Capítulo 4
Mi posición de supremacía me hace sentir como un Dios.
Como un Dios vivo en el cielo.
Sonrío ante mis propios pensamientos y salgo del edificio. Entro mi único hijo, un Bugatti la voiture Noire, el único modelo estacionado frente al hospital es el mío.
Cuán dulcemente resuena la palabra noire de manera diferente a Black, que tiene un tono más áspero.
Me subo al auto y luego, en poco tiempo, estoy acelerando por el camino hacia casa.
Esta tarde no pasaré por el club, mi presencia en el club no está incluida en mi rutina.
Tengo que estar en casa a medianoche y tendré que disfrutar de mi cuarto vaso de whisky a medianoche.
Mi rutina determina mi equilibrio pero me priva de cualquier forma de libertad.
Mentalmente armé lo que tengo que hacer, mañana por la mañana tengo una reunión y mañana por la tarde empezaré a entrevistar a las chicas. Espero encontrar un reemplazo pronto. Al diablo no le va muy bien en el mostrador. Es una maravilla para la vista pero no tiene las habilidades adecuadas para servir en el mostrador, su voz estridente es una sentencia de muerte para los oídos. Los hombres vienen a Black Roses para hacer, no para escuchar.
Al final, ¿quién escucha las promesas de una mujer? Sus palabras tienen el mero propósito de encantar y manipular y yo no me dejo encantar.
No me dejo manipular ni engañar .
Para mí las mujeres son sólo ninfas que acompañan mis noches con el dulce sonido de sus cuerpos chocando contra el mío. No hay nada más, no hay contacto, no quiero ningún tipo de conexión. Prefiero estar solo, rendir cuentas sólo a mí mismo y a nadie más.
Los hombres como yo no pueden tener a nadie cerca.
El motor del coche ruge en el silencio de la zona. Noto que mi celular se enciende y aparece el nombre de Malcom. Malcom y yo tenemos una relación cercana a la amistad. Es el director de una empresa constructora. Respondo la llamada y conecto la llamada a través de Bluetooth al audio del auto.
- ¿ Dónde estás? ¡Te espero en el club! - pregunta divertido.
Él, como todos, no sabe que Black Roses es de mi propiedad.
- Me voy a casa, solo - aclaro antes de que me pregunte si tengo o no compañía. Giro hacia la avenida que me llevará a casa. Abro la puerta y entro. Acelero directamente hacia el garaje y detengo mi auto adentro.
- Yo no, si quieres hay suficiente compañía para los dos – continúa. Ya me imagino que hay más de una chica con él.
- No, me veo obligado a rechazar tu oferta, será para otro momento - concluyo.
- Si cambias de opinión ya sabes cómo encontrarme. -
Termino la llamada y salgo del auto. Las luces del garaje se encienden y me dejan ciego.
Estoy tan acostumbrada a la oscuridad que la luz empieza a molestarme.
Abro la puerta de la casa y subo las escaleras de madera que me llevan al piso superior. Una villa independiente de estilo antiguo, el sueño de mi madre. A menudo pienso en ello cuando entro a casa.