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Capítulo 4

-¿Tienes idea de quién lo hizo?-

Jesús frunció los labios y Marlena entendió.

-¿Tú…crees que fue el Cazador Orión?-

Pero el chico negó con la cabeza.

- Se cortaron las cámaras de seguridad, pero la policía interrogó a los testigos. Alguien vio a un hombre de mediana edad deambulando por el vecindario.-

-Podría ser el Cliente...- intentó Marlena.

Jesús vaciló. Se sentó en el borde de la cama, suspirando.

"¿Qué?" Marlena se sentó a su lado.

-Es que... si asumimos que Hunter Orion y el Cliente son los responsables del robo en la Galería Aurora- evitó su mirada. -Sabemos que entraron a la universidad con códigos de acceso. Y como éramos los únicos autorizados, significa que encontraron una manera de infiltrarse en los archivos de seguridad del Venor.-

-Y...?-

-Y esos archivos también contienen los códigos de acceso a esta casa- explicó Jesús. -Si en vez de forzar la puerta de atrás hubieran usado los códigos, la alarma no se hubiera disparado, y hubieran tenido tiempo suficiente para…-

Se interrumpió, dándole una mirada fugaz.

-Para...?-

-La casa. Estaba completamente intacto. Pero cuando entré en la habitación encontré esto tirado en el suelo. abierto.-

Metió la mano debajo de la cama y sacó una caja de caoba oscura. La caja que se suponía que contenía las cinco llaves de Reuben... si las cinco llaves de Reuben no hubieran estado con Marlena.

Y los puntos se conectaron rápidamente.

-Hay alguien más buscando el tesoro- dijo en voz alta lo que ambos estaban pensando.

Por un segundo estuvo tentada de contarle a Jesús sobre el hombre que había preguntado por ella esa mañana en la galería. Pero algo la detuvo. Pensó en la forma en que el chico había corrido hacia ella en la víspera de Año Nuevo, solo porque ella se lo había pedido. Alguien acababa de entrar en su casa y lo último que necesitaba era que ella le diera algo más de qué preocuparse.

Pensó en Jesús, preocupada por ella, y por un instante la idea le calentó el estómago. Se tragó ese sentimiento a la fuerza.

-Tu madre...- exhaló en su lugar. -Parecía... molesta de que yo estuviera aquí.-

Soltó una risa amarga, rodando los ojos.

-Sí, lo es-- se interrumpió bruscamente. Sus ojos vagaron lentamente hacia los de ella. Él la estudió intensamente, mordiéndose el labio, y Marlena hizo un gran esfuerzo por no sonrojarse. No habían estado tan cerca en días. Era vergonzoso lo acostumbrado que se había vuelto su cuerpo a recibir una dosis diaria de Jesús.

-¿Qué pasa?-

Puso una mano en su muslo, casi haciéndola saltar. Dios _

-¿Te gustaría venir a una gala conmigo?-

Bueno. Sí. Marlena se estaba sonrojando.

-¿Por favor?-

-Una gala. la gala Cada año la Fundación organiza un evento solidario para apoyar todos los proyectos solidarios que llevamos a cabo durante el año. Y es... digamos que coincide con el cumpleaños de mi abuelo.-

-Oh...-

-Y... la mía, tal vez.-

- ¿ Quizás ?-

Insinuó una sonrisa.

-Sí, bueno, no quería que sonara como si te estuviera invitando a mi fiesta de cumpleaños, porque es todo menos eso.-

-Entonces ¿ por qué me invitas, exactamente?-

Se encogió de hombros.

-¿Por qué somos... amigos?-

- Ew . No lo estamos.-

- Está bien - suspiró Jesús. -Tal vez porque... si es cierto la gente piensa que eres mi novia... ¿eso haría que mis próximos extras sociales fueran particularmente graciosos?-

Marlena probablemente debería haberse sentido ofendida por esa declaración, pero luego pensó en cómo habían reaccionado los miembros de los DuD cuando intentó unirse al club, e imaginó cómo habrían reaccionado sus padres al saber que ella, hija de un profesor de ciencias de y con una cuenta bancaria de setenta y dos libras y treinta centavos, estaba nada menos que con Jesús Winslow-Haven.

"Hilarante" era quizás la palabra más adecuada.

-Y luego- continuó Jesús -Piensa en cuántas puertas podría abrirte. Cuantos contactos podrías hacer.-

Marlena sopesó la propuesta en su cabeza durante unos segundos. Por un momento, pensó en Fiona. A todas las veces que la había dejado sola en casa para ir a sus mil eventos sociales. A todos los trajes caros que su padre había regalado al menos la mitad de su salario cada mes. A su padre solo. A ella sola. Y cómo había jurado que moriría antes de poner un pie en un evento de ese calibre.

Jesús la miró expectante.

-No tengo nada que ponerme...- replicó, estúpidamente.

Él sonrió.

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