Librería
Español
Capítulos
Ajuste

2

Al hacerlo, se apoyó en la puerta; su corazón latió con prisa. No esperaba verlos, y menos después de dos años.

En cuanto llegó al cubículo, su amiga Melisa la miró con gracia.

—Parece que viste un fantasma ¿Qué te ha ocurrido..?

—Lo vi... —murmuró con los ojos perdidos.

Su amiga, no entendió y movió en forma acelerado su brazo en frente de ella.

—¿Un fantasma? ¿Qué..?

—¡No..! ¡Era Eduardo!

—¡Ah Eduardo! —exclamó, aunque enseguida arrugó las cejas —¿qué Eduardo?

—Mi ex esposo —dijo.

—Estás bromeando ¿verdad?

—No, te dije que él era muy rico pero no puedo creer que haya comprado... esta empresa.

—¿Y si acaso lo hizo a propósito..? —preguntó.

—Lo dudo, él me dejó porque dijo que le había aburrido. Ya no me quería más.

— Ya luego ¿De verdad es tán hijo de..?

—¡Melissa!, si te llegan a escuchar nos van a echar a las dos.

—Sí, tienes razón. Bueno, ¿y qué harás ahora?

—Pues tengo que seguir trabajando, no tengo otra opción —murmuró y se dió la vuelta para seguir con sus tareas.

En cuanto abrió la lista, se estremeció. Muchos nombres de mujeres, eso encontró. Habían varias que eran súper modelos, eso no hizo más que hacerla poner triste.

No quería sentirse de esa manera. Al terminar, se puso de pie para poder preguntarle al señor si necesitaba algo más. Había pasado tres horas trabajando, pasando todo en su computadora y teléfono. En cuanto ingresó a los gran oficina, pudo ver que en la parte de afuera, había un escritorio.

—Yo acomodé el escritorio para que puedas trabajar aquí, ¿terminaste con lo que te ordené? —le preguntó sin verla.

—Sí señor, aquí tiene la libreta de nuevo.

—Está bien, quiero que me organices un encuentro con alguno de las modelos, lo necesito para esta noche.

—Claro señor —comentó.

"Seguro que con algunas de esas... modelos de cintura perfecta —pensó con dolor —de igual forma no me interesa ¡Yo sólo siento desprecio por él!".

—Puedes retirarte, no te necesito para nada más.

—¿D-de verdad, me da el resto de la tarde libre? —preguntó con esperanza.

—Sí, ¿Acaso no escuchas?

Ella asintió feliz, y simplemente desapareció por los pasillos, no sin antes ponerle seguro a la puerta. Se veía aún más guapo que antes, su barba estaba creciendo, dándole una sombra a su rostro y sus ojos azules seguían grandes e inexpresivos como siempre. Tenía puesto un impecable traje de color azul, haciendo juego con sus ojos.

Se estremeció, le hacía sentir muchas cosas.

Cosas, que tenía guardada desde hace mucho tiempo.

La señora divorciada, recorrió las calles con prisa.

Primero se cambió los grandes tacones a unas zapatillas. Le quedaba mucho camino por recorrer, no tenía dinero para pagar un autobús, menos un taxi. Necesitaba cada centavo para poder sobrevivir.

Después de media hora de caminata sin parar, llegó a un edificio viejo, donde incluso la escalera estaba con algunos agujeros.

Una puerta de color roja, la recibió. Un gran número 32, estaba justo alineada con su cabeza. Tomó las llaves y la abrió.

Lo primero que encontró, fue a su madre. La misma sonreía junto con una pequeña bebé en sus brazos.

—Mamá...

—Hola cariño, aquí estaba con Emma.

—Hola bebé —dijo con una voz dulce, y abrazó su hija.

—Cariño... Cómo me gustaría ayudarte más —habló con tristeza su madre.

—Demasiados hacés mamá. Estamos las dos solas aquí, y en algún momento podremos salir adelante ya preparé la cena.

—¿De verdad..? es raro que podamos cenar —dijo confundida Briana.

—Lo sé, pero encontré dinero guardado en uno de mis bolsillos, entonces pude hacerla.

—Gracias mamá... Ojalá pudiera traerte siempre las viandas que me dan en el trabajo.

—No te preocupes cariño... Tú sabes que en algún momento nos apañaremos.

Brianna asintió, mientras su madre se alejaba. A pesar de que vivían en un monoambiente, Briana se sentía bien con cada uno de esos pequeños logros.

Dejó caer su cuerpo en el colchón de dos plazas que tenía el apartamento.

No había muchas cosas, después de quedar en la calle, su padre se había llevado todos, dejándolo a ella y a su madre sola en la calle. Todos la habían abandonado.

No pudo decirle a Eduardo que estaba embarazada. Su secreto, la llevó a seguir adelante, buscando trabajos como mesera, todo tipo hasta que finalmente encontró en esa empresa.

Su madre, se había ofrecido a cuidar a su hija. Mientras ella trabajaba. El acuerdo, había durado dos años, mientras las dos buscaban una manera de recuperar todo.

El sinvergüenza de su padre: todas las propiedades y el dinero las había escondido a nombre de otra persona. Además, no tenían dinero para poner un buen abogado.

Solo, lo que les asignaba el estado. Briana, dejó a su niña recién dormida, en la cama improvisada. La arropó, después de darle un beso en la mejilla y se puso de pie para ayudar a su madre. Al día siguiente, ya se encontraba de pie frente a su jefe. El mismo, como siempre ni siquiera la miró al rostro, simplemente le ordenó que hacer.

—Buen día Señor —dijo ella.

—Buen día, aquí tienes estas planillas, quiero que las llenes, y me digas cómo están los números de la empresa.

—Claro señor. Pero yo soy simplemente una secretaria.

—Eres un administradora de empresas, me sorprende que estés... olvídalo.

—Enseguida señor.

Dio la vuelta y comenzó a caminar.

—Espera... —dijo de repente la voz gruesa de su marido.

Al girarse lo contempló con curiosidad.

—¿Qué ocurre?

—¿Cómo has estado? —preguntó de repente, y el corazón de Briana dio un salto.

"¿Estará preocupado por mí? —pensó —¡Eso jamás!".

—Muy bien ¿y usted?

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.