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Capítulo 5. El amor verdadero

Luis Carlos:

En Tablasa, en abril de 1978

Nueve meses después de haber conocido a Victoria Vélez, fui invitado por ella a su cumpleaños. Nuestros encuentros se volvieron más frecuentes, porque ella asistía con su mamá o su hermana mayor a la sede de las oficinas de la agrupación musical y también al salón de los ensayos.

—¡Luis Carlos! ¿Cómo estás? —Me saludó con una sonrisa que me aceleró el corazón. Cada día que pasaba me gustaba más, sentía que era la mujer con la que quería estar siempre. Mis ojos y mi corazón la veían como la mujer más hermosa del mundo.

—¡Hola, Vicky! —Saludé, acercándome a ella, para sentir su olor, su aliento, su frescura. Asimismo, deseaba rozar la seda de su piel, sus manos, sus mejillas al besar. Hoy, estaba más hermosa que nunca.

—¡Vine, para hacerte una invitación! Este sábado 7 de abril, cumplo 13 años y quiero que estés ahí conmigo —me suplicó ella— Deseo que de regalo me cantes, como lo hiciste el día que nos conocimos —recordó, está sonriendo.

—¡Ja, ja, ja! —Sonreí, cada vez más enamorado. Hasta ahora, no me había atrevido a hablar de mis sentimientos a ella, por su edad— ¡Ahí, estaré! —Afirmé, con una emoción indescriptible en mi corazón, porque estaba seguro de que mis sentimientos eran correspondidos por Vicky.

—¡Te voy a esperar! —Me contestó feliz, sin soltar mis manos. Ese día, tomados de las manos, la invité a comer un helado, cerca de donde estaban las oficinas de la agrupación. Ella, aceptó de inmediato.

—¡Vamos! —Gritó, aferrándose a mí. Desde este momento, comencé a trabajar con ella mi plan de conquista y fui marcando mi terreno, porque no permitiré que nadie se acerque a esta.

Mis sentimientos por ella eran puros, sanos y firmes. Sentí que la amaría para toda la vida. Así, asistí a su fiesta y esa noche, a escondida en su mansión, en un área de los jardines, le di su primer beso de amor. Ella, me correspondió y me pidió mantener esto a escondida, especialmente de su mamá.

—¿Por qué? —Le pregunté, movido por la curiosidad.

—Porque mi mamá, no acepta que ninguna de sus hijas tengan una relación con alguien de distinto nivel social al nuestro— me confesó ella, con sinceridad.

—Pero mi origen humilde quedó atrás. Ahora, soy un pianista y cantante, triunfador, reconocido, de buena posición económica. He ido adquiriendo bienes, que me permite ofrecerte calidad de vida —confesé, preocupado porque ya estaba al tanto, en cuanto a las exigencias de su mamá.

—¡Eso, lo sé! —Aceptó ella, con una sonrisa— Además, no me interesa para nada, eso de los apellidos o del abolengo. ¡Estoy totalmente en contra de esa discriminación! —Expuso ella con madurez y me hizo sentir muy orgulloso.

Así, comencé esta relación a escondida con ella, basada en el respeto y la fidelidad. Nuestros besos fueron de simple roce con nuestros labios. Por otro lado, mi fama fue creciendo, al igual que mi amor por ella. A partir, de este momento, mantuvimos comunicación dificultosa por teléfono, evitando todo el tiempo, ser escuchados.

(***)

Al mes, de haberme aceptado como su novio, le llevé un regalo a la salida de su colegio. Ella, toda emocionada, lo abrió y al observar que era una cadena de oro, me comió a besos delante de sus amigas.

Luego, la lleve a comer helado, cerca del colegio, junto con sus amigas. Regresamos a su escuela, en donde la acompañé hasta que llegó el chófer por ella. Estas celebraciones con sus amigas, las hicimos puntualmente todos los meses de nuestro primer año juntos como novios, mientras estaba en Tablasa.

Cabe observar, que durante este primer año, no tuve problemas con su mamá, porque esta ignoraba totalmente nuestra relación. No obstante, a principio del año siguiente, en una de mis presentaciones, al preguntarme el animador si había alguien especial en mi vida, le respondí que sí.

De esta manera, antes de comenzar mi presentación, dirigí unas palabras al público, entre ellas, que lo dedicaba, con el permiso de todos, a la mujer que amo: Vicky.

Esto fue suficiente, para que los diarios al día siguiente reseñaran en las páginas de farándula, que tenía una Vicky en mi vida, por lo que comenzaron las especulaciones. Me arrepentí de haber dicho esto, porque de una vez, comenzaron a indagar, quién pudiera ser y salió a relucir su nombre, por estar ligada al medio.

Siendo esto suficiente para que su madre, iniciará una guerra en mi contra, de forma discreta, disimulada y tenaz para acabar nuestra relación. E incluso, me llegó a amenazar con sacarme de la agrupación musical y acabar con mi carrera profesional, porque su hija era una niña aún.

(***)

En estos años de juventud, con el dinero, la fama y el poder qué también había adquirido, no le temía a nadie, solo a Dios. Así que no le presté atención a sus amenazas y seguí mi romance con Victoria, con quien me veía a escondidas. Ella, se escapaba de su colegio para compartir conmigo e inventábamos paseos.

Acercándose, la fecha de celebración de sus quince años, la señora Londoño se negó rotundamente a que la orquesta, de la cual era accionista, estuviera en el evento. Justificó su negativa, con que había contratado un artista internacional, lo cual resultó falso.

Todos fuimos testigos de la discusión de Victoria con su mamá, porque eran sus quince años y ella elegiría la música. Era conocido por todos, que sus hijas, hasta ahora, han sido los únicos seres en este mundo que la dominaban a veces.

No obstante, en los quince años de Victoria fui su parejo oficial, contra la voluntad de su madre…

En Tablasa, 7 de abril de 1980, los 15 años de Vicky

El día de la celebración de los quince años de Vicky, recién comenzando el día, le hice llegar un enorme oso de regalo. A ella, le llamaba la atención este peluche, cada vez, que salíamos de paseo con sus amigas a algún centro comercial o al cine.

Estos eran los lugares donde podíamos vernos, porque siempre llegaba “por casualidad”. Solo sus amigas más íntimas y sus hermanas conocían nuestro secreto. También, le hice llegar al mediodía un ramo de rosa roja sin tarjetas, el cual escandalizó a su mamá. Supuestamente, ella sospechó de inmediato, quien lo envió.

De ahí, que apenas me vio llegar al lugar de la recepción, de forma directa, me hizo ver que no era bienvenido. Asimismo, que no estaba a la altura de sus invitados, menos a la de su hija y que nunca lo estaría. En mi presencia, en un rincón apartado, advirtió a su hija:

—¡Te puedes enamorar de quien sea, pero de Luis Carlos Jiménez, no! Nunca lo aceptaré —sentenció. Esto me hizo sentir muy mal, pero no iba a amargar la noche a mi princesa. Así que me quedé para cumplir el deseo de mi amada.

Esa noche, estaba aún más hermosa, con su traje largo rosado de amplia falda, semejante a los trajes de antaño. Se veía radiante, feliz, a pesar de nuestro impasse con su madre. Me sentí más enamorado. Estaba orgulloso de ella.

Organicé con Roberto Vélez, su primo, mi regalo para ella. Este fue el anfitrión de la fiesta, junto con su mamá, por lo tanto, me llamó para que tocara el piano y cantara para esta. Para esta fecha, tenía diecinueve años y contaba con una fama inconfundible.

Todos los presentes en este majestuoso evento aplaudieron a rabiar cuando terminé mi ejecución en el piano y me felicitaron al igual que a Roberto. Este, representaba en la organización los derechos de la señora Rosa Elena, como de sus hijas, puesto que todas eran herederas del viejo Vélez.

—¡Bueno! Estoy, al igual que ustedes, admirado y agradecido con toda la agrupación musical, en especial con Luis Carlos, por esta extraordinaria ejecución —afirmó él tomando la palabra, acercándose a mí, para ofrecerme su mano y darme un abrazo.

»¡Así que vamos a seguir disfrutando de este joven talento de nuestro país! Reconocido también internacionalmente, para quien pido un fuerte aplauso —gritó emocionado Roberto, quien conocía perfectamente la posición de la señora Rosa Elena.

—¡Plaf-plaf! ¡Plaf-plaf! —Comenzaron de nuevo los aplausos.

En vista, que él me pidió que siguiera entreteniendo a los invitados, lo obedecí. Luego, pedí a este, que la cumpleañera se ubicara de frente al piano para dedicar a ella mis canciones y mis piezas musicales, las cuales por cierto se crearon para ella.

Posteriormente, solicité permiso a Roberto, para bailar con su prima, mientras uno de mis compañeros tocaba el piano. De esta manera, inicié el baile de la quinceañera llevando la contraria a la madre de esta, quien había buscado otro caballero, para ese momento.

—¡Mi amor, no estés triste! Hoy es tu gran noche y deseo que la disfrutes —supliqué, al comenzar el baile con ella, tragando mi dignidad y orgullo ante las palabras de su madre, quien con su mirada me quería desaparecer y se dirigía a donde estaba Roberto.

—¡Me duele mucho, la actitud de mi madre para contigo! —Objetó Vicky a punto de llorar.

—¡No, no acepto que llores! ¡Si lo haces, me voy! —Le amenacé.

»Los problemas con tu madre, son exclusivamente míos —aclaré— ¡Eso, me lo dejas a mí! No estoy dispuesto a renunciar a tu amor, ¡Lucharé por los dos y ya verás cómo me ganaré a tu mamá! —Le prometí, logrando con esto que ella sonriera…

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