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3. DE FIESTA

—Me alegra haber cambiado de lugar — Connor veía alrededor muy entusiasmado al ver muchas mujeres hermosas. Andrew igual veía a su alrededor, el lugar era muy agradable. — ¿Quieres quitar esa cara de culo de una vez por todas? Así me espantaras a estas hermosuras.

—Descuida que mi intención es poder quitarme el estrés que cargo, así que no voy a espantar a nadie. — Connor sabía que su amigo llevaba una gran cruz acuesta, y él deseaba que pudiera ser, quién realmente era, sin culpas ni nada.

—Amigo, deberías empezar por dejar el pasado atrás, eres un gran hombre, y mereces más, mucho más de lo que recibes. — Andrew miró fijamente a su amigo y le sonrió.

—Gracias, pero así estoy bien. — Connor era un gran amigo, había sido su mejor amigo desde los 6 años de edad, tenía casi toda una vida juntos, eran inseparables, eran más que amigos, eran hermanos, que aunque no tenían la misma sangre, podían comprenderse y apoyarse en todo, en la más mínima travesura, habían compartido, hasta las mujeres. Cuando llegaron al VIP, rápidamente llegaron a atenderlos, pidieron varias bocas, y unos cuantos tragos.

Como cazadores de presas estuvieron una hora observando las mujeres del lugar, muchas ya tenían los ojos puestos en ellos, eran hombres difíciles de ignorar, cualquier mujer deseaba ser la acompañante de uno de ellos. Andrew había notado como varias mujeres trataban de llamar su atención, pero las mujeres fáciles lo irritaba, por lo que siguió buscando con su mirada, hasta que encontró a dos hermosas mujeres a unas cuantas mesas de la de ellos, eran realmente hermosas, una castaña, de piel blanca, desde ahí no podía ver su color de ojos, y una pelinegra, que reía de algún comentario de su amiga, ella para él era la más hermosa de las dos, algo en él se despertó.

—He encontrado a las bellas mujeres que nos harán compañía — dijo dando por hecho que ellas se irían con ellos. Connor siguió la mirada de Andrew y dio con su presa.

—Son realmente muy hermosas — dijo sin despegar los ojos de esas mujeres.

—Realmente lo son, pero yo me quedo con la pelinegra. — Connor lo miró sonriendo.

—Perfecto, porque a mí me gustó más la castaña.

—Bien, es hora de ir a presentarnos — ambos se levantaron y con paso seguro se dirigieron hasta la mesa, ambas mujeres pusieron su atención en esas hermosas espécimen que se acercaron a ellas.

—Hola, podemos sentarnos con ustedes — Connor fue el primero que habló, Kaelyn miraba a ambos, eran hermosos, no podía negarlo, pero ella no confiaba en los hombres.

—¿Por qué si hay mucho espacio en el local? — Andrew se rió ante el comentario de la pelinegra, que aparte de ser realmente hermosa, tenía una voz angelical.

—Sí, tienes razón, pero si te somos sinceros, andamos buscando compañía, y la verdad ustedes dos están hermosas. — Kaelyn puso los ojos en blanco, mientras que su mejor amiga Callie se echó a reír, ella era muy soñadora.

—Pues por mi no hay problema, y se que por mi amiga tampoco, lo que pasa que ya la naturaleza de ella es ser desconfiada. — Andrew no podía quitar la vista de la pelinegra, era divina, Connor sin esperar otra invitación, se sentó al lado de la castaña y sonrió sincero.

—Es muy bueno que seas así, hoy en día hay mucha gente perversa, pero no te preocupes, nosotros no lo somos, solo somos hombres en busca de compañía — dijo alzándose de hombros, Kaelyn supo que decía la verdad, había aprendido a leer a la gente, no era una experta, pero sabía que esos hombres no eran malos. Miró al hermoso hombre de ojos azules, era increíblemente guapo.

—Puedes sentarte, no creo que crezcas más — dijo Kaelyn sonriendo, Andrew sintió como el corazón le latió frenético, se sentó al lado de esa mujer que le estaba robando la cordura.

—¿Y bien, como se llaman? — Connor preguntó mirando a ambas chicas.

—Stephanie y yo lizzie — dijo Kaelyn sin querer decir sus verdaderos nombres, Callie no pudo carcajearse al oírla, siempre les ponía como siete nombres diferentes en una sola noche.

—Bien, yo soy Connor, y mi amigo aquí presente se llama Andrew.

—¿Qué desean tomar? — Un camarero llegó a atender la mesa.

—Yo quiero un Crab Apple-Infused — pidió Kaelyn, Andrew al oírla, sonrió.

—Yo uno igual al de ella — dijo algo pícaro.

—Yo quiero un Manitoba Made — pidió Callie.

— Pues para mí un Maple Manhattan — El camarero apuntaba el pedido de cada uno de ellos.

—También traiga dos platos de bocas mixtas — Andrew no era de los que sólo tomaban sin comer nada.

—¿A qué se dedican? — Connor deseaba saber más de ellas, o bueno de la castaña y aunque Andrew también, no se atrevía a estar preguntando.

—Mira Connor, si te soy muy sincera, la compañía de una noche no requiere tanta información de nosotras, así que lo que hagamos en nuestras vidas cotidianas no tiene porque saberlo ni ustedes ni nosotras. — a pesar de haber sido algo cortante, habló lo más amable posible.

—Creo que Lizzie tiene razón — Andrew estuvo de acuerdo, era mucho mejor así, porque a veces las mujeres pretendían que por una noche ya tenía todo el derecho sobre ellos — Me agrada tu pensar — Kaelyn se alzó de hombros y sonrió pícaramente. El camarero llegó con las bebidas y las bocas, ellos empezaron a comer y beber, la música empezó hacer más movida, por lo que Connor no pudo resistirse, se levantó y le tendió la mano a Callie, quién no dudo ni un segundo en aceptar, ambos encantados se fueron para la pista de baile, Kaelyn los miró con disimulo.

—No te preocupes, te puedo asegurar que no le hará daño, a pesar de ser tan… descarado y alegre es buena persona — Kae giró su rostro hasta Andrew.

—¿Y tú?

—Yo, pues sí me considero mala persona, pero no te preocupes no te haré daño. — Kaelyn lo miró sorprendida. — ¿Quieres bailar? — ella sin saber porque asintió, cuando se levantó, Andrew la miró de pies a cabeza, estaba increíblemente sexy, ese maldito vestido se le pegaba a sus increíbles curvas, sus pechos resaltaban hermosos, pero no pudo evitar maldecir cuando ella empezó a caminar y vio toda su hermosa espalda descubierta, esa mujer estaba benditamente bien dotada, era una muerte segura ese cuerpo, pero él con gusto moriría recorriendo cada curva, cada espacio de esa piel.

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