Capítulo 5: El comienzo del plan de venganza
Al volver a Clothville, el corazón de Aurora era muy diferente al de antes.
Su decimoctavo cumpleaños había alterado toda su trayectoria vital; el hombre que pretendía proponerle matrimonio la había traicionado con su mejor amiga. Su familia había urdido planes para despojarla de sus acciones e inculparla. El hombre que pretendía ayudarla solo buscaba su cuerpo, sin buenas intenciones. Todos a su alrededor albergaban malicia, pero años de batallar en el mundo de los negocios la habían vuelto aún más oscura que ellos.
Actualmente, no podía volver a casa, ya que su padre se había creído por completo las calumnias de su madrastra. A lo largo de los años, no le había enviado ni un céntimo, esperando que pereciera por sus propios medios. Habían contratado a numerosos asesinos para eliminarla, pero, afortunadamente, su resistencia le había permitido escapar una y otra vez.
Cameron conducía un Maybach a un hotel cercano.
"Señorita Montgomery, ha habido un problema temporal con la casa que el señor Betts arregló. Tendrá que quedarse en el hotel unos días. ¿Qué tipo de casa le gusta? Le prepararé una nueva y si necesita algo puede decírmelo".
"Me gusta el mar. Encuentra una propiedad cerca de la orilla del mar. ¿Nos dirigimos al Emberly?" A pesar de haber estado fuera durante tres años, todavía estaba familiarizada con las carreteras; en esta ruta solo había un hotel de cinco estrellas, El Emberly.
Cameron asintió: "Sí, El Emberly está cerca del mar, el señor Betts ya tiene la habitación preparada".
"No hace falta, llévame al Grand Belcourt". Los ojos de Aurora se oscurecieron: aquel incidente había quedado muy atrás.
"Pero el señor Betts dijo expresamente que no debías ir a ese hotel", recordó Cameron las repetidas advertencias de Asher para que no la dejara ir allí.
No esperaba que Aurora sacara el tema ella misma. El Grand Belcourt era el territorio de la familia Alvarez, y Asher tenía buenas intenciones de evitar que ella reabriera viejas heridas. Pero la había subestimado: ¡había vuelto para hacer pagar un precio doloroso a quienes la habían herido hacía tres años!
Ahora que era inmune a todos los venenos, ¿por qué iba a temer a un Hayden cuyo amor una vez acarició como una simple niña?
"He dicho que me lleves al Grand Belcourt", reiteró, sonriendo mientras hablaba. Sin embargo, a Cameron le pareció ominosamente frío.
"De acuerdo". Cameron giró el coche a regañadientes.
En el vestíbulo del hotel, Cameron estaba tramitando la reserva. Aurora llevaba un vestido negro y el pelo recogido. Sus pálidas piernas cruzadas dejaban entrever su elegante cuello con un movimiento de cabeza, y su singular porte atraía sin esfuerzo las miradas de muchos transeúntes.
"Señorita, todo está listo". Cameron le entregó una tarjeta de habitación, recordando sus instrucciones de no llamarla por su nombre en público, aunque su noble educación ya resultaba inconfundiblemente imponente.
Aurora se levantó suavemente, cogió la tarjeta de la habitación y se dirigió hacia el ascensor. Justo al llegar, vislumbró a alguien que entraba por la puerta principal.
El hombre que se acercaba llevaba un traje oscuro impecablemente confeccionado y planchado. Su rostro, amable como siempre, mostraba algunos rasgos de madurez más que tres años atrás, pero seguía siendo sorprendentemente apuesto.
Era Hayden, y no había esperado que fuera la primera persona con la que ella se encontrara a su regreso.
Al ver los ojos ligeramente desenfocados del hombre, supo que estaba borracho. Si pensó que ella correría hacia él llorando, preguntándole por qué la había tratado tan mal, estaba muy equivocado.
"Cameron, puedes irte. Ven a recogerme aquí mañana a las siete de la mañana". Instó a Aurora.
"Sí, señorita, llámeme si necesita algo". Las palabras de Cameron se interrumpieron cuando ella ya se había alejado.