Capítulo Cinco
—Oí decir que Jaime Olmos, vendrá a verte mañana —dijo de pronto Emma, dejando a un lado sus pensamientos y recordando la cita.
—Sí, con el negocio que me va a ofrecer, podré conseguir un nuevo ascenso en la empresa —respondió él con firmeza y seguridad.
—¿Crees que yo podría ayudarte en algo para que consigas el negocio?
Ernesto se sonrió benévolo, le acarició los rubios cabellos y dijo:
—Desde luego, voy a necesitar a una buena secretaría a mi lado.
—Tú me nombraste asistente, así que he estado estudiando, esta es mi oportunidad para ayudarte plena y totalmente en el negocio.
—Sí, Emma, aunque tenemos que ir poco a poco, por lo que he oído decir, Olmos, es un tipo anticuado, de la clase de individuos que no fuma y apaga las luces antes de parchar con su esposa. Bueno, eso si todavía puede parchar.
En ese momento él vio el reloj y comenzó a arreglarse sus ropas.
—Bueno, ya tengo que irme… tú sabes que debo guardar las apariencias con mi esposa, es parte de mi estatus —dijo él de pronto.
Los dos sabían que la esposa era hija de un millonario y que había mantenido a Ernesto, hasta el momento en que él alcanzo un buen cargo, ahora ya no le servía más y tenía que acabar con ella lo más pronto posible.
—¿Ya le hablaste del divorcio? —preguntó Emma, con un gesto de coraje en su rostro, al tiempo que acomodaba sus ropas.
—No... aún no. Esta demasiado ocupada con su maestro de tenis como para empezar con el juicio.
Emma, frunció más su rostro, siempre había alguna excusa en los labios de él para evitar el divorcio, pero no podía hacer nada para obligarlo a que le cumpliera sus juramentos de amor, tenía que manejarlo bien para lograrlo.
A la mañana siguiente, Ernesto llego media hora tarde a la oficina:
—¿Hay algún mensaje para mí? —le preguntó a Emma, sonriendo.
—El director desea verte.
Ernesto sintió un estremecimiento que le recorría el cuerpo, siempre notaba lo mismo cuando el jefe supremo deseaba verlo. No perdió el tiempo y acudió a su privado.
El director tenía buenas noticias, Jaime Olmos, firmaría con ellos.
—Quiero que trates bien a ese cliente, ya te he dicho que es raro, piensa que el sexo es sólo para que continúe la raza humana.
—No hay problema, creo que podré manejar al tipo como yo quiera.
—Como digas, pero ya sabes que no quiero una sola falla.
Salió del privado pensando que el viejo seguramente ya sabía algo de lo de Emma, y él. Aunque si no lo decía sus razones debía tener, así que no tenía caso moverle, después de todo él también era un pinche garañón, eso sí, muy discreto y reservado para sus cosas. Ahora lo que importaba era el trato que debían firmar y ver que todo saliera bien, todos querían que el negocio terminara ya que de una o de otra manera los beneficiaba
Esa misma noche se firmó el trato, el director, Jaime, Ernesto y Emma, estuvieron presentes y no hubo ni una sola queja de las cláusulas y demás detalles, todos estaban felices, brindaron con un par de copas y finalmente se despidieron como buenos amigos.
Ernesto y su vieja quedaron se separaron a los ojos de los hombres y dos calles después se reunieron.
—Debes dejarme manejar esa cuenta Ernesto —le dijo ella de pronto al momento mismo en que se sentaba dentro del auto viéndolo de una manera rotunda.
—Ya te dije que no. Debes esperar a que sea el momento, por ahora lo único que puedo hacer es pedirte que tengas paciencia, te aseguro que tu oportunidad llegara en el momento en que menos te lo imagines.
—Pero es que yo sé que puedo con el negocio, tu viste como me trato Jaime, ese hombre puede comer en mi mano si me lo propongo.
—¿Cómo...? ¿Dándole las nalgas?
—¿Y por qué no? A ti te las he dado y no he conseguido nada, así que ya va siendo hora de que le saque provecho al cuerpo ¿no? No me voy a pasar la vida esperándote.
—Ya que piensas de esa manera bájate del carro y sácate a la chingada, después de todo nadie te obliga a estar conmigo. Y ya que mostraste el cobre podré olvidarme de ti de la misma manera en que te tome, como algo pasajero.
—Mira Ernesto, yo siempre jalé derecho contigo y tú te estas pasando de cabrón, pero no hay bronca, acepto mi derrota, sólo te advierto que como enemiga soy muy desgraciada. Mejor recapacita y deja que yo maneje esa cuenta, todos ganamos y tú y yo seguimos parchando. ¿Te parece bien?
—No, a mí una vieja no me va a venir a poner condiciones, te advierto que si intentas algo en contra mía te correré de la empresa, mejor sigue parchando conmigo y olvídate de tus sueños de grandeza.
—Estas mal Ernesto y te aseguro que no vas a conseguir lo que quieres, el hecho de que tu vieja te vea la cara de pendejo y te maneje con su dinero, no quiere decir que tú tengas que desquitarte con alguien que te quiere bien y que desea ayudarte, aunque si así lo quieres, pues así que sea. No sabes que lastima me das por ser tan poca cosa.
Ella ya no espero respuesta, simplemente bajo del carro y se alejó, Ernesto, no intento detenerla, después de todo no tenía caso insistir, tal vez fuera mejor que todo terminara de aquella manera.
Mientras conducía iba pensando en aquel momento, Emma, ya se estaba convirtiendo en un problema, no se iba a divorciar de su esposa, al menos no por el momento y su amante ya insistía con frecuencia que lo hiciera.
Además, ahora lo que quería, entrar al negocio igual que él, no, no iba a permitírselo de ninguna manera, nadie debía hacerle sombra en aquel momento, sobre todo cuando se encontraba tan cerca de la gloria como en ese momento.
Al día siguiente, ella estaba decida, llegó temprano a la oficina, sabía que Ernesto se presentaría tarde como era su costumbre, así que tenía tiempo más que suficiente para realizar sus planes.
Estaba consciente de que el director era de los primeros en llegar al lujoso edificio y comenzar a trabajar, era un hombre muy dedicado, por eso mismo todos lo respetaban, así que la oportunidad era única para lo que estuviera pensando la noche anterior.
Con decisión camino hasta el privado del director, como lo imaginó no estaba su secretaría lo cual era un punto más a su favor, llego hasta la puerta y titubeo un poco, iba a tocar, aunque no lo hizo.
Aspiro con fuerza para darse ánimos, luego abrió la puerta y penetró al privado, el director levanto la mirada de los papeles que examinaba en ese momento y estaba por decir algo, cuando ella se plantó frente a su escritorio resuelta.
Emma, no dijo nada, simplemente comenzó a despojarse de sus ropas, primero bajó el cierre de su vestido, entallado, adaptándose a su cuerpo como una segunda piel, además con un pronunciado escote, que juntaba sus pechos de tal manera que lucieran más grandes y mamables en una forma incitadora, era un vestido más apropiado para las putas que para una secretaría.
Con lentitud, ella comenzó a bajarlo por la parte frontal de su cuerpo, no llevaba sostén, y el director se maravilló al ver que sus pechos eran firmes y muy grandes, por si solos, sin ayuda alguna de tela que los levantara más lucían duros y altivos, divinos para cualquier amante experto que los tuviera al alcance de sus manos.
El miedo que ella sintiera en un principio se fue convirtiendo en seguridad al ver el rostro de aquel hombre, estaba atento a todos sus movimientos.
El vestido siguió bajando y el director sintió un profundo calor que le recorrió el cuerpo, La excitación que ella estaba despertando en él, era como nunca la había sentido, aunque siempre deseo conocer a una mujer que lo enloqueciera por completo, como aquella mujer.
El vestido cayó al suelo y ella quedo totalmente desnuda. La hermosa rubia no llevaba calzón. La abundante mata de pelos rizados y rubios quedo al descubierto de manera impúdica, como invitando a su espectador a que los besara y los acariciara con lo que quisiera.
El hombre estaba anonadado con aquel espectáculo tan bello, Emma, en verdad era hermosa, a tal grado que el director salió de su escritorio y camino alrededor de ella gozándola y poseyéndola con la mirada, estaba muy cachondo.
Debía reconocer que desde que conociera a la secretaria la había deseado, aunque al saber que era el detalle de Ernesto, se mantuvo a la distancia ya que no quería problemas por una nalguita, al fin y al cabo, que él tenía de donde escoger, pero esa mujer superaba a todas las que él se parchaba.
Se acercó a la muchacha un poco más y paso las yemas de sus dedos por la tersa y delicada espalda de ella, con verdadera suavidad.
Emma, sintió un estremecimiento que recorría todo su cuerpo, sólo que, no se apartó de aquel delicioso contacto que le estaba gustando.
El hombre deslizó sus manos una y otra vez por aquella aterciopelada piel blanca, subiéndolas hasta la nuca y bajando hasta el nacimiento de aquel par de nalgas soberbias y hermosas, paradas y firmes, carnosas y divinas que formaban un delicioso y carnoso trasero.
—Bella... realmente eres hermosa y divina, me fascina tu cuerpo —dijo con emoción en su voz, delatando su excitación.
Cuando las manos del hombre llegaron a los primorosos y blancos pechos. La reacción de los pezones fue inmediata, se irguieron retadores, a toda su capacidad, como dos cerezas maduras. Los expertos dedos recorrieron la delicada piel de aquel par de exquisitos senos en repetidas ocasiones, llenándose de ellos gozando de su calor, de su tamaño, de su forma, era delicioso acariciarlos de esa manera tan bella.
Realizaba todos sus movimientos con delicadeza, aunque de pronto sus manos se apoderaron abiertamente de aquellas chichotas, con firmeza y determinación, las estrujo con un demencial deseo.
Ahora si Emma, se estremeció visiblemente, aquella caricia había sido tan sorpresiva que ella no se encontraba preparada para recibirla tan plenamente.
El director se agachó un poco y se metió el pezón del pecho derecho en la boca, lo succiono suavemente, chupeteándolo con placer y lujuria, deleitándose en plenitud con aquella caricia, paladeando y disfrutando de ese agradable calor que despedía la piel y del grato sabor que invadía su paladar, verdaderamente goloso tomo el otro pezón en su boca y lo chupo generosamente, abarcando lo más que podía de esa chiche, marcando grandes medallones púrpuras sobre la fragante y delicada piel de los mismos.
La hermosa rubia ya no pudo contenerse, se dejó llevar por su ardiente y explosivo temperamento, así que estiro su mano para apoderarse del garrote del macho, era necesario que entrara en acción de una buena vez para hacer su trabajo.
Primero, lo oprimió sobre la tela del pantalón y del calzón, al sentirlo duro por completo, lo liberó de su prisión para rodear aquel chorizo con sus dedos, sintiendo en la palma de su mano la quemante piel del garrote que palpitaba por sí solo, como agradeciéndole las caricias que le otorgaba.
Mientras le estaba mamando los pechos, el director fue bajando, con suavidad, sus manos por la espalda de ella para llegar a las perfectas nalgas y acariciarlas con firmeza y seguridad, las apretó entre sí, las oprimió con sus manos sintiéndolas duras y bellamente modeladas, no se pudo contener y llevo su mano derecha hacia adelante para meterla entre las deliciosas piernas de Emma, acariciando aquella pelambrera rojiza y apretar con su palma la húmeda rendija pasional de la cachonda mujer, que ya se encontraba dispuesta a todo.
Ella casi dio un grito de placer al sentir aquella caricia tan íntima, abrió un poco las piernas para dejar que él hiciera lo que se le viniera en gana en la carnosa pucha que lo único que deseaba en ese momento era que la penetraran y la hicieran gozar como estaba acostumbrada.