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5

Estaba en la escuela, habíamos tenido unas horas bastantes complicadas de matemáticas. Me encontraba mordiendo a La goma de mi lápiz, procurando resolver los ejercicios, aunque sí mucho éxito.

Después de una media hora intentando aquello que no podía resolver. Matías se aproximo a mi, lo miré con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres?—pregunto molesta.

En este día, Matías se había puesto obviamente su uniforme típico de la escuela. Aunque tenía el cabello, distinto que lo hacía verse un poco más masculino. Tenía la barba sin afeitar, aunque le daba un aspecto distinto y sus ojos azules me miraban algo confundido.

—¿Por qué me estás viendo así?, tengo miedo —comentó divertido

—Hoy no te vez tan feo —dije sincera.

—Me corte el pelo para ti, ¿te gusta?

—No, vamos explícame las ecuaciones.

Toma un lápiz y se colocó sus lentes.

—Lo primero que tienes que hacer para resolver ecuaciones de primer grado es agrupar los números de forma que queden a un lado los que tienen la incógnita “x”, y al otro los que no la tienen. Ejemplo: 4x+1=2x+7, nos quedaría en este paso 4x-2x=7-1. Los números que se cambian de lado lo hacen con el signo opuesto, es decir, si son positivos, se cambian a negativo, mientras que si son negativos se convierten en positivos.

—me explicó, yo por alguna razón me quedé perdida en sus brazos que comenzaban a formar músculos y en sus manos venosas.

—¿Y después?—pregunté confundida.

—Resuelve cada operación del lado de la ecuación de forma separada. En este caso 4x-2x=7-1 que se convierte en 2x=6.

—No se ve tan difícil, como lo explicas tu —dije sonrojada

—El último paso para resolver ecuaciones de primer grado es dividir la unidad por el número que tiene la incógnita. Siguiendo el ejemplo 2x=6, dividiríamos 6 entre 2, por lo que nos deja que x=3.

"El orden que hay que seguir en las operaciones para resolver ecuaciones de primer grado es quitar paréntesis, quitar denominadores, transposición de términos, agrupar términos, despejar la incógnita y simplificar el resultado."

Después de su explicación se quedó a mi lado, comenzar resolver la de los ejercicios sin problema y lo miré con una sonrisa. Pero comencé a desconcentrarme, el preciso momento que por el rabillo del ojo, pude ver a Eliseo junto a una compañera.Amboa parecían estar enfrascados en una amena conversación, hice un puchero.

—¿Emma?

—¿Si?

—Veo que entendiste bien, me iré a mi banco.

—No... espera —lo tome del brazo, y el me vio confundido y añadí: —quedate, digo por si tengo más dudas.

Esperaba que el motivo, por el cual yo quería que se quedará, fuera por qué me costaba los ejercicios de matemática y no por otra cosa.

Estaba en el patio junto con mis amigas, para cerrar un momento que había tenido con mi compañero. Apenas había soñado el timbre del recreo había huido, estamos haciendo la fila para comprar algo en el kiosco.

Bufé un poco frustrada, pasaría una hora hasta que nos tocará el turno. Cuándo se pronto veo jugó frente a mí y junto con unas galletas, arrugó las cejas confundida. En el momento que levanto mi vista, Matías estaba frente a mí con aquello.

No pude evitar sonreír, y alejarme del tumulto de gente. Mis amigas me miraban con una ceja levantada, desde el gentío. Yo me senté las escaleras que daban al patio, junto a él.

—¿Cuánto te debo?—quise saber.

—Un beso.

Su propuesta me hizo sonrojarme, pero evadi aquello: empujándolo. El comenzó a lanzar una carcajada, que por algún motivo me hizo quedármelo viendo.

No dije nada, simplemente me quedé viendo a los alumnos ir y venir. El sol me producía bastante sueño, bostezo en forma sonora y Matías me miró divertido.

Pero de pronto me levanté.

A lo lejos por encima de la terraza de la escuela, bueno no la terraza en sí. Sino los salones que quedan en la segunda planta. Iba caminando Eliseo, tenía las manos en los bolsillos y su pasó era despreocupado.

¿A dónde iría?

Comencé a caminar subiendo las escaleras en forma rápida, cuando pisé justo en la que tenía la baldosa suelta. Esperé el impacto cerrando los ojos con fuerza, pero unas manos me sostuvieron la cintura.

Abrí un ojo y después el otro con lentitud, Matías me miraba preocupado desde lo alto. Encima él me lleva más de dos cabezas, llegaba justo a su pecho. Me quedé un poco perdida en sus ojos azules y en su nariz salpicada con pecas.

Quería acariciar su rostro.

¿Qué me pasaba?

4

Estaba caminando en un paseo de comidas, que había llegado a la ciudad. Matías me había insistido en venir, estábamos ambos caminando de un lado al otro recorriendo los puestos.

Al llegar lo primero que pude ver: fue unos juegos para niños.

—Mira los caballos —murmuró emocionado, él.

—¿Quieres subir a uno?—dije divertida.

—¿Quieres acompañarme con mi dulce corsel? —pregunta divertido.

—No.

Le sonreí , seguí caminando viendo los puestos. Me detuve en uno de tragos , mire las medidas de los vasos y compré uno grande.

—¿Me convidaras? —murmuró divertido.

—¿Por qué? —quise saber, sacándole la lengua.

El se acercó a mi, puso su mano detrás de mi cintura: me quito la bombilla de la boca y bebió.

—Problema resuelto —murmuró divertido.

—¡Oye! —me alejé algo incómoda de sus brazos.

Caminaba junto a mi vaso en mi mano derecha. Habían dos filas largas de puestos en varios metros. La mayoría ofrecía bastante variedad.

En el primero que pasé, había anillos, collares y demás joyería artesanal. En los siguientes, tenías : desde el puesto de sahumerios con distintos aromas, hasta el puesto que confeccionaba ropa y collares.

Habían unas pulseras muy bonitas, me quedé un poco perdida viéndolas. Pero no quería gastar el dinero, así que seguí de largo.

—Esperame —me dijo Marías.

Lo miré confundida pero me encoji de hombros, seguí mirando puestos. También había uno de plantas, en macetas confeccionadas también al parecer.

Cuando de pronto siento que me tocan el hombro, me giro confundida y veo a Matías con una bolsita de regalo.

—Para ti—dijo sonrojado.

Tomé confundida aquel paquete, el me miraba algo penoso. Al abrirlo, me encontré con una de las pulseras que me había gustado.

—Matias,¿Estás seguro?

—Si...

—Somos amigos, no somos pareja, es decir no tienes que gastar en mi.

—Puedo hacerlo por la chica que me gusta —dijo sin tapujos.

Lo miré avergonzada, pero me puse de igual forma el regalo. No pude evitar sonreír, alcé mi mano con una sonrisa.

—Me encanta, gracias.

Continuamos caminando, y Vi un peluche de perrito. Me hizo acordarlo a él, con esos ojos azules. No pude evitar acercarme y comprarlo. Matías me miró curioso, cuando tome su mano y le deposité el perrito en ella.

—¿Esto?, no hacía falta que me regalarás algo porque yo te compre.

—Me pareció tierno y además tiene tus ojos, y mira tiene mi cabello del mismo color —murmuré divertida.

—Nuestra hija —murmuró y añadió: —bueno o hijo.

—Nuestro bebé —dije con una risa.

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