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Capítulo 2

Dos años después.

Isabella.

—Isa ¡Ya trajimos zanahoria! –comenta Lidia, una amable verdulera de mi barrio. Me acerco con una sonrisa, tomo la verdura y asiento. Las guardo en mi bolsa, comienzo a tararear una canción mientras camino.

Atravieso las calles del barrio, sigo viva gracias a Esteban, un muchacho amable que me ayudó. Sin el, yo no seguiría viva.

Abro la puerta y digo:

—¡Esteban llegué! –hablo fuerte y el me sonríe, tiene una gran cicatriz en el rostro. La obtuvo por defenderme, esta era la casa de su madre, nos trajo aquí. Es doctor, sin embargo trabajaba como la seguridad de mí esposo. Decidí quedarme con él, aunque siempre quería volver pero… me quedé.

—¿Trajiste las zanahorias? –pregunta curioso, mientras toma la bolsa, me río y asiento. Le doy un beso en la mejilla y camino a la cocina.

—Tengo una urgencia ¿estarás bien sola? –su pregunta llega a mis oídos, yo asiento.

—Claro que sí –comento y él sonríe.

—¡Te amo! –murmura antes de salir.

Esteban ya me confesó muchas veces, su amor por mí. Sin embargo, nunca he podido corresponderle. Por suerte, el entiende eso, somos buenos amigos. Una parte de mí, a pesar de todo, sueña con Gabriel.

¿Es una locura, verdad? Soñar con la persona que casi me hizo marcharme del mundo, y hacerme perder a mí bebé. A veces toco mi vientre, me imagino estar embarazada y visitar a Gabriel para darle un fuerte abrazo.

Pero no, debo detestarlo. Él me arruinó la vida, y no debo ser tan blanda con su recuerdo.

Estoy tarareando una canción, cuando mi teléfono suena. Lo sostengo como puedo, para no ensuciarlo y del otro lado dicen:

—¿Señorita Alba? –esa pregunta me llega y es curiosa.

—Sí ¿Quién habla? –pregunto preocupada.

—El abogado de la familia, necesitamos de su presencia y…

Corto el teléfono, lo arrojo a un costado y empiezo a hiperventilar. No sabía de mí familia hace mucho tiempo. Yo, soy adoptada. Quien me adoptó con mucho amor, fue la familia de Gabriel. Sí, somos hermanastros, aunque no de sangre. Cuando nos enamoramos, la familia estaba enojada, pero comprendieron que no éramos de sangre y aceptaron nuestro amor.

Pero recién me percato, siempre tendré una conexión con ellos. Son mí familia, nunca mencioné lo que ocurrió con nadie. Gabriel al parecer estuvo buscándome, pero no me interesa que él me encuentre. Me preguntaron por meses, porque me había ido de su lado, pero jamás les di una explicación.

—Gabriel… —suspiro, siento mi corazón latiendo con fuerza ¡No!, no debo sentir nada por alguien que me arrebató todo.

A veces las pesadillas me persiguen, me recuerdan a Gabriel apuntándome sin piedad, mientras suplicaba por mí vida. Mis ojos se llenan de lágrimas, debido a los recuerdos.

Más tarde llega Esteban, me encuentro en un rincón, sostengo una taza de café en mí mano izquierda. Muerdo mis labios, con la vista clavada en el televisor, sin prestar atención a lo que ocurre.

—¿Bonita? –su pregunta llega a mis oídos, me sobresalto un poco y lo observo.

—Hola –murmuro y se sienta a mí lado, pasa su brazo detrás de mí cintura.

—¿Qué ocurre? –pregunta y mis ojos se llenan de lágrimas.

—Me llamó… el abogado de mi familia –comento con dificultad.

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