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Una Oferta Inesperada

La mañana siguiente trajo un cielo despejado, como si la tormenta de la noche anterior no hubiera dejado rastro alguno. Pero en la mente de Elena, los ecos de lo ocurrido con Sebastián Leduc aún resonaban. Había repasado cada palabra, cada mirada, cada segundo de esa intensa conversación en la oficina. Sabía que era peligroso, sabía que debía mantener la distancia, pero había algo en él que la atraía de una manera que no podía explicar.

Elena llegó temprano al sitio de construcción de *Eterna*. El rugido de las máquinas y el ritmo constante de los trabajadores era una especie de refugio. Aquí no había espacio para pensamientos complicados ni emociones contradictorias; todo se reducía a cálculos, diseño y ejecución. Era su lugar seguro.

—Soler, alguien te busca en la oficina temporal —gritó uno de los supervisores desde el otro lado del terreno.

Elena frunció el ceño. No esperaba visitas. Caminó hacia la pequeña estructura improvisada que servía como oficina para los arquitectos y los ingenieros. Dentro, encontró a un hombre vestido de traje oscuro, con un portafolio en mano y una sonrisa demasiado pulida.

—Señorita Soler, un placer conocerla. Soy Mateo Vargas, representante de Arcadia Developments —dijo, extendiendo la mano.

Elena estrechó su mano con desconfianza.

—Arcadia... ¿La competencia directa de Leduc Enterprises? —preguntó, sin molestarse en ocultar su escepticismo.

Mateo sonrió, como si estuviera acostumbrado a esa reacción.

—Así es. Y, si me permite decirlo, hemos estado siguiendo de cerca su trabajo. Es impresionante, realmente. Su visión arquitectónica es única, y creemos que sería un activo invaluable para nuestros futuros proyectos.

Elena cruzó los brazos, apoyándose en el borde del escritorio.

—¿Esto es una oferta de trabajo? Porque si lo es, está perdiendo el tiempo. Estoy comprometida con *Eterna*.

Mateo inclinó la cabeza ligeramente, como si hubiera esperado esa respuesta.

—Entiendo su lealtad, pero me gustaría que considere esto: Arcadia está dispuesta a ofrecerle el doble de su salario actual, además de un puesto directivo en nuestro equipo de diseño. Podría liderar proyectos que cambiarían el panorama urbano del país. Es una oportunidad única.

Elena sintió un nudo formarse en su estómago. La oferta era tentadora, eso era innegable. Pero sabía que no era solo su talento lo que Arcadia quería. Había algo más detrás de esa sonrisa perfecta.

—¿Por qué ahora? —preguntó, estrechando los ojos—. ¿Por qué están tan interesados en mí de repente?

Mateo soltó una breve risa.

—Es una combinación de factores. Su talento, por supuesto, pero también su papel en *Eterna*. Sabemos que usted es una de las figuras clave en ese proyecto. Tenerla con nosotros sería un golpe estratégico para nuestra compañía.

—¿Y si digo que no? —Elena levantó una ceja, desafiándolo.

Mateo ajustó su corbata, su sonrisa desvaneciéndose ligeramente.

—Entonces, tendría que recordarle que las decisiones tienen consecuencias. He oído rumores, señorita Soler. Rumores sobre su relación con Sebastián Leduc.

Elena sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Su mirada se endureció.

—No sé de qué está hablando.

—¿No? —Mateo sonrió de nuevo, pero esta vez su tono era más afilado—. Digamos que sería una pena si esos rumores llegaran a oídos de las personas equivocadas. Sebastián Leduc no es precisamente conocido por su paciencia con los escándalos. Y usted... bueno, su reputación podría verse comprometida.

Elena apretó los puños, pero se obligó a mantener la calma.

—¿Me está amenazando?

—Por supuesto que no —respondió Mateo, fingiendo sorpresa—. Solo le estoy presentando las opciones. Puede venir con nosotros y evitar cualquier... complicación futura. O puede quedarse aquí y lidiar con las consecuencias.

Elena lo miró fijamente, evaluando cada palabra, cada gesto. Finalmente, dio un paso hacia él.

—Dígale a quien lo envió que no soy alguien fácil de intimidar. Y que si intentan algo, serán ellos quienes enfrenten las consecuencias.

Mateo parpadeó, claramente sorprendido por su respuesta. Luego, con un leve encogimiento de hombros, cerró su portafolio.

—Como desee, señorita Soler. Pero recuerde: las puertas de Arcadia siempre estarán abiertas para usted.

Con eso, salió de la oficina, dejándola sola con un millón de pensamientos girando en su cabeza. Sabía que no podía tomar a la ligera esa amenaza. Si alguien comenzaba a investigar demasiado, podría descubrir lo que había ocurrido entre ella y Sebastián. Aunque, técnicamente, no había pasado nada. Todavía.

***

Más tarde ese día, Sebastián la convocó a una reunión en su despacho. Cuando Elena entró, lo encontró revisando unos documentos, su expresión tan severa como siempre. Pero algo en sus ojos cambió cuando la vio. Era apenas perceptible, un destello de algo que podría haber sido preocupación.

—¿Cómo van los ajustes del puente? —preguntó sin levantar la vista de sus papeles.

—Listos y entregados —respondió Elena, manteniendo su tono profesional.

Sebastián asintió, pero no dijo nada más. El silencio se prolongó, cargado de una tensión que ambos podían sentir. Finalmente, Elena decidió hablar.

—Hoy recibí una visita de Arcadia Developments.

Eso llamó su atención. Sebastián levantó la mirada, sus ojos clavándose en los de ella.

—¿Arcadia? ¿Qué querían?

—Intentaron reclutarme. Con una oferta bastante generosa, debo decir.

Sebastián frunció el ceño, sus labios apretándose en una línea delgada.

—¿Aceptaste? —preguntó, aunque su tono dejaba claro que no esperaba esa respuesta.

Elena soltó una breve risa.

—No. Les dije que no estoy interesada. Pero no se trataba solo de una oferta de trabajo. Me amenazaron.

Sebastián se levantó de su silla, sus ojos oscureciéndose.

—¿Amenazarte? ¿Cómo?

—Mencionaron rumores... sobre nosotros.

Un silencio pesado cayó entre ellos. Sebastián cruzó la habitación hasta quedar frente a ella, su mandíbula tensándose.

—No permitiré que nadie te use como un arma contra mí. Si Arcadia intenta algo más, lo sabré y lo detendré.

Elena lo miró, sorprendida por la intensidad en su voz. Había algo profundamente protector en su postura, algo que hizo que su corazón se acelerara.

—Sebastián, esto no es solo sobre ti. También está en juego mi reputación, mi carrera. Si estos rumores salen a la luz, no seré yo quien salga ilesa.

—Entonces no dejaremos que salgan a la luz —dijo con firmeza—. Y si lo hacen, me encargaré de que tú no sufras las consecuencias.

Elena negó con la cabeza, dando un paso atrás.

—Esto es exactamente lo que quería evitar. Este tipo de complicaciones. Nunca debimos...

—¿Nunca debimos qué? —La interrumpió Sebastián, dando un paso hacia ella—. ¿Sentir algo? ¿Importarnos el uno por el otro? ¿Pretender que nada de esto está pasando?

—Exacto. Porque esto solo nos hará daño a ambos.

Sebastián la miró en silencio, su respiración pesada. Finalmente, habló, su voz más suave.

—No puedo prometer que será fácil, Elena. Pero tampoco puedo fingir que no me importas. Porque me importas más de lo que debería.

Elena cerró los ojos, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse. Quería creerle, quería confiar en él, pero el peso de la realidad era demasiado grande.

—No sé si esto vale la pena, Sebastián. No sé si podemos ganar esta batalla.

Él levantó una mano, acariciando suavemente su mejilla.

—Déjame demostrarte que sí podemos.

Por un momento, Elena permitió que su guardia bajara, permitiendo que su rostro se inclinara hacia su toque. Pero entonces, con un esfuerzo titánico, dio un paso atrás.

—No aquí. No ahora.

Sebastián asintió, su mirada llena de una mezcla de tristeza y determinación.

—Está bien. Pero esto no ha terminado.

Elena salió de la oficina, sintiendo que llevaba una carga aún más pesada que antes. Mientras caminaba hacia el ascensor, no podía evitar preguntarse cuánto tiempo más podrían mantener esta danza peligrosa sin que todo se derrumbara.

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