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Capítulo 5

Cuando me recupero de la carrera que tomé huyendo de la escena del crimen me meto a un baño que encuentro en el camino y me rio como loca pensando en lo que hice, no puedo creer que de verdad lo apuñalé con una tachuela ¡y en el trasero!; no entiendo que me sucedió, yo no soy así, pero es que ese tipo acabó con mi paciencia con sus comentarios imbéciles; a pesar de todo me siento bien, me miro en el espejo, recuerdo su risa y mi cuerpo se estremece a la vez que mis mejillas se sonrojan, sacudo la cabeza y le frunzo el ceño a mi reflejo; ¡contrólate, Sophie! Me digo a mí misma y decido que lo mejor será que vaya a la cita, no quiero retrasarme más.

Al salir del baño miro en ambas direcciones como si fuera a cruzar la calle y salgo pegada a la pared, pienso que estoy siendo demasiado paranoica, no es como si ese hombre me estuviera buscando para cobrar venganza por lo que le hice, ¿o sí?, sacudo la cabeza para deshacerme de esos pensamientos tontos y luego inspiro profundamente para seguir mi camino. Más adelante veo en otro escritorio a una chica tecleando en el computador mientras habla por teléfono, me acerco lentamente mirando a todas partes curioseando la decoración y los cuadros con fotos de artistas que hay a lo largo de la pared, la chica me hace una señal con la mano para que la espere y yo asiento con la cabeza, termina la llamada unos minutos después y me mira con simpatía.

—Buenas tardes, ¿En qué le puedo ayudar? —Me dice con una sonrisa cordial en su rostro.

—Busco a Dylan Castillo, vengo de la editorial C&G (nombre que decidió ponerle Cloe con la inicial de su nombre y la de su hermano menor Gregorio) de parte de Cloe Mcallister, tengo una cita con él —Internamente rezo para no haber llegado demasiado retrasada.

La chica teclea algo en el computador y vuelve a regalarme una sonrisa. —Claro, si es tan amable de esperarlo un momento, él acabó de entrar a su oficina hace unos minutos —Le doy un gesto de afirmación con la cabeza y me siento en unas sillas que hay frente a su escritorio.

Pasados unos dos minutos el teléfono del escritorio de la chica suena, ella lo contesta y solo dice un par de frases antes de colgar y mirarme.

—Señorita, ya puede entrar —Me señala una gran puerta que está a su derecha. —El señor castillo la espera —Le regalo un gracias a la señorita antes de dirigirme a la puerta que me indicó, la empujo suavemente e ingreso lentamente a una gran oficina que me deja fascinada por su decoración y los estantes llenos de libros que hay en ella; mi exploración de la magnífica habitación es interrumpida por una voz masculina que se me hace bastante conocida.

—¡Tienes que estar bromeando! —Cierro fuertemente los ojos antes de voltearme para encontrarme con el dueño de esa voz. Oh, santa virgen María esto no me puede estar pasando.

Frente a mi está el señor imbécil al que apuñalé con la tachuela hace un rato, tiene una ceja arqueada y una sonrisa de triunfo en su rostro, creo que quiere cobrar su venganza; después de todo no fui tan paranoica. Por favor, Dios, que este no sea Dylan Castillo, apiádate de mí te lo pido por favor.

Mis oraciones mentales son interrumpidas cuando él rodea el escritorio y se apoya en el con las piernas cruzadas en los tobillos y la mano en la mandíbula como si estuviera pensando en cómo torturarme.

—Pero miren nada más a quien tenemos aquí, la pequeña traidora —Me dice mientras sacude algo entre sus dedos y mirando con atención me doy cuenta de que es la tachuela que le clavé en el trasero, ahora que lo pienso me gustaría saber en qué nalga he atinado a darle, me mira con los ojos entrecerrados e intento ocultar la sonrisa que está a punto de salir de mi boca; pues es una situación hasta divertida.

—De verdad que aún lo pienso y no me lo creo… Me atacaste con una tachuela, y eso no fue lo peor de todo, me la clavaste a traición… ¡En el culo! —Noto que él también intenta contener la risa y cuando nuestros ojos conectan estallamos en carcajadas que se escuchan en toda la oficina.

Cuando nuestra risa muere mantenemos unas sonrisas tontas en nuestros rostros y nos quedamos mirándonos un largo rato, hasta que él rompe el silencio —Vamos pequeña traidora, siéntate y hablemos, supongo que tú debes ser Sophie Brooks, ¿o me equivoco y viniste a pedirme disculpas por agredirme?

—Soy Sophie —Extiendo mi mano y él la toma dándole un buen apretón, su contacto provoca que se me erice toda la piel y siento un extraño revoloteo en el estómago, él por su parte se queda mirando fijamente nuestras manos unidas y cuando intento soltarla se resiste un poco hasta que reacciona y la deja ir, cuando encuentro su mirada noto que sus pupilas están dilatas y siento mi rostro enrojecer.

Me da la espalda y rodea el gran escritorio aclarando su garganta antes de señalar una de las sillas que está al frente de él —Siéntese por favor, señorita Brooks, ¿le apetece algo de beber? —Niego con la cabeza y luego procedo a abofetearme mentalmente para dejar de mirarlo con una boba. —Bien, entonces si le parece podemos empezar a tratar el asunto por el que vino aquí entonces, debo dar un programa en una hora; ¿cree usted que le baste ese tiempo para aclarar todos los detalles? —Me dice mirándome a los ojos intensamente.

—Cla…Claro señor castillo, ese tiempo me es suficiente. —Digo para luego aclararme la garganta mientras saco la carpeta con la información que quiero darle y procedo a contarle todo sobre el proyecto; él muestra gran interés cuando le informo sobre el concurso y me hace varias preguntas sobre todo el método de inscripción, la fecha límite para entregar los proyectos y todas las pautas del concurso. Al ver mi cara de desconcierto por todas las preguntas que me hace me aclara que tiene un sobrino que escribe al que le gustaría contarle sobre el concurso por si está interesado en participar, yo le doy uno de los volantes de patrocinio del concurso y seguimos ultimando detalles y organizando nuestros horarios, lo que me hace darme cuenta de que estaremos pasando un buen tiempo juntos en todo esto.

En todo el tiempo que hemos estado hablando sobre los últimos detalles, él no hace más que mirar alternativamente de mis ojos a mis labios cuando hablo, lo cual provoca un gran calor en mi piel y eso me hace saber que debo estar roja como un tomate.

Estamos ultimando los detalles para que Cloe venga a una entrevista y salga en vivo hablando en la radio sobre el concurso, ya que ella es la dueña de la editorial y que yo no podría ni decir hola por la vergüenza que eso me provoca, cuando somos interrumpidos por el sonido del teléfono sobre su escritorio; ambos estamos tan concentrados hablando que nos sobresaltamos con el sonido y luego nos miramos con una sonrisa.

—Dime María… ¡Demonios! —Exclama luego de unos segundos, mirando el reloj en su muñeca. —Sí, no me había dado cuenta, dile que en quince estoy allí —Termina de hablar y luego cuelga mirándome con una sonrisa pícara y a la vez divertida mientras yo lo miro con curiosidad.

—Pequeña señorita Brooks, al parecer no nos fue suficiente una hora para ultimar los detalles, ya que se nos fueron de más otros cuarenta minutos —Me dice sonriendo, lo que me hace dar cuenta de que estábamos tan cómodos y concentrados hablando que ni nos dimos cuenta de que prácticamente habían pasado dos horas.

—Dios, en serio lo siento mucho, lo haré llegar tarde a su programa, discúlpeme de verdad que…

—Basta, en serio, bien vale la pena llegar tarde si es por una grata compañía como la suya, además fue mi culpa, creo me encandelillé con su presencia, señorita Brooks —Me interrumpe, mirándome intensamente haciéndome sonrojar y mirar al suelo.

Me apresuro a recoger las hojas que esparcimos por su escritorio en medio de la plática que tuvimos, él empieza a ayudarme y rodea el escritorio quedando cerca de mí, lo cual me hace estremecer; Dios espero que no lo note.

—Entonces, usted y yo tenemos una cita en dos días, señorita Brooks —Me dice cogiendo mi carpeta y guardando las hojas que recogió junto con las que me quita de las manos, ¿una cita con este Dios del Olimpo?, ¿yo?; al parecer él nota mi cara de desconcierto porque me aclara con una sonrisa: —La cita que programamos para dejar todo listo y así poder hacer el anuncio por la radio, ¿recuerda? —Ahh la cita, claro, claro, lo que me recuerda que lo veré de nuevo dentro de dos días (más alimento para mis ojos).

—Claro esa cita, sí, aquí estaré, ¿después del medio día le parece bien? —Me mira con una gran sonrisa en su rostro y se acerca a mí haciendo que deba alzar la cabeza para mirarlo a sus impactantes ojos.

—Me parece estupendo señorita Brooks —Me dice en con una voz más baja y profunda que la normal, mientras toma mi mano y se la lleva directamente a los labios depositando un largo beso en ella mirándome intensamente y siento que se me va la respiración en el instante en que veo cómo sus pupilas se dilatan, haciendo que un escalofrío me recorra todo el cuerpo. —Estaré más que encantado de volver a verla, aunque espero que esta vez no me ataque por la espalda —Me dice con una sonrisa burlona en su rostro mientras suelta mi mano sacándome una risita al recordar cómo le clave esa tachuela horas antes.

—Bien, hasta luego señor castillo —Me despido dirigiéndome a la puerta, pero antes de tomar el pomo de la puerta soy interrumpida por su voz profunda.

—Señorita Brooks, creo que se olvida de algo —Me dice mirándome con diversión mientras sostiene mi bolso en sus manos, lo cual causa que me sonroje nuevamente, estaba tan alterada por su presencia tan cercana que ni me di cuenta de que iba a dejar mi bolso, ¡qué vergüenza!

Me devuelvo lentamente y él avanza hasta encontrarme en el camino, después de entregarme mi bolso noto que pone algo en él y cuando miro para ver de qué se trata no puedo evitar que una risa se me escape al darme cuenta de que es una tachuela.

—Para que no se olvide de mí, señorita Brooks —Dice y cuando lo miro me guiña un ojo; yo solo puedo negar con la cabeza y antes de cerrar la puerta me despido lo más confiada que puedo.

—Cuídese señor Castillo y a su retaguardia también —Escucho su carcajada cuando cierro la puerta y me despido de la amable secretaria que me mira con un gesto de curiosidad en su rostro mientras camino hacia el ascensor.

De verdad estaba asustada cuando Cloe me dio la responsabilidad de este proyecto a mí; pero ahora que he conocido a la persona con la que voy a trabajar en todo este tiempo tengo una mezcla de sentimientos muy extraños; por una parte siento que podremos sacar este proyecto adelante juntos, pero por otra no quiero incomodarlo con mi reacción a su cercanía, todas esas sensaciones me confunden. A pesar de todo, ese hermoso gigante me demostró que aún hay caballeros y que a pesar de que empezamos con el pie izquierdo y de que tiene ese porte de hombre rudo que te puede romper los huesos en un minuto, es una persona que trata con delicadeza a las mujeres o al menos a mí me trató muy bien; me pregunto cuántos años tendrá y si estará con alguien en estos momentos en una relación.

Detengo mis divagaciones en cuanto salgo del edificio y me acerco a mi moto; tomando una respiración profunda me doy cuenta de que este nuevo proyecto parece prometer mucho, tanto para la editorial como para mí y todo por ese gigante de ojos azules y mirada intensa del que quiero descubrir muchísimo más.

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