Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Incertidumbre y palpitos

En todo el camino de regreso a la dimensión,  solo podía pensar en el vacío que sentía por un lado, y las palpitaciones de mi latido cardíaco, por la inminente presentación frente a mi marido. El padre de mis hijos.

A pesar de que aquel día se había ido, dejándome en aquel salón quirúrgico, sin saber lo que iba a pasar conmigo, yo no podía dejar de perdonarlo porque lo conocía lo suficiente como para saber que eso, como todo lo demás, tenía una explicación y una razón... solo esperaba que fuera lógica y me doliera poco. Porque su desdén había calado hondo en mí, y no conseguía olvidarlo. Incluso sabiendo lo que sabía.

Pero lo que sí no tenía remedio, era el espacio vacío que mi hijo había dejado en mi vientre cuando escapó de el.

Esa noche me entraron a quirófano con la intención de limpiar mi útero por el presunto aborto; pero cuando pudieron ver, por un ultrasonido transvaginal, que habían otro dos bebés dentro, comprobaron que no quedaban restos del otro embrión y me dejaron de reposo, pero ya estaba en fecha de hacer mi vida normal,con los cuidados habituales de todas las embarazadas.

Había pasado por todo eso sin Adam, y estaba segura que se lo debía a la bendita dimensión.  Allí, en aquel asiento de aeropuerto y sintiéndome observada por aquellas dos personas de ojos extremadamente azules, supe que no volvería a pasar por algo así, y mucho menos sin mi marido.

Era un vuelo privado, por supuesto. Y luego tomaría un helicóptero a la isla, como en la ocasión anterior. Solo que esta vez, no tenía más apoyo que el de las vidas en mi interior.

Estaba de vuelta por muchas razones, pero sabía que si volvía a tener conmigo al Adam de siempre, no le gustaría saber que en mi estado me había aventurado a aquella travesía sórdida y peligrosa; pero de la que no tenía opción de escapar y no iba a dar a luz a mis hijos en medio de todo aquel caossin resolver, para que la dimensión los persiguiera eternamente.

Por otro lado estaba todo el listado de crímenes, que recaían sobre la cabeza de Adam, en tan solo dos semanas.

Su propio abuelo, que ya no me repelía tanto, me había ido a ver al hospital y una semana después se apareció en la casa de su nuera para mostrarme todo lo que supuestamente, estaba haciendo Adam.

Había un alto número de mujeres desaparecidas, que habían sido vistas con él, todas las noches previas a sus desapariciones. Una de ellas, era la enfermera de un hospital infantil, del que se reportó un secuestro de siete niños, que aún siguen bajo investigación policial.

Una entidad paramilitar se había puesto en contacto con el anterior cuerpo de combate contra la antigua dimensión, y ellos, que no eran otros que los Douglas y Carter, habían entregado toda la información de la nueva situación a ese respecto. Sobre todo teniendo en cuenta que su nieto querido e hijos, estaban ahí. Así como Vicki, y finalmente yo.

El jefe de ellos me contactó, y, sin tener que pedirlo mucho, me inmiscuyó en el operativo, y esa era la única cosa que me daba vestigios de confianza, para meterme en aquel lugar. Estaba amparada por gente especializada en terroristas peligrosos.

Además de mi venganza, claro estaba.

Viajé en un avión civil, financiado por los paramilitares y allí, me esperaba la segunda al mando de la operación.

—¿Cuándo conoceré al señor J?—le pregunté mientras ella me entregaba las fotos de las desaparecidas, para que las pudiera identificar cuando entrara a los fosos de la dimensión. Esa era una parte clave de sus intereses.

—Cuando él así lo decida. O quizás nunca lo haga—respondió sin demasiado interés —No necesitas más que cumplir los protocolos para que todo salga bien.

Era una mujer esbelta, morena y de ojos oscuros que no me agradaba. Me observaba demasiado altanera. A pesar de que aparentaba ser de mi edad.

El señor J por su parte, me había contactado por vía telefónica y a través de una video llamada en la que no me dejó ver su rostro. Nunca entendí por qué, pero Carter coincidió, en que era lo mejor. Que una vez acabada la colaboración, ellos nunca más me molestarían porque no los conocería del todo. Mientras menos cercanía con los paramilitares mejor. Eran incluso más peligrosos que los del propio gobierno.

Pero, la cara de aquella mujer la estaba mirando, y pensando en lo que me había dicho Samuel.Me preocupaba.

—Tienes que enviar a este enlace, toda la información del día, sin faltar una sola noche o asumiremos que te ha pasado algo y tendremos que intervenir y estropear la operación —me explicó ella, ofreciéndome un dispositivo para comunicarme con ellos y por último, sacó un arma que me mostró en su mano abierta. Cuando fuí a tomarla se retiró hacia atrás, apartando el equipo —no puedes llegar con nada de esto a la isla. Lo dejaremos dentro del segundo cajón del baño de tu habitación, pegado a la parte superior interna. Cuidado al sacarlo que está cargada.

—¿Cómo van a hacer para entrar ?—inquirí asombrada y ajustando mi cinturón bajo las palabras de la azafata que anunciaba el aterrizaje.

—Mientras menos sepas de nosotros mejor —dijo imitando mi acción y sacó de su bolsillo en la chaqueta, una sortija que reconocía perfectamente —ya tiene implantada la nueva cámara y las imágenes se enviarán en automático,solamente alzando este pétalo —me indicó levantando una esquina de la flor —y si le sacas esta espina —indicó mostrándome el mecanismo— sabremos que quieres que hagamos tu extracción. Solo tendrás que dirigirte aquí.

Me enseñó, señalando con un dedo un sitio en la playa dibujado en el mapa y me entregó mi anillo, que había sido dañado cuando la explosión y que hoy me lo entregaban reprogramado, volviendo a mi dedo simbolizando pertenencia.  Pero no sabía como se lo tomaría Adam, cuando lo viera.

Aterrizamos y me entregaron mi equipaje, con el que salí por toda la pista caminando hacia un coche que me llevaría al helipuerto del lado oeste de aquel lugar.

Me había puesto un vestido rojo, abierto y muy amplio, con un escote sencillo y sandalias a bajas a juego. Además de mi incertidumbre, no llevaba encima mucho más maquillaje que el de la expectativa.

Llegar al helicóptero fue sorpresivo para mí.  Sobre todo por los viajeros que allí estaban esperando por mí.

—¿Vamos al mismo sitio?—pregunté mientras le entregaba mis cosas al piloto.

—Eso parece bellísima — me dijo seductoramente el mismo hombre que había visto en el aeropuerto, con aquellos misteriosos y conocidos ojos azules —hubiese sido un placer viajar contigo, pero al parecer el destino nos vuelve a unir.  Soy Fabrizzio, y ella mi hermana Kalah, un placer conocerte.

El evidente italiano extendió su mano hasta mí, y tomando la que por educación le ofrecí, me besó el dorso sin dejar de mirarme y su hermana me lanzó solamente una sonrisa al asar. Se podía ver que no estaba muy contenta.

—Soy Eiza Muriel —me presenté con el apellido que me habían obligado a usar los paramilitares y Carter, pues según ellos toda la gente que iba a conocer allí, debía respetarme justamente por portarlo,y la confusión de mi matrimonio no era buena çarta de presentación —supongo que si van a la dimensión —me detuve y cuadré los hombros, recuperando mi mano que seguía entre las del italiano —buscan una forma curiosa y alternativa de divertirse.

La chica me miró poniéndose muy seria y él, sonrió sin humor y asintió.

Todos nos metimos al helicóptero y no paraba de decirme que aquellos dos no me daban confianza alguna.

No podía decir que tuvieran aspecto de delincuentes, pero es que nadie allí lo tenía, y sus crímenes eran de otro nivel.

Lo que sí estaba claro, era que no daban muchos detalles de lo que iban a hacer a la isla y no les tenía fe, a personas que se involucraban en asuntos tan oscuros como los de allí.

Siendo hermanos no podía entender qué hacían yendo allí.

Por sexo, esperaba que no. Porque sería un poco incestuoso y repugnante por su parte, y no tenían aspecto de depravados.  Y por otro lado, las opciones solo me dejaban la peor... podían estar buscando un órgano para algún niño de su familia.

Casi vomito de sacar aquellas conclusiones y por suerte estábamos aterrizando, pues los cabos que había atado, me provocaban enfermedad.

Alcé el pétalo de mi sortija y envié la foto al Señor J,pues esos dos nuevos activos en nuestra plantilla, debían ser informados.  Para eso estaba yo allí, en principio.

—Espero disfruten su estancia —les dije cordialmente mientras tomaba mis maletas para volver a recorrer el camino que había tomado, solo dos semanas y dos días atrás.

—¡Cena conmigo esta noche! —la petición del italiano me llegó desde atrás, y me sorprendió sobremanera —quiero conocerte más y supongo que por la manera de mirarme y la foto que me has hecho, tu también quieres saber de mí. ¿Tenemos una cita...?

Su sonrisa atrevida demostraba su superioridad de información.  Volvió a guiñarme el ojo y supe, que no podía declinar su oferta dado la evidente implicación en que se encontraba,  a la par que yo.

—Eso parece. Nos vemos por ahí, Fabrizzio —contesté con atrevimiento en el tuteo —de cualquier forma no tengo ni idea de a que hora se cena aquí.

—A las diez en el salón de la casa frente a tu habitación...

No hizo falta nada más, para saber que aquel hombre sabía más de lo que yo misma sabía y me estaba diciendo con coquetería, que no iba a escapar de él.

Nos miramos un minuto más, y salí de allí asintiendo sin remedio.

Solo caminé dos metros más, cuando volví a sentir aquellos pálpitos del principio de mi travesía hasta aquí, porque todo lo que me sucedía me ponía al borde del abismo.

Me moría por verlo. Por saber si podría hacerle creer en mí, en sus hijos, en nosotros. Y sobre todo, me moría por tocarlo. Por olerlo,por besarlo. Me moría por tenerlo.

Mi corazón se desbocó del todo cuando me tiraron del brazo y me pegaron a una pared, donde una boca se clavó en mi mejilla,y besándome suavemente susurraron en mi oído:

—Cuanto tiempo sin vernos cariño...

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.