parados, duros, tenía un corpiño blanco, creía que de encaje, se estaba haciendo experto en adivinar la ropa interior que ella llevaba puesta y se sentía un depravado.

Él era un tipo tranquilo, tenía sus cosas, una amiga que veía cada mes o dos meses, una amiga con derechos, nada exclusivo y luego sexo ocasional, siempre ocasional.

Nada serio, todos lo creían un mujeriego nato.

No porque no quisiera tener algo serio con alguien, sino porque no podía, tenía sus responsabilidades y eran su prioridad.

Se paró para buscar información en otra computadora.

Cuando giró se chocó con Karina.

—Perdón.

Dice corriendose.

Ella lo mira agarrando su brazo.

—¿Qué necesitas?

Dice casi sin aliento, hasta se sentía mareado solo por tenerla cerca, no sabía si era su perfume o algo en ella que hacía temblar hasta su esqueleto.

—Mateo...me gustás.

Se pone en puntitas de pie y le busca los labios.

Mateo se sorprendió en un primer momento, pero luego se hizo eco de la situación y con una ansiedad que era desconocida para él, le tomo la boca, casi con desesperación, y su mano, sin perder tiempo, se deslizó por el pecho de ella, lanzó un gruñido sin poder evitarlo y ahondó el beso.

No pensó ni en donde estaban.

No podía dejar de besarla.

Sintiendo los labios de ella y su aliento que lo estaba embriagando de placer.

Nunca en su vida había sentido algo así.

Tampoco era un hombre que se dejaba llevar por un impulso.

Hasta que escuchó abrirse la puerta, se separaron de golpe, se dió cuenta que estaban en la facultad.

Su corazón latía mucho más rápido de lo normal.

—Perdón.

Dijo cuando recuperó su aliento y giró para ver quién había entrado, no eran muchos los que tenían acceso al laboratorio, se abría con huella digital.

—¿Qué hacés acá?

Le pregunto a Leandro, su hermano, que acababa de entrar al laboratorio.

—Soy investigador…

Sin otra palabra de por medio, Mateo salió casi huyendo.

En el laboratorio, la sonrisa de Leandro no se podía borrar de su cara, por fin al señor correcto lo había enganchado en algo.

—Hola preciosa.

Le dijo a Karina.

—Hola Leandro.

Le contestó la chica, sonrojada.

Sonó un teléfono que no era de ninguno de ellos, pero por el tono de la llamada, Leandro supo que era el celular de Mateo que en el apuro lo dejo olvidado.

Contestó la llamada.

—Hola Ambar, preciosa.

Karina no pudo evitar escuchar la conversación.

—Si, en un rato va para allá, espero que también me quieras ver a mí.

Dijo Leandro saliendo en busca de Mateo, su hermano.

Leandro era estudiante de la facultad, tenía 24 años y le faltaban un par de años para terminar la carrera, pero se había anotado como investigador, aprendía mucho y no quería defraudar a su hermano.

Aunque Leandro era bastante distinto a su hermano, era bastante más alto, Mateo estaría cerca del metro ochenta y dos, pero Leandro llegó al metro noventa, era realmente muy alto y su personalidad también era muy distinta a la de su hermano, era mujeriego, ya había salido con la mitad de las chicas de la facultad, aunque era una carrera donde dominaban los hombres, pero de todos modos se sumaban cada vez más mujeres a ingeniería, más otros cursos que se dictaba en la facultad.

En la carrera le iba bien y trabajaba en la empresa de su hermano, cuando hablaban de que tenía que sentar cabeza, se enojaba, porque trabajaba mucho y no por ser el hermano de unos de los dueños se tiraba a chanta, al contrario, estaba en muchos detalles, por encima de los capataces, tenía mucha responsabilidad y en la facultad se había anotado en el departamento de investigación para aprender más.

Tuvo un par de escándalos con chicas, era por eso que todos pensaban que no era un tipo serio.

En la empresa de su hermano tenía prohibido salir con el personal, de todos modos eran pocas las chicas de administración, no llegaban a 10 y la que no estaba casada, era grande, más de lo que a él le gustaba, es que a sus 24 años se tiraba a todo el mundo, pero no le iba una mujer de 40.

En la facultad nadie le podía prohibir que salga con sus compañeras.

Aparte, las mujeres se le tiraban a sus pies.

Su personalidad había cambiado hacía unos años atrás, tenía 20 años cuando murió su madre y no encontró otra forma de aguantar su dolor con bastante alcohol y teniendo sexo desenfrenado con cuanta mujer se la cruzaba, el alcohol lo dejó cuando tuvo en accidente en la moto, nofuenada grave, pero al ver el dolor y el llanto de su padre, decidió que ya era suficiente de andar como loco, porque su padre aun estaba sufriendo por su madre y no quiso traerle más dolor si le pasaba algo a él.

Fué un golpe duro para todos.

No quería ni pensar en ese día.

Mateo también sufrió mucho, porque sabiendo que su madre estaba grave y para no aguantar a su novia,fueun par de días a la costa, por insistencia de ella, estando allá su madre falleció y no se pudo despedir.

Eso quedó en su conciencia hasta el día de hoy.

Mateo adoraba a su madre, también lo hacía Leandro.

Fué difícil superar el momento.

Su padre quedó destrozado.

—Ambar.

Le dijo Leandro cuando encontró a su hermano, dándole el celular.

—Hola amor.

—Hola papi ¿Cuándo venís?

—Ya salgo para allá.

—Te quiero.

—Yo también, cielo.

—¿Vas a casa?

Le preguntó a su hermano.

—No, pensaba pasar por tu departamento.

—No dejes mucho quilombo.

—Perdé cuidado.

Cada uno se subió a su moto y se fueron en distintas direcciones.

Mateo sonrió recordando a su madre, que nunca quiso que tuvieran moto y siempre le decía que el día que se pudiera comprar una moto BMW, le permitiría comprarse una, era una moto de un precio elevado, por eso se lo decía, pero el tema económico se solucionó rápidamente, resolviendo un futuro sin complicaciones.

Entonces se compró la moto, ya hacía rato que se había comprado su primer auto.

Con Leandro sucedió lo contrario, en cuanto él se compró la moto, su hermano lo imitó, con una Honda, bastante más chica, claro que después de ese momento cambió de modelo varias veces, pero no se movía de la marca Honda y bastante después se compró el auto.

En la empresa también tenían autos y camionetas que se usaban continuamente, por lo que muchas veces, tanto Mateo como Gustavo, estaban con autos o camionetas de la empresa y hasta Leandro las manejaba indistintamente.

En su empresa hacían engranajes y válvulas que se usaban tanto en autos como en infinidades de máquinas y esa empresa era una fuente inagotable de entrada de dinero.