Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo 5

Las lágrimas de Lia se escurrieron por sus mejillas cuando su amiga asomó la mano desde muy lejos, y le dijo adiós sacudiéndola hacia los lados.

Ni siquiera sabía si el temblor de su cuerpo era normal, ella solo titilaba muy fuerte con una aprensión en su pecho que no se quitaba. Amid estaba a su lado esperando en silencio, y aunque tenía que hacer miles de cosas tal como Mila le explicó, no quería moverse del sitio donde se encontraba, ni tampoco entender que tenía un camino muy oscuro por delante.

“Primero, debes decirle que tu nombre es Mila Jones…”

Mentiras… eso es lo que debía ejecutar desde que diera un paso hacia la reunión que tenía con el jeque, y Mila le había dejado claro que, adelantó media hora la cita, para que Almer y su acompañante no tuvieran de otra que callar. Según ella les explicaría a sus jefes la situación, pero no estaba segura de eso.

Al menos tenía el resto de día para repasar todo. Pensaría las cosas muy bien, y por supuesto, arreglaría todas sus cosas para estar lista para cualquier prontitud.

Amid caminó con ella y la dirigió hasta el auto. Hasta el lunes por la mañana ella sería tratada como Mila, eso, si no ocurría un problema con Almer por todo esto que estaban haciendo. Durante el recorrido del auto, ella no pudo evitar soltar un sollozo.

Estaba tan preocupada por Frank, tan lejos de todo y de todos, que se sintió más sola que nunca. En susurros pidió al cielo que todo saliera bien, que Mila llegara rápido y que todo volviera a la normalidad. Ahora mismo, aunque sonara loca, deseaba estar en ese despacho viejo, muy aburrida porque ya había adelantado meses de trabajo.

Por un momento dejó de pensar en su situación, y pensó en su jefe.

«¿Qué podía decirle?», era necesario notificarle que no regresaría en… ni siquiera sabía cuánto duraría esto. Y estaba segura de que Linkins estaría muy enojado.

—Dios… cuida su salud —pidió por el viejo.

—Hemos llegado, señorita —anunció su acompañante mientras ella asintió secando sus lágrimas—. ¿Desea que la ayude en algo…?

Por primera vez, Lia reparó atentamente hacia Amid mientras negó.

—No, Amid, ha sido usted muy generoso. Se lo agradezco mucho. Estaré en mi habitación trabajando. Pero a las 6 de la tarde, debo salir de nuevo a una reunión…

A ella le extrañó la firmeza de sus palabras, sin conciencia ya estaba entrando en su papel.

El hombre asintió hasta llevarla al ascensor, y luego le sonrió diciéndole:

—Entonces… la buscaré puntual señorita James…

Las puertas se cerraron y Lia descargó sus hombros rectos. Pegó la cabeza en el frío metal y soltó todo el aire que pudo.

Una vez llegada a la habitación, preparó todo sabiendo que no se preocuparía por la comida, porque la podía pedir en cualquier momento. Hizo su maleta, arregló sus papeles de último momento, y luego, abrió la laptop de Mila, para organizar todo lo que ella le había pedido que hiciera.

No fue difícil llevar a cabo algunas tareas: como correos, organización de esquemas que tenía por terminar, y por supuesto, leer todo el plan de trabajo que Mila había preparado para cuando fuese a Kuwait.

Ahora entendía por qué se la pasaba en ese bendito teléfono, tenía los documentos descargados para trabajar todo el tiempo cuando tuviese un hueco, y ya había visto estos esquemas en la pantalla de su móvil varias veces.

Le pareció impresionante la organización de su amiga para todo, agendas, horarios estrictos, notas importantes. Realmente se maravilló en como su trabajo era tan impecable.

*

Al pasar la tarde, y después de mucho, Lia miró su reloj que a la verdad tampoco era suyo sino de Mila, y luego se giró hacia la gran cama que tenía tras su espalda. Allí estaba el vestido que su compañera iba a colocarse para asistir a la reunión, pero cuando se levantó, pensó en otra cosa.

Le había visto a Mila un traje de Pantalón beige con chaqueta muy elegante, que también la hacía parecer formal, así que comenzó a prepararse, por supuesto para no hacer esperar a alguien tan importante.

Lo más seguro que es que fuese un hombre mayor, y la puntualidad debía ser muy indispensable para él.

Cepilló su cabelló, aplicó maquillaje y se vistió. A pesar de los nervios, el miedo y la incertidumbre, no pudo evitar sonreír ante el espejo. La gente cambiaba mucho con la ropa, por muy snob que sonara.

Aunque Mila puso algunas joyas como: pulseras, y cadenas para ella, junto con un perfume, decidió no tomar nada de ellos y aplicó su propia loción, simple, en su cuello y un poco en sus manos.

Tomó la laptop en un bolso, su teléfono celular, y luego informó por teléfono que ya estaba lista.

Por supuesto Amid estaba a su lado cuando un auto se detuvo frente a ellos, y en ese preciso momento sintió que el aire le faltó.

«Dios, ¿qué estoy haciendo?, por favor, ayúdame», dijo en su mente entre tanto sus labios temblaron.

A esta hora ya debería haber llegado Mila, y ya estaría con Elizabeth, pero sabía que precisamente, ella no escribiría cuando tenía tanto por hacer. Esperaría hasta la noche, y si no, le haría una llamada por chat.

El auto estacionó y desistió de sus pensamientos muy distorsionados cuando vio el restaurante al que habían llegado.

«Todo es lujo», pensó, pero también imaginaba que esto era solo lo que podían mostrar a un turista.

Amid le mostró el camino cuando la vio insegura y ella pasó un trago forzado mientras apretó sus labios.

«Solo… respira…»

Al entrar al lugar, dio el nombre de Mila Jones, y un hombre le sonrió de inmediato.

—La dirigirán a su mesa… su acompañante tendrá que esperar aquí.

Lia frunció el ceño hacia Amid, pero él ya estaba alejándose. Por raro que sonara, le hubiese gustado que estuviera a su lado en este momento.

Ella fue acompañada hacia una mesa, aún faltaban 5 minutos para la hora, y como se imaginó, su acompañante aún no había llegado. Eso era extremadamente bueno para ella, porque quería enviarle algunos mensajes a Mila para dejarla en sobre aviso que estaba a punto de encontrarse con su próximo jefe.

Esto de cierta forma le daba un poco de tranquilidad, al menos escribiendo lo que estaba haciendo la hacía pensar que Mila estaba a su lado.

En el momento en que sacó su móvil y dio las gracias a la persona que la condujo hasta aquí, una silla se corrió haciendo que ella levantara el rostro.

No pudo evitar parecer sorprendida, el hombre que estaba de pie frente a ella era… imposible de describir…

Sin embargo, pudo ver en sus ojos negros intensos que él parecía conmocionado al verla. «¿Qué había pasado?»

Lia desvió la mirada a su ropa, quería asegurarse de que no estaba manchada, se puso de pie muy nerviosa que hasta dejó caer el teléfono celular en la mesa.

—De verdad, lo siento… yo…

—¿Es usted Mila Jones? —esa voz solo hizo que Lia levantará la vista totalmente incrédula.

Podía jurar que era la misma, pero cuando ese olor llegó a sus sentidos no tuvo duda, él era el hombre en las sombras de ayer en la noche, y ahora que lo veía, solo podía mantener su mente en blanco.

Era tan alto como lo recordaba, a diferencia de que ahora mismo podía ver su color bronceado en ese traje que le queda justo a su medida. Sí, era muy fornido, un hombre que a simple vista se veía fuerte, con el cabello negro y cejas pobladas, junto con una barba moderada, y muy bien cuidada. Entre todo, era sus ojos más negros que la noche lo que la mantenía estática y sin poder quitarle la vista.

Lia pasó un trago duro y seco, se sentía tan pequeña a su lado que, incluso le dio miedo hablar. Nunca en su vida estuvo tan nerviosa, jamás.

—Por favor, siéntese… —escuchó que sus labios se movieron de una forma sensual, y solo sacudió su cabeza reprendiéndose una y otra vez.

«¿Qué me está pasando?», se preguntó mientras tomaba asiento y metía su cabello en la oreja.

En el momento en que vio sus hombros, se dio cuenta de que al menos cuatro hombres se sentaron detrás de ellos y su ceño se frunció.

—Mis guardaespaldas… y allá… —el hombre se giró señalando—. Los comisionados que me acompañan en este país.

Por supuesto, él era el jefe de una nación.

Como pudo Lia tomó el aire y se llenó de fuerza, el hombre por el que había soñado, necesitaba desaparecer de su ilusión, esta vez más que nunca.

—Señor… lamento todo esto —dijo mirándolo directamente y colocando su espalda recta—. Hubo… yo no soy Mila Jones, mi nombre es Lia James —¿Qué estaba haciendo?—. Mi compañera… mis jefes cometieron un error… ¿Alguien le dio información de Mila?

El hombre asintió confuso.

—Solo sus datos, debo saber su información legal, este trabajo es muy importante.

—Entiendo… —dijo Lia pasando otro trago y recordando la información que Almer le dio a Mila, el primer día que llegaron.

—Le… daré la mía en un momento, puede leer mis antecedentes…

El jeque reunió sus manos en una sola y tocó su propia boca.

—¿Por qué Brunel no está aquí puntual? ¿Ha pasado algo?

En ese instante ella sintió los nervios alterados.

—Ammm ¡no!, quiero decir, nada que sea un problema, fui yo misma quien adelantó su cita sin el consentimiento de mis jefes.

El hombre volvió a fruncir el ceño.

—¿Por qué motivo?

Aunque no supo por qué, Lia se la jugó.

—Es… es importante que usted confíe en mí, yo pude decirle que era Mila, mi compañera, y que mis jefes no cometieron errores al enviarle el archivo equivocado. Es fundamental que usted converse conmigo antes de que haya terceros en medio, al final, solo seremos usted y yo en el trabajo, señor…

Said se quedó mirándola fijamente. Era precisamente eso lo que a le costaba ejecutar, la confianza. Estaba rodeado de traidores, y su país junto a su vida, estaba, tambaleando por el mismo hecho.

Sin embargo, no podía evitar mirar a esa mujer con aprensión, era realmente impresionante saber que era la misma chica que lo había dejado con la garganta apretada ayer por la noche. Y aún más increíble, que sabiendo ya su nombre ella no le mintiera.

Lo había escuchado ayer cuando esa compañera llegó al balcón para interrumpirlos, y eso era lo que esperaba cuando le preguntó su identidad de nuevo, hace unos minutos.

Tenía un poco de desconfianza por la información que le estaba dando, por supuesto que había visto la foto de Mila Jones, y la mujer que estaba frente a él, no se parecía en nada a ella. Pero las últimas palabras lo habían dejado en el puesto, con ese calor que estaba irradiando su cuerpo.

Tomó el aire fuertemente asintiendo hacia ella, y volviendo la vista a sus labios sonrosados.

Comprobaría toda su historia cuando llegaran sus jefes, porque si algo tenía él es que podía ver la duda en los ojos de alguien, y ahora mismo ella lo tenía. «O ¿sería miedo, quizás?».

Quería ponerla aún más nerviosa, sabía que ella no estaba tan relajada como quería parecer.

—Imagino que debe saber quién soy yo…

—El gobernante de Kuwait… —por un instante ella retiró sus ojos y los llevó hacia un lado como si estuviera recordando—. Said Abdullah Al-Amad.

Said no pudo evitar sonreír, es como si ella estuviese diciendo una frase que se aprendió con mucho esmero.

—No me refería a mi título, ni a que seré su jefe, ni a mi identidad, señorita James…

Ella parpadeó varias veces un poco confundida.

—Yo… no logro comprender.

—Hablo de anoche… en aquel balcón.

El color de su boca sonrosada, palideció, y él se felicitó internamente.

«Pero ¿qué ganaría con eso?», estaba delante de una mujer que trabajaría con él por lo menos unos tres meses, aún no estaba seguro de ellos, y perdía el tiempo si quería tener un acercamiento para con ella.

No obstante, ayer por la noche, justo cuando derramaba una lágrima recordando a su padre después de que casi todo el mundo en la reunión le preguntó por él, junto a todo lo que tenía encima, el sonido de unos pasos hizo que su cuerpo se tensionara.

Ella estaba allí, amando su tierra, su mundo y deseando ser incrustada en él. Said no pudo evitar reaccionar ante ese vestido que se pegó a su cuerpo por el viento, dejando en evidencia su cuerpo pequeño y delgado. Tampoco pudo esconder como una sonrisa se dibujó en su rostro al verla cerrar los ojos y suspirar, se veía tan ligera, y tan invencible a la vez que, por primera vez en mucho tiempo, deseó tener a una mujer en sus brazos…

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.