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Capítulo 5

—No soporto a… ratas –comento cerca de sus labios, Gabriel no dice nada, simplemente paso por su lado y antes de girar por el pasillo escucho su voz.

—¡No te dejaré quedarte con mí empresa!

Lo ignoro, al día siguiente debo llegar y aprender sobre el manejo de todo. Llego a la cocina, Gabriel se encuentra tranquilo bebiendo una taza de café, me ignora. Paso pro su lado, debo hacerle entender que no me intimida para nada.

Me sirvo el café y me siento enfrente. Entonces el levanta la vista y dice:

—Pensé… que estabas muerta –comenta y abro la boca confundida.

—Siempre hablé con mis papás –explico y el se encoge de hombros.

—Sí… hace poco antes del accidente, hace dos semanas me enteré no estaba en el país.

—Entonces… tampoco estuviste para nuestros padres –murmuro y el se pone de pie, acerca su cuerpo al mío y dice entre dientes:

—Tú… no sabes nada, hubiera sido mejor que siguieras muerta –espeta con odio y me suelta.

Mis ojos se llenan de lágrimas, salgo corriendo de la casa, me olvido mi cartera. En cuanto me giro para alcanzarla, él la sostiene.

—¿Te olvidas esto? –pregunta con una sonrisa maliciosa.

—Gabriel… por favor… —pido y el niega, la levanta como cuando éramos niños y lo miro mal.

—¿Sabes cuál fue el peor error que cometieron mis padres? –Pregunta dándome la cartera y yo no muevo un musculo — ¿no sabes?, fue adoptarte.

—¡Muérete! –exclamo y salgo corriendo hasta subir al auto, sin embargo la puerta vuelve a ser abierta y aparece Gabriel.

—Iré contigo –comenta y lo miro mal.

—¡No! La empresa la here…

—Sí, ya sé… me da igual, yo conozco muchísimo la empresa y tú… nada, más que pintar las paredes siendo una niña no has hecho –comenta mirándome mal.

Le odio, odio que tome tan a la ligera casi haberme asesinado y encima, perdí nuestro hijo ¿Cómo puede ser tan caradura? Le detesto.

—Quiero ir sola –demando y él me ignora, para decirle al chofer a donde ir.

—¡Te dije que quiero ir sola! –exclamo gritando, él me vuelve a ignorar y sostiene su teléfono. Lo tomo y lo arrojo lejos.

—¡Oye! –exclama y lo observo enojada, tengo el teléfono detrás de mí espalda. Comienza a acercarse a mí, para recuperar el aparato pero no le dejo. Su cuerpo está encima del mío, y al ver sus ojos, no veo al asesino de ese día. Es como su hubiera sido otra persona.

Se lo doy resignada, me sonríe. Me pierdo en su sonrisa, pero lo ignoro.

Llegamos en completo silencio, todos los empleados se dan vuelta curiosos al volverme a ver. Gabriel pasa por mí lado e ingresa al ascensor. Odio los ascensores desde que me quedé encerrada siendo una pequeña niña. Me observa con una sonrisa de lado y avanza. Cuando llegamos a nuestro destino, tengo el cuerpo tembloroso.

Observo a Gabriel y lo encuentro con sus ojos negros puestos en mí, pero carraspea y fija su vista al frente. Cuando frena, me sostengo en un abrazo a Gabriel. Me doy cuenta de lo que hice, me separo asustada.

—No… no vuelvas a tocarme –comenta Gabriel mirándome con asco.

Las puertas del ascensor se cierran y grito:

—¡Tú me quitaste todo! –comento dejándome caer sintiendo un enorme dolor.

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