Librería
Español
Capítulos
Ajuste

Capítulo III: Esta pasión es superior a mí

Me estaba dando un gusto fuera de lo normal, sus labios jugaban con mi panocha, recorriendo cada parte de ella y se centraba en mi clítoris, y sus manos pellizcaban mis pezones.

Se incorporó de nuevo y colocando su dura y potente verga frente a mi anhelante pucha y pasándola arriba y abajo por mi rajadita, intentaba ir metiéndomela, yo aún sentía cierta culpabilidad a pesar de estar muy caliente y lo agarraba por el tronco de su pene separándolo de mí.

—No, por favor, no hagas eso, Marcos.

Él insistía e intentaba por todos los medios introducirse en mi interior. Yo seguía resistiéndome y volví a agarrarlo de su precioso, grande y duro miembro y empujándolo por el pecho.

—No me la metas, por Dios, no, no —dije nerviosa, aunque lo que más deseaba era tenerla dentro de mí, partiéndome en dos.

Otra vez sus intentos para entrar en mí y otra vez mi resistencia aunque cada vez con menos intensidad.

—No, no, no, Marcos... por favor...

Me insertó de golpe casi la mitad de su poderoso miembro. Yo me moría de gusto.

—¡Ohhh, Dios, no, no, no....! ¡Ooohhh! ¡Si, si, si...! — gemía yo entrecortadamente.

Volvió hacia atrás sacando casi por entero su enorme camote, hasta introducírmelo por completo. Así permanecimos unos segundos. Sentí un gusto increíble cuando estaba completamente metida y eso que parecía que no me iba a entrar.

Marcos, me sonrió y comenzó a moverse adelante y atrás metiéndomela con fuerza, hasta que sus huevos chocaban contra mí culo.

Su enorme miembro se adaptó a mi mejor de lo que esperaba y él, además de estar buenísimo, cogía como nadie, era un experto.

Sabía mover las caderas como nadie, sabía buscar y proporcionar el máximo placer. Estábamos allí contra la mesa del comedor, sudando con nuestros desnudos cuerpos y mi novio a apenas 5 metros de nosotros. Le agarraba del pelo y le susurré al oído.

—Sii, siiiiii, siiiiiiii, que bien, que bien, que gusto...

No tardé en notar la proximidad del orgasmo cuando volvimos a besarnos y a mordernos los labios, fue entonces cuando el gusto invadió mi cuerpo, llegando desde mi clítoris hasta cada centímetro de mi piel, viviendo un orgasmo increíble, aunque no podía expresar mis gritos de gozo, ni mis jadeos, pero fue maravilloso.

Al rato, Marcos, tras sonreírme otra vez, cerró los ojos, aceleró el ritmo, chocando contra mí con mucha fuerza y de pronto paró en seco con toda su verga dentro de mi vagina, inundándome con su leche.

Podía notar como a cada espasmo de su pene, su semen bañaba mis entrañas. Tuvo que apretar su boca contra una de mis tetas y apaciguar el ruido con ella, pues también pareció tener un buen orgasmo.

Nos quedamos unidos un rato, sin saber muy bien lo que me había pasado. Por un

lado me sentí en la gloria, pero por otro no podía remediar un sentimiento de culpabilidad y sentirme como una puta.

—¿Ya han puesto la mesa? —nos preguntó Quique de pronto desde la cocina. Aquello me hizo volver a la realidad y precipitadamente contesté.

—Si cariño, ya casi está lista.

A toda prisa volví a ponerme el calzón y el vestido, pero en cambio, Marcos, se tomó su tiempo mientras me sonreía y me miraba detenidamente, no parecía importarle nada ni nadie. Al fin se puso el calzón.

Apenas dos minutos después salió Quique de la cocina con la paellera entre sus manos. ¡Casi nos sorprende cogiendo!

Yo apenas pude hablar nada durante la comida, me encontraba mal, me sentía angustiada, abochornada y sucia, en cambio Marcos como si nada, es más, mirándome fijamente a los ojos y a modo de broma le decía a Quique:

—Oye, está buenísima, hacía tiempo que no me comía algo tan rico...

Quique entendió que lo decía por la paella, pero yo sabía que no era eso exactamente a lo que se refería. Insistió con su ironía.

—Que rica está, mmmmmm, está muy sabrosa,

—¿Te gusta en serio?

—¿Que si me gusta? Si está deliciosa, como sabes cuidarme amigo.

Que sinvergüenza, yo me encontraba echa polvo y él como una rosa, acabábamos de hacer algo increíble tan cerca de Quique, en cambio Marcos, estaba restregándoselo a su amigo, aunque éste no se diera cuenta.

Sentí odio por él y por mi misma. Me sentí fatal.

Preparé el café y aún me temblaban las piernas, no sé exactamente si por el hecho de haber cogido o de haber sido infiel.

Mientras servía los cafés, Marcos me miraba con descaro las piernas y el escote y Quique, bien que se daba cuenta, pero no parecía prestar demasiada importancia a ese hecho, sobre todo porque debía conocer bien a su amigo ¿o quizás no?

Mis pensamientos me torturaban, pues a pesar de sentirme mal por lo que había hecho, deseaba tener un nuevo encuentro con Marcos y que me poseyera de nuevo.

Mis sentimientos de culpabilidad se debilitaban para convertirse en unos deseos irrefrenables de volver a hacer el amor con Marcos, había perdido la cordura.

Por la tarde fuimos al cine y yo me senté entre los dos, algo que en principio parecía una casualidad, aunque creo que el instinto me traicionaba, pues sabía que algo iba a pasar y ya lo creo que pasó.

Cuando comenzó la película, de la cual no recuerdo ni el título, Quique, me agarró de la mano y Marcos, con cierto disimulo acariciaba mi rodilla con la parte exterior de su mano, poco a poco siguió subiendo su mano hasta la mitad de mi muslo, justo donde comenzaba la tela de mi minifalda.

Otra vez noté un escalofrío, mi corazón palpitaba y mis pezones se endurecían. Estaba cometiendo de nuevo un error que podía ser fatal, pero eso era muy excitante y tenía un morbo increíble, era superior a mis fuerzas.

La mano de Marcos, llegó a tocar mi pecho derecho por encima de mi camiseta y se

recreaba con la dureza de mi pezón.

Yo miraba de reojo a Quique, pero estaba concentrado en la proyección. Marcos seguía muy atareado con mi pecho, pero no parecía tener bastante y su otra mano, esta vez sin tanto disimulo y aprovechando la oscuridad, se coló entre mis piernas que yo entreabrí para facilitarle la labor y continuó subiendo por la parte interior de mis muslos hasta llegar a mí tanga y acariciar mi empapada rajadita.

Al rozarme el sexo, di un pequeño respingo, que alertó a Quique, pero le dije que no me pasaba nada, que me sentía algo mareada.

Me levanté y me dirigí al baño con una calentura de campeonato.

—¿Te acompaño? —me preguntó mi novio.

—No cariño, no hace falta, enseguida vuelvo.

Al llegar a los servicios me miré al espejo, mis mejillas estaban coloradas, me lavé con abundante agua fría para apagar mi calor. Todo mi cuerpo ardía y no tenía agua suficiente para enfriarlo.

Mientras observaba mi cara en el espejo me repetía una y otra vez:

—"No está bien lo que haces, eres una caliente infiel"

Pero cuando Marcos me tocaba no podía remediar entregarme a sus caricias y a todo lo que me quisiera hacer... Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

Cuando estaba secándome la cara con unas toallas de papel, alguien me abrazó por la cintura tras de mí y pegó su cuerpo al mío besándome en el cuello, cuando me volví bastante asustada, comprobé que era de nuevo Marcos.

—Pero ¿qué haces aquí? —le pregunté con cara de susto.

—Quiero estar cerca de ti, ya ves que no te dejo sola ni un momento.

Mientras decía esto me acariciaba los pechos por encima de la camiseta y me besaba en el cuello y me mordía el lóbulo de la oreja.

—No Marcos, por favor... puede entrar alguien.

Sin contestar me agarró de un brazo y me llevó hasta una de las puertas de los baños. Nos encerramos y allí volvió a abrazarme y a hacerme sentir la dureza de su miembro entre mis piernas.

—¿Y Quique? Se puede imaginar algo estando los dos fuera del cine —le dije.

—No te preocupes, le dije que iba por palomitas de maíz.

Siguió besando mi cuello, cosa que hizo que cerrara los ojos para sentirlo mejor, cuando quise darme cuenta me había despojado de la camiseta al igual que de la falda, en un visto y no visto me quitó los calzones, quedándome completamente desnuda.

En cuestión de segundos el hizo lo mismo y nos quedamos ambos totalmente desnudos en aquel reducido espacio. No sé cómo pudo hacer tan rápida aquella operación, pero batió todos los récords.

Colocó la tapa del water y se sentó, yo no pude resistir la tentación y ante la vista de su tiesa y preciosa verga, me arrodillé entre sus piernas y en un acto inconsciente, de un bocado me la metí casi entera en la boca como una posesa, empezando a succionarla.

Primero despacio y luego a mayor velocidad haciéndole una buena mamada a aquella enorme tranca, chupando y rozando con mi lengua toda su longitud, haciendo girar mi boca sobre ella y emitiendo ruidos como si estuviera comiendo un caramelo, parecía una niña saboreando una paleta.

—Siii, sigue, sigue, sigue así —jadeaba él.

Seguí con mi labor de chuparla, pero mi pucha pedía a gritos ser perforada y levantándome me coloqué sobre sus piernas orientando su dura, gruesa y potente macana, a la entrada de mi cueva.

Me senté lentamente sobre su erecto pito, sintiendo su calor a cada centímetro que se iba colando con alguna dificultad en mi interior.

Mi estrecha vagina se adaptaba con cierta dificultad al poderoso tamaño de su garrote. Sosteniéndome a las paredes de los costados subía y bajaba sobre su tiesa daga y no parábamos de gemir y jadear llenos de gusto.

No tardó en llegarnos un orgasmo increíble, primero él y yo unos segundos después.

Marcos sabía coger como nadie, nunca me habían dado tanto placer, sintiendo un gusto fuera de lo normal y el añadido de ponerle los cuernos a mi novio, tan cerca de nosotros, me había convertido en la puta de Marcos.

Cada minuto que pasaba lo deseaba más y más. Era un hombre guapísimo y que estaba más que bueno, algo a lo que cualquier mujer débil como yo no hubiera podido resistirse, sobre todo por su gran habilidad para dar placer a una mujer.

Él fue el primero en volver a la sala con las palomitas y a decirle a Quique, que me había visto, me había preguntado cómo estaba y que yo le había contestado que mejor, que estaba lavándome la cara.

Cuando volví yo al interior del cine, Quique, me preguntó preocupado:

—¿Estás mejor cariño?

—Si, ahora estoy mucho mejor —le contesté, si él supiera... pensaba para mí.

Al día siguiente aprovechamos para ir a la playa.

Yo me había puesto un bikini diminuto tipo tanga que tapaba lo justo y Quique se enojó bastante pues se le notaba celoso y Marcos, no se medía, ni se contenía, observándome con lujuria, cosa que a Quique parecía irritarlo aún más.

Yo además me insinuaba toda provocativa haciendo movimientos sensuales, cosa que agradaba a Marcos y molestaba a Quique.

Cuanto más enfurecido veía a Quique más me excitaba y más deseaba follar con Marcos. Por otro lado, yo quería que no volviera a ocurrir nada, pero mi deseo por Marcos iba creciendo más y más.

Era una sensación extraña, pero muy placentera.

Estuvimos bañándonos los tres durante un rato en el agua y de pronto, Quique, sintió frio y volvió a la arena, pero Marcos y yo continuamos en el mar, lo que aprovechamos para acariciarnos bajo el agua, tocar nuestros cuerpos, introducir nuestros dedos bajo la tela de nuestras ropas y darnos gusto mutuamente.

Yo estaba loca por Marcos y cada cosa que hacía me gustaba más sobre todo si era algo audaz y cachondo.

Quique, nos observaba desde la orilla con cierta inquietud, pero evidentemente no podía ver lo que sucedía entre su amigo y yo, bajo el agua.

Descarga la aplicación ahora para recibir recompensas
Escanea el código QR para descargar la aplicación Hinovel.