4. TRABAJO
Ambos se quedaron mirando a los ojos, Audrey nunca había visto a un hombre tan hermoso con él, su cabello negro se veía tan sedoso, sus hermosos ojos azules, sus enormes brazos, unos que podrían protegerla. Negó con la cabeza por lo locos de sus pensamientos, y con una sonrisa sincera se presentó.
—Hola, soy Audrey Mills, la verdad como bailarina no tengo experiencia, así que me gustaría trabajar en la limpieza. — Gael salió de su asombro y carraspeó antes de hablar.
—¿Tienes experiencia en limpieza? — a ella la sonrisa se le desvaneció por un momento.
—Nunca he tenido un trabajo, pero, desde que tengo 8 años, me dedico a hacer grandes limpiezas a cocinar, cocer, se hacer de todo, incluso, terminé la secundaria y deseo poder entrar a la universidad. — Gael la miraba embobado, y Mason lo notó.
—¿Cuándo te gustaría empezar? — preguntó Gael con una sonrisa. — feliz Audrey casi brinca de la emoción.
—Cuando ustedes digan. — Gael miró a Mason.
—¿Por qué no quieres ser bailarina? La verdad eres muy hermosa Audrey, serías una sensación en los hombres — Gael miró a su amigo con el ceño fruncido al oírlo, no sabía el porqué se sintió extraño. Andrey los miraba directamente a los ojos, primero a uno y luego al otro, pero decidió ver a Mason para contestarle.
—Porque me dijo anteriormente que ya ni habían llegado diez mujeres para ser bailarina, y la verdad yo deseo tener un trabajo en lo que sea.
—Bien, ¿entonces no te molestaría más adelante ser una bailarina?— ella negó con la cabeza.
—Por supuesto — Gael la miraba realmente fascinado, tenía una energía que daba gusto.
—Te parece bien empezar el lunes.
—Sí señor, estaría encantada.
—Entonces bienvenida al Club el deseo — Gael se levantó de su asiento y le extendió su mano, ella la aceptó y algo fluyó en ellos, en eso un hombre entró sin avisar. Tres cabezas giraron a mirar quién había entrado.
—Lo siento Jefe, ¿quería saber si le daría de comer al hombre que está en una de las celdas?. — Gael por un momento frunció el ceño, la verdad no lo recordaba hasta que Malcolm lo mencionó.
—Supongo que sí, ¿cómo se llama? Hay que mandar a ponerlo en la lista negra. — Audrey se sentía muy incómoda ahí de pie mientras ellos hablaban de alguien, además que el recién llegado casi que la desnudaba con la mirada, y Gael lo notó, pero en ese momento no dijo nada. Por su parte Mason buscaba la ficha que le había hecho al hombre.
—Se llama Federico Mills — Audrey jadeo al oír el nombre de su padre, Gael frunció el ceño mientras la miraba, en ese momento notó que tenían el mismo apellido y una alarma se activó en él.
—¿Lo conoces? — preguntó sin rodeos.
—Yo… yo, si es mi padre — Gael soltó un gruñido al recordar lo que él viejo imbécil había dicho respecto a su hija.
—Malcolm retírate — dijo molesto. El hombre salió rápidamente no sin antes volver a mirar a Audrey. —¿Ese asqueroso es tu padre? — ella se asustó con el tono que ahora sabía que sería su jefe.
—Sí — dijo en apenas un susurro.
—Gael, la estás asustando, tranquilízate. — Gael trató de hacer lo que su amigo le decía.
— Lo siento Audrey, mi rabia no es contigo, es contra el engendro que tienes como padre, ese parásito ayer vino a tomar y apostar, pero no tenía dinero para pagar, así que él decidió venderte Audrey, dijo que lo más seguro serias virgen y así podrías sacarte mucho dinero — ella dio varios pasos atrás al oír lo que ese hombre le decía, aunque su padre había cambiado tanto y ya cuando pensaba que no podía volver sorprenderla y herirla más la volvía a hacer ¿cómo podía ser tan cruel con su propia hija? Lágrimas empezaron a salir de sus ojos y Gael se sintió impotente.
—Él no me quiere, desde que por mi culpa murió mi madre. — Gael y Mason se miraron.
—¿Te ha maltratado? — Gael seguía preguntando directo.
—No quiero hablar de eso. ¿Puedo verlo?
—No — dijo decidido — él saldrá de aquí hasta el lunes, Mason, retírate un momento — Mason acató de inmediato la orden de su jefe y se quedó afuera. — Sé que todo esto es difícil para ti, y si no quieres hablar de ello también lo respeto solo espero que sepas lo que haces, porque una persona que es agredida no debe quedarse callada nunca, por las razones que sea. — Audrey sabía que el hombre tenía razón, pero no hablaría con un desconocido, en especial después de lo que su padre cruelmente había dicho.
—Sí, lo sé, ¿Puedo irme ahora? — dijo algo nerviosa de que por culpa de su padre ya no obtuviera el trabajo.
—Sí, te quiero aquí a las doce del medio. Aquí se te dará uniforme, nada más dile a Mason cual es tu talla para que todo esté listo.
—Gracias Señor. Que tenga un buen fin de semana.
—Igualmente señorita Mills. — Andrey salió del lugar con varios sentimientos encontrados, feliz por ya tener trabajo, enojada, triste, decepcionada y preocupada por su padre. Le dijo a Mason cual era su talla y luego se dirigió a su casa, sabía que su padre no llegaría y a pesar de todo lo que sentía por dentro, se sintió en paz, hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un fin de semana así.
Aún así ella no estaba tranquila, sabía que su padre llegaría peor de enojado a como se había ido y en ella iba a descargar su furia, pero ahora que tenía empleo lo que tenía que hacer era cuidarlo para poder salir de ese lugar, un lugar donde solo le traía dolor.
Con nostalgia recordó a su madre, pensó en lo buena y dulce que era, en que cada vez que se miraba al espejo la miraba a ella, tenía tanto parecido, que parecía que por eso su padre la odiaba tanto, sabía que la razón por la que fuera, no era querida por el hombre que la engendró así que solo que solo le quedaba ser feliz con lo poco que tenía y salir adelante.