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Ajuste

Golpe de realidad

—Eres el mejor amor, siempre me prometes y me cumples. Por fin serás solo mío y ella está fuera de esta casa. ¿Has cambiado la cama? Te dije que no dormiré en la misma cama donde hacías cochinada con esa mujer. —hace un rostro de asco.

—La cama está limpia. Anna tenía más de un año que no dormía en esta habitación, se la pasaba en su pequeño taller en el sótano.

—¡Por fin! Ya se ha ido el impedimento de ser felices.

—¡Así es Pamela! Por fin vamos a estar juntos. ¿Para cuándo es tu cita con el doctor? —pregunta de inmediato.

—Él dice que para mañana debo estar en su consultorio. Si todos los exámenes que me hicieron salen bien, pues mañana mismo me colocan los implantes que tantos deseas amor.

—¡Bien! Pues esta noche necesito placer, necesito un orgasmo que me haga explotar y salir de este mundo.

—No me vas a decir que estás dolido porque aquella mujer se fue de tu lado.

—No, para nada, en este momento lo estoy disfrutando. ¡Acércate!

Él retira el diminuto vestido de la exuberante rubia, observando la perfección de su desnudez. Aquella chica era perfecta y el deseo por ella la hacía más interesante. De esa manera le daba la bienvenida a la soltería. Él lanza a Pamela sobre la cama, quita su corbata y la penetra ferozmente, esa noche ella se sentía extraña por su comportamiento, ya que fue diferente, nunca antes se había portado de esa manera en la cama, pero no quería objetar, estaban solos ahora y sé hará realidad su sueño de mostrar sus implantes para tener hermosos y grandes senos.

.....

—Amiga, tienes que parar de llorar. Te vas a deshidratar, ¡por favor Anna!

—¡No es justo Sol, no es justo! Me sacó de mi casa como a un perro. Ni siquiera permitió que tomara mis ropas... —ella lloraba, sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas como cascadas.

—Hace tiempo te venía diciendo que ese hombre era tu verdugo. Un hombre que te maltrate física y verbalmente, no te merece, ¡por favor abre los ojos! Ese hombre no es para ti amiga. ¡Deberías estar feliz! Ya que por fin eres libre.

—¿A dónde iré? Este apartamento es muy pequeño para las dos. Él amenazó que si no tenía a su hijo en un buen lugar, me lo quitaría, prometió pelear por su custodia. ¡Yo no puedo perder a mi hijo! ¡Por favor ayúdame Sol!

—Amiga, primero que todo debes calmarte, si quieres esta noche llora y saca de ti todo el dolor, pero mañana nos levantamos y seguimos luchando.

—Para mí la vida acabó, no quiero seguir respirando ¡Me duele! Si no fuera por Adriel hubieses guiado mi auto a toda velocidad y me hubiese estrellado contra un árbol.

—¡Ay amiga! Ese hombre no vale tanto, no exageres. En cuanto sane tu corazón me darás la razón, ya lo verás. Es como dice, aquí es muy pequeño. Esta noche dormiremos los tres en mi cama porque no te dejaré ir a ningún lado, no permitiré que estés sola, pero mañana buscaremos algo mejor, aún tengo dinero de nuestro proyecto.

—Me duele mucho la cabeza, quiero ir a la farmacia por unas pastillas.

—No, quédate tú con Adriel. Yo voy por las pastillas, también iré a sacar unas cosas de tu auto, está repleto.

—Quiero caminar, quiero pensar ¡Por favor déjame hacerlo!

Después de mucha insistencia, ella accede a la petición de su amiga. Toma una ducha y se pone una ropa que le prestó, camina por las aceras del parque, observando a parejas tomadas de las manos, viviendo el romance y su historia de amor. Ella no le pedía nada la vida, solo quería ser amada, respetada y que valoraran todo lo que ella con amor entregaba. Llega a la farmacia y compró un frasco completo de pastillas fuerte para los nervios basándose en mentiras. Estaba decidida esa noche en acabar con su vida y dejar a Adriel en manos de Sol. Ella sostiene en su puño todas las píldoras y en el momento que se la va a tomar siente que la chica de la farmacia la está observando, así que con las píldoras en las manos se lanza la calle sin mirar en ninguna dirección. En ese momento siente el impacto de un auto, rodó en la carretera, sentía un fuerte dolor en su pierna, se quejaba y el hombre en compañía de su guardaespaldas se desmonta del vehículo a ver qué sucedió.

—¡Señorita! ¿Está usted loca? ¿Acaso no ve por dónde camina? Pude haberle quitado la vida o pudo haber sido peor.

—No pasa nada, solo había acabado todo en ese momento.

"Peter Smith" un poderoso CEO de la empresa "Inter Worlds" nota la falta de brillo en sus ojos y luego que ve su puño lleno de pastillas, así que se acerca y le tiende su mano para ayudarla a colocarse de pie. —¿Está usted bien señorita? 

—No pasa nada. —Ella rechaza su ayuda, pero no puede sostenerse de pie, ya que siente un fuerte dolor en su pierna izquierda.

Él la mira, se preocupa y vuelve a ofrecer su mano. En esta ocasión ella acepta, pues no tiene otra opción. Él la sostiene para ayudarla a mantenerse de pie y con su otra mano le pide las píldoras.

—¡Gracias por ayudarme a ponerme de pie! Pero ya es todo se puede hacer por mí ¡Buenas noches!

—¡Claro que no señorita! En este momento la llevaremos a emergencia a que examinen su pierna, no pienso ir a casa sin estar seguro de que estarás bien.

—No pasa nada, señor, en unos minutos me dejará de doler, puede estar seguro de eso.

—Tengo para decirle que soy tan terco como usted, y no voy a dejarla sola. O se va conmigo a emergencia o dejas que yo mismo observe su rodilla. ¡Decida!

Ella solo quiere que él se retire y la deje sola, así que envían a encender las luces del auto y él se acerca a su rodilla. —Solo tiene un pequeño golpe, no fue nada grave. Vamos a sentarnos en el banco del parque y allí lo podré revisar mejor.

—¿¡Que, eres médico!? Acabas de darte cuenta de que no sucedió nada grave. Por favor deja que me marche.

Él insiste hasta que ella acepta ir hasta el banco. Allí él hace que su chofer lleve un botiquín de primeros auxilios y después de desinfectar la rodilla y el pequeño golpe, se da cuenta de que estará bien. —La pierna se ve bien, pero a quien no veo bien es a usted ¿Le sucede algo señorita?

—No soy una señorita, soy una señora casada y con un hijo. Bueno, ahora estoy divorciada, hace unas horas.

—Por eso la tristeza, y lo que lleva en tu mano izquierda. Con esa cantidad de pastilla ha decidido entregarle tu dolor, tu tristeza, tu alegría y la compañía de una madre para un pequeño bebé, a una persona que quizás no lo merezca.

Ella se queda asombrada ante sus palabras, pues es la primera vez que habla con ese hombre. —¿Cómo conoce mi vida y lo que me sucede en este momento?

—Acabas de decir que está divorciada hace solo horas, te lanzas a la avenida buscando que alguien te quite la vida, tienes un frasco de un fármaco totalmente peligroso en tus manos; y me habla de un niño pequeño.

Ella no puede contener el llanto y en ese momento sus lágrimas ruedan por sus mejillas. Las palabras de ese extraño le dieron un golpe de realidad y la hicieron sentir miserable. Ella seguía llorando en el hombro de un desconocido, cuando se enteró lo que sucedía se espantó y se disculpó, limpiando su costoso y fino traje.

—Discúlpame y gracias, gracias por sus palabras. No sabía que las necesitaba.

—Dame las pastillas, por favor. —ella lo duda, pero luego accede a entregársela.

—Mi nombre es Peter Smith, es un placer para mí conocerla. Aunque no sea en la mejor circunstancia, pero hay un día perfecto para todo.

Todo se tornó algo extraño, un desconocido aparece de la nada y le transmite calidez y confianza, pero lo que llamó su atención es que acaba de pronunciar aquella frase que ella suele repetir.

—¡Muchas gracias por su ayuda! Yo soy Anna... Ya ni recuerdo cuál era mi apellido. Ahora tengo que irme a casa.

—No la dejaré caminar sola. Permíteme acompañarte.

—Señor Peter ha hecho mucho por mí esta noche, se lo agradezco, creo que no imaginas todo lo que hizo en mi vida con solo unas palabras. Ahora se puede ir a casa, yo desistí y cambié de opinión.

—No dejaré que se marche sola, vamos, yo la acompaño.

Él insiste y aunque ella se negó, luego tuvo que aceptar, pues tenía un fuerte dolor en la pierna. No fue muy largo el trayecto de regreso, a se llega ella entró al apartamento y él se quedó en el auto. En cuánto Sol se percató salió corriendo de inmediato, estaba exaltada al ver que su amiga venía con un golpe en la pierna y un vendaje.

—¿Qué te sucedió amiga? ¡Dime que estás bien, por favor!

—Estoy bien, nada grave. No vi el auto, traté de cruzar la avenida, y me golpeó, pero no me voy a morir, puedes estar tranquila.

—Anna, solo estás pasando un mal momento, todo será mejor después de la tormenta.

—Creo que tengo que aprender a convencerme de eso, entendí que no estoy sola, Adriel está conmigo.

Abraza a su amiga, le agradece por estar para ella. Después se acomoda en una esquina de la cama con su bebé y allí queda profundamente dormida hasta el siguiente día.

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