Capítulo 5
- Sí, lo sé. - susurré a mi vez, colocando mis manos sobre su pecho para restablecer la distancia y tratar de pensar con la cabeza y no con lo que tenía entre las piernas. Sí, ¡ni siquiera nosotras las mujeres sabemos pensar bien cuando tenemos altas hormonas!
- Y no soy un objeto. Puede que sea tu compañero, pero así como soy tuyo, tú eres mío. - Escudriñó cada palabra, mientras mis ojos se hundían en los suyos. Ya no estaba untada contra él, pero todavía estaba en sus brazos y el efecto que tenía en mí todavía era muy evidente para los dos.
- Recuerda eso , muñequita . - Lo provoqué sonriendo burlonamente hasta que noté sus ojos recorriendo mi pecho el cual, como llamado por su mirada, se tensó hacia él, haciendo que mis pezones se endurecieran. Yo tenía su ropa puesta y él se dio cuenta. ¡Muy bien! Una azada o una pala para mí, me voy a enterrar de vergüenza.
- No necesito recordarte, estás jodidamente en todas partes de mi mente desde que te vi. - Y después de esa declaración ya no controlé oficialmente nada sobre mi cuerpo. Sólo sentí sus labios tocar los míos en un beso que tuvo muy poco de casto o controlado y sus manos hambrientas explorando todo mi cuerpo una vez más.
¡Y todavía estábamos vestidos para la Diosa de la Luna!
Tenía cuatro días para descubrir cómo diablos iba a sobrevivir en un mundo que no conocía desde hacía mucho tiempo y que me estaba absorbiendo demasiado rápido, sin salida. Tenía que pensar con la cabeza fría, tenía que ser claro. Al final de la semana Filtiarn me marcaría y no podría alejarme de él aunque quisiera. Fue un verdadero desastre.
No tenía que dejarme ablandar o adormecer por lo que el vínculo con él le hacía a mi cuerpo. No me había transformado adecuadamente en mi licántropo en al menos diez años y sabía que no era nada bueno para la salud de mi lobo y el precario control que tenía sobre el poder de mi pareja. Tendría que remediar esto también si quisiera estar en plena forma y poder seguirle el ritmo. Sin embargo, mi vida era así y había ido bien hasta hace tres días. Filtiarn tuvo la amabilidad de darme cuatro palabras para decirme que, después de su amable secuestro, había dormido dos días seguidos. Y no recordaba nada de esos dos días. Un vacío temporal en mi mente, bastante grande, presionando mi pecho, haciéndome sentir como un tonto. No debería haber sucedido. Maldita sea, nada de eso debería haber sucedido de esa manera.
Seguí yendo y viniendo en la habitación en la que me desperté esa mañana, tratando de encontrar una solución a este lío. Ya había hecho un surco en el suelo.
- Puedo oír tu cabeza dando vueltas desde aquí. - Salté en el acto, asustada por esa voz que se había inmiscuido en mi plácida burbuja de pensamientos.
- ¡ Charlie, buen Dios! ¡Me diste un infarto! - Me quedé mirando al rubio con los ojos muy abiertos y jadeando. Estaba tranquilamente apoyado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados, decidido a mirarme fijamente con una mirada que sólo podía definir como crítica.
- Es científicamente imposible que un hombre lobo sufra un infarto. - Comentó de hecho, sin perder ese ceño desagradable que siempre había tenido hacia mí desde que nos vimos por primera vez. Sin embargo, tuve que admitirlo, Alpha y Beta eran asquerosamente similares desde el punto de vista del carácter.
- Es una forma de decir... - Finalmente me calmé, yendo a sentarme en el borde de la cama, a una distancia prudente de él y de su mal humor.
- Entonces, ¿qué te pasa? - Debí haber estado alucinando o teniendo los oídos sucios, de lo contrario no podría explicar esa amabilidad completamente inusual hacia mí. Mmh...
- Oh, no sabes nada. Mi pareja me secuestró, me sacó a kilómetros de mi casa y me obligó a vivir una vida que no elegí por mí mismo. Pero todo está bien. - Tal vez estaba siendo demasiado melodramático, pero esa era la realidad de los hechos y tal vez desahogarme con alguien me haría algún bien después de todo. Incluso si...
- Deberías estar agradecido. Podría haber sido peor. - Peor... Agradecido ... Podría haber sido peor para él también. ¿Pero dónde diablos había terminado? ¿En la edad de piedra? ¿Se habían excluido ya el diálogo y la comunicación mutua? Felicitaciones.
- ¿ Por favor? - ¿ No fue él quien preguntó si todo estaba bien? Bueno, no lo fue.
- No eres tan bonita a la vista. Puede que seas el compañero del Alfa, pero ahora no eres nadie aquí. - Sentí el shock, consciente de que en realidad esa también era su realidad. Odiaba ser el centro de atención, pero algo me decía que tendría que acostumbrarme pronto. De todas formas no podía hablarme así, no me conocía. No debería haberlo hecho.
- Charlie, no me conoces. - Me limité a subrayar la realidad, exactamente como lo había hecho él, hacia mí, un instante antes.
- ¿ Qué pasa? ¿Descubrí la verdad por mi cuenta? - Continuó burlándose de mí riéndose, dando unos pasos más hacia mí, sin prestar atención a mi lenguaje corporal. ¿Había sido un hombre lobo encubierto durante años y él pensó que podía intimidarme con dos palabras traviesas?
- Callarse la boca. - Ordené mirándolo fijamente, pero manteniéndome inusualmente tranquilo. Tal vez era hora de dejar libre mi lado sobrenatural por unos momentos y ver hasta dónde llegaba.
- Vamos morena , no te ofenderás, ¿verdad? - Me guiñó un ojo, hinchando el pecho como un pavo. Ya soy pavo... ¿Me ofendo? Charlie completamente diferente. Me lo estaba pasando genial y era sólo el comienzo.
Salté. Mis manos se cerraron en puños a mis costados, de los cuales probablemente ya salía sangre por lo mucho que los apretaba, pero necesitaba controlarme si no quería explotar por completo y el dolor era una de las pocas formas en que podía hacerlo. sabía hacerlo. Me limité a mirarlo. Miré a Charlie, dejando que mi lobo interior tomara el mando total. Ya no me importaba que pudiera ver el color de mis ojos. Me había faltado el respeto, me había juzgado sin siquiera conocerme, burlándose de mí y pisoteando lo que era, sólo porque para ellos no debería haber sido como era. Pero él no sabía de lo que era capaz, no sabía quién era yo. Él no sabía nada.
- No es posible. - Susurró asombrado mientras abrumado por mi poder caía de rodillas, inclinando la cabeza hacia el suelo. Y ni siquiera tuve que mover un brazo.
No debe haberle gustado la evidencia de que yo era mucho más poderoso que él. De rodillas a mis pies, Charlie me quemaba viva con sus ojos furiosos.
- ¿ Ahora ya no estás siendo inteligente, Charlie? - Le advirtió cruzando los brazos sobre el pecho, pero dejando a mi lobo en la superficie. Mis ojos rojos y naranjas todavía eran claramente visibles y él sabía bien lo que querían decir.
- ¿Como? - Preguntó entrecerrando su mirada hacia mí. Sus ojos se volvieron amarillos, brillantes, agresivos.
- ¿ Cómo qué? - Levanté una ceja, disfrutando cada momento de su enfado y sorpresa.
- ¿ Cómo es posible que tengas los ojos rojos? ¡No puedes ser un alfa, ni siquiera puedes transformarte! - Gritó intentando levantarse del suelo, pero todo fue inútil. Él era mi presa en ese momento y habría hecho cualquier cosa para someterlo a mi voluntad.
- Ay Charlie, no sabes nada. - Me encogí de hombros, dando unos pasos hacia atrás, para alejarme de él y estudiarlo desde lejos. Ni por un instante aparté la vista de su figura enojada y suplicante.
- Se lo diré a Filtiarn. - Susurró con una sonrisa siniestra, pensando en asustarme de alguna manera. Como si hubiera podido detenerme, como si incluso hubiera podido competir.
- Eres libre de hacerlo. - Sonreí a mi vez ante aquella amenaza que, de hecho, esperaba que hiciera.
- Y seré libre de decirle por qué te enteraste. ¡Quién sabe cómo reaccionará! - Continué, acercándome nuevamente hacia él. Mi lobo estaba ansioso por emerger y, aunque estaba entrenado para resistir, no estaba seguro de poder hacerlo también esa vez.
- No te atreverías... - Entrecerró los ojos, mirándome finalmente de verdad. No estaba bromeando en absoluto y él parecía haberse dado cuenta recién en ese momento. El aire se volvió tenso y silencioso, comprendió que algo había cambiado. Su consideración hacia mí había cambiado.
- No me conoces Charlie. Asegúrate de recordar eso. Puede que parezca una niña torpe y débil ante tus ojos ingenuos y ante los de la manada, pero la realidad es un asunto completamente diferente. - Si la Diosa de la Luna me había elegido como compañera del señor lobo más viejo aún vivo, tenía que haber una razón. Ella nunca se equivocaba y yo tenía el deber moral de al menos intentarlo. Tratando de hacer que el vínculo natural que fluía entre el Alfa y yo funcionara. Tuve que hacerlo.
- Y ahora lárgate de aquí. - Con un gesto brusco de mi mano señalé la puerta, liberando mi poder sobre él. Había sido una perra, tenía que admitirlo, pero Charlie me había provocado en el día equivocado y ahora sabía lo que era capaz de hacer si me enojaba. Ese fue sólo el comienzo para él.
- Esto no termina aquí. - Dijo el Beta levantándose del suelo y alejándose de mí, sin dejar nunca de mirarme. Él no tenía miedo todavía, pero me tenía miedo y no pude evitar sentirme satisfecho.
- No puedo esperar a que continúe entonces. - Sonreí viéndolo salir de mi habitación.
Tuve que descubrir cómo comportarme para salir de este lugar y para ello tenía que conocer mejor la manada en la que terminé. Tenía que parecer fuerte y ser fuerte también, no podía darme el lujo de parecer débil. Los débiles son abrumados y burlados en estos lugares y yo nunca me hubiera dejado abrumar por ellos. Conocí historias espantosas sobre las tierras del norte y sus habitantes o protectores, era hora de descubrir si estas también eran ciertas o no. Lo que todavía no sabía era que esas tierras siempre habían sido mi verdadero hogar.