Capítulo 151
Después de confesarle la verdad a Alexis, Rebeca, estaba expectante a su reacción, la cual no había resultado como ella esperaba y eso la tenía inquieta, preocupada, angustiada.
Rebeca, esperaba que él dijera algo, más al ver que Alexis, guardaba silencio viéndola fijamente, ella pudo ver un profundo dolor en el fondo de sus ojos y se confundió:
—¿No dices nada…? —insistió ella
—¿Y qué te puedo decir…? ¿Qué te amo…? ¿Qué me he enamorado de ti como un estúpido…? Todo eso ya lo sabes… todo eso te lo he demostrado a lo largo de todos estos meses, no sólo con palabras, sino con hechos, como se dicen mejor las cosas, así que no tiene caso ni mencionarlo…
—Di que aceptas… que vendrás a vivir conmigo, que juntos lucharemos por sacar adelante nuestro amor y nos dedicaremos de lleno a ganar dinero, te quiero a mi lado y…
—No… no puedo hacer eso… lo siento mucho, Gabriela… mejor dicho, Rebeca, estoy seguro que muchos darían lo que fuera por esa oferta... no es mi caso… siempre he tenido muy claro que soy un pachuco… no un padrote… no tengo ni la sangre, ni el corazón para explotar las necesidades que tienen esas mujeres para prostituirse…
—Hay muchas mujeres que están en este negocio por su gusto… porque quieren ganar dinero de la manera más fácil, así que no te engañes, No todas lo hacen por necesitad…
—Claro que no… unas lo hacen porque son obligadas… otras porque son engañadas… y no faltan las que lo hacen porque eso es lo que les gusta… incluso, las que lo hacen por necesidad, no obstante… siguen siendo personas… personas a las que respeto y no sería capaz de explotar en mi beneficio…
—Eres muy raro… ¿tienes idea de lo que estás rechazando…?
—Sí… algo que va contra mi educación… contra mis principios… algo que no concibo, aunque otros lo hagan… es más… tú mencionaste a Juan… pues Zepeda y yo no somos iguales en nada, él no tiene madre y yo… guardo un hermoso recuerdo y un profundo respeto por la mía… sabes bien que el Muñeco y yo nos conocemos desde niños… crecimos en la misma vecindad… nunca fuimos amigos y nunca lo seremos…
Te conté los motivos de nuestra rivalidad, te hablé con sinceridad de la forma en que fuimos creciendo, más nunca te conté que lo vi golpeando mujeres, humillándolas, y eso que aún no entraba de lleno al negocio, tal vez fue como comenzó a practicar, no lo sé ni me importa, te lo juro.
Nunca estuve de acuerdo en la forma de vivir que él tiene, así que no siento ningún respeto por lo que Zepeda, hace, no me inspira ningún temor la fama que tiene, mientras no se cruce en mi camino, que haga de su vida lo que se le pegue su gana… bueno… pues de solo pensar en hacer lo que él… es más que suficiente como para no hacerlo… no podría, aunque lo intentara, eso es más fuerte que yo…
—¿Acaso, no me amas Alexis…? —preguntó ella inquieta al ver que las facciones de Núñez, se endurecían.
Los ojos del pachuco, se le rasaban de lágrimas, el dolor se le reflejaba en el rostro, su voz se había tornado triste y decepcionada, era como si de pronto hubiera recibido la peor noticia que podía soportar, a Rebeca, le costaba trabajo aceptar que hubiera un hombre tan honesto y directo como él.
—Sí… si te amo, mucho más de lo que te imaginas… es más… para que tengas una idea de cuánto te quiero… hagamos las cosas al revés… deja todo… aléjate de esa vida y cásate conmigo…
Pondremos un departamento, modesto, viviremos de lo que yo gane en el taller, tú serás la señora de la casa y con el tiempo tendremos hijos a los que cuidarás y educarás…
Formaremos una familia y viviremos felices y amándonos, ¿qué dices…? —le dijo el pachuco al tiempo que un par de lágrimas escurrían por sus mejillas, y la veía de manera directa a los ojos para mostrarle su sinceridad.
—Es que… lo que hago es lo que he hecho toda mi vida… me gusta y nos daría para vivir con comodidades que con tu trabajo no podrías tener… debes comprender que…
—No… tú eres la que debes comprender que es lo mismo que me pasa a mí… lo que hago me gusta, lo disfruto y me satisface… y mucho más me llena, el saber que no le hago daño a nadie, que no lastimo a nadie, que no engaño a nadie, que todo es producto de mi esfuerzo y mi dedicación…
—No seas tonto, Alexis… te estoy ofreciendo una vida llena de comodidades, una vida…
—Una vida de engaños, dolor y miseria humana… una vida que no se la deseo ni a mi peor enemigo… una vida en la tendría que obligar, a un ser humano a que vendiera su cuerpo al mejor postor, a una persona a que vendiera su orgullo, su dignidad, su amor propio, sólo por ganarse unos pesos.
—No sé si tienes razón o no… pienso muy diferente a ti… sólo te pregunto: ¿Es tú última palabra…?
—Sí… la única… en el tiempo que llevas de tratarme ya deberías conocerme… jamás dejaría que una mujer se humillara vendiéndose para darme dinero… y si no lo he aceptado por las buenas, saliendo de ellas, menos lo haría si yo tuviera que obligarla, si tuviera que golpearla para que lo hiciera…
—¿Y entonces? ¿Qué va a pasar con nosotros…?
—Aunque me duela en el alma, aunque se me desgarre el corazón… creo que no podríamos seguir juntos… tenemos un concepto muy diferente de las personas, tú vives de explotarlas, a mí me gusta verlas libres y felices… si siguiéramos juntos, tarde o temprano nuestras formas de ver la vida nos iban a enfrentar.
—Tienes razón… no pensamos igual y lo mejor es que aquí termine todo… ¡Vete… vete ahora mismo…! Ya no quiero volver a verte… ¡Lárgate...! —dijo Rebeca sin poder contener las lágrimas que escurrían por sus mejillas, aquello le dolía más de lo que ella misma imaginó, sentía que se le desgarraban las entrañas.
Alexis, se limpió las lágrimas con el dorso de sus manos, se levantó y se vistió sin prisas, ella sollozaba, al terminar se encaminó a la puerta de la recámara y antes de salir volteo a verla y le dijo:
—Lástima… pudimos haber tenido algo muy bello y ser muy felices…
—¡Lárgate… ya no digas nada… vete…! —grito ella histérica
Alexis, salió de la casa y comenzó a caminar por la calle, se sentía triste, había perdido a otra mujer que había comenzado a amar, no importaba que ella tuviera más dinero, ni que fuera mayor que él, lo que importaba era a lo que se dedicaba, a explotar mujeres, a vivir de la degradación de las personas y eso era algo que él no podía soportar, algo que pensaba debía erradicarse, junto con todos esos explotadores humanos.
Rebeca, era la patrona de Juan, eran el uno para el otro, Alexis, no podía imaginarse cómo pudo pensar ella que podría convencerlo para que trabajara a su lado, para que conviviera con Zepeda, ¿cómo pudo creerlo?
Tal vez por ese motivo odiaba tanto a Juan, haciendo a un lado los problemas que tuvieron desde siempre, el que ese infeliz viviera de las mujeres era algo que le molestaba, ¿cómo podía obligar a una mujer a que lo mantuviera…? En definitiva, eso era algo que Alexis, no aceptaba, ¿cómo podía engañar, mentir y traicionar a las mujeres que confiaban en él obligándolas a venderse?
—¡Imbécil... más que imbécil...! Snif... snif... —gritó Rebeca sin poderse contener— es un estúpido de lo peor, le estoy ofreciendo el mundo a sus pies y sale con sus estupideces morales... con su educación bajobarriera, ¡Maldito... lo odio con toda mi alma...! ¿Por qué tenía que enamorarme de un hombre como él…? ¿Por qué tenía que conocer el amor con una persona que sabe entregarse de esa manera?
Rebeca, se había derrumbado sobre la cama llorando llena de amargura, ningún hombre la había despreciado nunca, muchos eran los que darían lo que les pidiera con tal de tenerla un rato entre sus brazos y aquel infeliz mecánico, la rechazaba, así como así, lo peor era el desprecio que sentía por la vida que ella llevaba, pudo verlo en su mirada cuando en Pachuca, le habló de los padrotes.
Su sentir hacia los vividores y explotadores era genuino, le brotaba de las entrañas.
¿Qué iba a hacer ahora sin él…? Se había acostumbrado tanto a sus caricias y a sus besos, a despertar entre sus brazos sintiéndose una mujer plena y satisfecha, que ahora no podía pensar lo que sería de su vida sin ese desgraciado al que le había entregado todo, todo, hasta su amor.
Más como él había dicho, entre ellos no podía haber nada, eran de mundos diferentes, de maneras de pensar opuestas, de modos de vida extremos, si al menos ella pudiera renunciar a todo con tal de estar con él, aunque sabía que no podría hacerlo, siempre extrañaría su modo de vida, el llevar el control de las personas y las vidas de estas, precisamente lo que tanto odiaba Alexis.
Rebeca, se había pintado el cabello de negro y se había vestido de manera diferente para poderse acercar a él sin que la reconociera, aunque sabía que tal vez no la había visto nunca, no podía estar segura que alguna vez uno de sus amigos la señalara y Alexis, la hubiera conocido, aunque fuera de lejos.
Su idea era convencerlo para que trabajara en la casa, con su pegue y su estilo, lo más seguro era que le llevaría más mujeres que ningún otro y eso era lo que ella precisamente necesitaba.
Además, sabría cómo mantener en orden a las personas, lo había visto cuando enfrentó al campeón de box por defender a Dolores, luego, Alfonso le había hablado de él con respeto y admiración, le contó que Alexis, mató a tres de sus pistoleros él sólo y que además les había dado una paliza a otros dos que lo golpearon sin motivo, eso aumentó su interés en conocerlo, para convencerlo.
Nunca se imaginó que iba a terminar enamorada como una colegiala, nunca pensó que llegaría a quererlo para ella sola, cuando se dio cuenta de que lo amaba, ya no había marcha atrás así que por eso decidió hablar con él, ya no quería que fuera un padrote más que le consiguiera mujeres, quería que estuviera a su lado, que la ayudara a llevar los negocios, llenos de amor y felicidad.
Lo peor de todo fue que, en sus ojos pudo ver cuanto despreciaba esa vida y eso le dolió, sintió ese desprecio hacia ella, hacia su persona y eso la lastimó más, sabía que jamás la volvería a ver con esa ternura, con esa pasión, con ese amor que le manifestara desde que la conociera.
Sabía que, aunque el pachuco la amara, mientras ella no renunciara al estilo de vida que llevaba, no volvería a buscarla y lo peor de todo era que, Rebeca, no quería dejar de vivir así.
No quería quedarse en casa esperando a que el marido volviera, de su trabajo y atenderlo, no quería ser una esposa sumisa y abnegada, llena de hijos y de responsabilidades hogareñas. Si bien, en un principio, cuando se casó con Marcos, pensó que ese tipo de vida la llenaría, no tardó en descubrir que no era así.
A ella le gustaba ser libre, vivir de noche, disfrutar de su poder, mandar y que le obedecieran, disponer de las personas que estaban a su servicio de la forma en que más le conviniera, sentirse la reina de la noche y saberse respetada, admirada y sobre todo, temida.
Alexis odiaba todo eso de comerciar con mujeres que por la razón que fuera se vendían en cualquier parte y cuando ya no servían en ese lugar, las vendía a otros lenones que explotaban lo que aún les quedaba, hasta convertirlas en despojos humanos y eso era lo que alejaba a Alexis de su vida.