Capitulo 6: —No hay nada que disculpar
Capitulo 6
Will estaciona el auto frente al edificio; abro la puerta apresurada por salir de aquel espacio, tan pequeño para los dos. En mi mente solo deseaba poder subir a horcajadas sobre él y quitarle ese ceño fruncido que yo había puesto ahí.
—Espera. —su mano agarra la mía justo cuando mi pies toca la acera. Cómo una corriente eléctrica estalla donde nuestras manos están unidas recorriendo todo mi brazo hasta mi espalda, ambos miramos nuestras manos y por su mirada se que también lo a sentido. No me muevo—. Disculpa por a verte gritado, no fue mi intención —Dios, yo fui la culpable de todo y él se disculpa.
—No hay nada que disculpar, Will. Fue mi culpa. Así que soy yo la que debe disculparse. Lo siento mucho. —sin más, salgo del auto completamente temblando. Nunca me habían gustado los maduritos, no antes de Will. Él llego para hacer que me retractara de ese hecho.
Subo los escalones de la entrada y saludo a los guardias de seguridad, uno de ellos se acerca a mí en seguida.
—Buenos días. ¿En que puedo ayudarla?. —abro la boca para decir algo pero una voz detrás de mí se me adelanta.
—Buen día, Scott. Ella es la señorita Gómez, trabajara aquí, por favor consigale un pase de empleada. —el pequeño hombre moreno de mediana edad asiente con la cabeza.
—En seguida —se gira hacia mí—. Por favor, acompañeme. Necesitaremos sus datos —doy unos pasos detrás de Scott cuando escucho que Will me habla.
—Nos vemos arriba. ¿Sabes donde es?.
—Seguro. Susan ya habló conmigo.
—¿O prefieres que te espere?. —eso hace que me voltee de inmediato.
—¡No! —casi grito, Will frunce el ceño confundido por mi reacción—. Quiero decir, no hace falta. Además, no quiero que los otros empleados piensen que hay preferencia.
Me observa con expresión sombría en su rostro, mete su mano en uno de sus bolsillos del pantalón y con la otra sostiene su portafolios.
—Okey. —Se marcha sin mirar atrás. Como si derrepente yo no existiera. No tengo tiempo para esto, vine aquí a trabajar y eso haré, ya lidiare con él.
Despues de que el guardia de seguridad me diera mi pase de identificación; me dirigí a los torniquetes que dividían el gran vestíbulo, con suelo de mármol beige, columnas cuadradas y gruesas decoraban parte del espacio con un alto techo blanco. Habían algunos cuadros colgando de las paredes que estaban pintadas de un tono marrón claro, con la mitad inferior de mármol gris teñido. El diseño era clásico y antiguo.
Por lo que Susan me había contado del lugar; su padre es el dueño de todo el edificio pero solo 5 plantas eran suyos. Los otros 10 estaban rentados a otras compañías que, por supuesto, no le afectaban a él o ha su empresa. Muy por el contrario, le beneficiaba de alguna manera.
Subo al elevador y le digo al encargado que voy al último piso. Me gustaría decir que solo habían unas pocas personas pero estaría mintiendo, el amplio espacio moderno con espejos en las paredes, estaba lleno.
Doy gracias a Dios cuando por fin el ascensor llega al último piso. Ya era súper tarde, sólo faltaban cinco minutos para las ocho. Recorro el pequeño espacio que hay desde el elevador hasta las puertas de cristal donde se podía leer en una placa negra;
«W&S I.I Reyes's» (William y Susan inversiones inmobiliaria Reyes's).
Toco el timbre que hay aún lado de la puerta, está emite un sonido y se abre. El lugar tiene los mismos tonos suaves que el vestíbulo. Me detengo ante la recepción.
—Buenos días. —saludo con tono alegre a la joven recepcionista con rasgos asiáticos y un hermoso cabello negro cortado al nivel del cuello.
—Buenos días. —esta me sonríe—. Tú debes de ser la Señorita Gómez. La nueva secretaria.
—En efecto. Pero llámame, Carol.
—Bueno, Carol. Bienvenida. Yo soy Marta Olivares Lin. Pero todos me dicen Marta. El Señor Reyes, la está esperando. —Me indica con la mano un pasillo a su izquierda. Me despido de ella y voy hacia la puerta que me ha indicado.
Toco una sola vez antes de entrar.
Cómo siempre, mi corazón se acelera cuando veo a Will. Está al teléfono con el ceño fruncido concentrado en su conversación. Tiene esa esencia de un dios poderoso y arrogante. Me hace señas para que aguarde un momento, tomo asiento en una de las cómodas sillas frente a su escritorio, coloco la carpeta en su mesa y la empujo hacia él. Will la coge, abre y comienza a revisarla.
—Mi secretaria se encargara de eso, te pondré en contacto con ella. —Un cosquilleo de alerta comienza a revolotear en mi estómago, me pongo rígida. Se queda callado mientras la otra persona habla—. Dame unos minutos, ella se comunicará en seguida.
Termina la llamada. Su mirada fija en mi expediente personal. Cuando por fin hace contacto visual conmigo, no es para nada la mirada amable que vi hace apenas unas horas.
—Bien. Le daré esto a mi abogado, él se encargara de realizar tu contrato. Ahora necesito que te comuniques con el Señor Cardoval, es el dueño de un hotel que estamos vendiendo. Cualquier duda que tengas solo avisame y te ayudo. —Muevo mi cabeza en afirmación. Will presiona un mando que esta en su escritorio y las persianas que cubren la pared que está ha mis espaldas, comienzan a subir mostrando así toda una pared de cristal totalmente transparente—. Ése sera tu lugar de trabajo. Necesito que estés en él antes que yo en el mío, ¿Esta claro?. —por lo visto el Will amable a desaparecido, dando paso al hombre empresario, (amargado) y autoritario.
Así que yo también entro en mi papel.
—Entiendo, Señor Reyes. Ahora, si me disculpa, me retiro a trabajar. Necesito ponerme al día.
Will hace una señal con la mano para que lo haga.
—Te he dejado en tu escritorio mi correo electrónico, apenas abras el tuyo enviamelo para poder pasarte las cosas que tengas que hacer.
—Muy bien. —Me levanto, cuando me dispongo a salir, Will vuelve hablar.
—Carol... Señorita Gómez. —se corrige rápidamente así mismo—. Voy a necesitar su número celular también.
Mis tontas piernas me comienzan a temblar, necesito sentarme rápido.
Will teniendo mi número móvil me ponía nerviosa. «parezco la típica tonta adolescente enamorada en secreto».
—Si, Señor. En seguida se lo paso.
Salgo casi que corriendo de su oficina.
Me pongo al corriente con todo lo relacionado con la empresa de bienes raíces. Le pase mi número celular y mi correo electrónico. Cómo secretaria de Will, podía ver lo ocupado que era... Casa, apartamentos, restaurantes, hoteles entre muchas otras cosas, vendiendose. Estar respondiendo correos electrónicos a las personas que querían poner sus propiedades en ventas, garantizandoles que atenderiamos a su llamado lo más pronto posible, era bastante entretenido. También respondiendo correos a inversionistas, o grandes contratos jugosos por culminar, era la parte que más me gustaba... El saber que lo ayudaba de alguna manera a él.
Pude darme cuenta también que Will estaba planeando comprar un hotel con restaurante incluido; ya que tenía una larga lista de sugerencias que revisar, seleccionar y enviarles los mejores.
Will tenía una cita a las dos con el Señor Cardoval en su hotel a las afuera de Londres en Brighton. Eso le tomaría todo el día. Esa idea me desanimaba, saber que no lo vería más hasta el día siguiente.
Estaba tan concentrada en lo que hacía que no me di cuenta de la hora que era, hasta que Marta se detiene ante mi escritorio.
—Hola... me preguntaba si, ¿Te gustaría ir almorzar?. —Parpadeo un par de veces para actualizar mi cerebro. Veo la hora, once y cuarenta y cinco.
—¡Claro! No me he dado cuenta de la hora. —Organizo mis cosas en el escritorio apago el ordenador y cojo mi cartera—. Déjame ver si al Señor Reyes, no se le ofrece nada.
—Me adelantaré para llamar el ascensor.
Marta se va, su delgada figura estaba envuelta en un lindo vestido verde oscuro hasta las rodilla con un cinturón marrón que combinó con sus tacones. La chica tenía una linda piel pálida.
Will tenia las persianas de su oficina bajadas, debía de estar en una video conferencia. Toco la puerta lo más suave que puedo.
—¡Adelante!. —Su voz baja me dice que estoy en lo correcto. Entro y lo encuentro sentado en el sofá negro de terciopelo con la lapto colocada en la mesita de centro frente a él—. Disculpadme un momento, Señores. —Pulsa un botón en el teclado, que asumo es el de silencio, dejando a las personas con las que habla en espera. «Que grosero, arrogante, prepotente, guapo, hermoso, espera, ¿En que estaba...?» el hombre sabía cómo licuar mis pensamientos sólo con su presencia. Se levanta y camina hacía mí—. ¿Que ocurre?.
—Nada. Es sólo que es la hora del almuerzo y... ¿Quería saber si se le ofrece algo?, Saldré con Marta a comer.