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Capítulo V: Si ya comenzó, que no acabe nunca

Lo hacía con suavidad, intentando adaptar la entrada de su poderoso aparato y lentamente se fue adaptando a los músculos de mi ano con suma facilidad, hasta notar como el glande había conseguido pasar.

De pronto entró la mitad de su tronco de golpe y lancé un pequeño grito, pues me hizo bastante daño.

—¡Aaahhhh!

Quique, miró hacia arriba extrañado:

—¿Qué te pasa? —me preguntó mi novio desde la calle mientras Marcos, tenía metida la mitad de su estaca en mi culito.

—Nada, nada, cariño, me he picado con una rosa —disimulé.

Desde allí podía ver la cara de pendejo de mi novio, mirándome con extrañeza. Marcos, no dejaba de limarme en el culo con maestría introduciendo cada vez más adentro su potente pene.

Todavía sentía algo de dolor, pero intentaba controlar mis gemidos y mis gritos, el placer era aún más intenso y la habilidad de Marcos, hacía que aquello fuera maravilloso, él giraba mis caderas con sus manos y entrando en mi culo con delicadeza, saliendo despacio y volviendo a entrar con lentitud en mi dolorido culo.

Tuve mi primer orgasmo qu,e apagué cerrando los ojos y mordiéndome el labio inferior. Al rato fue Marcos, el que se vino dentro de mí, llenando mi culo de su leche, acompañando el ritmo con una fuerte respiración.

Al sacar su verga de mi agujerito, me volví y le sonreí. Me dejó ahí con mis pantaloncitos y calzones en los tobillos, las piernas temblorosas y un escalofrío por todo mi cuerpo.

Así permanecí un rato captando en mi interior los espasmos del placer. Nunca había sentido nada parecido al cogerme por el culo y nunca nadie había conseguido darme tanto gusto de esa forma. Quique, no podía imaginar lo que había ocurrido.

Marcos y yo buscábamos por todos los medios posibles volver a tener más y más agradables encuentros, intentando que Quique, estuviera cerca, pues aquello era algo que nos daba un morbo terrible y nos excitaba sobremanera.

Esa misma tarde fuimos a unos grandes almacenes ya que yo necesitaba comprarme algo de ropa. Ya habíamos quedado Marcos y yo en vernos en la sección de lencería y bañadores a una determinada hora.

La cosa la organizamos de tal manera que Marcos, se quedó en la sección de fotografía y mi novio me acompañó a la sección de lencería. Me metí en el probador con dos bodys y unas cuantas tangas y sujetadores, que fui probándome mientras Quique, me esperaba al otro lado de la cortina sujetando las prendas que ya me iba probando. Llegó la hora señalada con mi cómplice y le dije a mi novio:

—Cariño, en las estanterías del fondo hay un conjunto negro muy sexy que he visto antes, ¿podrías traérmelo mientras me pruebo estos?

Quique, sabía bien lo que me gustaba, y lo que a él le gustaba, en cuestión de ropa interior y obedeció mi solicitud yendo a buscar lo que le había pedido.

A los pocos segundos, Marcos, que estaba al acecho se coló rápidamente dentro del probador conmigo intentando que nadie le viera entrar.

Se quedó observándome y me hizo un gesto a modo de ok, ya que el conjunto de braguitas y sostén de color negro parecieron gustarle bastante.

Se puso detrás de mí y me abrazó acariciando mi cintura, mis brazos, mis pechos por encima del sostén...

Al momento se oyó la voz de Quique al otro lado:

—Cariño, ¿es este el conjunto que me pedías?

Agarré la cortina y asomé solo la cabeza. A todo esto, Marcos, continuaba acariciando todo mi cuerpo, calentándome hasta el delirio.

—Sí este es, gracias —le respondí a mi novio, sacando una mano por la cortina y agarrando el nuevo conjunto.

—¿Quieres que entre contigo? —me preguntó de pronto Quique.

Tragué saliva, pues en ese momento la excitación y el peligro estaban en su máximo esplendor mojando completamente mi pucha.

—No, mi amor, no entres. Prefiero sorprenderte luego en casa.

—Sale, como tú quieras.

—Además quiero que me vayas trayendo cosas ¿esta bien?

Marcos, había soltado el broche de mi sostén y éste cayó al suelo. Me volvió a abrazar por detrás acariciando mis tetas, pellizcando mis pezones.

Yo estiré los brazos por encima de mi cabeza y le acariciaba su pelo arqueando mi espalda para que pudiera acariciarme sin problemas desde detrás de mí.

Su mano se introdujo dentro de la tanga y rozó mi vello púbico, intenté apagar un gemido como pude. Quique, estaba a medio metro tan solo separados por una cortina.

Marcos, me despojó de la tanga, deslizándola con lentitud por mis piernas mientras su lengua recorría mi culo, mis muslos, mis pantorrillas...

El gusto que sentía era enorme y emití algún pequeño gemido.

—¿Qué te pasa? —me preguntó intrigado mi novio desde el otro lado.

—Nada, nada... —disimulé como pude.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó de nuevo Quique.

—No, no cariño, yo me arreglo sola.

Marcos se desvistió por completo y le susurré al oído:

—Estás loco, cabrón.

—Y tú estás gozando sabroso ¿no? — me contestó en otro susurro.

No contesté, aunque era evidente mi calentura. Puse una pierna sobre el taburete y Marcos, se agachó chupando la parte interior de mis muslos y acariciando mi culo.

Su habilidosa lengua volvió a darme un gusto increíble jugando con mis labios vaginales y mi clítoris. Como no podía reprimir todos mis jadeos le pedí a Quique, que me trajese más modelos, momento que aprovechó Marcos para cambiar las posiciones y sentarse en el taburete.

Me metí en la boca su duro miembro y lo succioné como si no hubiera comido en varios días, trabajando con mi lengua por su capullo y saboreando sus dulces jugos.

Tenía la verga dura como una piedra y sin dudarlo me senté de espaldas a él sobre su verga metiéndomela hasta lo más hondo de mi ser.

Empecé a cabalgar sobre el tieso falo de Marcos y mis chiches bailaban al compás. Él respiraba con dificultad y apoyaba su boca en mi espalda para no hacer ruido.

—Ya estoy aquí —dijo mi novio al otro lado del probador.

Por un momento nos quedamos parados por el susto de oír su voz, pero a continuación seguimos cogiendo con ganas.

—Espera un momento... —le dije a Quique con la voz entrecortada debido al bamboleo que mis nalgas recibían.

—¿Que te ocurre? —preguntó con preocupación mi novio.

—Nada, que este modelo me entra justo y me roza un poco —le contesté imitando la ironía de Marcos, que intentaba aguantarse la risa.

Seguimos follando y emitiendo pequeños gemidos, pero gracias a la música ambiental no debía oírnos nadie.

Extendí mi mano por el hueco de la cortina recogiendo el nuevo conjunto que tenía Quique, y le pedí ir a por más. Marcos estaba a punto de venirse y giré la cabeza para ver su cara, fui yo la que me adelanté sintiendo un orgasmo maravilloso, a los pocos segundos Marcos, se vino en mi interior sintiendo como la fuerza de sus chorros de semen bañaban mi interior.

Así permanecimos unidos durante un rato, hasta que su pene se había quedado bastante flojo, pero yo no quería separarme de su cuerpo, quería permanecer unida a él, estaba en la gloria y quería que aquello no acabase nunca.

Al final nos separamos, él se vistió y yo hice lo mismo. Le entregué a Quique, varios

conjuntos por el hueco de la cortina y le pedí que fuera a pagarlos a la caja momento que aprovechó Marcos, para desaparecer y yo me dirigí a la caja con Quique.

Cuando ambos abandonamos el probador, unas chicas que estaban fuera nos miraron con cara de asombro y cuchichearon algo entre ellas. Nosotros nos sentíamos en la plenitud y deseosos de que llegara otro momento de ardiente pasión para volver a unir nuestros cachondos cuerpos.

Marcos y yo aprovechábamos cualquier momento para tener algún nuevo roce, por

ejemplo una mañana cuando Quique, estaba en la ducha, Marcos, entró desnudo en mi habitación. En cuanto lo vi, me envolví en su juego y era presa de él.

No dudé un momento en despojarme de mi camisón y esperarle desnuda sobre la cama con mis piernas abiertas. Se oía el agua caer en la regadera y Quique, silbaba una canción, el pobre no era consciente de lo que ocurría en su propia habitación.

Marcos, prácticamente se abalanzó entre mis piernas y me dio una mamada de panocha deliciosa, esta vez yo no reprimí mis jadeos y mis gemidos pues sabía que Quique, no podía oírme.

Marcos, jugaba con mi clítoris y me sobaba las tetas con fuerza.

Después subió hasta ponerse sobre mí. Con su mano sujetó su verga y la orientó de nuevo sobre mi rajadita con la intención de penetrarme, pero el ruido de la regadera cesó y Marcos, tuvo que salir por pies de mi habitación.

Quique, entro en el cuarto unos segundos después con una toalla rodeando su cintura y me miró extrañado al verme desnuda sobre la cama todavía con las piernas abiertas.

—¿Qué pasa cariño? ¿me estabas esperando? — me preguntó Quique ignorante de lo que acababa de ocurrir.

—Si cariño, estoy muy cachonda —contesté disimulando.

Se quitó la toalla y se abalanzó sobre mí. Me besó en el cuello, y acariciaba mis chiches. Yo cerraba los ojos e imaginaba que era Marcos, el que tenía encima.

Quique, colocó su verga entre mis piernas y de un golpe me penetró. Sentí bastante gusto, pero sin apartar de mi mente a Marcos, seguía imaginando que era él quien me clavaba y me limaba de aquella manera.

En apenas unos segundos me vine con cortos gemidos. Abrí los ojos y Quique, seguía moviendo su culo y limándome con fuerza, desde luego con menos estilo que Marcos, aunque las comparaciones nunca sean buenas.

Cuando giré la cabeza hacia la puerta, allí estaba Marcos, desnudo observando como

hacíamos el amor mi novio y yo y me lanzó una picara sonrisa.

Aquello hizo que involuntariamente tuviera otro orgasmo, cosa que hizo a Quique, venirse enseguida y dejar caer todo su peso sobre mí, bastante agotado.

Marcos siguió desnudo en la puerta acariciando su verga y sonriéndome. Después salió de nuestro cuarto.

Así fueron pasando los días, hasta la víspera del viaje de regreso de Marcos.

Habíamos hecho de todo, en todas las posiciones, en todos los lugares, incluso en los más arriesgados y excitantes, prácticamente con Quique, al lado, pero Marcos, quería probar algo más morboso y excitante.

Estábamos de nuevo solos viendo la tele y Quique, nos preparaba la cena, la verdad es que la cocina se le daba muy bien, cosa que aprovechábamos para desfogar nuestros instintos.

—¿Qué te parece si hacemos un trío? —me preguntó de repente Marcos.

— ¿Queeeé?

—Si, un trío, Quique, tú y yo.

—Pero, ¿estás completamente loco?

—No tonta, lo haremos sin que él se entere, como siempre.

Me quedé mirándole sorprendida, pues sus palabras me desorientaban, ¿realmente había enloquecido? ¿o es que ya era un loco desde el principio? Intentó aclarármelo:

— Verás, esta noche es nuestra última noche y quiero hacer la mayor locura.

Cuando vayas a tu habitación con Quique le dices que quieres hacer algo nuevo y lo atas a la cabecera de la cama y le vendas los ojos, después entraré yo y lo demás saldrá por si solo.

Mis ojos se salían de las órbitas. Desde luego era la mayor locura, pero me excitaba solo de pensarlo.

—No Marcos, creo que eso es demasiado.

—¿No te atreves? —preguntó desafiante.

—Si, pero me parece muy arriesgado...

—¿No ha sido todo arriesgado hasta ahora?

Era cierto, habíamos cometido las mayores locuras tan cerca de mi novio y no había pasado nada, así que aquello a pesar de ser una bomba, podía ser el máximo del placer.

—No sé —lo dije con dudas

—Quiero que seas la reina de la noche y disfrutes con dos hombres a la vez, como tú te mereces, eres toda una mujer y quisiera darte ese regalo, aunque nos juguemos la vida en la intención...

Lo besé en agradecimiento y quedamos en cumplir ese tortuoso plan.

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