Capitulo 3
Ángela estuvo allí mucho tiempo, y poco a poco empezó a cansarse de llorar, y las lagrimas ya no podían salir mas, como si ya estuviera seca.
No supo cuanto tiempo estuvo allí y le daba igual, no podía moverse de donde estaba, con su hermana bajo su cabeza, inmóvil y calida a pesar de estar dormida por mas de seis meses. Entonces, se incorporó un poco, y miró a su hermana, tranquila y sonrosada, entendió que allí ya no podía hacer nada, por lo que, con lentitud se puso en pie y como sonámbula se fue de la habitación.
Cuando paso por recepción antes de llegar a la entrada, el doctor y las enfermeras de antes, que les tocaba hacer guardia esa noche, la vieron irse como si fuera una zombi apenas aguantando de pie, con los ojos rojos de tanto llorar, el pelo desordenado y la cara llena de lagrimas secas.
Las enfermeras quisieron detenerla y consolarla, pero el doctor las detuvo, dejando que Ángela se marchara, a pesar del dolor ella sería capaz de llegar a su casa entera, estaba seguro de ello.
Una vez fuera, Ángela sintió el viento frío de la noche, entonces alzó la cabeza para ver el cielo nocturno despejado y lleno de estrellas brillando junto a la luna llena. Tan dolida estaba, que tardo en oír los llamados de su caballo, que al verla empezó a gruñir y patear el suelo con una pata. Viendo que estaba impaciente, ella entendió que él entendía como se sentía, dolida y sola.
Fue hacia él y lo acarició por el moró y el cuello para calmarlo un poco antes de subirse sobre él. Con un rápido movimiento ella estuvo sobre el caballo negro, y entonces con una patada al estomago lo hizo cabalgar, pero no fue hacia el camino hacia su casa, fue por otro diferente, no deseaba irse a casa ni estar mas tiempo en el hospital.
Ella hizo que su caballo dejara de correr para caminar con lentitud y calma, tenia la mirada baja y no parecía querer ir a algún sitio en concreto, solo dejaba que el caballo caminará por su cuenta. Si eso era una pesadilla, ella deseaba despertar, ya había sufrido bastante; sus padres muertos, su hermana en coma, y ahora estaba peor, sin signos de querer salir del coma, las cosas no podían ir a peor ahora. Sin que ella se diera cuenta, el caballo camino hasta llegar a la plaza donde estaba la caverna de Raza y James, que a esa hora estaba llena de gente conocida. El caballo se paro justo frente a la barra para atar a los caballos, entonces ella al oír la música y la gente alzó la mirada y vio la caverna. Confusa miró a su caballo, éste gruñó una vez, como diciéndole que se animará.
Viendo que el caballo no se iba a mover de hay por un buen rato, Ángela se bajo y lo ató a la barra con desanimo. Suspirando, decidió entrar en la caverna, que estaba bien iluminada y animada por la gente y las bailarinas del escenario. Algunos al ver a Ángela la saludaron, ella disimulo una sonrisa a pesar de tener la saca llena de lagrimas secas.
Rápidamente, con el rostro tapado con su melena negra a duras penas, fue directa a la barra donde estaba Raza sirviendo copas a los clientes habituales.
- ¡Eh Raza, mira quién ha venido! - aviso uno que vio a Ángela sentarse a la barra a su lado casualmente. - ¡Nada menos que la hermosa prometida de tu hijo James, ajajá!
El hombre estaba ya bastante borracho, pero él era buen amigo de Raza y del difunto padre de Ángela, por lo que también era amigo de ella. Tanto Ángela como Raza se rieron un poco de él, y su compañero decidió que ya había bebido bastante, por lo que le apartó el vaso de cerveza y lo cogió para cargarlo sobre el hombro.
- Bueno, buenas noches Raza, Ángela. - se despidió el amigo con el borracho a cuestas en el hombro.
- Buenas noches. - se despidió Raza mientras limpiaba un vaso con el trapo.
- Sí, buenas noches. - se despidió Ángela en bajo.
Cuando Raza la oyó de esa forma, se acercó a ella preocupado, viendo como ella tenía una mirada vacía y triste. Cuando tuvo el vaso ya limpio lo dejo en su sitio sin dejar de mirar a Ángela, que estaba ahora apoyando los brazos sobre la barra como solían hacerlo los hombres cuando estaban deprimidos o molestos por algo, ella estaba mas de lo primero que de lo segundo, pero también había otra cosa.
- ¿Ángela? ¿Te ha pasado algo hija? - pregunto Raza, apoyando las manos en la barra frente a ella.
- ¿Puedes ponerme lo de siempre Raza, por favor? - pregunto ella sin alzar la mirada, con un voz vacío y solitario.
- C-Claro pero, no deberías tomar eso a estas horas de la noche. - aconsejo él, extrañado por el comportamiento de Ángela. - ¿Puedes explicarme que te ocurre?
- No Raza, ahora no. - contestó ella. - Ponme lo que te he pedido… por favor…
Al ver que ella no iba a hablar, Raza dejo de insistir y fue a buscar lo pedido, dejándola sola con sus pensamientos. Una vez sola completamente, sin gente cerca suyo en la barra, se metió de nuevo en su mundo, pensando en todo lo ocurrido hasta ahora, todo fue como si le hubiesen clavado varios puñales en el corazón, dejándolo perforado y destrozado pero aún latiendo.
Ella en verdad deseaba que se detuviera para dejar de sentir ese dolor, aunque fuera un instante. Mientras, sin que ella se diera cuenta, un par de hombres adultos pero no muy viejos la observaban desde detrás suyo a cierta distancia, sentados en una mesas llenas de barras de cervezas.
Ellos la miraba divertidos e impacientes por acercarse a ella y probar suerte. En cierto modo, nunca habían visto a una mujer con esa ropas tan masculinas, que marcaban un poco su delgada figura y sus curvas jóvenes. Eso a ellos les llamaba la atención.
Entonces, sin esperar mas, ellos se pusieron en pie y vacilantes fueron hacia la barra donde estaba ella sentada. Después, cada uno se sentó a cada lado de ella, el de pelo largo hasta la nuca rubio en el lado izquierdo, y el de pelo castaño rojizo en el derecho. El rubio con una risa apartó el pelo de ella de la cara para verla bien, y el otro apoyó la cara en una mano para observarla fijamente, viendo lo hermosa que era.
- Hola guapa, vemos que estas sola. - dijo el rubio con seducción.
- Nosotros también lo estamos.
- ¿No te gustaría pasar un buen rato con nosotros? - pregunto el castaño, cogiendo la mano de Ángela para convencerla.
Ángela no dijo nada, pero lo que si hizo fue apartar su mano y la del rubio que tenía rozando su cara, sin dejar de ignorarlos.
Ante eso, ellos se molestaron un poco, pero no se rindieron. Entonces, el rubio probó con acariciarle el muslo sin que se viera mucho, el otro se rió un poco, pero vieron que la chica ni se inmutaba, por lo que, el castaño riéndose con perversidad, intento ponerle la mano sobre el pecho, pero en ese momento una voz aguda le detuvo a él y su compañero.
- ¡Eh ustedes! ¡Dejen en paz a Ángela, ahora mismo! - dijo la voz de Raza mientras se acercaba.
Este volvía con una botella de vino tinto especial de la casa, y al ver que Ángela estaba siendo molesta por una panda de borrachos mujeriegos quiso actuar. Estos al verle mostraron un rostro de molestia, ya que, les había interrumpido la fiesta. Sin hacerle caso, ellos siguieron con su intento de seducir a Ángela, pero este no lo aguanto y quiso darles una paliza saliendo de la barra.
- Déjalo Raza. - le detuvo la voz de Ángela. - Ellos son solo unos ignorantes.
Los tres hombres se giraron a Ángela, Raza quedo sorprendido de que Ángela no estuviera enfadada con ellos por haber puesto una mano encima, pero por el contrario, los dos hombres ante el insulto se enfadaron, pero el rubio después se lo tomo a risa la valentía de la joven transilvana.
Entonces, como olvidando lo que dijo ella, el rubio paso el brazo por la cintura de ella y la acercó a él con fuerza.
- Vamos guapa, te aseguro que te divertirás con nosotros, no te arrepentirás. - dijo él, mientras pasaba la mano por debajo de la camisa de ella, subiendo al pecho.
- ¡He dicho que la dejéis en paz amigos! - exclamó Raza al ver eso, hecho una furia.
- Tranquilo Raza, están demostrando que son unos ignorantes todo el rato. - se burló ella tan tranquila.
- ¿Cómo has dicho zorra? - pregunto el castaño ya harto.
- Ignorantes, ¿o es que tengo que deletrearlo para que puedas entenderlo imbécil? - pregunto Ángela, girándose a él con una mirada fría y sin arrepentimiento.
Por esa contestación, el castaño hecho una furia y humillado por una mujer, la golpea con el lomo de la mano con fuerza, eso hace que ella caiga de espalda al suelo, y todos los que estaban cerca se apartaron con un grito de espanto, todos los del bar se giraron a la escena sobresaltados y curiosos ante el ruido de la silla caerse y hacerse añicos y la chica caer en picado al suelo con la espalda recta pero la cabeza hacia delante para no golpearse fuerte. Ante eso, Raza sale corriendo de la barra y va rápidamente hacia Ángela, que sin gemir ni gritar de dolor, se incorporó un poco hasta sentarse y apoyarse en la pata de la mesa que tenía detrás suyo.
Raza la miró y se sorprendió, ella sonría contenta y sin parecer dolida o enfadada. El hombre castaño se puso frente a ella, y el rubio se mantuvo al margen, algo fastidiado por que su amigo posiblemente mataría a la hermosa chica.
- Si yo soy un ignorante, vos sois un montón de mierda asquerosa. - insulto él con humillación, mientras que de sus ropas sacaba un revolver de la época bastante oxidado pero cargada.
Al ver el arma, Raza quiso coger a Ángela y apartarla, pero ella no se dejo arrastrar, lo que hizo fue mantenerse hay y mirando fijamente al hombre, sin mostrar miedo ni vergüenza, se abrió un poco la camisa con las dos manos para mostrar el escote, que era donde estaba el corazón, y era allí donde el hombre la apuntaba.
Todos quedaron sorprendidos ante esa acción, pero el hombre de la pistola no se dejo intimidar por ello y quito el seguro con un poco de temblor, dispuesto a acabar con ella por el insulto a su persona. Ambos se miraron, ella lo miraba directa y sin miedo, provocándolo mas, y él empezó a sudar por el miedo que empezaba a sentir por esa mirada que ella mostraba, no era una chica como las demás, delicadas y asustadizas.
- Os falta el valor de la convicción señor, vamos disparé. - animo ella en voz alta y sin miedo a morir.
Raza intentaba decirle a Ángela con la mirada que dejará de provocarlo, pero ella ni lo miraba, seguía mirando al hombre del revolver. Finalmente, intimidado por la chica, el hombre bajo lentamente su arma, derrotado y avergonzado. Al momento, Raza cogió a Ángela por las axilas para ponerla en pie, ella mientras no dejaba de mirar al hombre, que con su amigo decidieron irse de allí, ya que, eran las atención de la clientela. Cuando ellos se fueron corriendo de allí, cada uno en la caverna volvió a lo suyos, pero algunos se quedaron mirando a Ángela asombrados y sorprendidos de su valor, era un orgullo para ese local. Uno de esos curiosos que la miraban, era un hombre vestido completamente de negro, asomado en la barandilla del segundo piso, que desde hay veía perfectamente a Ángela, sin que ella se diera cuenta.