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Capítulo 4

Algunas horas más tarde…

Ama al pobre.

Para las personas que todavía no han tenido el privilegio y la dicha de conocerme, soy Giotto Marchetti. Un apuesto hombre y la bendición de mucha gente. Gracias a mí, un pequeño tercio de la población de este país tiene empleo. Lamentablemente no soy el dueño de la empresa, pero hago mi mejor esfuerzo por traer dinero a la mesa de todos.

De verdad soy un gran tipo.

No es por presumir, quiero aclarar que soy un sujeto humilde, pero no puedo tapar el sol con un dedo. Simplemente soy el mejor en todo. Desde pequeño fui sobresaliente y físicamente al ir creciendo, me convertí en el dios griego que las mujeres siempre desean.

En efecto, soy deseado.

—Gio, ¿en qué estás pensando ahora, hijo? —pregunta mi hermosa madre.

Ella es una guerrera y todo pelea. Sus decisiones la llevaron a ser una de las mujeres más prestigiosas en cuanto a la clase alta. Es la organizadora de eventos más buscada de Europa, pero estoy en desacuerdo en una de esas decisiones.

Eligió el amor antes que el trabajo.

Sí, lo sé. Aunque ella está increíblemente bien económicamente porque mi tío es extremadamente rico, no quiere decir que esté de acuerdo en que siempre tome malas decisiones. Ella es estupenda, pero el resto de la clase común, eligen el amor y se mueren de hambre.

Cuando el mundo se dé cuenta de que: Amor con hambre no dura, ese día dejarán de romántizar la miseria y dejarán de decir que el amor todo lo puede. Porque sí, es delicioso hacer el amor con quién amas, pero si tienes para comer tres días sí y seis no, ¿cuánto vas a soportar? Seas hombre o mujer, ¿cuánto debes soportar por amor hasta darte cuenta de que la relación más estable y fuerte, se quiebra si falta dinero?

No porque Camilo diga que no tiene para darte un peso, pero si tiene para darte mil besos, quiere decir que todos los hombres sean Camilo. Primero, él tiene dinero y segundo, está romantizando la pobreza.

Así que no estoy de acuerdo en promover la pobreza.

—Que estuve escuchando una canción de un sujeto de habla hispana y he quedado impactado de lo mal que está este mundo —mi madre me mira con gracia—. Venga, mi chófer es mexicano y es el tipo más increíble que conozco y ambos estamos indignados de esa canción. Me estuvo explicando la situación y quedé muy sorprendido.

—Sí, y no te olvides que también lo odiabas porque no te trataba como te lo merecías —toma de su jugo—. Óscar es un gran hombre y muy admirable. Todavía no sé cómo es que te ha soportado todos estos años.

—Era un crío y ya he cambiado muchísimo. Además, Óscar me ama, no tiene quejas de mí. Se adapta a la perfección conmigo y podemos tener desacuerdos con lo que respecta a mi genial personalidad —agrego—. Mamá, he cambiado muchísimo, ¿por qué nadie se da cuenta?

—Porque acabaste una cafetería hace unos días por la simple razón de que no te atendieron rápido. Además, una persona que cambió y es humilde, no vive diciendo eso —hago una mala cara—. Estoy completamente de acuerdo con que este mundo es una completa corrupción, pero debemos marcar la diferencia con trabajo duro y tener sentimientos para no perder el sentido de humildad.

—Te informo que a la empresa le ha ido de maravilla desde que soy lo que describes, solo que no romantizo la pobreza. El tiempo es dinero y créeme, mamá, que, si tu esposo no estuviera bañado en dinero, tú fueras la primera en irte —cruzo mis brazos al verle media sonrisa.

—Cariño, en mi caso no hubo términos medios. Nunca podré imaginar a Alek de otra manera porque él simplemente no me permitió verlo así —estira su brazo sobre la mesa y juega con sus dedos para que la toque—. Solo te pido, mi pequeño gran muchacho, que dejes de ser un imbécil y tengas más sentido común.

Es bonito cuando ella me habla así. Eso quiere decir que estoy haciendo las cosas bien y ella está orgullosa de mí.

—Si tan solo me dieras la empresa…

—¡Giotto, por favor! —retira su mano cuando yo la iba a tocar—. Es que ninguno de ustedes tiene sentido común. Antonella, Lukyan y tú se creen superiores al resto y si les damos el poder que tanto desean, serán unos dictadores —frunce el ceño—. Ninguno sabría controlar tanto poder y un hombre con mucho, la ambición y las ganas de querer más, los va a volver ciegos.

—¿Y eso es malo? Soy lo suficientemente capaz de nivelar las cosas, Arya. Que tú no las quieres ver, es diferente —suspiro molesto.

—Destruyes las miniempresas, eres cruel con tus empleados. No les das la oportunidad de un nuevo trabajo. No los asciendes, no les permites hablar. Te tienen miedo a ti y a los otros dos idiotas que te acompañan adonde sea. ¿Crees que Aleksandr te dará la empresa? —niega con la cabeza.

—Pues sí, pero Lauren, Donato y tú, no —hago una mueca de desagrado—. Mis empleados me respetan, me aman y alaban mi ser, pero tú ni nadie está preparado para esa conversación. La diferencia entre mis tíos y ustedes es que las cosas las hacemos como ellos.

—Ellos son mafiosos, ustedes no y deben dejar de creerse unos. Actúen normal y jamás permitiría que hagan las cosas a su modo. Bastantes quejas y psicólogos se han tenido que pagar a los pobres empleados a los que les destrozan el autoestima —me mira desafiante.

—Generación débil y llorica. No cambiaré mi manera de ser cuando no le veo fallos. Si les gusta bien y pues me vale tres hectáreas de verga lo que piense el resto. Soy perfecto y sigue pagando el psicólogo a desconocidos, que ese dinero sale del bolsillo de la empresa que estoy llevando a la cima —respondo con frialdad.

—Me decepcionas, cada día estás peor y no sabes cómo odio que los niños que tanto amé, desaparecieran y se hayan convertido en un saco de huesos sin ningún tipo de humanidad ni humildad —sus ojos se cristalizan.

—Es lo que hay y las cosas van bien —suspiro y cierro los ojos—. ¿Van a sacar a Alexia de la empresa?

—No —dice tajante.

—Que pases buenas tardes, Arya —me levanto de la silla.

—Siempre es un placer ser la piedra de tu zapato, cariño —se levanta de la silla—. Estuvo delicioso el almuerzo, para la próxima llévame a comer tacos o paella. No me gusta la sopa.

Se acerca donde estoy y me da un beso en la mejilla para luego irse. Así son los almuerzos con ella. Bastante típicos y llenos de mucho amor. Me molesta su actitud la mayor parte del tiempo, pero es lo que hay.

No cambiaría por nada del mundo a mi madre, pero tal vez, solo tal vez, desearía que ella confiara un poco más en mí y en mi sentido de hacer las cosas.

Del resto, la amo.

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