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Capítulo 3: El Sr. Reyes, hipócrita y reservado

Valeria se sobresaltó.

Rápidamente, levantó la bolsa de papel que llevaba en la mano y explicó:

—He venido a devolverle el abrigo, señor Reyes.

Alejandro la tomó con calma. Con un gesto formal, inclinó ligeramente la cabeza:

—Gracias.

Dicho esto, se dirigió hacia el ascensor sin añadir nada más.

Valeria, angustiada, lo siguió apresuradamente:

—Señor Reyes, quisiera pedirle un favor...

Alejandro pulsó el botón del ascensor. Cuando las puertas se abrieron, Valeria, sin importarle el decoro, entró tras él.

Alejandro la miró de reojo.

Mientras se ajustaba la camisa frente al espejo, dijo con tono indiferente:

—No aceptaré tu caso.

Valeria sintió un escalofrío en manos y pies.

¡Parecía que Alejandro ya estaba al tanto de la situación de la familia López!

—¿Gabriel le habló sobre todo esto? —preguntó en voz baja.

Alejandro la miró a través del reflejo del espejo y esbozó una leve sonrisa.

—Él no tiene tanta influencia. Señorita López, simplemente me gusta separar lo personal de lo profesional.

Valeria comprendió el mensaje del hombre: estaba dispuesto a tener una aventura apasionada con ella, pero si se trataba de asuntos laborales, mejor ni hablar.

Se sintió avergonzada.

Mirando su expresión nerviosa, Alejandro no la presionó más.

Aunque Valeria encajaba en sus gustos estéticos, no era suficiente para hacerle cambiar sus principios. Además, a plena luz del día, él no tenía precisamente el ánimo para algo más.

Tras un breve intercambio, el ascensor llegó al piso 28.

La secretaria de Alejandro esperaba en la puerta. Se sorprendió al ver a Valeria, pero años de profesionalismo le impidieron mostrar alguna reacción inapropiada. Con respeto, informó:

—Señor Reyes, el señor Castillo ya ha llegado.

Alejandro entregó la bolsa a su secretaria con instrucciones:

—Llévala a la tintorería.

La secretaria asintió y se marchó con discreción primero.

Mientras revisaba los mensajes en su teléfono, Alejandro le dijo a Valeria con desinterés:

—Busca otro abogado... Ah, y las mujeres deberían abrocharse mejor el cinturón.

Tras decir esto, él salió del ascensor.

¡En ese momento, Valeria consideró que Alejandro era un hombre repugnantemente hipócrita!

...

Tras ser rechazada por Alejandro Reyes, Valeria intentó de todo para volver a verlo, pero fue en vano.

En casa, Rosa estaba cada vez más nerviosa, quejándose constantemente. Bajo gran presión, Valeria decidió reunirse con su antigua compañera de universidad, Lucía Fernández.

Lucía se había casado justo después de graduarse con un joven rico de Ciudad Bella y tenía muchos contactos sociales.

Valeria le pidió ayuda para encontrar una solución.

Se reunieron en una cafetería, donde Valeria le explicó toda la historia.

Lucía maldijo a Gabriel, pero luego preguntó repentinamente:

—¿Es cierto que casi tuviste un encuentro íntimo con Alejandro Reyes aquella noche?

Valeria quiso negarlo, pero no pudo evitar sonrojarse.

Lucía bajó la voz y se inclinó hacia ella.

—¡Vaya, Valeria! Alejandro Reyes es conocido por ser extremadamente selectivo, rara vez se le relaciona con alguien.

Valeria sonrió con amargura.

—Estoy desesperada, de lo contrario no te molestaría.

Alejandro Reyes tenía mucha influencia en ciertos círculos, y si Lucía la ayudaba, podría ganarse enemistades.

Sin embargo, Lucía demostró su lealtad, utilizando sus contactos para conseguir información sobre la agenda de Alejandro.

...

El sábado a las tres de la tarde, Alejandro tenía una cita para jugar al golf en un club privado.

Valeria fue a ese club con Lucía y su esposo, pero para su sorpresa, Gabriel también estaba allí.

Valeria se quedó paralizada.

Lucía pellizcó a su marido, reprochándole:

—¿Por qué no averiguaste mejor? ¿Cómo va a sentirse cómoda Valeria con Gabriel aquí?

El marido de Lucía se disculpó sinceramente:

—Lo siento mucho, Valeria. Fue culpa mía.

Antes de que Valeria pudiera responder, Alejandro ya los había visto.

Él vestía ropa informal blanca y su atractivo aspecto lo hacía destacar entre la multitud, como una estrella rodeada de admiradores.

Al igual que en el bufete, Alejandro fingió no conocer a Valeria, saludando únicamente al marido de Lucía.

El joven, halagado por la atención, respondió con una sonrisa nerviosa.

En ese momento, Alejandro "pareció" reparar en Valeria por primera vez.

Valeria, que ya tenía una piel hermosa, había elegido deliberadamente un atuendo ligero para la ocasión: una camiseta blanca holgada y unos pantalones cortos deportivos de color gris claro.

Su larga melena castaña, ligeramente ondulada, estaba recogida en un moño que le daba un aire fresco y juvenil pero también seductor.

La mirada de Alejandro recorrió las piernas largas y esbeltas de Valeria, mientras comentaba con un tono de desinterés:

—A esta señorita no la conozco...

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