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Capitulo 8

Sentía un calor sofocante, sin duda iba a necesitar una ducha, pero no sería ahora, intente volver a dormirme, pero la voz enojada y medio adormilado de Miguel terminó por despertarme.

—Joker maldición hermano ¿Qué demonios haces aquí?

Intente darme la vuelta, pero un abrazo a mi cintura me lo impedía.

—Lo siento prez... Yo solo venía a...

—Tu nada, ahora largo de aquí.

Me encogí ante el noto duro de Miguel, aunque debía admitir que ese tal Joker no me agradaba y algo en mi me advertía.

La puerta fue azotada, asustada, acechándome aún más a su cuerpo.

Odiaba esos sonidos, porque, aunque muchas veces me provocaba paz y en otros miedos, esa era como mi alarma para saber que Pill había abandonado la casa y podía al menos cerrar mis ojos un momento. Y durante esos míseros segundos cerraba mis ojos fuertemente y me retomaba a ese hermoso lugar donde papá solía llevarme, ese era mi lugar seguro. Y Pill, solo pensar en él hace mi cuerpo estremecer, es como mi demonio personal.

Pero ahora aquí con Miguel tengo esa misma sensación que cuando estaba con papá, me siento ha salvado y protegida, algo que desde que tenía diez años no sentía

Tu nada, ahora largo de aquí.

Me encogí ante el noto duro de Miguel, aunque debía admitir que ese tal Joker no me agradaba y algo en mi me advertía.

La puerta fue azotada, asustada, acercándome aún más a su cuerpo.

Odiaba esos sonidos, porque, aunque muchas veces me provocaba paz y en otros miedos, esa era como mi alarma para saber que Pill había abandonado la casa y podía al menos cerrar mis ojos un momento. Y durante esos míseros segundos cerraba mis ojos fuertemente y me retomaba a ese hermoso lugar donde papá solía llevarme, ese era mi lugar seguro. Y Pill, solo pensar en él hace mi cuerpo estremecer, es como mi demonio personal.

Pero ahora aquí con Miguel tengo esa misma sensación que cuando estaba con papá, me siento ha salvado y protegida, algo que desde que tenía diez años no sentía; a pesar de la penumbra de la oscuridad se puede apreciar los colores que hacen ver la habitación más grande de lo que parece, las tonalidades de negro y pared blanca de frente a la cama, y sin duda algo que me sorprendió fue lo ordenada que se encontraba la habitación.

—Buenos días preciosa—susurra en mi oído, siento mi piel erizarse ante el sonido de su voz adormilada, pero como siempre con ese tono fuerte.

Me remuevo saliendo de su fuerte agarre, definitivamente no voy hablar con la boca sucia.

—¿A dónde crees que vas? —me sujeta de la cintura, de un momento a otro estoy debajo de su cuerpo, dándome una excelente vista de su cuerpo tonificado, en las partes correctas, mis ojos lo recorren poco a poco hasta llegar a esos hermosos ojos azules.

Trago saliva fuertemente. Me remuevo nerviosa ante la intensidad de su mirada hambrienta.

—Hola

Suelta una risita fresca, va su cabeza hasta hacer que sus labios rosen con los míos, siento mi corazón latir fuertemente, y mi respiración empezar ser un caos.

—¡Que crees que haces!

Exclamo confundida.

—Bueno, creo que hago algo legal, y es besar a mi chica.

Frunzo el ceño confundida, tardo unos segundos entender a qué se refiere ¿yo? ¿Su chica? Esas simples palabras hacen mi corazón latir de prisa. Abro la boca intentando decir algo coherente, respiro suavemente intentando calmarme, me sonrojo al notar su mirada divertida ante mi reacción.

—¿Tu chica? —digo, más bien no sé, si hice una pregunta o una afirmación.

Abro los ojos como platos, al sentir posar sus labios contra los míos, borrando cualquiera cosa coherente que haya estado en mi mente, es un beso suave, cautivador, pero sobre todo precavido. Entonces tomo la iniciativa pasando mis brazos sobre su cuello profundizando el beso, abro mis labios dándole paso a un beso más deseoso, más salvaje.

—Vaya, ¡Por Hades! Me has dejado sin palabras.

Murmuro sin aliento, nuestras respiraciones son un completo caos, siento mis mejillas sonrojarse de las vergüenzas.

—Te ves hermosa con las mejillas sonrojadas, y maldición si quiero ser el único que te vea así—dice en medio de un gruñido, besa mi frente y ese pequeño gesto remueve muchas cosas en mí. — De ahora en adelante yo cuidare de ti, lo prometo y por Hades que siempre cumplo mis promesas.

Siento mis ojos arder, cierro los ojos intentando no llorar. No es que me hiciera menos, si no que siempre mi madre me decía que llorar es de débiles. Pero sus palabras remueven cosas en mí, hace tiempo que nadie me decías esas palabras "cuidar de mi" hace mucho tiempo que nadie lo hacía, y ni siquiera mi madre lo ha hecho en un largo tiempo.

—Miguel, no tienes que decir cosas que no vas a cumplir, no tienes...

Posa un dedo en mis labios callándome, posa ambas manos en mis mejillas.

—Solo déjame cuidar de ti, déjame hacerlo.

Asentí, el nudo en mi garganta me era imposible formular alguna palabra, solo esperaba en el fondo de mi corazón que no me hiciera daño y ni yo a él.

—¡Miguel, tu herida!

—E y calma, nena, se necesita más que una bala para derrumbarme, hierva mala nunca muere cariño. He pasado por cosas peores, esto solo fue un pequeño rasguño.

Asiento, se quita encima de mí y camino hasta el baño, se escucha el agua caer, cierros mis ojos. Sonrió, demonios hace tiempo que no tenía un lindo día como este, sin duda Miguel no es lo que aparenta un hombre frio y severo, debajo de todo eso hay un gran hombre que cuida y protege a los suyos, y me siento especial por saber que estaré dentro de ese pequeño circulo.

Pero algo que jamás debía olvidar, Miguel era un hombre peligroso vestido de cuero y con ese inconfundible olor a tabaco y whisky.

*****

Entro en la cocina, o más bien el comedor en común, intento evitar que se note mi nerviosismo, escucho pequeños murmuros y siento sus miradas sobre mí. Lo que hace que aumente mi nerviosismo.

Me siento, buscando con la mirada a Emma, hasta que una irritante voz hace girar mi cabeza de donde proviene esa voz chillante.

—Así que tú eres la nueva puta del club.

Es la misma tipa de la otra vez, creo que tiene menos cerebro y más plástico en su cuerpo, me remuevo incómoda en mi asiento, respiro profundamente, ella está en su territorio y yo apena y estoy cogiendo práctica en esto.

—Si fuera así, creo que no sería tu problema además me has visto follando por ahí, no, entonces mejor te recomiendo que guardes tus opiniones de mierda para ti—gruño enojada—, además en la única cama que he estado ha sido la de tu prez.

Escucho murmullos y risas de algunos moteros, la zorra se encuentra sorprendida, no la dejaré intimidarme. Pero tampoco caeré en su juego.

—Eres una mentirosa, crees que te creeremos, el nunca folla en su cama; ¿verdad chicas? —pregunta al grupo que la acompaña.

Todas asienten de acuerdo, levanto la mirada encontrándome con la mirada furiosa de Miguel, me remuevo incomoda.

¡Dios! Creo que he abierto la boca demás.

Desde un principio sabía que a estos tipos no le gustan estos tipos de royos, y sin darme cuenta caí en la provocación de la rubia.

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