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La Cena

Capítulo tres

A pesar de que se llama La Antorcha, lo que tengo a mi vista no le queda al nombre rústico. Volteo a ver a Wade quien me observa expectante con sus manos en los bolsillos.

—¿Te gusta? —sonrió.

—Como no me va a gustar, esto es impresionante —volteo—Discúlpame, es que nunca he estado en un restaurante.

Sonríe—Claro, pero ven, siéntate— saca la silla de madera con delicadeza, hago caso a su petición y me asiento.

—En serio, discúlpame—observo su atractivo rostro mientras él me mira divertido.

—No te preocupes, Sara, yo digo cosas como esas todos los días.

Por sus ojos pasa una pizca de maldad—Eso es una confesión muy personal, ¿no lo cree así?

Suspira—¿Qué te dije con lo de señor?

—Oh, disculpa es que estoy tan acostumbrada a llamar a mi madre Elizabeth o madre que para mi son términos grandes o por así decirlo—me encojo de hombros.

—Disculpen —habla una voz a nuestro costado y puedo deducir por su tono que es la chica agradable—Aquí está su carta para ordenar, estaré en la puerta hasta que decidan.

Miro el libro en mis manos y bajo mis hombros decepcionada.

¡Rayos!

Debí prestarle más atención a mamá cuando me daba esas clases de cocina. Observo a Wade de reojo y este parece pensar en que escoger.

Sé que lo siguiente que haré no me concierne a mí. Carraspeo—Wade, ¿puedo pedir? —él alza su vista, asiente y cierra la carta rápidamente.

Hago una señal para que la chica venga y ésta se acerca.

—Yo quiero lo que el Chef me recomiende o decida y ¿para ti? —volteo a verlo.

—Lo mismo, dile al Chef que me sorprenda —habla con un tono de voz divertido y ronco.

La camarera asiente con una hermosa sonrisa y se va de nuestro lado—¿Sabes como se llama la chica? me agrada más que la anterior.

—Creo que se llama Arelis. He estado un poco aquí y ella no me atiende mucho —mira en dirección donde se ha ido.

Suspiro—o sea que pocas veces estás en esta zona.

—Sí, yo por lo general no vengo mucho y cuando vengo es a comer algo rápido y eso lo puedo hacer desde la primera planta.

Se ve como un tipo cálido.

Coloco un brazo sobre la mesa y apoyo mi cara en mis manos —A pesar de que eres millonario, eres amable—¿eso lo dije en voz alta?

Retrocedo y miro hacia otro lado tratando de evitar su mirada. Lo observo de reojo y su aspecto está algo desencajado—No lo creo así.

Junto mis cejas —¿Por qué?

—Porque tengo secretos y defectos, y no preguntes más sobre eso o me dejara la impresión de que eres —su tono frío retumba por mis oídos y llega hasta mi corazón.

Eso me dolió y como no lo conozco, no puedo decir ni una palabra. Alzo mis cejas y aplasto mi boca, miro todo el lugar y no vuelvo a hablar hasta que llega la cena.

Comemos en silencio y rápido, aunque, no sé si le pueda llamar comer rápido a llevarse grandes bocados de papa rellena con carne a la boca. Siento su mirada en mí como un maldito león cuando asecha a su presa y eso me molesta, y mucho.

Yo soy la presa.

Termino de comer y me levanto—La cena estuvo genial, gracias por la invitación—salgo lo mas rápido que puedo de ahí.

No dejaré que alguien me hable así.

Llego a la recepción del segundo piso y Arelis me observa extrañada.

Abro y cierro la boca agitada—Ábreme la puerta, rápido—mi mirada asustada hace que se alarme.

—pero... —vuelve a decir y la interrumpo.

—Ahora —observo hacia atrás y noto que Wade está a pocos pasos de mí, veo en dirección en donde estaba mi madre y no hay nadie.

Perfecto, eso quiere decir que ya están abajo.

O tal vez ya se han ido.

Ella abre la puerta y entro rápidamente, lo único que puedo ver es como trata de llegar a nosotras deliberadamente.

—Espera— lo último que escucho de él y ella cierra la puerta.

Suspiro—Gracias, muchísimas gracias.

—No te preocupes y disculpa si soy entrometida, pero ¿Qué paso? — voltea a mí ya habiendo cerrado la puerta con llave.

—No siquiera yo lo sé, le hablé normal y gentilmente, pero de repente se puso extraño.

—Oh, no te puedo decir nada porque yo no lo conozco, pero lo que si te puedo decir es que te salve de una—su cálida sonrisa me reconforta y su mirada dulce me hace sentir segura de ella.

Nuestros pasos se detienen al principio del corredor y ella saca sus llaves para abrir la gran puerta refinada.

—Adiós—saludo con la mano y salgo del lugar.

Antes de encaminarme a cruzar las puertas del restaurante giro para cerciorarme de que ella y él no estén dentro. La decoración de abajo ahora me parece más estupenda que la de arriba y sin duda es un buen lugar para venir a comer.

Claro porque aquí no pasaste pena y ya concéntrate tarada, encuentra rápido a tu mamá.-

Mi vista recorre cada espacio del lugar y no veo a mis buscados, salgo a pasos agigantados del lugar y siento todas las miradas en mí, los susurros son estresantes y para más acabar me encuentro a la primera rara que encontré aquí en esta ciudad.

¿Cómo es que se llamaba?

Natalia.

Ríe por lo bajo cuando paso cerca de ella —Sabía yo que solo era otra más—me detengo.

Volteo y la miro directamente a los ojos—Mira, no sé que problema tienes conmigo, pero no te gustará lo que tengo para decirte, así que...—ríe incontrolablemente, mientras agarra un mechón de cabello rubio—Pongamos esto así. Tú eres de aquí y yo de otro lado, pero ¿sabes cuál es la diferencia ahora que estoy aquí? —alzo mis cejas— que a mí no me conocen como tú —volteo, tiro mi cabello hacia atrás y sigo caminando, abro la puerta y la escucho decir algo por lo bajo.

Al bagazo poco caso.

Mi vista busca el carro de los tortolos y rápidamente doy con el, pero hay algo extraño, el carro se mueve mucho.

Por favor, que no sea lo que estoy pensando.

Camino hacia ellos y observo tras la ventana de copiloto donde me encuentro a una muy sonrojada Elizabeth junto a un Matías algo normal, pero con los labios hinchados. Toco la ventana y automáticamente sus ojos viajan a mí, Matías abre la ventana escucho el que paso de mi mamá.

—¿Puedo venir con ustedes? —pongo mi mejor sonrisa.

En este caso es lo mejor, además de que quiero, no, no quiero, necesito que me lleven con ellos.

—Matías, entonces ¿Qué dirás? —mi madre me mira con mala cara, pero ahora es lo que menos importa, la cuestión es no irme con Wade. Giro hacia las puertas del restaurante y lo veo saliendo y mirando para todos lados.

—¡Matías dime sí o no! —lo miro fijamente sin parpadear hasta que al fin decide.

—Súbete —quita el seguro de la puerta trasera y entro rápidamente. Balbucea algo que no entiendo y lo tomo sin importancia.

Veo a Ricky Ricón caminar hacia el auto—Arranca—grito.

Pero que hombre tan sexy, lastima que no me gusta que me griten.

Matías arranca y salimos del estacionamiento para incorporarnos en la vía. Puedo ver hacia atrás a un Wade jalando su cabello, el cabello que me gustaría tocar, me pregunto si tendrá cuadritos ovalados.

Obvio, no vez que es grande, apuesto, musculoso, millonario, puede que mujeriego y tú tienes la intención de preguntar si tiene cuadritos ovalados. Eres una bruta, debes pensar más.-

NO TE HARÉ CASO, ERES MI MENTE, NO MI MAMÁ Y YA CÁLLATE FEA.*

Te estás dando cuenta de que te estás diciendo fea a ti, ¿no? -

...*

Genial, la ley del hielo, sabes mejor me voy.-

Maravilloso.*

Sacudo mi cabeza y observo el panorama a mi alrededor, detengo mi vista en la casa al frente. Específicamente una inmensa casa.

—Llegamos—todo queda en silencio.

Matías me observa a través del retrovisor—Como no respondiste en todo el viaje a lo que te decíamos...

*Torpe mente.

Cállate y escucha.-

Bien, pero tu no me dices que hacer, tarada.-

Soy tu conciencia y ya presta atención*.

—Sara, SARA—tapo mis oídos ante tal grito de mi queridísima madre.

Que por favor no se note el sarcasmo.

Observo a Matías y este sigue con su charla—Te decía, decidí tomar la decisión con tu madre. Está no es mi casa, pero es donde vivo y como ustedes no tienen camas ni donde dormir, las traje aquí para que duerman bien mientras consiguen algunos muebles —asiento.

Tengo sueño y lo que menos quiero ahorita es pelear con la susodicha de Elizabeth.

Bostezo —Si solo me quería decir que dormiríamos aquí hubiese empezado desde ahí y estaría bien, ya tengo sueño y antes de que me preguntes, Elizabeth.

—Mamá —me interrumpe.

—Sí, Mamá. Sí puedes dormir con él— bajo del coche antes de que proteste en mi contra con sus argumentos de que no lo haría.

Me estiro y jorobo con pereza, ellos bajan y caminan a la entrada, los sigo y me abrazo a mi misma por el frío intenso que recorre cada centímetro de mi piel.

—Sara, como me contaste que tienes sueño te llevaré a donde dormirás y te daré algo de ropa, solo espera aquí que llevo a tu madre al cuarto y regreso por ti—asiento. Él sube con mi madre detrás de él y desde ya puedo verla contorneando sus caderas.

Algo hará.

—No se demoren, quiero dormir—suspiro.

Echo un vistazo a la mayoría de cosas refinadas y con estilo, esto solo es para ricos, dudo mucho que alguien de mi categoría podría comprar algo así. Camino hacia las gigantes ventanas a mi izquierda y observo todas las mansiones, autos y luces, la entrada se abre y curiosamente veo un carro igual al de Wade.

No, pero, no puede ser él.

Sacudo mi cabeza y giro en dirección a las escaleras. Yo solo quiero dormir —Matías apúrate, deja de hacer cosas con mi madre —bajo mi cabeza con sueño y siento sus pasos bajar rápidamente por las escaleras.

—Vamos —levanto mi cabeza y achico mis ojos. Lo sigo escaleras arriba hasta llegar al final de estas.

—Solo una sugerencia —respiro agitada—pongan un elevador para gente como yo—apoyo mis manos en las rodillas y lo veo cruzado de brazos—¿Qué? Como y no engordo, tampoco hago ejercicio y es por eso mi condición física —doy un último suspiro hasta reincorporarme.

—Oh, sígueme—camina hacia el pasillo izquierdo, al final de este veo una puerta negra con dorado y una figura de un lobo aullando en oro en la parte de arriba, él abre y puedo ver a una enorme habitación color azul rey y la gigantesca cama blanca.

Hoy se duerme como reina.

—Sarita, aquí está la ropa que usarás —me da unos pantalones de lana gigantes junto a una franela.

—Todo lo de aquí es grande—me quejo y lo empujo fuera—necesito privacidad y ya voy a dormir aunque no sea tu casa —le cierro la puerta en la cara. Volteo y corro hacia la cama, me tiro y reboto en ella, el techo es de color blanco, tengo puertas a mi derecha y a mi izquierda, los conductos del aire en una esquina superior, las lámparas a cada esquina del cuarto y unas enormes cortinas color verde oscuro donde averiguaré que hay detrás de ellas cuando haya descansado.

Me levanto y voy a la primera puerta con la ropa tratando de dar con el baño, pero con lo que me encuentro es con un armario enorme lleno de ropa y zapatos de hombre, todo tipo de relojes y pulseras, collares, lentes, accesorios, marcas, zapatillas, sin duda este debe ser el armario de Matías.

¿Por qué compra ropa tan grande de brazos si él no es de tener mucho músculo?

Salgo de ahí y voy a la segunda puerta donde hay un enorme espejo y productos de hombres en la encimera de cuarzo, el lavamanos doble y gavetas abajo de este, las abro y me encuentro con afeitadoras, depiladoras, una máquina de cortar cabello, en otro encuentro toallas, me voy a el armario de madera doy con toallas blancas grandes, súper grandes, doblo hacia la esquina y veo un jacuzzi y a la otra esquina una bañera en forma de lluvia.

Camino a la bañera y me despojo de toda mi ropa, entro a bañarme y termino rápidamente, salgo de ahí, me pongo un bóxer que encuentro envuelto dentro de la ropa, luego los pantalones y de último la franela, agarro mi ropa para doblarla y la dejo en la encimera, camino a la cama, me acuesto y me tapo de pies a cabeza.

Siempre duermo así.

A mi mente llegan vagos recuerdos de él. Seguro debe estar en su casa durmiendo plácidamente sin siquiera acordarse de lo que paso en la cena.

Y tú pensando en él, Sara.

La lluvia empieza a caer y ese sonido relaja mis sentidos, el frío y ese olor encantador me hacen caer rendida y quedarme completamente dormida.

...

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