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Capítulo 1

«¡¡¡Ah!!!»

Un dolor agudo le extendió por todo el cuerpo desde la frente a Lucía Nores. Brutalmente, le habían dado un empujón a ella y, como resultado, su frente había chocado contra las baldosas de mármol.

Lucía abrió los ojos y la vista se le nubló debido a la gran pena causada. Al instante, una saña se le encendió en el fondo.

A su oído, el hombre rugió en tono lleno de odio extremo:

—Lucía Nores, ¡¿por qué no te mueres?!

Luego, una mujer, bastante azorada, gritó con rabia:

—Enrique, ¡estás loco! ¡Inútiles! ¡¿Qué están haciendo aturdidos aquí?! ¡Separen al señor Enrique de ella!

Inmediatamente, dos guardaespaldas se acercaron apresuradamente y, con fuerza, separaron al hombre, quien agarraba el pelo de Lucía.

Al instante, una dama de edad mediana corrió en paso ligero hacia Lucía y la levantó con cuidado. Mirando su cara manchada de sangre, la mujer preguntó con preocupación:

—Lucía, ¿estás bien?

Lucía, aferrándose con fuerza a su cordura que podía derrumbarse en cualquier momento, paseó sus ojos lindos y claros por todos los lados y enseguida se quedó en trance.

La pobre se dio cuenta de que estaba en un hotel lujoso con decoración de flores y cintas de colores y había una muchedumbre que cuchicheaba a su alrededor.

«¿Dónde estoy?»

Lucía bajó lentamente la mirada, encontró que llevaba un vestido blanco de novia y la parte donde estaba precisamente el corazón estaba manchada de sangre, lo cual daba mucha pena.

Lucía se quedó muy estupefacta.

«¿Es mi boda? ¡¿Qué está pasando?!»

Enfrente de ella, el hombre le miraba con ferocidad, con la cara llena de rabia y humillación.

De repente, él le lanzó un sobre que contenía varias fotos contra la cara de Lucía y volvió a fijar los ojos llenos de odio y hostilidad en ella.

«¡Desvergonzada! No solo te has liado con tantos hombres,¡sino que has intentado matar a tu propia hermana mayor para encubrir este secreto sucio tuyo! Lucía Nores, una mujer tan viciosa y desvergonzada como tú no mereces ser mi mujer. Aunque muera, ¡nunca me casaré contigo!»

Con esto en la cabeza, Enrique Fraga arrancó el lirio que llevaba prendido al traje, lo arrojó hacia Lucía y se alejó con frialdad.

La dama de edad mediana, quien había ayudado a Lucía levantarse, nerviosa y enfadada a la vez, siguió a pasos rápidos al hombre mientras gritaba:

—Enrique, ¡cabrón! ¡Vuelve!

Mirando la espalda del hombre que se alejó decididamente, Lucía sintió una punzada en el corazón con los recuerdos pasándose rápidamente por su mente.

La cara le languidecía y ella tenía el ceño fruncido ligeramente. En el momento en que la silueta de Enrique desapareció completamente de su vista, Lucía no pudo sostenerse más, se cayó y perdió el conocimiento.

***

Era un sueño caótico, en el que todas las partes estaba en fuego y la sangre roja fluía sobre el suelo. Se veía rostros jóvenes y firmes, rugiendo.

Lucía, con su cuerpo enfermizo, avanzaba con dificultad en una oscuridad densa, corriendo y matando, al mismo tiempo que sus compañeros se cayeron uno a uno...

—Señorita, por favor, ¡váyase! ¡No se detenga!

—Señorita, por favor, ¡sobreviva por nosotros!  

—Señorita, por favor, ¡sobreviva y véngase de todos nosotros!

***

En la cama, Lucía abrió los ojos y miró con tranquilidad al techo. La vista se le nubló y, poco después, unas lágrimas se le derramaron por los ojos y le recorrieron lentamente la cara pálida.

Por fin, ella recordó cómo había llegado hasta aquí desde la batalla brutal a miles de kilómetros de distancia.

Ella había muerto.

Sí, Lucía Nores, comandante suprema de la batalla, había muerto. Traicionada por sus más allegados, bajo la situación más desesperada, pisando los cadáveres de los enemigos, como la reina más orgullosa del mundo, ella terminó su propia vida clavando valientemente su sable en el corazón ante las miradas recelosas y admiradas de sus enemigos.

Desde entonces, la señorita más honorable y noble del Grupo Nores desapareció del mundo, pero en la ciudad lejana de Creephia apareció otra Lucía Nores.

En el sueño, Lucía había oído una voz que le preguntaba una y otra vez si le gustaría tener otra oportunidad si podía. Ella había respondido querer mucho tener otra oportunidad para volver a luchar con sus soldados.

Lucía cerró los ojos, dejando al lado la tristeza, y ordenó con detenimiento esa memoria extra en su cabeza.

Esta chica, cuyo cuerpo ella ocupaba ahora, también se llamaba Lucía Nores. En la noche de su boda, Lucía corrió hacia su novio con una felicidad infinita, pero de repente, Fabiana Nores, su hermana mayor, la detuvo.

Esta última, con una sonrisa enigmática y viciosa en los labios, le mostró muchas fotos indecentes una tras otra.

Lucía se quedó muy desconcertada y quiso quitar las fotos de Fabiana. Sin embargo, antes de que Lucía pudiera tocarle, esta última se cayó y rodó escaleras abajo, llorando y gritando.

Como resultado, las fotos, que mostraba escandalosamente que Lucía se liaban con otros hombres, se dispersaron por todas partes.

Y antes de que Lucía pudiera recuperarse, palabras humillantes y malsonantes le llegaron a sus oídos.

Ante todos los invitados, el novio anunció cancelar la boda y le empujó con frialdad y odio a Lucía sin escuchar su explicación. Por la empujada repentina, su frente golpeó contra el suelo duro y se desmayó.

Después de despertar, Lucía recordó la memoria de la comandante suprema. Es decir, ahora Lucía tiene la memoria de la comandante y la de ella misma a la vez.

Después de un largo rato, Lucía, tumbada en la cama, parpadeó y se alegró de estar viva.

Sí, ella viviría. Para poder tomar venganza por sus compañeros muertos, ¡ella viviría con valentía!  

***

—¿Todavía no ha despertado?

—Han pasado dos días y ella no ha mostrado ninguna señal de despertar. ¿Acaso está muerta?

—¡Sería mejor si muriera! Esta descarada no solo ha puesto los cuernos al señor Enrique, sino que incluso ha intentado matar a su propia hermana. Una mujer tan viciosa como ella no merece vivir.  

—Tienes toda la razón. Pero es raro que nadie haya vendido a visitarle a esta desde el accidente. Arriba, la sala VIP donde está Fabiana Nores es totalmente diferente. Dicen que cada día vienen a visitar a Fabiana uno tras otro. Tanto los de la familia Nores como Enrique Fraga están allí todo el tiempo para acompañarla. Parece que ese Enrique aprecia mucho a Fabiana. Veo que lo que le espera a esa señorita es un futuro lujoso.

—No es nada raro. ¿Quién vendría a visitar a una desvergonzada como esta? No solo es fea, sino también perversa. ¡Que muera rápidamente! Ya no quiero perder más tiempo para cuidarla...

La enfermera que hablaba inconscientemente levantó la mirada y vio a una figura delgada en la puerta de la sala.

Esa mujer estaba vestida con una bata azul, y su cabello largo y liso se encontraba disperso sobre los hombros, tenía una cara muy pálida y los labios muy pintados. Su maquillaje era un desastre. Además, toda la frente suya estaba casi vendada con gasa, por lo que no se permitía ver claramente su apariencia original. Esta, con los ojos vacíos, se fijaba en las dos enfermeras sin parpadear.

—¡¡¡Ah!!! —gritaron las enfermeras, asustada por esa mujer fantasmal.

Lucía, sin retirar la mirada fría clavada en las dos, dijo:

—Por favor, ayúdenme con algo de desmaquillador, ropa y zapatos limpios.

Al encontrarse con la mirada de Lucía, las dos pobres sintieron escalofrío y asintieron temblando.

Lucía dibujó una sonrisa leve en sus labios pintados de carmín y volvió a hablar en tono burlón:

—Yo no moriré.

Ante tales palabras, las dos enfermeras bajaron la cabeza, bastante avergonzadas.

—Mi madre me dio 20% de las acciones de la familia Nores en su testamento. Aunque no me quede nada, no faltará dinero nunca.

Al oírla, las dos se quedaron estupefactas con los ojos muy abiertos.

«¡No me digas! ¡¿20% de las acciones de la familia Nores?! ¡Es una suma muy grande! ¿La familia Fraga sabía de esto o no?»

En este momento, las dos enfermeras se dieron cuenta de que esta señorita de la familia Nores, aunque estaba en apuros, no era cualquiera con la que ellas podían meterse. Por lo tanto, se disculparon a la vez en voz humilde:

—Lo siento mucho, señorita Nores. Por favor, no tome en serio lo que acabamos de decir. Solo son nuestros disparates. Por favor, perdónenos. Ahora mismo preparamos lo que usted necesita.

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