CAPÍTULO 5: Mi desfloración
Papá Katy había acunado mi cabeza en la palma de su mano derecha y me estaba follando duro y rápido con su boca. Todo el tiempo sentí que una corriente eléctrica recorría mi cuerpo. Mis pezones estaban muy duros y era la primera vez que lo notaba. Me gustaba la forma en que mi pequeño padre me follaba con su boca.
- Ven y súbete al sofá -dijo, levantándome con ambas manos y acomodándome suavemente en los cojines-. Me abrió las piernas y trató de introducir suavemente su polla en mi raja. Apenas penetró y sentí un ardor entre mis muslos, un ardor que me hizo soltar un "ay".
- Tómalo con calma, todo saldrá bien", me dijo para reconfortarme.
Frente a mi coño, el hombre me golpeaba suavemente con su polla; una polla en erección; una polla muy roja y dispuesta a comerme el culo.
- Ouch, ¡duele!", suspiré, insoportable.
- Es normal, es porque es el comienzo.
- ¡Que duele!
- ¡Ya pasará, nena!
- ¡Bien, bien, bien!
Y mi compañero, cada vez más valiente, empujaba su bastón en mi agujero, un agujero muy estrecho; un agujero que no podía soportar lo que se introducía por él; un agujero que hacía retroceder lo que se enviaba por él.
En medio del dolor, tenía los ojos cerrados. Mi bajo vientre, por no decir mi sexo, estaba ardiendo. Me sorprendí a mí mismo derramando lágrimas. Sí, las lágrimas cayeron de mis párpados involuntariamente. No lloraba por la dignidad que estaba perdiendo con el marido de mi madre; lloraba porque debía llorar. Pero estas lágrimas que brotaban de mí tampoco eran voluntarias.
Con los ojos cerrados, no sabía cuándo mi vagina se había tragado por fin el gran pene de Papá Katy, el marido de mi madre. Había empezado por verle ir de un lado a otro. Pero no fue rápido como en las películas porno; iba despacio con ambas manos en mis pechos. Acariciaba mis pechos con ambas manos y arrastraba una de ellas hasta mi ombligo para dejarla caer sobre mi pelo y agarrar mi clítoris. Cuando me agarró el clítoris, mi dolor se acortó y en lugar de un dolor horrible, sentí éxtasis.
Mi pequeño padre y yo follamos toda la tarde. Cuando por fin llegó la hora de que mi madre volviera a casa, papá Katy se quitó lo suyo y me pidió que subiera a mi habitación.
Me levanté y, muy débil, me dirigí a las escaleras.
Había perdido el equilibrio; no, mi fuerza. Estaba temblando de pie y borracho. Parecía alguien que estaba borracho. Con dificultad conseguí levantar los peldaños hacia la escalera. Cuando llegué a las escaleras, todavía me costaba mucho subirlas. Me apoyé en la barandilla y miré al marido de mi madre, que me observaba con ojos de compasión.
- ¿Debo ir a ayudarte?
¿Quién soy yo para rechazar esta oferta? Asentí con la cabeza y él se acercó, me subió al hombro y me arrastró hasta mi habitación.
Podía sentir el calor en mis muslos. A pesar de que la cafetera giraba en el techo, el aire destilado no respondía a nada.
***
A las veintidós horas, mi madre vino a mi habitación para preguntarme qué me pasaba.
- Me duele el estómago, mamá", le mentí con cara de circunstancias.
- ¿O es mi periodo?
- ¡No lo puedo creer! Porque mi periodo ya ha pasado desde la semana pasada.
- ¡Eso significa que has tomado algo que te constipa!
- ¡No lo sé!
- Llamaré al médico para que venga a revisarte...
- No es necesario, mamá, estaré bien.
- ¿Estarás bien?
- ¡Ya estoy mejor, mamá!
- Muy bien, vamos a la sala a comer.
- No tengo hambre.
- ¿Te vas a la cama con hambre?
- El tío me trajo un yogur cuando volvió de casa de su amigo.
- ¿Y estás seguro de que eso te quitará el hambre?
- Sí, o si tengo hambre, vendré a comer.
- Bien, no te preocupes. Voy a subir a mi habitación. Hasta mañana.
- ¡Gracias, mamá!
Y mi madre volvió de puntillas a su habitación, dejándome sola.
***
Tres días después.
Desde que papá Katy y yo tuvimos sexo, he estado sintiendo molestias entre mis muslos. Finalmente, estos dolores han pasado, gracias a los sedantes que papá Katy compró para mí en la farmacia.
Esta mañana estaba en el salón a punto de tomar mi té matutino cuando vi entrar al marido de mi madre.
- ¡Bienvenido a casa papá Katy!
- ¡Gracias, querida! ¿Qué estás haciendo?
- ¡Me estoy tomando el té!
- ¡Oh, deja el agua y ven a comer! ¿Has comido alguna vez una hamburguesa?
- ¿Qué es una hamburguesa?
- ¡Aquí tienes! Sé que te va a gustar.
Y cogí el menú de la mano de mi amigo y fui a sentarme a la mesa. Había dos paquetes en la bolsa. Esto significaba que uno era mío y el otro de mi acompañante. Después de la comida, nos embarcamos en nuestra aventura, ¡la de follar! En esta segunda ocasión, no había sentido mucho dolor.
Como no sentí ningún dolor, por fin le cogí el gusto a follar.
Lector, si no puedes controlar tu libido, aléjate de los cuarenta capítulos de mi historia. Creo que estáis avisados. Porque en los próximos capítulos, voy a ponerte tan cachondo que perderás la cabeza. Si estás preparado, apriétate el cinturón porque el avión quiere despegar.