Un Voto De Confianza.
Habíamos llegado a un pueblo muy alejado de todo el ruido mundanal, en pocas palabras estábamos en mitad de un bosque, todo nuestro alrededor estaba lleno de árboles, habíamos estado subidos a la furgoneta dos días.
El coche que había visto Dean no era más que otro coche, o al menos eso pensamos hasta ahora. No he intercambiado palabra con Eros, se me hace difícil hablar con él después de ese sueño tan extraño. Por más que intento darle una explicación a ese sueño no se la encuentro, solo sé que él es el único que puede darme esas explicaciones.
—Selena —la voz de Ameli me hizo girar un poco la cabeza —¿vienes a comer?
Señaló la mesa que tenía patatas con huevo, vasos con agua y pan.
Negué con una sonrisa y salí hacia el bosque. Me senté debajo de un gran árbol y allí estuve un rato.
«Es el mismísimo demonio».
«Te llevará a su territorio y abismo de maldad».
¿Eros es mala persona?
Desde que me pegaron el tiro en la pierna el solo se ha preocupado por mí. Sus ojos destellaban muchísima preocupación y miedo.
«Tal vez sea porque te quiere matar él».
O tal vez solo se preocupe por mi integridad física.
Tal vez…
—Selena —. La voz de Eros me sacó de mis pensamientos.
Giré un poco la cabeza y la volví a dirigir hacia el suelo.
Se fue acercando más a mí hasta quedar a mi lado, se sentó y me miró durante unos segundos.
—¿Tienes algo contra mí?
Fruncí el ceño y lo miré.
—Claro que no —fui sincera mirándolo.
—¿Entonces que es lo que te pasa conmigo? Desde que te desmayaste ya no eres la misma de antes.
—Cuando no conozco a las personas actúo así —mentí descaradamente.
—No mientas, antes no actuabas así conmigo.
Solté un suspiro.
—Lo que me dijo mi padre me dejó pensativa.
—Dijo muchas cosas.
—Que eras el mismísimo demonio, que eras mala persona.
Eros rió y se colocó para sentarse justo enfrente de mí.
—No soy lo que ellos dicen.
Lo corté negando.
—¿Y cómo me explicas el que te aparecías en forma de sombra, el poder comunicarte conmigo sin hablar, el que meses después de aparecerte como una puta sombra pudieras aparecerte como una persona normal? Una persona humana no eres —largué un suspiro mirándolo.
—Es extraño, lo sé, yo tampoco me lo puedo explicar, pero gracias a eso estamos aquí.
—Casi me matan de un disparo, lo que menos podemos dar es gracias.
Ambos nos quedamos en silencio.
—¿Ya no confías en mí? —Su voz sonó gélida.
—¿Por qué das por echo que confiaba en ti?
Ambos nos miramos a los ojos, él dibujó una sonrisa triste en sus labios y asintió. Me abracé a mi misma por la brisa tan brusca que vino hacia nosotros. Eros se quitó su sudadera y me la extendió.
—Ya que no me dejas tocarte para abrazarte déjame darte mi sudadera —dijo en un susurro cerca de mí.
No le hice el feo y se la cogí, él sonrió satisfecho y se volvió a sentar cerca del árbol para apoyar su espalda en el tronco.
—Hacía tanto tiempo que no respiraba aire puro —habló cerrando los ojos y sonriendo.
—Disfrútalo, seguramente no nos quede mucho tiempo.
—Que positiva eres, me encanta —ironizó mirándome.
Ambos reímos.
—Me pillaron una vez, no lo harán dos —murmuró entre dientes.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque esta vez me aseguraré de que nadie me toque, soy más listo, más fuerte —su voz sonaba con tanto odio, tanto asco. Ese tono de voz hizo que mi piel se erizara.
—¿Qué harás ahora que has huido?
—¿Harás? ¿No estás conmigo?
—Tengo una vida fuera de esto.
—Puedo estar en tus planes de futuro.
—Los cambios me ponen nerviosa.
—¿Qué quiere decir eso? —Cuestionó confuso.
—Que no me gustan los cambios y que haya personas nuevas en mi vida… No me gusta.
—Eres extraña pulga.
Mi respiración se cortó al escuchar tan de cerca el mote que me había puesto, no era lo mismo escucharlo cuando era fantasma a tenerlo a tan pocos centímetros de mí.
—Deja de llamarme pulga.
—Cuando crezcas lo haré —sonrió de lado —. ¿Por qué no me dejas tocarte?
—No lo sé —suspiré —. ¿Desde cuando conocéis a Ameli? —Cambié de tema.
—Conozco a Ameli desde pequeño, iba a mi clase, nos hicimos muy amigos allí. Perdimos el contacto cuando me encerraron.
Lo miré ceñuda.
—¿Y cómo te comunicaste con ella para salir de allí?
—Por un sueño lúcido, me puedo meter en los sueños de las personas.
Elevó las cejas y sonrió. Recordé el sueño que tuve con él. Me ruboricé al recodarlo, lo sentía tan vivo, ahora mismo podía sentir las manos y los besos de Eros por todo mi cuerpo. Negué con la cabeza y lo escuché reír.
—Te dije que lo podía hacer realidad —susurró acercándose a mí.
—No hace falta, gracias de todas formas —sonreí y me levanté.
Comencé a caminar lejos de él, llegué a otro árbol más lejano a la casa y allí me quedé. Segundos después sentí unas manos por debajo de mi camiseta y unos labios muy cerca de mi cuello.
—Eros, para —susurré muy nerviosa.
—¿No quieres que te bese?
—¿Por qué haces esto? No nos conocemos casi.
—No tenemos que conocernos para morirnos de placer —susurró en mi oído y dejó un beso en mi mejilla.
—Eros yo no soy como piensas.
—¿A qué te refieres?
Se separó de mí y me miró sin entender.
—Que… Que yo nunca lo he hecho con nadie.
Él me cogió de la barbilla e hizo que lo mirara a los ojos. Sonrió y se acercó lentamente a mí.
—Entonces no te lo diré nunca más. Solo lo haremos si tú quieres.
—Gracias.
—No des las gracias por eso.
Nos quedamos allí parados mirándonos a los ojos sin decir una sola palabra y mirándolo así de cerca no me entraba en la cabeza, no me creía que Eros fuera mala persona, tal vez a cometido errores pero como toda persona humana puede cometer.
«Pero él no es humano»
Cierto… Muy cierto.
—¿Fuiste tú quien acabo con la vida de las personas del psiquiátrico?
Se separó de mí largando un suspiro largo.
—No, no fui yo.
—No te creo, eras la única persona que se encontraba allí.
Me cogió de la cintura y me acercó a su cuerpo.
—No fui yo, pero tampoco te puedo explicar qué pasó, porque ni yo lo sé. Dame un voto de confianza, no te arrepentirás de ello, te lo prometo pulga.
Sonreí mirándolo y asentí.
—Te prometo que no te arrepentirás —susurró en mi oído.
Besó mi mejilla y se alejó a paso lento hasta alejarse completamente de mí e irse a casa.
Miré hacia el frente y acaricié la sudadera de Eros, este chico era tan extraño, pero a la vez me encantaba tenerlo cerca, aunque también me daba miedo, son tantos sentimientos raros hacia él que me descoloca la mente. Desde la primera vez que lo sentí esa corriente eléctrica y ese deseo por saber más de él se habían quedado en mí y era imposible sacarlo, Eros era de las personas que eran fáciles de querer e imposibles de olvidar.
Comencé a caminar hacia la casa, pero antes de pisar la escalera para entrar un pensamiento extraño cruzó mi mente.
«Te has estado comiendo todas las mentiras de tus amigos. Haz algo al respecto, no terminaras bien».
No sé que era esa voz, pero la sentía muy dentro, como si formara parte de mí. Nunca la había escuchado o sentido hasta que Eros apareció.
«¿Todo tiene que ver con él, ¿no te das cuenta?».
Eso si es verdad, desde que Eros apareció mi vida se volvió un completo caos, pero realmente no me importaba y no sabía el porqué.
«Te está volviendo igual de loca que él».
«Solo piénsalo y actúa rápido antes de que sea demasiado tarde».
Entré en la casa y nada mas pisar ese suelo fue como si la voz desapareciera.
Miré a todo mi alrededor y vi a Lula tumbada en el suelo jugando con la alfombra. Me acerqué a ella y la cogí, la abracé con fuerza y la besé.
—Preciosa.
La volví a dejar en suelo y miré hacia las escaleras encontrándome con una sombra. Fruncí el ceño y me fui acercando poco a poco a ella.
—¿Quién eres? —Susurré al tenerla justo enfrente.