Secretos y Desafíos
Las primeras luces del amanecer se filtraban a través de las cortinas de seda de la habitación, despertando suavemente a Aitana. Durante un momento, el peso de la realidad aún no había caído sobre sus hombros. Podría haber sido cualquier otra mañana, en cualquier otra casa. Pero al abrir los ojos y ver los techos altos, las paredes adornadas con obras de arte y los muebles de lujo que llenaban la habitación, todo volvió a su mente. La familia Alarcón, su verdadera herencia, el hijo que llevaba en su vientre, y la traición de Nicolás.
Un ligero golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante —dijo Aitana con voz somnolienta.
La puerta se abrió lentamente, y la figura esbelta y elegante de Victoria Alarcón entró en la habitación. Su presencia irradiaba autoridad, pero esta mañana su expresión parecía más suave.
—Buenos días, querida —dijo con una sonrisa medida—. Espero que hayas descansado bien.
Aitana asintió, aunque la verdad era que había dormido inquieta, con sueños llenos de confusión y sombras del pasado.
—Quiero que sepas que, aunque todo esto pueda parecer abrumador, estamos aquí para ayudarte en cada paso del camino —continuó Victoria, acercándose a la cama—. Hay muchas decisiones que debemos tomar en conjunto, pero por ahora, lo más importante es que te mantengas tranquila y segura mientras esperas el nacimiento de tu hijo.
Victoria hizo una pausa y sacó de su bolso una tarjeta dorada y brillante, decorada con el escudo de la familia Alarcón. La colocó con delicadeza sobre la mesita de noche junto a Aitana.
—Esta tarjeta —explicó— te dará acceso a todo lo que necesites. No tiene límites. Además, como miembro de la familia Alarcón, tu nombre ahora tendrá un peso considerable en cualquier lugar al que vayas. Sin embargo —agregó con seriedad—, es crucial que mantengamos tu verdadera identidad en secreto hasta que llegue el momento adecuado. Hay demasiados intereses en juego, y no podemos permitir que nadie se entere de tu situación hasta que estemos listos.
Aitana miró la tarjeta dorada con cierta incredulidad. Todo era demasiado irreal. Ayer había sido una esposa abandonada, y hoy se encontraba rodeada de lujo y poder, con una tarjeta que prometía el mundo a sus pies. Pero el dolor aún estaba allí, un recordatorio constante de lo que había perdido.
Victoria notó su vacilación y colocó una mano reconfortante sobre la de Aitana.
—Tómate el tiempo que necesites —dijo suavemente—. Nadie espera que te adaptes de inmediato. Pero mientras lo haces, no olvides que ahora tienes el respaldo de toda esta familia. No estás sola.
Con esas palabras, Victoria se levantó y se dirigió hacia la puerta.
—Hoy será un buen día para salir y despejar la mente —sugirió antes de marcharse—. Visita los lugares que más disfrutes. Y recuerda, querida, el mundo ahora está a tus pies.
Cuando Victoria se fue, Aitana se quedó mirando la tarjeta dorada. La sensación de vértigo volvía a invadirla. Sentía como si hubiera sido arrojada a un mundo extraño y sofisticado, uno que apenas empezaba a entender. Pero algo en ella, una chispa de determinación que siempre había tenido, se avivó. No podía permitirse ser una víctima más del destino. Tomó la tarjeta y decidió hacer lo que Victoria había sugerido. Necesitaba salir, respirar aire fresco y, tal vez, comenzar a acostumbrarse a su nueva realidad.
El centro comercial "La Fuente Imperial" era el lugar más exclusivo de la ciudad. Sus altos techos de vidrio, sus jardines interiores y sus tiendas llenas de los productos más lujosos del mundo atraían a las élites más poderosas. Aitana había escuchado hablar de este lugar, pero nunca había imaginado que pondría un pie en él como clienta. Al llegar, los empleados la saludaron con una cortesía que casi la hizo sentir incómoda. Caminó despacio por los pasillos, admirando la opulencia que la rodeaba. Era un mundo diferente al que estaba acostumbrada, un mundo de excesos y riquezas inimaginables.
Después de pasear por varias tiendas, sus pasos la llevaron a una joyería de renombre internacional, "L' Éclat de Minuit". La entrada era una obra de arte en sí misma, con cristales tallados que reflejaban la luz de los candelabros dorados. Dentro, las vitrinas brillaban con diamantes, esmeraldas y rubíes, cada pieza más exquisita que la anterior. Aitana entró y fue recibida de inmediato por una vendedora, que la observó con una mirada curiosa pero respetuosa.
—Bienvenida, señorita —dijo la mujer con una sonrisa profesional—. ¿Hay algo en particular que le gustaría ver hoy?
Aitana, aún sintiéndose fuera de lugar, asintió con timidez.
—Solo estoy mirando, gracias —respondió, mientras se acercaba a una vitrina que mostraba collares de perlas que parecían sacados de un cuento de hadas.
Pero su tranquilidad se desvaneció cuando escuchó una voz que reconoció al instante.
—Vaya, vaya. ¿Quién diría que te encontraría aquí?
Aitana se giró lentamente, su corazón comenzó a latir con fuerza. Allí, de pie en la entrada de la joyería, estaba Valeria Montenegro. La mujer que había destrozado su matrimonio. Su presencia irradiaba una arrogancia que hacía que la temperatura de la habitación pareciera bajar varios grados. Valeria estaba tan impecable como siempre, con su vestido ajustado de diseñador y su cabello perfectamente peinado. Sus labios pintados de un rojo intenso se curvaron en una sonrisa que Aitana supo de inmediato que no era amistosa.
—Qué sorpresa verte aquí, Aitana —dijo Valeria mientras se acercaba lentamente, sus tacones resonando contra el suelo de mármol—. Nunca pensé que te gustaran los lugares como este. Pensé que tu estilo era más… modesto.
Aitana respiró hondo, tratando de mantener la compostura. No podía permitir que Valeria la hiciera sentir inferior, no esta vez. Tenía que recordar quién era ahora, y qué significaba su nueva realidad.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Valeria —respondió con calma, intentando mantener una expresión neutral.
Valeria soltó una risa burlona.
—Eso es cierto. Me pregunto si Nicolás sabía más de ti de lo que aparentabas. Aunque, para ser honesta, parece que no lo impresionaste lo suficiente como para que se quedara. Pobre Aitana, tan ingenua.
La vendedora, que había estado observando la escena en silencio, se tensó visiblemente al darse cuenta de la hostilidad entre las dos mujeres. Pero antes de que pudiera intervenir, Valeria avanzó hacia una de las vitrinas y tomó un anillo de diamantes, levantándolo para examinarlo bajo la luz.
—Este anillo es perfecto —dijo con desdén, sin dejar de mirar a Aitana—. Aunque no sé si te alcanzaría para algo así. Tal vez deberías volver a lugares más… asequibles.
Aitana sintió el calor subiendo a sus mejillas. Había llegado al límite de su paciencia. Recordó la tarjeta que Victoria le había dado esa mañana, el símbolo del poder que ahora tenía. Era el momento de utilizarlo, no solo para defenderse, sino para demostrar que no iba a dejarse humillar más.
—En realidad —dijo con firmeza—, me parece que ese anillo es demasiado pequeño para mis gustos. Prefiero algo más… exclusivo.
Valeria alzó una ceja, sorprendida por la seguridad en la voz de Aitana. La vendedora, al percibir el cambio de tono, rápidamente se acercó con una sonrisa profesional.
—Señorita, ¿le gustaría ver nuestra colección privada? —preguntó—. Tenemos piezas únicas que no están en exhibición. Solo se muestran a nuestros clientes más selectos.
Aitana asintió con una elegancia que sorprendió incluso a ella misma.
—Sí, me gustaría verlo.
La vendedora la guió hacia una sala privada en la parte trasera de la tienda, donde se mostraban joyas que hacían que todo lo demás pareciera insignificante. Valeria, aún sorprendida, se quedó en la sala principal, incapaz de ocultar su desconcierto. Mientras Aitana se probaba un collar de diamantes que parecía capturar toda la luz de la habitación, comprendió que estaba entrando en un nuevo capítulo de su vida. Uno donde no sería una simple espectadora, sino una jugadora clave.
Cuando regresó a la sala principal, el ambiente entre las dos mujeres había cambiado drásticamente. Valeria la miraba con ojos que ocultaban frustración y una creciente incomodidad. Aitana, por su parte, mantenía una calma exterior que no había sentido en mucho tiempo.
—Tal vez deberías acostumbrarte a verme en estos lugares, Valeria —dijo Aitana antes de girarse y salir de la tienda con una tranquilidad que desmentía la tormenta de emociones en su interior.
Al salir al aire libre, Aitana respiró profundamente. Sabía que la batalla por su futuro apenas había comenzado. Pero ahora, con el poder y la protección de los Alarcón, estaba lista para enfrentarse a todo lo que viniera.