El Rey de la Noche Quinta Parte
Sinopsis
El desengaño amoroso que se lleva Alexis, cuando enamorado y decidido acude a pedirle a Clara, que se case con él y no la encuentra sino hasta tiempo después en el lugar que menos se esperó. Los reclamos de ella, sus burlas, las ironías y sobre todo ese profundo desprecio que le muestra, terminan por aniquilar al Pachuco que se siente como un perro apaleado, no obstante, la vida tiene que continuar y él acaba de salvar la suya de manera milagrosa. No tarda en encontrar consuelo en Elena, la mujer que parece estar en el momento indicado, para contagiarlo de su alegría por vivir y su locura juvenil. Mientras tanto, Rebeca, que no sabe perdonar una ofensa, busca desquitar su coraje y frustración con la mujer que vendió al pachuco para que lo ejecutaran de manera impune. El Mamas, se embarga en otra peligrosa aventura motivado por una paliza que le dieron a su maestro el Estopas, al que le robaron un carro y una fuerte cantidad de dinero. Ahora, aún contra su voluntad, deberá actuar como padrote, tendrá que controlar a varias mujeres y exigirles la cuota diaria, de otra manera, su obligación es someterlas y obligarlas ¿podrá hacerlo? Alexis, recibió en prisión, un nuevo ataque, de la persona que menos se lo imaginó y aunque trató de evitarlo, tuvo que matarlo, por lo que ahora lo van a mandar al terrible penal de las Islas Marías. Ahora es cuando las aventuras se multiplican y se acerca el momento de enfrentar a su antiguo rival en un pleito a muerte en el que no habrá clemencia para nadie.
Capítulo 181
Después de que Rebeca, vio que Alexis, recobraba el conocimiento, el cual había perdido al momento de haber sido herido de muerte, y cuando el doctor pidió que comenzaran a alimentarlo, ella se ofreció a hacerlo y mientras le daba de comer al pachuco, lo hizo recordar lo que había pasado, así que el comenzó a contarle…
En ese momento sentí que me faltaba la respiración, que si no me levantaba me iba a morir en ese lugar, un lugar que yo no tenía idea de donde se encontraba, aunque sabía que debía dejar atrás, así que…
Hice un esfuerzo y logré sentarme en el pasto, estaba muy mareado, sabía que era inútil tratar de levantarme, por lo que comencé a gatear, sí, de rodillas y con las manos comencé a moverme, quería recuperarme y levantarme para irme a mi cita con Clara, no sé por qué me preocupaba más eso que el estar casi desnudo.
No sé cuanto avancé, ni en que dirección lo hice, lo único que sé es que de pronto, el mareo se hizo insoportable y sin poderlo evitar, caí de hocico en el pasto y ahí me quedé inconsciente, hasta que desperté aquí.
Eso es todo lo que recuerdo… de verdad —le dijo Alexis, a Rebeca, con un gesto de impotencia.
—No te preocupes, casi es lo que pasó… mientras comes te contaré lo que yo sé, así sabrás el motivo de que me encuentre aquí y la forma en que te dieron esos desgraciados…
Alexis, comenzó a comer sin prisas, tal y como le había dicho el doctor Saldaña, aquella ocasión en que se enfrentó a los matones de Alfonso, y que también se vio a las puertas de la muerte.
Rebeca, le contó todo lo que sabía y la forma en que Alfonso, lo había rescatado de aquel dispensario médico en el que le salvaron la vida, atendiéndolo de sus heridas, hasta ese momento.
No le dijo las noches de angustia que pasó a su lado, ni le comentó sobre el intenso miedo que sintió al saber que podía morir, mucho menos le platicó de la ternura y el amor con el que lo había cuidado, lo había bañado y había estado a su lado rogando a todos los santos del cielo por su recuperación.
—¿Quién mató a esos desgraciados…? —preguntó con tono neutro.
—No lo sé… y la verdad ni me importa… ya están muertos y eso es lo que cuenta…
—Lástima… me hubiera gustado sacármela con ellos… uno por uno para desquitarme a mi entero gusto…
—Me lo imagino… espero que con esto que te ha pasado comprendas el por qué te necesito a mi lado, te aseguro que una vez que estés conmigo nadie se atreverá a hacerte algo así…
—Tal vez tengas razón… aunque, conoces mi manera de pensar y de sentir… si tú y yo llegáramos a estar juntos… no sería en tu negocio… y eso es algo a lo que tú no renunciarías por nadie, ni por mí…
—Eres muy aferrado… igual que yo… por eso nos complementamos… en fin… piénsalo bien… no eres inmortal y cualquier día de estos puede pasarte algo que lamentes por el resto de tu vida.
—Siempre puede pasar algo… nadie se escapa… es parte de la vida…
—Piénsalo… ahora me voy… tengo cosas que hacer…
—Está bien… lo pensaré… te lo prometo.
Rebeca, no pudo contenerse y se acercó a él y lo beso suavemente en los labios, Núñez le correspondió de manera automática, luego, ella tomó la charola y sin decir más caminó hacia la puerta…
Se sentía dolida, decepcionada, frustrada de que Alexis, rechazara de nueva cuenta su ofrecimiento, de que no quisiera estar a su lado viviendo ese amor que ambos sentían. Aunque ahora lo comprendía mejor.
—Rebeca… —dijo Alexis con suavidad…
—¿Qué…? —respondió ella voleando a verlo
—Gracias… de verdad... por cuidarme… por estar aquí y por todo lo que has hecho…
—Olvídalo… no fue nada… te aseguro que lo hubiera hecho por cualquier otra persona… incluso hasta por la ingrata de Marina… de ser necesario —dijo Rebeca, con cierta ironía y salió del cuarto.
Alexis, la vio salir, reconociendo que era una mujer muy hermosa y con mucha clase, después de Dolores, Rebeca, era a la que más había amado, en ese momento recordó a Clara, y trató de levantarse de la cama, se puso de pie y se sintió muy mareado, así que, lleno de frustración, volvió a acostarse pensando en la dulce imagen de ella.
Tenía que verla, hablar con su amada y platicarle lo que había sucedido, el problema era que no podía pedirle a Rebeca, que la buscara, no sabía cómo iba a reaccionar y no quería problemas en ese momento.
Lo único que le quedaba era esperar, en cuanto el médico lo diera de alta iría a buscarla y le explicaría las cosas, le diría lo mucho que la amaba y tal vez hasta le propondría que se casara con él, sí, estaba decidido a dejarlo todo con tal de vivir al lado de la mujer que amaba.
Si ella lo aceptaba, se dedicaría de lleno a su trabajo y a hacerla feliz, aunque ya no volviera a la vida nocturna, aunque tuviera que dejar atrás la vida de pachuco, aunque ya no bailara más en el México, estaba convencido que esa mujer valía la pena cualquier sacrificio.
Diciembre 31, 1944, 13:00 horas
—Hola… ¿cómo te sientes…? —preguntó Rebeca, ingresando con toda tranquilidad al cuarto de Alexis, justo en el momento en que él terminaba de comer sentado en la cama y se veía más repuesto.
La francesa, iba hermosamente arreglada, con un vestido juvenil que realzaba sus formas y la hacía lucir muy sensual, llevaba una caja bajo el brazo y se veía sonriente, con esa seguridad tan propia de ella.
—Muy bien, muchas gracias… —respondió Núñez sonriendo con su franqueza de siempre— creí que ya no regresarías más por aquí… las enfermeras me han contado que antes veías todos los días y…
—Ay, qué haré con estas viejas tan chismosas… —dijo Rebeca, sonriendo— la verdad es que quería darte unos días para que pensaras bien lo que te dije… que vieras la conveniencia de que tú y yo estemos juntos… espero que hayas comprendido que a mi lado no tendrás más problemas como este y…
—O tendré más problemas… nunca se sabe…
—Yo puedo hacer que te cuiden y te protejan… te aseguro que…
—Mira Rebeca, siempre me ha gustado ser honesto con las personas a las que estimo, que de verdad me importan… a ti no te estimo, a ti te amo… sí… te amo, tanto o más que a Dolores… aunque sé que nuestro amor no puede ser… vivimos en mundos opuestos… pensamos muy diferente tú y yo…
Vemos a las mujeres de manera diferente… no sé quién tenga la razón, tú o yo… pero te amo por ser tú, por ser como eres, me gusta verte caminar, sonreír, tu manera de ser y sobre todo esa seguridad que tienes y te juro que estoy más que agradecido por todo lo que has hecho por mí, aunque, no puedo vivir la vida que me ofreces, siempre he sabido cuidarme solo y si en esta ocasión me agarraron descuidado, te juro que no va a pasar otra vez, nada me gustaría más que estar a tu lado por siempre, formar una familia y vivir como la gente normal… sólo que, tú y yo no somos personas normales… y eso… está muy lejos de lo que tú quieres.
—Es por demás que insista… en fin… vine a verte porque me informaron que mañana te dan de alta, así que antes de que te marcharas quería oír tu respuesta… aún tenía la esperanza de que rectificaras…
—La sabías antes de venir… tú y yo… no podemos estar juntos como es tu deseo… o como es el mío… por el simple hecho de que somos muy diferentes… no pensamos igual...
—Bueno… cuídate mucho… no quisiera volver a encontrarse en estas circunstancias…
—Trataré de que no sea así… te lo prometo… no volverán a agarrarme dormido... y tú también cuídate mucho… me dolería saber que te ha pasado algo… nos estaremos viendo por ahí.
—Por cierto… —dijo ella de pronto— te traje esto… espero sea de tu agrado, lo elegí yo misma y lo mandé a hacer según tu gusto… —terminó dejando la caja sobre la cama.
—¿Qué es…? —preguntó Alexis.
—Ya lo verás… te aseguro que te será muy útil… nos estamos viendo… —terminó de decir ella.
—Es que… yo no quisiera…
Rebeca, ya no dijo nada y salió del cuarto, Alexis, se sumergió en sus pensamientos, en los últimos días había tenido mucho en que pensar. Primero recibió la visita de Alfonso hacía dos días:
—Me alegra que ya te estés reponiendo como es debido… y quiero decirte que me siento muy apenado por lo que sucedió… debí haberte dicho lo que esos infelices pretendían… así te hubieras cuidado más y no te habrían fregado a la mala y de manera tan cobarde… —le dijo Alfonso, apenado.
—No es su culpa… nadie lo esperaba… además… esos malditos ya pagaron con sus vidas lo que me hicieron, así que no hay daño… —respondió Alexis, sonriendo con sinceridad— yo sí, quiero agradecerle por todo lo que hizo por mí… me dicen que, de no ser por usted, tal vez no lo estaría contando…
—Era lo menos que podía hacer después de que esos infelices me traicionaron… en fin… dejemos eso en el pasado y ahora esfuérzate para que te recuperes pronto… lo más seguro que ya no venga a verte pues voy a salir de viaje por cuestiones personales… así que cuídate mucho y feliz año nuevo.
—Gracias… yo también le deseo lo mejor… y cualquier cosa en la que yo pueda serle útil… no dude en decírmelo… siempre estaré a sus órdenes… yo no olvido a los buenos amigos… nunca.
—Lo recordaré… nos estamos viendo…
—Sólo una última pregunta… ¿usted sabe quién mató a esos infelices…? Me gustaría saberlo para darle las gracias de manera personal con un fuerte apretón de manos —dijo Alexis, viéndolo directamente a los ojos.
—No… no tengo la menor idea… de saberlo te lo diría para que lo felicitaras… —respondió Al, esbozando una sonrisa para quitarle importancia al asunto.
—Sí, no sólo se merece mi agradecimiento sino también mi amistad… no sabe cuánto le agradezco a quien los haya eliminado… aunque me voy a quedar con las ganas de darle las gracias en persona y que sepa que tiene mi amistad incondicional para siempre…
—Tal vez esa persona sepa lo mucho que tú le agradeces… en fin… nos estamos viendo.
Alexis, lo vio salir y se dejó caer sobre la cama cansado, sus sospechas se habían confirmado, Alfonso, fue quién se encargó de aquellos tipos, cuando le preguntó a Rebeca, vio que ella desviaba la mirada un segundo, como si ocultara algo, tal vez el nombre de la persona que los mató… aunque los ojos de Al, permanecieron fijos en los de él y se entrecerraron un poco al momento de responder.
Estaba claro que él los había matado y Rebeca, lo sabía, si ella no se lo dijo fue por algo, al final ellos eran buenos amigos, por eso Alfonso la había llamado para que estuviera al pendiente de su recuperación.
Y aunque los motivos de Rebeca, eran otros muy diferentes a los de Alfonso, ella quedó bien con él aceptando hacerle el favor que le pedía… en fin, en nada cambiaban las cosas, aquellos infelices ya estaban muertos y él tenía que ponerse bien, rápido para ir a buscar a Clara.
Sólo una duda no le permitía estar tranquilo… ¿Por qué tendría tanto interés en él, Alfonso Rubio…? No sólo castigo a sus hombres por faltarle al desobedecerlo, sino que además había ido a buscarlo a Xochimilco, en un par de ocasiones según se lo había contado la francesa.
Y no sólo eso, también hizo que lo trasladaran en una ambulancia desde Xochimilco al hospital en el que se encontraba ahora en donde lo atendían como si fuera alguien especial, con frecuencia enfermeras y el propio médico, pasaban a verlo para darse cuenta cómo iba su recuperación.
¿Qué se traía Alfonso Rubio, entre manos? ¿En dónde encajaba él en sus planes? De una o de otra manera, sabía que pronto se iba a enterar de todo lo que estaba sucediendo en la mente del traficante de licores.