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Salimos del restaurante y caminamos hasta la playa, me quite los tacones y comenzamos a caminar por la arena.
— ¿Cuando te gradúas de Mercadeo? ¿Aún vas a clases? Cumples horario completo en la empresa.
El hizo lo mismo que yo, tenía una mano dentro del bolsillo y la otra sostenía sus zapatos y la chaqueta.
— Ya he terminado, solo falta la entrega de medalla y título, por eso no asisto más a la universidad. ¿Y tú estudias o estudiaste?
— Me gradué en Ingeniera Naval. Papá me metió en el mundo de los barcos desde pequeño y soy fan de ellos, me encantan.
— También crecí rodeada de barcos, algo normal para mí. – Me encogí de hombros.
— ¿Por que dejaste Rusia? ¿No te gusta?
— Amo mi país, bastante. Aunque aquí soy extranjera, también me gusta Estados Unidos. Quería explorar, quería hacer mi vida y mi carrera profesional en otra parte, quería alejarme un poco de la vida que desde pequeña me había tocado llevar en Rusia... Pero aún así, me afectó bastante irme.
— ¿Por... tu familia?
— Si. Al principio fue fácil, mi momento de molestia oculto mis sentimientos... Pero ya tengo 5 años sin verlos.
El solo asintió con la cabeza y me invitó a sentarme junto a él en una pequeña silla de madera que había en la playa. Es extraño que un sábado la playa no este tan llena como se supone que debería de estar, pero así me gusta más.
— Ya veo porque papá siempre hablo bien de su asistente, de lo leal que es. – Río.
— El señor Orville en estos tres años ha sido un papá para mí, me dio miles de consejos, su apoyo en muchas ocasiones y aunque más de una vez falte al trabajo – Reí – Siempre me trato excelente.
Felipe Kamesh
Cada vez que hablaba, sentía que algo en mi temblaba.
¿Que tenía está mujer? Es jodidamente hermosa. Tiene algo que me llama la atención, algo que me hace querer saber más de ella... Esto no me había pasado antes con otra mujer. Su delicadeza al hablar, la manera en que movía las manos, todo de ella llamaba la atención.
— ¿Tienes hermanos o hermanas? – Pregunté curioso
— Una hermana, nada más. ¿Eres el mayor?
— Así mismo. Por eso me ha quedado a mi la presidencia de la empresa. Y también que Rossie solo tiene 12 años. En cambio, mis otros hermanos que son contemporáneos contigo, no se interesaron en esto.
Era interesante saber más de el y conocerlo aún más a fondo. Me quede viéndolo fijamente, la manera en que veía el mar, en que tenía sus lentes en la abertura de la camisa, su tonificado cuerpo. Era guapísimo. No podía negarlo.
— Se está haciendo tarde. ¿Te llevo ya a tu casa?
— Sí. – Susurró y se veía decepcionada.
Caminamos hasta donde estaba el restaurante y vi cómo se colocaba los tacones, tenía un cuerpo muy hermoso, debía de admitirlo. Hice lo mismo y me coloqué mi chaqueta.
Ariana
— Cristopher. – Escuche a Felipe Kamesh decir y me tense toda, ese es mi apellido – Estamos donde nos dejaste.
Vi que tranco el teléfono y lo guardo. Mierda. Por un momento pensé que era conmigo. Me asuste. No sé de dónde el podría saber mi apellido materno. El Audi aparcó enfrente de nosotros y una vez más, como todo caballero me abrió la puerta. Algo tenía este hombre que no aguantaba estar tan cerca de el sin sentirme nerviosa.
Llegamos a mi casa y el se bajó, permitiéndome que yo me bajara también. Cerró la puerta del auto. Espera. ¿No piensa irse? Ambos nos mirábamos pero ninguno decía nada.
— Gracias por el almuerzo, señor Orville. Realmente no lo esperaba. – Reí pero disimuladamente.
— Gracias a usted por acompañarme, Ariana. – Dijo mi nombre delicadamente – Nos vemos el lunes.
Me dio un beso en la mejilla que me tomo por sorpresa, luego se montó en el auto y camine hasta la entrada, para luego ver cómo el carro se alejaba. Llame a Anastasia para ponernos al día y que me trajera mi camioneta. Prepare algo de comer para los dos y me coloqué la pijama.
Mierda. ¿Quien llamara a esta hora? Busque a tientas mi celular hasta que lo encontré debajo de la cama. Qué raro yo dejando mi pobre celular por donde sea, con razón parece que hubieran jugado béisbol con el.
— ¿Si? ¿Quién es? – Pregunté toda adormilada
– Ariana, es Felipe Kamesh. Necesito que vayas a la empresa, se ha presentado un problema y necesitamos resolver. ¿Podrías venir? Sé que es domingo, pero prometo pagarte.
La urgencia en su voz me dejó claro que si necesitaba que fuera a la empresa, luego de dejarle claro que si iría, me bañe y me vestí a la faz de La Luz. Debía de ser muy importante como para que me llamara a las 8am un domingo. E incluso me pidiera ir a la empresa. Era domingo y seguro no iría más nadie, me vestí lo más sencillo y relajado que pude, y salí directo a la empresa
Al llegar, efectivamente la empresa estaba sola, nada más se encontraban los guardias de seguridad. Subí al piso donde se encontraba mi oficina y entre directamente a la de mi jefe, para ver todo vuelto un desastre, hojas volando, carpetas en el piso, el vestido lo más sencillo posible y con un vaso de whiskey en la mano. Oh no. Eso sí que no.
— Buenos días. Entrégame el vaso de whiskey – Dije con autoridad y extendí la mano
— Menudo carácter cargas, rusa. – Me entregó el vaso – ¿No te gustan las bebidas alcohólicas? Porque te vi borracha.
— Una cosa es que me gusten y otra cosa es que sean las 8am y tú estés tomando. Muchos malos recuerdos y feas experiencias.
Lancé el líquido color ámbar directo a la basura y deje el vaso en su escritorio. Me senté esperando a que el se calmara y me explicara que sucede. ¿Por qué este desastre? Y ¿Por que se ve tan nervioso pero jodidamente guapo? Esto es un castigo.
— Explíqueme, señor Orville. ¿Que ha pasado? ¿Por qué este desastre y por qué usted parece un loco?
— La mayoría de los socios saben que la compañía ha cambiado de presidente, y si no me presento ante ellos lo más pronto posible... Fracasaremos, dejaran de confiar en nosotros. Tenemos que adelantar el viaje de delegación y por eso, nos vamos la semana que viene.
¿QUÉ? ¿TAN PRONTO? Adelantar todo para la semana que viene solo significa que tendré el triple de trabajo, no comeré ni respiraré.
Usssssh.
En estos momentos odiaba a mi jefe.
Pero al verlo tan guapo, todo se me quitaba.
Tenía que calmarme. Respirar. No odiar a nadie y no querer matarlo.
— Por lo que veo, no nos iremos temprano hoy. Recogeré todo este desorden y podremos comenzar a trabajar sobre los viajes y las reuniones, no podemos llegar sin nada preparado.
Eran las 3 de la tarde y me sentía excesivamente mal, pero no le iba a demostrar eso a mi jefe. No había desayunado ni almorzado. Y desde pequeña, eso ha sido algo mortal para mí. El azúcar se baja, la tensión sube, la vista se me torna borrosa, dolores de cabeza, desmayos e incluso, más de una vez, mi corazón ha dejado de latir. Algo extraño. Pero aún no consiguen la explicación de porque el corazón me deja de latir de repente.
— Señor... Ire al baño... Sssi... — Sentí como mi rodillas se doblaron y caí al suelo.
— ¡Ariana! ¿Que sucede? – Se arrodillo en el suelo y agarro mi cabeza entre sus manos.
— Dame.... Agua... – Susurre.
Se levanto ágil y trajo rápidamente del pequeño refrigerador que había en su oficina una botella de agua, al tomarla, no me sentí mejor pero si más calma en mi.
— No he desayunado ni almorzado, al no hacerlo, todo tipo de cosas pasan en mi cuerpo... – Dije con un hilo de voz.
— No me asustes así. – Me pego más a su cuerpo y espero a que mi acelerado corazón se calmara.
Esta faceta de mi jefe es extraña. Pero me gusta. Huele delicioso. Huele a ropa recién lavada, jabón de baño y algún perfume costoso. Me gusta esto.
Hoy partíamos a España, la semana paso rápido... Pero es que en tanto trabajo, como no se me irían tan pronto los días. Hoy comenzaba mi viaje de trabajo que al mismo tiempo sería una pequeña aventura para mí. Debo de admitir que estoy un poco emocionada, pero al mismo tiempo sé que todo será trabajo y no tendré respiro alguno. Había pasado toda la noche ordenando maletas, y con Anastasia en casa haciéndome compañía. Esa fue la peor decisión de mi vida porque habla como un loro. Y a mi me provoca asfixiarla.
Estábamos en el jet privado de la empresa, y era algo incómodo porque nada más me iba con mi jefe. Pensé que alguien más de la empresa nos acompañaría y no. Un poquito ilusa yo.
— ¿Conoces Madrid? – Me pregunto.
— No. Lo más cercano que he estado a Madrid es cuando fui a Zahara de los Atunes. A una despedida de soltera – Reí.
— ¿En que parte queda eso? ¿Como es? Realmente no conozco mucho de España.
— Queda en Cádiz. Sus playas son buenísimas.
— Si tenemos tiempo libre, podemos ir. Llegamos en la tarde a Madrid y tenemos una cena con dos proveedores.
Iba anotando en su agenda todo lo que me comentaba sobre lo que haríamos en Madrid. Si que tenemos trabajo, pero es algo normal. Cuando una empresa de tal magnitud cambia de dueño y presidente, todos los que están vinculadas a ella quiere conocerlo para saber si seguirá siendo lo mismo, si su confianza seguirá siendo igual. He aprendido bastante por mi papá. Creo que se sentiría orgulloso de mi. Me acomodé más en el asiento hasta que el sueño me gano.