El Rey de la Noche Segunda Parte
Sinopsis
Sigue la lucha en la vida nocturna de la Ciudad de México, que busca a un rey y una reina, los cuales sirvan como ejemplo a seguir, la pareja a la que se le rinda pleitesía y se le reconozca como los emperadores nocturnos. Prostitutas, madrotas, padrotes, pacuchos, tarzanes, caifanes, todos aspiran alcanzar ese privilegiado sitio para ser reconocidos, temidos y respetados, y es en ese tórrido ambiente, en donde las pasiones, la violencia, las traiciones y los homicidios, están a la orden del día. Trafico de drogas, de mujeres, de corrupción y perversión, crea un ambiente del que muy pocos logran salir sin verse involucrados de una o de otra manera. Y es ahí donde el Muñeco, el padrote más reconocido y temido del ambiente, tiene que enfrentarse al Mamas, el pachuco bailarín que ha ganado varios eventos en el mundialmente conocido Salón México. Rebeca, la madrota más joven, atractiva y sensual de todas las que regentean una casa de citas, se mantiene a la espera, creyéndose la reina indiscutible de ese ambiente nocturno, y no obstante, tiene que enfrentar sus propios demonios, sus propios retos. La muerte del Gama, el maestro y amigo del Mamas, viene a ser un parteaguas en la vida del mecánico que tiene que enfrentar a unos matones que buscan vengar la muerte del asesino del Gama. El amor, parece negarse en la vida de Alexis, es como si disfrutara haciéndolo sufrir, dándole a probar de sus miles más exquisitas y luego quitándoselas sin mayores alternativas. No pueden perderse esta segunda parte que hace de las emociones un verdadero tobogán en el que lo inesperado es parte de la trama de estos singulares personajes.
Capítulo 61
1946
Agosto 29, 1946 08:00 horas
Por más vueltas que le daba al problema que estaba viviendo, Alexis, no podía imaginar quién lo había inculpado, él mismo había visto las joyas cuando las sacaron de su ropero, ¿quién las puso ahí…? ¿Cómo supieron los agentes que él había sido…? ¿Quién le puso el dedo…? ¿Por qué a él…? ¿Qué ganaban con encerrarlo en prisión?
Tuvo que ser alguien que lo odiara con toda el alma como para hacerlo, alguien que quisiera quitarlo de en medio por alguna razón, así que el único que se le ocurría era Juan Zepeda, ese desgraciado padrote siempre trajo pleito casado contra él y no se tentaría el corazón para perjudicarlo y ahora lo estaba haciendo.
Y aunque todo culpaba al Muñeco, Alexis se negaba a aceptarlo, era demasiado obvio, muy burdo y absurdo, no creía ni por un minuto que Juan, tuviera miedo a enfrentarse a él en el terreno que fuera y que para zafarse de la bronca lo acusara de robo y homicidio, no tenía caso, además, no era su estilo.
Si bien sabía que era alevoso, ventajoso, chismoso e intrigoso, no poseía la paciencia para tramar algo tan complicado como lo que estaba viviendo en carne propia en aquel momento, Zepeda, carecía de esa mente maquiavélica y destructiva para elaborar un plan tan malvado.
¿Y si no era él quien le había preparado la encerrona…? ¿Entonces quién fue…? ¿Quién lo odiaba tanto como para querer verlo sufrir y padecer en la cárcel…? Por más que lo pensaba no encontraba a una persona con la que hubiera tenido tantos problemas como con Juan.
Tal vez, aun no se había dado cuenta y alguien que se fingía su amigo, alguien que le sonreía de manera amistosa, era quién deseaba joderlo encerrándolo con los peores criminales del país; eso ampliaba la lista y ahora tenía que descartar a los que se decían sus amigos o sus amigas.
Sí, porque también podía ser que una mujer estuviera detrás de todo ese enredo que lo tenía en prisión, ¿Por qué no? Podía ser una mujer despechada, alguna con la que hubiera estado y que después no volvió a ver, incluso, la misma Rebeca, ella tenía el poder y el dinero para manejar todo aquello.
Y luego estaba lo de su ropa, ¿cómo había vuelto al ropero...? ¿Quién la había llevado de regreso, si él la había tirado a la basura, dentro de un costal de harina? Alguien quería joderlo para siempre... no había duda y entre más buscaba motivos o culpables, más desolado se sentía, ya no sabía ni qué pensar al respecto.
Alexis, había estado analizando todo aquello mientras terminaba sus ejercicios, en la celda del apando, ahora se ya sentía vigoroso, pleno, decidido a lo que viniera, ahora ya estaba en condiciones de defenderse y eso era algo que los que lo esperaban en la crujía, ni siquiera se imaginaban.
Cualquiera que fuera el motivo por el que, la persona que lo odiaba, lo había mandado a Lecumberri, tenía claro que las cosas no terminaban con su encierro, ese alguien quería castigarlo aún más, y fuera quién fuera, no se iba a dejar vencer con tanta facilidad, si lo que querían era hundirlo, no se los iba a permitir, estaba decidido a luchar contra lo que viniera y contra quién fuera el brazo ejecutor.
Trató de no pensar más en ese enredo, no quería desesperarse y volverse loco pensando en cosas sin tener bases para ello; ya había terminado de ejercitarse y estaba a la espera del “rancho”, así que como de costumbre, se sentó en el suelo esperando que en cualquier momento le llevaran sus alimentos, como cada día.
La puerta de la mazmorra rechinó con fuerza al abrirse por completo y la voz del carcelero se escuchó con firmeza, ordenando como se había acostumbrado a hacerlo:
—Órale… mueve las nalgas…
No se hizo repetir la orden, se levantó y caminó a la puerta, salió escoltado por el vigilante, caminaron hacia la crujía de turno, los ojos de Alexis iban atentos a todo el movimiento, sabía que lo esperaban y no quería darles ninguna ventaja, tenía todos sus músculos en tensión y sus sentidos muy alertas.
Aún seguía descalzo, lo cual no impidió que sus pasos fueran firmes y seguros, caminaba como si estuviera bailando y manteniendo un ritmo fijo, tenía todos los músculos relajados y listos para entrar en acción en el momento en el que se requiriera, además, la seguridad había vuelto a él.
Cuando abrieron la puerta de la crujía y lo empujaron para que entrara se dio cuenta que sus temores no eran infundados, dos tipos a los que no conocía se pusieron alerta a su derecha, mientras otros dos lo hacían a su izquierda, aunque se movían de manera discreta, Alexis, supo que lo estaban rodeando, por el rabillo del ojo los observó y vio que, frente a él, otro tipo se acercaba, traía los puños cerrados y el gesto decidido en el rostro, era más alto que él y unos veinte kilos, más pesado.
—¿Tú eres el Mamas…? —preguntó con tono seco sin detenerse.
—Ya lo sabes… así que no te hagas gil… —respondió Alexis calculando la distancia entre los dos.
—Bueno… pues ahora te voy a partir la madre… —dijo el hombre preparándose para atacarlo
Alexis, ya no le respondió, el preso se acercó más y le tiró un descontón con violencia, el pachuco lo eludió con toda limpieza, dejándose caer en cuclillas frente a él al tiempo que le clavaba, con toda violencia, el puño en el centro de las piernas, el reo lanzó un fuerte grito por el dolor.
Sin darle tiempo a que terminara de doblarse sobre su cintura, como si tuviera resorte en sus piernas, Núñez, se levantó con todas sus fuerzas y su cabeza pegó contra la quijada del atacante proyectándolo hacia atrás y haciéndolo caer pesada y noqueado por completo, ante la mirada azorada de los demás reos.
Todos habían visto que el delincuente, que ahora estaba noqueado, iba hacia el recién llegado con la determinación de darle una paliza, no querían perderse aquello, así que lo siguieron con la mirada y ahora que lo veían caer, derrotado y noqueado, no sabían ni que pensar.
Alexis, no se detuvo a observarlo, en ese momento los dos que se habían colocado a su derecha se lanzaban sobre de él dispuestos a todo, uno llevaba un tubo en la mano y lo levantaba dispuesto a pegarle, el otro agarraba una filosa punta hecha con algún pedazo de metal y también la llevaba lista para atacarlo.
El pachuco, se movió hacia el del tubo y esperó a que este le tirara el golpe para sujetarle la mano, lo abrazó y luego lo aventó contra el de la punta que no pudo detener a tiempo el piquete que se clavó en el cuerpo de su compañero, Alexis, aprovechó ese momento para girar sobre sus talones y levantando su pierna derecha le pegó con el empeine de su pie, en la quijada al desconcertado agresor que aún sujetaba la punta en la mano llena de sangre, el tipo cayó como fulminado por un rayo por la fuerza de la patada.
El pachuco, no se detuvo, volteó casi al mismo tiempo en que uno de los tipos que estaba a su izquierda le lanzaba un golpe con un filoso cuchillo, aunque no alcanzó su carne si le rasgo la camisola, el otro tipo al ver que el pachuco se ponía en guardia para esperarlos, detuvo el ataque que estaba a punto de lanzar con una filosa punta en la mano, no quería embarcarse y deseaba ir a la segura.
Los tres se estudiaron por varios segundos, no se movían y esperaban que alguno tomara la iniciativa, Alexis, notó que uno volteaba a ver al otro y sin aviso previo uno de ellos se lanzó con la punta por delante, embistiéndolo con toda la fuerza del peso de su cuerpo.
El pachuco, hizo una finta y moviéndose hacia el otro lado clavó la punta de su pie en los bajos del hombre que se dobló sobre sus rodillas soltando la punta y agarrándose las partes nobles con dolor, de reojo vio el cuchillo que buscaba su pecho y con un excelente Split, hizo que el ataque se perdiera en el aire.
Rodó por el suelo y se ponía de pie en espera del siguiente ataque cuando varios celadores ya corrían hacia donde se habían juntado los reos al iniciar el ataque, todos estaban asombrados de ver la reacción de aquel pachuco al que no conocían, aunque habían oído hablar de él.
Los celadores se abrieron paso con empujones y macanazos entre presos los que rodeaban a los peladores y cuando lograron llegar hasta el lugar donde se había celebrado el pleito, sólo encontraron a tres de ellos, uno, noqueado con el cuchillo lleno de sangre en la mano, otro, herido en el pecho y quejándose de dolor y el tercero agarrándose las partes nobles al punto del desmayo.
Por un momento los celadores no supieron que hacer, sus miradas recorrían a todos y cada uno de los que estaban en el piso y también a los que habían estado viendo el pleito.
—¿Con quién fue el pleito…? —preguntó uno de los celadores mientras sus compañeros se encargaban de llevar al herido a la enfermería y de detener a los otros dos, la pregunta quedó flotando en el aire y nadie le contestó, se hizo un hermético silencio en torno a ellos, la ley de la prisión en todo su esplendor: Nadie vio, ni escuchó nada, por lo tanto, nadie sabe nada, los chivas se mueren pronto.
Para esos momentos Alexis, entraba a una celda empujado por dos hombres que lo habían jalado por los brazos, justo en el momento en que los celadores avanzaban hacia el lugar de la riña.
Trastabillando entró a la celda donde fue empujado y de inmediato se dio la vuelta para ponerse en guardia frente a aquellos dos que se le quedaron viendo con cierta burla, aunque sin agresividad.
—¿Todavía quieres más… Mamas? —preguntó uno de ellos, con un tono burlón y cínico.
—¿Quiénes son ustedes…? ¿Qué quieren…? —preguntó sin dejar de ver a los reos.
—¡Cálmate… somos cuadernos…! —dijo el otro de los reos con un tono sereno.
—¿Cómo sé que…? —preguntó Alexis, con todos los músculos en tensión.
—No tenemos tiempo… así que escucha y después haz lo que se te pegue la gana… —le dijo el primero que hablara— así que cálmate y pon mucha atención… de seguro que van a venir por ti los celadores…
Alexis, bajó los brazos y centró su atención en aquel hombre que le hablaba con tanta autoridad
—Soy amigo del Carrizos y le debo muchos paros, por eso me la estoy jugando contigo en este momento… nuestro amigo, vino a verme ayer para decirme que estabas apandado, me pidió que te cuidara y que te protegiera aquí en chirona… la verdad es que le vamos a quedar mal…
—¿Por qué lo dices…? —preguntó Alexis, observándolo con atención.
—Porque hay alguien muy interesado en que te partamos la madre… están ofreciendo unos buenos pesos a quién quiera ganárselos… por eso te llegaron esos monos en el patio… por eso van a venir por ti los celadores, lo más seguro es que te van a dar una paliza para ganarse unos billetes… lo mejor es que no intentes defenderte o la golpiza va a ser peor… ahora haz lo que se te pegue la gana...
—¿Quién quiere joderme de esa manera…? —preguntó Alexis, confundido y molesto.
—No lo sé… nadie lo sabe… sólo se corre el rumor de lo que se ofrece y son los celadores los que pagan… fácil y sencillo… te prometo que seguiré preguntando entre la banda y…
—¡A ti te andábamos buscando…! —dijo de pronto una voz haciendo que todos voltearan.
—¿A mí por qué…? —preguntó Alexis, viendo que tres celadores entraban a la celda.