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capitulo 5

Cuando Ángela estuvo con los criados, oculto con el pelo la marca de su cuello, cosa que los criados no notaron casi. Por respeto la dejaron sola comiendo tranquila en su habitación, con unas buenas vistas desde su cama gracias a su terraza grande con las puertas abiertas, en dirección al amanecer. Eso la relajaba mucho, entonces muerta de hambre empezó a comer su desayuno. En ese momento, cuando dio en primer bocado, Ángela sintió nauseas al saborear la comida, y no tuvo mas remedio que escupirlo en el plato. Los criados entraron a la habitación cuando ella los llamó, y vieron que ella apenas había probado la comida, y los miraba con un rostro molesto y enfadado.

- ¿Ocurre algo señora? - pregunto la criada, una chica joven.

- Sí, no se que pasa que esta comida esta asquerosa, con solo probarla me han entrado ganas de vomitar. - explicó Ángela señalando la bandeja de comida.

- Pues no se señora, el cocinero lo ha probado y a asegurado que era bueno y comestible. - dijo la chica algo intimidada.

- ¿Esta seguro de ello? - pregunto Ángela confusa.

- Sí señora, pero si quiere le diré que haga otra cosa. - propuso la criada, estando por coger la bandeja.

- Espera… - dijo Ángela, deteniéndola con la mano. - Quizás soy yo… perdona, déjame intentar comerlo.

- Como quiera señora.

Con eso, la criada se apartó un poco de la cama para dejar a su ama desayunar. Ángela estaba confusa, ella no era de esa que tuviera problemas con la comida, y nunca había tenido esa sensación al probar la comida. Con miedo, tomó un sorbo de su zumo de naranja, y paso lo mismo, sintió nauseas y tosió asqueada del sabor. Al ver eso, la criada se acercó preocupada, con las manos preparadas para lo que fuera.

- ¡Mi señora, ¿esta bien? - pregunto ella preocupada. - ¿Le ha sentado mal el sumo?

Ángela no contesto, pero dejo de toser, limpiándose la boca con el brazo. Con los cabellos ocultando si rostro, Ángela se veía aterrada y confusa, sin poder entender el por qué de esas nauseas con la comida tan repentinamente. No tardó mucho en tener una teoría, y tenía que ver con lo que paso anoche con esos hombres y el vampiro, sobretodo el vampiro.

- ¿Señora Ángela? - llamó la criada a su lado en pie. - ¿Se encuentra bien, llamó a alguien para atenderla?

Ángela se giró un poco para ver a la criada, viendo que estaba preocupada. Ella no debía saber lo que ocurría en verdad, por lo que Ángela, dando un suspiro, se echo hacia atrás, apoyándose en la almohada que tenía en la cabecera.

- Llévatelo, no me encuentro muy bien para comer. - ordenó ella sin mirarla siquiera. - No hace falta que llames a nadie, estaré bien descansando.

Con eso, la criada no se atrevió a decirle nada, por lo que cogió la bandeja de comida y se retiro de allí cerrando la puerta al salir. Rato mas tarde, los criados picaron a su puerta, preguntándole a su señora si deseaba algo, pero ella no contestó.

Durante el resto del día, Ángela estuvo encerrada en su habitación en silencio, y eso a los criados les preocupo, pero no tenían derecho a molestar a su señora por sus preocupaciones, a pesar de que Ángela era muy buena con ellos, solo que ese día estaba extraña. Entendían que estaba destrozada por todo lo ocurrido, la muerte de sus padres cuando estuvo fuera, el coma de su hermana que sobrevivió al accidente por así decirlo, y ahora que su hermana haya empeorado, sin signos de querer despertar. Cualquiera en esa situación desearía morirse y vivir otra vida completamente diferente, los criados no podían ponerse en el lugar de Ángela, por mucho que la conocieran.

Cuando ya se hizo de noche, Ángela seguía en cama, y ahora se sentía muy cansada y débil, enseguida empezó a toser algunas veces. Durante todo el día no tuvo ganas de salir de la habitación, ni quería salir de la cama, el cuerpo no la dejaba. No solo era por lo ocurrido la otra noche en el callejón, era por todo lo ocurrido que estaba de esa forma. Tan pensativa estaba, que no notó que la brisa de la noche soplaba un poco mas hacia el interior de la habitación, y después, esa misma brisa, cerró con suavidad las puertas del balcón que quedaron abiertas.

Cuando todo estuvo en silencio, Ángela quiso encender una luz, y encendió con cansancio la lámpara pequeña que tenía en la mesita de noche, dando un poco de luz a la habitación.

En el momento en que encendió la luz, oyó un ruido, de alguien que había dando un paso en la silenciosa habitación poco iluminada, asustada, Ángela miró en la dirección de donde provino el ruido, y entre las sombras pudo distinguir una figura humana escondida. Esa figura al ver que fue descubierta, empezó a caminar hacia la cama, y cuando le vio la luz de la lámpara, Ángela pudo ver que era él, el vampiro que la atacó la otra noche. Al verlo acercarse, ella sacó de debajo de su almohada un revolver cargado, le quito el seguro y lo apunto asustada y casi sin fuerzas. El vampiro no mostró temor al verse apuntado con un arma, por lo que siguió caminando con calma y lentitud hacia la cama, hasta llegar a los pies para apoyar las manos con una sonrisa en los labios, divertido y tranquilo.

- ¡¿Quién sois vos, qué hacéis en mi casa sin permiso? - pregunto ella con voz ahogada por el cansancio. - ¿Ha venido para acabar el trabajo antes de que hable de lo ocurrido anoche o qué?

- He venido en respuesta a tus tristes y solitarias plegarias pequeña. - contestó él, pasando las manos por las cortinas de la cama mientras la rodeaba por el lado derecho sin dejar de mirar a Ángela con una sonrisa seductora y sonriente.

- ¿De qué esta hablando? ¿De qué me conoce? - pregunto ella, siguiéndolo con la mirada y el arma, confusa por sus palabras. - ¿Quién es usted y por qué no me mató la otra noche al morderme?

Ante esa pregunta, el vampiro se hecho a reír encantado. Entonces, empezó a pasear tranquilo por la habitación, haciendo entender que no tenía intención de matarla enseguida. A causa de la debilidad y el cansancio, Ángela finalmente dejo caer el arma sobre la cama, para luego echarse de nuevo sobre la almohada rendida. Desde que se hizo de noche, empezó a sentirse mal, como lo estuvo al ser mordida por el vampiro.

- La vida ya no tiene sentido para ti ¿verdad? - pregunto el vampiro.

Ángela lo miró de nuevo, y le vio paseando alrededor de la cama, yendo hacia el lado derecho con la mirada baja pero los colmillos un poco a la vista. La vista de Ángela estaba borrosa y cansada, por lo que, intento aclararla con ambas manos en la cara, agotada y exhausta.

- La bebida no tiene sabor, la comida te produce nauseas. - decía el vampiro, acercándose a ella por el lado derecho de la cama. - Parece que todo te ha dado la espalda, tanto que nada tiene razón de ser.

Al verlo tan cerca, Ángela quiso coger el arma, pero al ver el rostro del vampiro, su cuerpo no quiso moverse, solo giró la cabeza hacia él. Al llegar al borde de la cama, el vampiro de negro se arrodillo para estar mas cerca de ella, mirándola con sus ojos rojos carmesí y los colmillos algo salidos, mostrando un rostro terrorífico pero también hermoso y encantado.

- ¿Y si yo pudiera devolverte todo, calmarte el sufrimiento y darte otra vida? Una que no puedes imaginar, donde ni la enfermedad… ni la muerte… puedan volver a tocarte… - proponía él con una sonrisa en los labios, sonando muy convincente.

Ángela lo miró fijamente, sin apartar la vista, viendo como él le estaba ofreciendo ser como él con sus propias palabras. No dijo nada, no quiso hacerlo, solo deseaba seguir escuchando esa voz, que para ella, era relajante y daba cierta paz y calma. El vampiro ve que ella no mostraba resistencia alguna, por lo que, con cuidado y suavidad, le cogió el brazo derecho para alzar la muñeca boca arriba, y tenerla al lado de los labios, dejando que los dedos rozará su frío y duro rostro pálido, en la mejilla izquierda.

- ¿Qué queréis de mi? - pregunto ella en susurro, sin dejar de mirarlo pero encogiendo los ojos. - Si habéis venido a matarme, hacerlo ya.

El vampiro al oír eso, se quedo callado, pero después mostró una sonrisa deseosa, y sacando los colmillos estuvo a punto de clavarlos en la muñeca de ella que tenía sujeta frente a los labios, pero algo lo detuvo. La mirada que tenía Ángela lo detuvo justo antes de clavarlos, pero los mantuvo pegados a la vena de la muñeca esperando alguna reacción, pero ella, se mantenía con la misma mirada, directa y sin ningún miedo a él o a la muerte. Al ver que ella no estaba asustada, dejo de tener los colmillos hay, y mostró una sonrisa irónica, pero no dejo ir la muñeca, lo que hizo fue tenerla de fue que ella pareciera que estuviera acariciándole la mejilla.

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