Capítulo 3 Nada es perfecto.
Era viernes, su último día de trabajo en la cafetería, solo tenía dos días para encontrar un lugar donde vivir los días de semana mientras permanecía en la universidad, el campus no era opción, los cuartos en el eran demasiado para lo que la joven había podido ahorrar en esos tres años de arduo trabajo, más con lo que su padre podía colaborarle, y tres horas de viaje eran demasiadas para ir y venir todos los días, además cada día soportaba menos a su madre, por lo que alquilar una habitación era el lujo mayor que se podía dar.
— ¿Sabes qué? realmente creo que Magnolia no es mi madre. — dijo con toda seguridad y sin rastro de pena a su novio Javier mientras caminaban por la acera.
— Jade sé que siempre buscas el lado positivo de todo, pero ella es tu madre, tienen el mismo color de ojos, cabello y fisco. — respondió Javier dando su punto de vista mientras la abrazaba.
— ¿Qué dices de mis labios? los de ella son finos, la forma de mi rostro tampoco se le parece ¡¿y la altura?! — dijo como tratando de aferrarse a algo más que la diferenciara de aquella mujer.
— Eres alta, pareces modelo, pero puede ser por tu padre, deja de imaginar imposibles, y acepta que Magnolia no tiene madera de madre.
Jade dejo de hacer conjeturas y siguió a su novio, debía ayudarlo a empacar ya que la acompañaría a buscar un pequeño dormitorio que quedara cerca de la universidad, pero apenas ingresaron en la casa de Javier se olvidaron de lo que tenían que hacer, el joven tomo sus labios con desesperación y lo que para Jade era amor, para el rubio solo era la necesidad de marcarla, se había propuesto tener sexo con ella, que le entregara su primera vez, marcarla como si fuera ganado, todo para que Jade volviera cada fin de semana a él, la necesitaba, pero no era solo por sentirse solo, Javier era un vividor de primera categoría, a esta altura Jade se ocupaba de mantener limpia su casa, lavar su ropa, cocinarle, todo, pero aún faltaba lo más importante, que lo mantuviera, si bien en un principio el joven no quería cruzar esa línea con su única amiga, ya que sabía que ella era demasiado buena para cualquier hombre, más para él, pero en la mente de Javier no tenía más opción, no quería perderla, si algún hombre se fijaba en ella en la universidad, algo que estaba seguro pasaría por la belleza que la rubia poseía, la perdería, solo era cuestión que alguien más la enamorara y si ella conseguía un novio en la universidad, estaba más que claro que ningún hombre dejaría que su pareja fuera casi una sirvienta de su amigo.
— Javier ¿qué haces? — pregunto preocupada cuando se dio cuenta que habían llegado a la cama del joven.
— ¿Acaso no me amas Jade? — pregunto con falsa tristeza, sabia como tirar los hilos que convertían a Jade en una marioneta.
—Sabes que te amo, pero hace solo un mes que comenzamos a salir... — respondió sintiéndose incomoda, no era que no deseara entregarse a su amigo, en la mente de Jade, la primera vez debía ser algo maravilloso y romántico, velas y chocolates, como en las películas románticas, ella era una soñadora, alguien que creía en el amor y los milagros que este hace en las personas, se aferraba a ello, a poder cambiar a Javier, que sea más responsable, que pudiera valerse por sí mismo.
— Amor, nos conocemos lo suficiente, desde que éramos niños, ya no soporto estar lejos de ti, te necesito tanto. — ese era el punto débil de Jade, cuando Javier le decía que la necesitaba, aun recordaba cómo había quedado solo siendo tan joven, y si ella sufría por el desprecio de su madre, más sufría Javier al estar solo.
El rubio siguió besándola sin darle tiempo a procesar lo que estaban haciendo, y a medida que la desvestía, Javier descubrió que su mejor amiga tenía un cuerpo de infarto, ya una vez la había visto en traje de baño, pero eso no era nada ahora que la observaba completamente desnuda, sus pechos blancos y grandes lucían dos botones rosados que a la vista eran una maravilla, su boca salivaba con la necesidad de prenderse de ellos, la pequeña cintura destacaba más gracias a su ancha cadera, y sus muslos estaban tan bien torneados que Javier deseaba apretarlos, sin pensarlo más y sin nada de cariño, tomo las piernas de la joven y las abrió, contemplándola de manera descarada, no tenía tiempo para pensar que podría estar sintiendo la rubia en ese momento, aunque si se hubiera molestado en ver su rostro, le hubiera sido fácil comprender que Jade estaba muriendo de vergüenza.
— Te amo Jade. — mintió con descaro, entrando en ella sin demora, pues era imposible contenerse ante semejante mujer, no le importo tener que ejercer más fuerza para hundirse en ella, mucho menos reparo en que su novia no estaba excitada, no había humedad alguna en su vagina y es que la vergüenza y la duda no le permitían a Jade sentir los besos desesperados que Javier repartía en ella para que dejara de estar tan rígida, mientras la rubia se quejaba por el ardor que su primera vez le estaba ocasionando, tratando de no soltar lagrima alguna, aquello no le estaba gustando en lo más mínimo, nada era como lo que ella había imaginado para una ocasión tan importante.
— Javier, yo te amo más. — sus ojos verde jade brillaron de tal manera que este hombre se sintió culpable de estar usándola, pero no tanto como para dejarla ir, ella era hermosa, dulce y la quería, además que sabía que siempre le seria fiel, no, no la dejaría ir, aunque no la amara.
Fue esa culpa que lo llevo a repartir besos más sueves y húmedos por todo el cuerpo blanquecino de la joven, provocando que ella se relajara casi al instante, Jade ahora estaba en una bruma de sentimientos hermosos, lo amaba desde los 15 años, siempre había soñado con ser su novia, ahora lo era y aún mejor, le estaba entregando su cuerpo, para que él la reclamara como mujer, Jade le pertenecía en cuerpo y alma, siempre seria solo de él.
La experiencia no duro mucho, Javier estaba demasiado excitado, como para tratar de durar un poco más, o así sea tocar los lugares necesarios para que la joven lograra su primer orgasmo.
Parea cuando Jade termino de tomar un baño, se dio cuenta que ya era demasiado tarde como para viajar a buscar departamento, por lo que dejo la maleta del joven lista para salir mañana a primera hora.
— Quédate esta noche. — dijo Javier, quien luego de probar su cuerpo había descubierto su nuevo mejor pasatiempo, mejor aún que ir al casino a apostar, Jade era adictiva.
— No puedo, debo avisarle a mi padre que no fuimos a ningún lado, aún debe estar esperando mi llamada, nos vemos mañana, no olvides colgar las sábanas cuando la lavadora termine. — le recordó con las mejillas rojas y es que mientras Javier se bañaba, ella se había encargado de cambiar las sábanas y limpiar todo el desorden que su primera vez había dejado.
— Está bien. Nos vemos mañana. — se despidió con un beso corto al tiempo que cerraba la puerta.
Jade permaneció de pie frente al umbral unos segundos, algo la hacía sentir mal, había entregado su virginidad al hombre que llevaba años amando, pero nada fue como imagino, nunca le pregunto si estaba bien, ni se mostró tierno, ni siquiera tuvo la consideración de dejarla bañarse primero, Javier se levantó apenas termino y fue a ducharse, dejándola sola para que limpiara todo, y ahora la dejaba sola para regresar a su casa, ni siquiera se ofreció a acompañarla solo unos metros, ya que vivían casi pegados.
“Deja de pensar idioteces Jade, él está acostumbrado a estar con chicas más experimentadas, ¿Qué esperabas? ¿Que se comportara como un niño?, Javier es un hombre y tú ahora eres una mujer deja de ser tan soñadora.” — se dijo a sí misma y camino los metros que separaban las casas.
A penas abrió la puerta de su pequeño hogar escucho a sus padres discutiendo, más fuerte de lo normal, algo no estaba bien y la joven se debatía entre interferir o solo seguir su camino.
— ¿Por qué no solo admites que es tu mujer? ¡Di que es ella a quien deseas en tu cama!
— ¡Dios Magnolia! realmente estás loca ¡ella es mi hija! ¡¿Cómo puedes decir tal cosa?! — grito Isaías con verdadero enfado y Jade por primera vez tenía ganas de gritarle a su madre.
— ¡No lo es y lo sabes! ¡Ella no es tu hija! — las palabras de Magnolia taladraban la mente de la joven quien estaba clavada en mitad de la sala, viendo directo a la cocina, donde sus padres se encaraban, uno más furioso que el otro.
— ¡Cállate! No te permito que repitas eso, yo la crie, yo la cuide, soy su padre por derecho.
— ¿Qué es lo que temes Isaías? ¿Que cuando ella lo sepa busque a su verdadero padre y te deje? O mejor aún, que cuando sepa quién es su verdadero padre, descubra que tu solo eres un ser insignificante. — el regocijo y la burla bañaba cada palabra de la mujer.
— No entiendo cómo puedes hablar así de tu hija, por Dios, es tu sangre Magnolia.
— Jade solo era una herramienta para asegurar mi fututo, pero ni para eso sirvió, maldigo el día que te hice caso, la debí abortar apenas dejo de serme útil. — Jade al fin comprendía que el desprecio de su madre tenía una razón, después de todo, ella nunca la quiso.
— Papi. — dijo casi sin aliento la joven mientras sus ojos derramaban lágrimas, llegando a la cocina que de pronto se había convertido en un campo de guerra.
— Hija. — se lamentó el hombre al saber que había escuchado todo.
— Que ridícula, por tu cara sé que estabas escuchando y aun así lo llamas Papi ¿o es su juego de roles? — la mano de Isaías se levantó, quería golpearla por decir semejante aberración, pero no pudo, Magnolia era su debilidad, siempre lo fue, él por esa mujer hizo todo, su corazón dolió al tiempo que vio los verdes ojos de magnolia, el desprecio y asco dirigidos a él, para ella Isaías nunca fue nada más que algo a lo que aferrarse para vivir cómodamente, por fin este hombre lo veía con claridad, pero ya era tarde.
— ¡Papá! — el grito de Jade fue aterrador, al momento que vio como su padre tocaba su pecho para luego caer.
— ¡Llama a una ambulancia! — Jade corrió junto su padre mientras Magnolia al fin mostraba un poco de humanidad y empatía, después de todo, ese hombre la había consentido durante 21 años, fue a la sala a llamar una ambulancia como su hija lo solicito.
— Prométeme…— Isaías sentía que su vida se escapaba entre sus manos como arena mojada y no podía hacer nada para evitarlo.
— No digas nada papá, la ambulancia pronto llegara. — la rubia sentía que su vida se iba junto con la de su padre.
— Prométeme que… serás feliz… hija… que el amor… no te ciegue…como a mí. — las lágrimas comenzaron a caer del rostro del mayor, y no podía sentirse más frustrado, quería ver el rostro de su niña antes de dejar este mundo, aunque sea una vez más.
— No me dejes papá. — imploro en un susurro la rubia.
— Aléjate… de Magnolia… hija. — y esas, fueron sus últimas palabras.