

Capítulo 2: Suplícame, y te ayudaré
Cuando Aurora se desplomó en sus brazos, el ceño del hombre se frunció con una mezcla de sorpresa y alarma. Los ojos de la joven aún conservaban rastros de lágrimas, y su elegante vestido estaba manchado de barro y hojas. Ella no llevaba zapatos; su aspecto era lamentable.
Una mano fría rozó el rostro delicado de Aurora mientras el hombre hablaba con una voz peligrosamente seductora.
"Te ayudaré, pero tiene un precio."
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Aurora. Todo en este hombre irradiaba peligro. Ella tragó saliva y miró de reojo a los dos hombres que la perseguían. No tenía elección. Sus ojos brillaron con determinación.
"Bien, te pagaré", dijo Aurora con firmeza, recordando que ella era la única heredera legítima de la familia Montgomery.
El hombre sonrió con frialdad.
"Perfecto."
Sin decir más, la levantó en brazos y dio una señal a alguien cercano.
"¡Baja a esa mujer ahora mismo!"
Los dos matones gritaban furiosos mientras se acercaban, pero de pronto, uno de ellos soltó un alarido de dolor y cayó al suelo. Sonidos de golpes secos llenaron el aire.
Aurora se encogió contra el pecho del hombre, aferrándose a su manga con desesperación.
Él la llevó hasta su coche, donde un conductor los esperaba con un paraguas. Aurora se sintió miserable durante todo el trayecto, intentando mantenerse lo más alejada posible de él. No sabía a dónde la llevaba este hombre ni qué iba a suceder. Su mente estaba demasiado nublada para pensar con claridad.
Finalmente, el auto se detuvo. Antes de que pudiera reaccionar, él la cargó de nuevo y la arrojó sobre una lujosa cama.
Aurora se sentía ardiendo, con su cuerpo sofocado por el calor. Miró al hombre de pie junto a la cama.
Él era alto, vestía un impecable traje negro, con facciones esculpidas como una estatua, y mirada fría y distante. Sus labios se curvaron en una leve sonrisa burlona. Tenía la presencia como un rey observando a su súbdita.
El hombre notó el rubor de Aurora y entendió al instante.
"Me siento horrible… ¿Podrías llamar a un médico?", suplicó ella con voz débil.
El hombre inclinó la cabeza con diversión.
"Ya resolví tu problema. Ahora es momento de que me pagues." Desabrochó su corbata con calma y comenzó a despojarse de la camisa.
Aurora se quedó helada. ¡No había pensado que "el precio" sería ella misma!
El pánico la invadió. Se apartó un poco, más alerta que antes.
"Puedo darte dinero…", balbuceó.
Él soltó una risa seca.
"¿Crees que necesito dinero?" Su voz sonó burlona mientras se inclinaba sobre ella. "Tu reacción es bastante entretenida."
"Yo no…", murmuró Aurora, sintiendo cómo su pulso se aceleraba.
"Hoy cumples dieciocho años… ¿No crees que es hora de hacer algo propio de los adultos?"
El aliento cálido del hombre la rozó el oído, y un escalofrío recorrió su espalda.
"¡Detente! "gritó con desesperación. "¿Sabes siquiera quién soy?"
El hombre se apartó un poco, con una expresión enigmática.
"¿De verdad crees que tu identidad sigue teniendo algún valor? En este momento, tu novio está disfrutando de otra mujer. Tu querida amiga Susan Simmons y tu hermanastra prepararon una trampa para que te atraparan con otro hombre en la cama."
Aurora sintió que la sangre se le helaba.
"Tu madrastra ya contactó a decenas de medios para exponer tu escándalo. Y ni hablemos de las acciones que debías heredar… Para cuando todo esto termine, tal vez ni siquiera puedas llevar una vida normal."
Las palabras del hombre cayeron sobre ella como un balde de agua helada.
Aurora recordó las fotos que los matones tomaron. Aunque aún llevaba ropa en ese momento, el escándalo sería inevitable.
"¿Quién eres tú? ¿Cómo sabes todo esto?", preguntó ella y lo miró con frialdad.
El hombre sonrió con indiferencia.
"¿Yo? Solo un espectador, conejita. Ahora dime… ¿Qué piensas hacer?"
Sus dedos rozaron la mejilla de Aurora con una caricia ligera pero peligrosa.
"¿Qué debería hacer?", repitió ella en un susurro. Su cuerpo se sentía cada vez más caliente, su mente nublada.
Él inclinó la cabeza y susurró en su oído con una voz tentadora:
"Tal vez, si me suplicas… te ayudaré."
Aurora ya no podía pensar con claridad.
"Por favor… ayúdame…"Suplícame
Tan pronto como las palabras salieron de sus labios, él la besó con una intensidad arrolladora.
El fuego se extendió por su cuerpo, el efecto de la droga haciendo que anhelara sus caricias. Nunca había sentido algo así con su novio.
Esa noche quedó marcada en su piel y su alma.
Había entregado su cuerpo a un completo desconocido.
Pero quizás, al final, ambos obtuvieron lo que necesitaban.
Ella, un antídoto para su tormento.
Y él, el placer de devorarla sin descanso hasta el amanecer.
Sus lágrimas empaparon la almohada, mientras su mente repetía, una y otra vez, los nombres de aquellos que la traicionaron.

