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Capítulo 1 Segunda vida.

Cuatro mujeres, que sufrieron en manos de quienes amaban, sus parejas, familia o amigos, creyeron encontrar el amor verdadero, o estar salvando a quienes amaban, pero lo único que encontraron fue la muerte en manos de quienes más confiaban y querían.

Fue tan grande su dolor y lamento, que el universo mismo las escuchó, y les concedió una nueva vida, renacieron para ser Hadas ¿o solo renacieron para saber lo que es el verdadero amor?

En algún rincón del mundo, existe un lugar realmente mágico, donde no solo ellas tienen una nueva oportunidad. Bajo la imagen de Orfanato Bigarren Bizitza, que significa segunda vida, se ocultan las encargadas de guiar y ayudar a quienes tienen una nueva oportunidad.

Fue allí donde estas cuatro mujeres simplemente aparecieron, cada elemento natural les dio su segunda vida, según como murieron, ellas nacieron, así como el fénix, estas jóvenes renacieron de su mismo dolor, el mismo día, a la misma hora.

La hermana María quien estaba en la orilla del río vio emerger del mismo a una niña, apenas una bebé, sumamente blanca como la nieve de los polos, de ojos celestes como el mar más profundo, como jamás nadie había visto, su cabello tan rubio que casi parecía blanco.

— Indivar Carver, te concedo este nombre, tú sangre esta tan fría mi niña y la pena se refleja en tus ojos es tan profunda, tú serás el Hada del agua, sé que entiendes lo que digo, y lamento lo que te sucedió, pero ahora todo estará bien. — La pequeña niña la miraba muy atenta mientras una lagrima rodaba por su mejilla, dejando en claro que comprendía perfectamente lo que le había sucedido.

Un poco más lejos la hermana Josefina, veía como un torbellino traía en el a una pequeña bebé, de piel rosada como cerezo en flor, mejillas y nariz diminutas bañadas de pecas, con cabello tan rojo como los crisantemos y cara de asustada.

— Calíope Sullivan, es tu nuevo nombre, no tienes nada que temer, tú voz jamás quedará nuevamente en silencio, tú serás el Hada del aire. — La pequeña que hasta ese momento estaba gritando se calló de inmediato, y la observo resignada.

En el otro extremo del amplio terreno, la hermana Nelly que estaba arreglando las rosas del jardín, observó como la hierba y la tierra se removía y de ella surgía una bebé, blanca como el marfil de mejillas rosadas como las mismas rosas que la rodeaban, cabello castaño y ondas grandes en él, mientras la observaba con desesperación.

— Melania Katsaros, con este nombre te conocerán a partir de hoy, puedes estar tranquila pequeña, desde este momento el mundo entero temblará si alguien trata de dañarte nuevamente, tú serás el Hada de la tierra, y la vida crecerá con cada paso que des. — La pequeña castaña le mostro una sonrisa, entendió a la perfección, que ya no habría más dolor.

Pero había algo más, algo que no pasaba muy seguido y que ninguna de las hermanas de aquel lugar estaba deseosa de ver, pero lamentablemente pasó, ante los ojos de la hermana Estefanía un rayo cayó en el árbol más grande y viejo de aquel lugar mágico, y mientras las llamas se extendían como lenguas devorando aquel Roble la cuarta bebé apareció.

Su piel de color crema estaba manchada por las cenizas, su cabello era lacio y negro como el mismo carbón, tan negro como sus ojos que miraban con dolor, sufrimiento, agonía y rencor.

— Nefered Ahmed, te nombraremos, sé que tú dolor es inexplicable y lo lamento tanto, pero a partir de hoy, tendrás el don de hacer arder todo cuanto quieras, no solo para destruir, sino para que de las cenizas surja la vida, tú serás el Hada del fuego y quien ose a tocarte para dañarte arderá sin piedad. — de todas las bebés, fue la única que se mantuvo quieta, solo respirando, sin lágrimas, ni llanto y mucho menos sonrisas, el fuego aun ardía en sus ojos, el fuego de justicia y deseos de venganza.

Las hermanas fueron las encargadas de darle un nuevo nombre a esas cuatro niñas que compartieron la muerte, un mismo día, a una misma hora, separadas por miles de kilómetros, pero unidas por el mismo destino y ahora juntas al renacer en un mismo lugar, se hicieron inseparables, se consideraban hermanas de sangre aunque no era el caso, pero a pesar de que se les otorgó un nuevo nombre, se les enseñó a utilizar su poder, y se las instruyo para ser hadas, no podían olvidar sus vidas pasadas, como así también quienes las traicionaron, por más años que pasaron.

— ¿Por qué no tenemos alas si somos hadas? — pregunto curiosa la pequeña rubia.

— Indivar ya se los eh explicado, tienen que pasar varias pruebas, la más importante será cuando cumplan 18 años, alguien vendrá a solicitar ayuda, ustedes partirán con él o ella, por un año, si pueden cambiar ... mejor dicho, si su ayuda es útil para ellos, decidirán si quieren ser hadas o vivir como humanas una vez más. — explico la hermana Nelly con toda paciencia que a lo largo de su vida había adquirido.

— ¿Cómo sabes que alguien vendrá a pedir ayuda? ¿Es como cuando supieron que llegaríamos? — la pelirroja rara vez guardaba silencio, no estaba en su ser estar en silencio.

— Siempre viene alguien por ayuda, Calíope, aunque claro que nunca nos pasó recibir a cuatro niñas un mismo día, pero... creo que eso se debe a que hay mucha maldad en el mundo, demasiada. — Y Nelly no se equivocaba, sentía como la humanidad cada vez era más oscura.

— No sé por qué tenemos que decidir ser humanas o hadas, ya fui humana y no me gustaría serlo de nuevo. — a la castaña le aterraba el mundo exterior, solo en el orfanato junto a sus amigas se sentía segura.

— Tienes razón Melania, esa sería la decisión más fácil de todas. — secundo la pelinegra, tan seria como siempre.

— ¿A qué te refieres Nefered? — pregunto la tutora de las jóvenes.

—Vivir como humana unos cuantos años y dejar que te lastimen nuevamente, para luego morir de forma dolorosa, o vivir eternamente en el bosque junto con mis tres amigas, mejor dicho, hermanas, Obviamente elegirías ser un hada. — Y así podría buscar venganza, pensó por dentro, mas no lo dijo, el interior de Nefered estaba en llamas desde el día que renació, un fuego que no la calentaba, solo la torturaba día a día.

— Sí, claro, eso dicen todas. Ahora vamos, sigamos practicando. — La hermana Nelly sabia mejor que nadie, que el amor puede hacer cambiar de parecer incluso al corazón más herido.

Y así la hermana terminó la charla, durante estos años se había encariñado con esas bebés, que ahora eran jóvenes a punto de cumplir 18 años, pero ella sabía bien que donde manda el corazón no hay mucha decisión que tomar. Y que hay heridas que solo el cariño puede curar.

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