Capítulo 1

César

Hay historias complejas, llenas de secretos que no siempre queremos contar.

Hay historias llenas de comienzos y finales.

Llena de giros y vueltas que la hacen parecer de película.

Hay historias reales que vale la pena contar.

Hay historias complicadas que no todos pueden entender.

Hay historias alejadas de los cuentos de hadas y alejadas de las novelas.

Hay historias que están llenas de engaños.

Hay historias dignas de mención.

Mi historia es una historia compleja que la gente a menudo no quiere escuchar.

Mi historia no es un dulce cuento de hadas sino una terrible realidad.

Mi historia no es un final feliz sino una eternidad.

Mi historia es simplemente mía y de nadie más, al menos quisiera que todos y nadie vivieran mi vida.

Hay muchos que quieren oír pero pocos que quieren escuchar.

Por escuchar me refiero a captar detalles, percibir sentimientos, comprender a través de las miradas.

Nadie cree que sea posible que todo esto se pueda hacer en una conversación.

Al final, la acción habla más que las palabras.

El gesto muchas veces habla por nosotros.

Hay quien se aburre y se aleja o se retira, hay quien es curioso y más atrevido y se acerca.

Hay quienes no le temen a los límites y van más allá.

Hay quienes tienen miedo y siguen sus reglas.

Hay quienes juegan con fuego y hay quienes se mantienen alejados de él.

Los que juzgan por las apariencias y los que no confían en ellas.

Mi interlocutor, esa persona que tiene que quedarse aquí para escucharme, debe ser una persona dispuesta a todo.

Que no le tiene miedo a una persona como yo.

Quien no juzga.

Quien no confía en mí porque no se puede confiar en mí.

Que tenga paciencia porque mi particularidad es hacerte perder la paciencia.

Que sea un buscador de la verdad y no de la mentira porque muchas veces, a pesar de decir la verdad, intento mentir.

Al final todos somos terribles mentirosos.

Mi querido interlocutor no debe tener miedo de mí ni de mi historia.

No estoy aquí para contar una historia feliz.

Pero estoy aquí para contar la historia de un león rugiente que nace en una familia corrupta y es repudiado desde sus raíces.

Pocos lo entenderán, muchos pensarán que me entienden pero en mi vida, no sé por qué siempre termina así.

Mucha gente se pregunta quién diablos soy pero no puedo decir exactamente quién soy.

Soy un hombre de muchos vicios y pocas virtudes.

Quien es aclamado por su terquedad y decididamente menos por sus valores.

Soy un cínico monstruo de guerra que forma parte de las filas médicas.

Lucho todos los días contra mi pasado y contra el pasado de mis pacientes.

Un trabajo para entender a todos, sin tener la capacidad de entenderse a uno mismo.

Soy una persona singular, lo admito.

No necesito muchas cosas en la vida, sólo cigarrillos, whisky y mi rutina.

Una rutina que explicaré detalladamente en mi historia a la persona atrevida que quiera escucharme sin juzgarme demasiado.

En efecto, antes de juzgarme, mi interlocutor perfecto debe escucharme de principio a fin.

Sin sacar conclusiones apresuradas.

Soy un hombre joven y no hay nada malo dentro de mí excepto la terrible verdad de mi vida.

Necesito un interlocutor que sepa llegar al fondo de las cosas y no se quede en la superficie.

He conocido a pocas personas así.

Quizás mi interlocutor ideal no existe o si existe sé perfectamente quién es.

El tiene ojos marrones.

Cabello rubio cayendo en rizos.

Una pequeña estatura.

Formas latinas y explosivas.

Tantas características contenidas en una sola persona, o más bien en mi perfecto interlocutor que tiene claro que es mujer y concretamente es mujer.

Una mujer que trae luz consigo.

Una mujer que para mí es una niña insolente.

Una mujer parecida a una delicada ninfa pero que al mismo tiempo contiene la fuerza de una diosa destructiva.

Una mujer que parece diferente o tal vez solo a mis ojos y me engaña como todos.

Una mujer que fue para mí y tal vez nunca más lo sea.

Una mujer que inicialmente parece como todos los demás pero es diferente a los demás. .